«Entrevista en el historiador Antoni Simon i Tarrés»
§ Es catedrático de historia moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde imparte docencia desde 1980.
§ Ha publicado una cuarentena de libros, en buena parte centrados en la Cataluña moderna y las relaciones con el Estado español.
§ A partir de la guerra de 1640-1652, Cataluña queda marcada como una provincia rebelde.
§ Cuando fui a hacer la mili, me dijeron que tenía una ficha en la que constaba como «rojo» y «separatista»
§ Los libros de Eva Serra y John Elliott fueron decisivos para interesarme por la revolución de 1640.
Nos encontramos con Antoni Simon y Tarrés (Girona, 1956) en su piso del barrio de Vista Alegre, junto al antiguo campo de fútbol del Girona. Desde el balcón nos señala el lugar preciso en el que tiempo atrás se sentaba con su abuelo para seguir los partidos. El equipo actual de la liga de campeones ha sido una de sus grandes pasiones. La otra ha sido la investigación histórica y la docencia, ejercida durante 40 años en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su investigación, basada en el rigor y la innovación interpretativa, se ha centrado en la época moderna y la articulación de Cataluña con el Estado español, buscando los orígenes de algunos temas muy actuales.
-¿Cómo le llega la vocación por la historia?
-Debemos situarnos a finales del franquismo y la Transición. En ese momento, los estudios de historia tenían un atractivo y un auge. La situación de cambio político generaba incertidumbres y los historiadores casi hacían de profetas. Ésta sería una motivación, aunque yo también estaba muy interesado por los estudios de geografía y los de arte. De estas tres opciones, me acabé decantando por la historia. Empecé en el Colegio Universitario de Girona, entonces dependiente de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), que llevaba pocos años iniciando las clases.
-¿Hubo algún profesor que le marcara especialmente?
-Los tres primeros años eran de contenido generalista y se mezclaban diversas materias del ámbito de humanidades. Esto permitió que algunos profesores de la Autónoma, como Enric Lluch y Ricardo García Cárcel, vinieran a Girona. En Bellaterra, recuerdo especialmente a Josep Fontana, Jaume Torres y Juli Busquets. Aquellos años estuvieron muy marcados por el contexto político. El primer año que cursé, en 1973/74, fue el del llamado calendario juliano.
-Durante aquellos años, también se movilizó contra el asesinato de Salvador Puig Antich y le detuvieron. ¿Cómo lo recuerda?
-Hubo una asamblea de estudiantes, una especie de declaración contra la pena de muerte, y varios, diría que una cincuentena de estudiantes, fuimos a hacer una sentada de protesta en la Rambla. Después volvimos a la Casa de Cultura, que es donde se impartían las clases del Colegio Universitario de Girona, y allí se disolvió la manifestación y nos hicieron identificar. Al día siguiente vinieron a buscarme a casa y me hicimos ficha policial, lo que quería decir que no podía tener el certificado de buena conducta, ni becas, ni pasaporte ni nada. Nos beneficiamos, teóricamente, de la amnistía del año 1977. Recuerdo que, cuando fui a hacer la mili, me dijeron que tenía una ficha en la que constaba como rojo y separatista, y me tocó una unidad de acción inmediata en la que hacíamos maniobras continuamente. Era una especie de unidad de castigo.
-Y aparte de ese castigo, ¿tuvo alguna otra represalia?
-Estuve detenido un par de días en las dependencias policiales de Gran Via, y recibí algún tipo de intimidación. En esos momentos, yo estaba asistiendo a las reuniones de una célula del PSUC, que llevaba Eduard Canal. Posteriormente, en 1975 y 1976, mientras todavía estaba aquí, se organizaron algunas manifestaciones, en una de las cuales detuvieron a Canal. Además, existían las huelgas de penenes.
-Prácticamente hace 40 años y pico que imparte clases en la Universidad Autónoma de Barcelona. A grandes rasgos, ¿cómo ha cambiado la universidad en este período?
