La guerra y la geografía

España participará en la misión de protección del tráfico naval en el mar Rojo dada a conocer anoche (hora local española) por el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd J. Austin, ante los insistentes ataques de las milicias hutíes del Yemen contra embarcaciones comerciales que surcan el estrecho de Bab-el-Mandeb. Navíos de guerra occidentales para proteger a los mercantes que entran y salen del mar Rojo por la Puerta de las Lágrimas (traducción poética de la expresión árabe Bab-el-Mandeb). Navíos de guerra occidentales, en su mayoría, para garantizar el libre funcionamiento del canal de Suez, colosal obra humana del siglo XIX que acorta la comunicación naval entre Europa y Asia. Está en juego la seguridad de una de las principales arterias comerciales del mundo. En la operación Prosperity Guardian participarán Estados Unidos, Reino Unido, Bahrein, Canadá, España, Francia, Italia, Noruega, Países Bajos y Seychelles, según anuncio anoche el secretario de Defensa norteamericano. La guerra de Gaza entra en una nueva fase.
Después del anuncio de Lloyd Austin, que anoche citó explícitamente a España en un comunicado público, la ministra de Defensa, Margarita Robles, ha puntualizado que España sólo participará en la operación por mandato de la OTAN o de la Unión Europea, pero no de manera unilateral. Vienen curvas. Sin duda habrá discusión dentro del Gobierno de coalición.
Hablamos de la Puerta de las Lágrimas la semana pasada. La crisis se ha acelerado en menos de siete días. Todo ha ido muy rápido. Ante la reiteración de los ataques, las principales compañías navieras del mundo han dado instrucciones a sus capitanes de poner rumbo al cabo de Buena Esperanza para evitar el estrecho de Bab-el-Mandeb. La ruta alternativa es la que inauguró el navegante portugués Vasco de Gama a finales del siglo XV, rodeando el Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur del continente africano. En el acelerado siglo XXI volver a la ruta portuguesa significa más tiempo y más combustible, con un incremento de gastos que podría cifrarse en un 40%. Tarifas más altas. Encarecimiento de los productos. Más inflación. El radar de ‘Penínsulas’ captó el tema el pasado martes. Creo que lo enfocamos bien.

A fecha de hoy las navieras que han dado órdenes de evitar el mar Rojo son seis: Maersk (danesa), MSC (italo-suiza), Hapag Lloyd (alemana), Cma-Cgm (francesa), Evergreen (taiwanesa) y OOLC, perteneciente al grupo chino Cosco. La compañía petrolera británica BP también anunció ayer que suspendía la navegación por el mar Rojo. Más de cincuenta barcos mercantes ya cambiaron de ruta durante el pasado fin de semana. Podríamos estar en el principio de una crisis comercial de verdadero calado. La Vanguardia está siguiendo el tema a diario. El riesgo de estrangulamiento del mar Rojo abría la portada del domingo, la puesta en marcha de la operación Prosperity Guardian vuelve a ser hoy el principal titular de la primera página, y un artículo de Jordi Torrent, jefe de estrategia del Puerto de Barcelona, publicado el pasado miércoles, ofrecía claves muy interesantes sobre lo que está pasando en uno de los puntos críticos del tráfico marítimo internacional.

En una semana todo se ha acelerado. Las luces de alarma se han encendido como consecuencia de las reiteradas acciones ofensivas de las milicias hutíes. Ayer mismo fue atacado un buque-cisterna noruego. Los rebeldes chiítas del Yemen no han provocado ningún naufragio, por ahora, pero sí daños e incendios en diversas embarcaciones atacadas con drones, misiles e hidroaviones. Los hutíes sostienen que sus ataques se limitan a los buques mercantes que tienen como destino los puertos de Israel (el único puerto israelí en el mar Rojo es el de Eliat), pero medios digitales iraníes, como Iran Observer, hablan sin tapujos de una ofensiva que puede provocar un repunte de la inflación en Occidente.
En estos momentos diversos barcos de guerra estadounidenses se dirigen a la zona. El portaviones ‘Eisenhower’ y su grupo de ataque se han desplazado del golfo Pérsico al golfo de Adén, y tres destructores estadounidenses han atravesado en la última semana el estrecho de Gibraltar rumbo al mar Rojo. El portal Iran Observer (fuente de propaganda iraní) señalaba ayer que los hutíes podrían responder a esa coalición naval con ataques a los campos petrolíferos sauditas.
Como señalábamos la pasada semana, los hutíes no son un grupo étnico diferenciado en Yemen. Son árabes de credo zaidí (una de las ramas del chiísmo, la segunda gran familia del Islam, a la que pertenece Irán), que en 2004 empezaron a rebelase contra el gobierno del Yemen por considerarlo demasiado próximo a Arabia Saudita y Estados Unidos. Se les denomina hutíes porque su primer líder fue el jeque Hussein Badreddin al-Houthi, asesinado poco después de iniciarse la revuelta. Después de varios años de guerra civil, los hutíes controlan el extremo occidental del Yemen. La orilla occidental de la Puerta de las Lágrimas es suya. Han sido armados por Irán, pero expertos en la zona ponen en duda que su disciplina y eficacia sea equiparables a Hezbollàh, el movimiento armado chiíta que opera en el sur del Líbano, perfectamente sincronizado con el régimen de Teherán.