-El primer cambio ha sido en clave de dimensión. Hace 40 años, la Facultad de Letras era lo que ahora son los estudios de letras, pero también había psicología, educación y traducción. Cuatro facultades grandes de lo que ahora es la Autónoma. En ese momento, todos los profesores compartíamos un aula grande. Es decir, algo más de 100 profesores. Ahora, seguramente, las cuatro facultades superan los 1.000 profesores. El primer cambio, por tanto, ha sido de dimensión. Esto hacía que antes las relaciones personales tuvieran un carácter mucho más estrecho, lo que ahora es mucho más difícil. Pero el principal cambio es que cuando yo entré, el conocimiento era el centro de la universidad. Hoy en día ha habido un desplazamiento hacia la burocracia, hacia la gestión.
-Y en cuanto al alumnado, ¿cómo ha cambiado el perfil en estos 40 años?
-De entrada, el porcentaje de cada generación que accede a la Universidad casi se ha triplicado. Éste es un aspecto positivo, porque significa que más gente tiene posibilidad de realizar estudios superiores. El tipo de alumno que llega a la universidad también es distinto, es mucho más variado. Llega una parte importante que probablemente sólo busca el título y otra que tiene unas inquietudes que van más allá de la demanda de requisitos. En los últimos años, también hay gente mayor, que es precisamente un alumnado muy interesado en el conocimiento, que lee mucho y que no necesita los requisitos. Por lo general, se ha diversificado mucho el tipo de estudiantes que van a la universidad.
-Antes hablábamos de la vocación de historiador. ¿Por qué escogió la historia moderna?
-En esos momentos, yo leía mucho. Tuve la suerte de que estaba en Girona y allí había una librería excelente, la Librería Geli, que llevaba Pere Rodeja, un gran librero. Tenía una gran librería de fondos y procuraba tener todas las novedades, incluso las especializadas. Además era un gran lector y una persona entendida. Las cuatro décadas en las que hizo de librero fueron un regalo para la ciudad de Girona. Él fue una de las personas que me facilitaron el placer de la lectura. Hubo dos libros que me marcaron especialmente, el de Eva Serra sobre la guerra de los Segadores, publicado por la editorial Bruguera en 1969, y el de John Elliott, ‘La revuelta catalana’, publicado por la editorial Vicenç Vives en 1966. Estos dos libros fueron decisivos para interesarme por lo que ha sido el principal tema de mi investigación, no el único: la revolución catalana de 1640 en un sentido amplio, también los antecedentes, las identidades, los aspectos ideológicos, etc. La lectura de esos dos libros fue muy importante. El libro de Eva Serra es un libro pequeño, pero cuando murió y se le dio un homenaje lo releí. Se trata de un libro muy riguroso y con unas tesis interpretativas muy valientes, sobre todo teniendo en cuenta que en aquellos momentos era una historiadora muy joven. En el caso de Elliott, también se trata de un libro extraordinario, aunque después ha habido algunos aspectos que incluso yo mismo y otros historiadores hemos rectificado. La década de los setenta era una época de estudios de tipo estructural, de historia económica, y en esos dos libros salían las personas y se captaba la lógica, la dinámica histórica. Los libros de Elliott y Serra fueron decisivos para que dedicara las primeras investigaciones al siglo XVII.
-Aparte de ambos, ¿qué otros historiadores le influyeron?
-Para mí fue muy importante Josep Clara Resplandis, que es un historiador que creo que no ha sido suficientemente valorado y que tiene una producción enorme, muy especialmente de historia de Girona y de historia de las comarcas gerundenses. En sus libros existe un vaciado de archivos y también bibliográfico muy riguroso y al mismo tiempo están muy bien escritos. En otra ciudad, Josep Clara habría tenido un reconocimiento mucho mayor que el que ha tenido en Girona. Él es mayor que yo y empezamos a encontrarnos casualmente en las bibliotecas de Girona y, después, en los archivos. Y esa relación, tejida tanto en el mundo de los archivos como de los espacios bibliográficos, fue fundamental. Me ha influido su trabajo riguroso, su capacidad para llegar a la bibliografía y la exposición. Además somos amigos y vamos juntos a ver el Girona desde hace años.
-Hablamos de su producción bibliográfica. Si tuviera que destacar algún libro, ¿cuál sería?