El mar Rojo se convierte así en el tercer punto crítico de la guerra de Gaza. Escenario principal y epicentro del drama: la franja de Gaza, bombardeada día y noche por Israel. Segundo escenario: la frontera entre Israel y Líbano, con escaramuzas de Hizbulah, que no derivan en ataque frontal por decisión expresa de Irán. En ese frente también hay novedad: el Gobierno de Netanyahu prepara una dura ofensiva contra Hizbulah para mover la frontera treinta kilómetros más al norte, según ha publicado el diario The Times citando fuentes militares israelíes. Tercer escenario: estrés en el estrecho de Bab-el-Mandeb, riesgo de desestabilización del comercio marítimo mundial y respuesta occidental mediante una alianza de fuerzas navales. Los tres escenarios están conectados. Una nueva espiral inflacionaria podría arruinar las expectativas de Joe Biden en la campaña presidencial norteamericana, que en estos momentos ya se presenta difícil para el Partido Demócrata. El más inmediato perjudicado, sin embargo, sería Egipto, el país que cobra las tarifas del canal de Suez. Evidentemente, Europa también saldría muy perjudicada, cuando faltan seis meses para la renovación de la Eurocámara y la posterior elección de una nueva Comisión Europea.

En 1980, poco después de la revolución islámica en Irán, los ataques de los Guardianes de la Revolución a petroleros que navegaban por el golfo Pérsico pusieron en tensión el estrecho de Ormuz, puerta clave para el comercio mundial de hidrocarburos. Los precios del petróleo volvieron a subir y algunos países occidentales lo sufrieron de manera especial, entre ellos, España, muy debilitada por la crisis del petróleo del 1973. Adolfo Suárez, acechado por múltiples adversarios una vez superada la primera y más difícil etapa de la transición, entró en declive por la pesadilla de Ormuz. Pedro Sánchez quizá tenga que pasar las Navidades pensando en Bab-el-Mandeb. Veremos cómo se concreta la participación española en la operación Prosperty Guardian.
“Ha llegado la hora de la venganza de la Geografía”, escribió Robert Kaplan hace once años, cuando se desvaneció la utopía de un mundo plano, regido exclusivamente por las conexiones digitales.
La base china en Yibuti
No es la primera vez en los últimos años que el comercio marítimo mundial tiene que recurrir a la ruta africana como alternativa al canal de Suez. Durante la primavera del 2021, un gigantesco portacontenedores llamado ‘Ever Given’ encalló en el canal, bloqueando totalmente el tráfico marítimo durante seis días. Anteriormente, durante los momentos más duros de la epidemia del covid-19, con una fuerte bajada de la demanda comercial, muchos barcos mercantes regresaban de Europa a Asia por la ruta africana. No había prisa.

Tampoco es la primera vez que las aguas del golfo de Adén entran en tensión. El derrumbe del Estado en Somalia provocó en los primeros años del nuevo siglo un fuerte crecimiento de la piratería. Grupos de pescadores se organizaron para secuestrar barcos, mientras diversos y respetables países occidentales aprovechaban el caos para efectuar vertidos tóxicos en aguas somalíes. En 2009 se llegaron a producir 86 ataques piratas en aguas del golfo de Adén. El 2 de octubre de aquel año, el pesquero vasco ‘Alakrana’ fue secuestrado a 120 millas de la costa sur de Somalia, con 35 tripulantes a bordo. El secuestro duró 47 días y se resolvió con el pago de un rescate de 2,5 millones de euros. Los armadores empezaron a contratar seguridad privada en las embarcaciones y se reforzó la operación Atalanta, primer despliegue naval de la Unión Europea orientado a la prevención de la piratería. Los principales países del mundo reforzaron aún más su presencia militar en el océano Índico.

No se trataba sólo de controlar la piratería. Se trataba de una lucha estratégica por la tutela militar de las rutas navales que unen el canal de Suez con el estrecho de Malaca (Malasia-Singapur-Sumatra), las rutas que van del Mediterráneo al mar de la China Meridional. Estados Unidos, Francia y Reino Unido mantienen un fuerte despliegue naval entre los estrechos de Bab-el-Mandeb y Ormuz. La República Popular China inauguró en 2017 su primera base naval en el extranjero, en las costas de Yibuti, antigua colonia francesa en el golfo de Adén, muy próxima a la Puerta de las Lágrimas. Oficialmente se trata de una base de apoyo logístico a los contingentes chinos que vigilan la piratería y a las tropas chinas que participan en misiones de la ONU en África. En Yibuti también opera una potente base de escucha francesa y una base militar de Estados Unidos con cuatro mil soldados.

La Vanguardia