-De entrada, los relacionados con el núcleo central de mi investigación, que ha sido la revolución catalana de 1640, sobre todo el libro ‘ Els orígens ideològics de la revolució catalana de 1640’ (‘Los orígenes ideológicos de la revolución catalana de 1640’) (Publicaciones de la Abadía de Montserrat, 1999). Luego se han hecho otras cosas, pero creo que fue un planteamiento distinto al que en su momento había hecho Elliott. Él mismo me dijo que había comprobado que existía toda una literatura política, pero que era muy compleja y la había dejado de lado. El otro libro sería ‘1640’ (Rafael Dalmau Editor, 2019), porque está centrado en este año de forma que se entrelaza revuelta social, revolución política e inicio de la guerra de separación de la monarquía española, y resume una búsqueda de décadas. Entonces hay otros libros más recientes, como ‘La unidad de España como valor político’ (Afers, 2022).
-Su último libro, editado por Afers, se titula ‘La construcción del enemigo interior’. ¿Sorprende que todo venga de tantos años atrás?
-El planteamiento del libro parte de la idea del nacionalismo catalán como el enemigo interior del nacionalismo español. Se trata de una construcción sociocultural. Esta dialéctica tiene una teorización por parte del alemán Carl Schmitt. En el libro se sigue esta idea de la construcción del enemigo interior antes y después de Schmitt. Lo que será después el Estado nación español como proyecto surge de la inteligencia castellana o cortesana de los siglos XVI y XVII, con un personaje muy relevante, Baltasar Álamos de Barrientos, que inspirará la teorización amigo-enemigo de Schmitt.
-Afirma que «el nacionalismo español dominante […] no se ha desembarazado de la concepción totalitaria según la cual el Estado presupone la existencia de un enemigo, y el combate contra ese enemigo es […] la razón última de su existencia». Si no se ha hecho en tantos años, difícilmente se hará en el futuro, ¿no?
-Sí está arraigado, lo que ocurre es que no sabemos si se puede acentuar o se puede debilitar. A diferencia de otros nacionalismos, el español, por lo menos el contemporáneo, más que construirse sobre un enemigo exterior, se ha construido sobre un enemigo interior. Evidentemente tiene antecedentes que explican la fase protonacional, pero sobre todo se manifiesta en el momento de emergencia del nacionalismo catalán contemporáneo, a finales del XIX y muy especialmente primera década del XX. La existencia de un enemigo interior sirve también para construir la unidad.
-Hay un punto de inflexión que sitúa en la guerra de 1640. En este momento, ¿ya no hay marcha atrás?
-Las guerras civiles desempeñan un papel muy relevante. La de 1640-1652 es muy importante, porque provoca que Cataluña quede marcada como una provincia rebelde y esto continúa hasta la guerra de Sucesión. Evidentemente, todo esto es un proceso evolutivo, pero la guerra de separación de 1640 marca un momento importante y hace que se entre en una dialéctica de desconfianza.
UN LEGADO NOTABLE (Más de cuarenta libros)
Antoni Simon i Tarrés (Girona, 1956) escribió su tesis sobre la crisis del antiguo régimen en Girona (1983). A partir de entonces, ha combinado la docencia en la Universidad Autónoma de Barcelona con una notable producción bibliográfica. También dirigió el Diccionario de la historiografía catalana (Enciclopèdia Catalana, 2003). Ha publicado algunas síntesis sobre la época moderna y la revuelta catalana de 1640. Los libros ‘Los orígenes ideológicos de la revolución catalana’ (Abadía de Montserrat, 1999), ‘Pau Claris, líder de una clase revolucionaria’ (Abadía de Montserrat, 2008) y la monumental ‘1640’ (Rafael Dalmau, 2019) han cambiado la comprensión de ese episodio determinante en la historia de Cataluña. En los últimos años ha publicado ‘Los orígenes del milagro económico catalán’ (Rafael Dalmau, 2021) y nos ha introducido en un aspecto tan desconocido como apasionante, las relaciones entre Cataluña y España en la época moderna, cuando se construye la idea de ‘España como valor político’ y ‘Cataluña se convierte en el enemigo interior’, esencial en la construcción del nacionalismo español. Una mirada al pasado sugerente para entender el presente.
EDITORIAL AFERS
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El Punt Avui (18-VIII-2024)