‘Complicity’, la clave británica para atacar a Franco

UN PLAN POR SI ESPAÑA ENTRABA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

‘La Vanguardia’ localiza el código secreto de Churchill para bloquear la Península

Winston Churchill no quiere dejar nada al azar. Primavera de 1940. Los ejércitos de Adolf Hitler ocupan Noruega, Dinamarca, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo y avanzan sobre Francia. El 10 de junio, cuando la caída de París se intuye, Benito Mussolini abandona su no beligerancia. Italia entra en la Segunda Guerra Mundial para apoyar a la Alemania nazi y abrir un nuevo frente bélico en el Mediterráneo y el norte de África. Durante abril y mayo, el gabinete de guerra británico –un reducido consejo de ministros– ha preparado medidas para afrontar la situación.

Francisco Franco sopesa seguir los pasos del fascista y por carta muestra a Mussolini su simpatía, como también en la embajada alemana en Madrid. El dictador español ofrece a Alemania e Italia todo tipo de apoyo logístico a escondidas. Pero la España surgida de la Guerra Civil no tiene la capacidad militar para participar en la Segunda Guerra Mundial, y además la Royal Navy británica controla su abastecimiento de petróleo y alimentos.

El 12 de junio, Franco abandona “la estricta neutralidad” y se declara “no beligerante”, siguiendo la pauta italiana. El dictador se mueve entre la pretensión de conseguir alguna ganancia –Gibraltar– de los británicos para no entrar en la contienda y la posibilidad de satisfacer sus anhelos expansionistas, además de ayuda bélica y alimentaria a través de una alianza con las potencias del Eje.

El gobierno británico hace declaraciones de buena intención con respecto a España, pero está nervioso. Valora la ocupación preventiva de las islas Canarias, de las Azores y de Cabo Verde. El 18 de junio, Edward Bridges, secretario del gabinete de Churchill, redacta un informe secreto dirigido a los miembros del gobierno hasta hoy desconocido. La Vanguardia la ha localizado en los archivos nacionales de Escocia, una rama de los archivos nacionales británicos, bajo el epígrafe ‘Acción en caso de guerra con España – Gabinete de guerra: coordinación de la acción departamental, 1940-1941’.

Tal como han hecho para Italia, dice Bridges, “es deseable que preparaciones similares se hagan ante la contingencia de una guerra con España”. Considera que el precedente italiano hace “superflua” una reunión y pide dos cosas. Todos los ministerios le tienen que hacer llegar las acciones a emprender caso que el Foreign Office considere que en 24 horas Franco declarará la guerra al imperio británico. Y también la relación de jefes de departamentos a quien se tendrá que telefonear para ponerlas en marcha.

Al día siguiente a las 9 de la mañana las tiene todas. Siete páginas. El almirantazgo propone dar instrucciones para que los barcos británicos y aliados no hagan escala en puertos españoles y se retiren estos barcos de la bahía de Gibraltar. El ministerio de Aviación no propone ninguna acción particular. La Oficina Colonial pide instrucciones sobre la necesidad de internar o repatriar a los españoles que estén en las colonias británicas.

El Ministerio de Transporte Marítimo hace constar que unas 200.000 toneladas de hierro y piritas salen cada mes del norte de España, de Huelva y del Protectorado en Marruecos en 40 barcos, de los que una decena acostumbran a estar a la vez en puertos españoles. Se recomienda que estos estén a punto para zarpar. El departamento de censura postal y telegráfica propone detener las comunicaciones con España y retener para revisarlas las de ámbito privado y comercial durante un día. Y que el correo se trate igual que se hace con los casos de Alemania e Italia.

El departamento del Interior, el Home Office, propone internar a los ciudadanos españoles de entre 16 y 70 años y a aquellos que se sabe que son “falangistas”. El Ministerio de Alimentación quiere detener las compras y revocar las licencias de importación e impedir que dos cargamentos de cereales griegos lleguen a España, para hacer frente a la emergencia alimentaria en el país. El departamento de Fronteras quiere bloquear barcos que vayan hacia España y hacerse con las exportaciones o hundir los cargamentos y considerar contrabando el tráfico de mercancías. En sintonía, el Ministerio de Economía de Guerra quiere pedir al gobierno de Estados Unidos y a otros países, como Egipto, impedir que los suministros lleguen a España, incluido Tánger, y que se detenga el transporte aéreo. También que se detenga la concesión de créditos. La Oficina de India propone detener a todos los españoles, excepto misioneros y sacerdotes.

El escocés Walter Elliot, asistente del secretario y pronto director de relaciones públicas de la Oficina de Guerra, redacta el día 20 una carta secreta con un pequeño sobre grapado y lacrado que contiene un código secreto. La carta dice al gabinete de guerra cómo se notificará el inicio del operativo a la persona escogida de cada departamento y se garantizará la veracidad de la llamada. “Aquí (nombre de quién llama) de la oficina del Foreign Office hablante de…”. Y a continuación dirá la palabra en clave que contiene el sobre: complicity. Elliot alerta de que el código solo lo tienen que saber las personas involucradas en el operativo y una vez leído, este se tiene que devolver en un sobre sellado. Los archivos nacionales británicos han permitido, de manera excepcional, el acceso de este diario al contenido del sobre.

Adjunto, Elliot dispone una lista de una veintena de nombres a quienes habrá que llamar, desde el Almirantazgo, el Tesoro, los ministerios del Aire, de Alimentación, de Seguridad, de Economía de Guerra, de Información, al departamento de Petróleo y las oficinas Colonial, de India y de Escocia, entre otros. Esta nueva documentación localizada completa el vasto trabajo de investigación que el catedrático de la Universidad de Extremadura, Enrique Moradiellos, realizó sobre las relaciones hispanobritánicas durante este periodo y que publicó el año 2005 como Franco frente a Churchill. España y Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Franco no da el paso y el operativo se mantiene hibernado. Churchill, sin embargo, convence al presidente americano Franklin Delano Roosevelt para que interrumpa el suministro de petróleo en España y quede clara su posición de fuerza. También durante el verano de 1940 el gabinete británico limita la concesión de navicerts –un certificado que acredita el carácter inocuo de los cargamentos navales– e intensifica un bloqueo naval para controlar el tráfico de mercancías en la Península. Por todo ello, en agosto, sin perder la esperanza de negociar una alianza con el Eje, Franco tiene que negociar con los británicos la relajación del bloqueo.

El 23 de octubre de 1940, Franco y Hitler se encuentran en Hendaya. Todo lo que el Führer consigue es la firma de un protocolo secreto de ayuda a cambio de un reparto de territorios posbélico, pero no la entrada inmediata de España en la guerra. El 12 de febrero de 1941, Franco se reunirá con Mussolini en Bordighera. Le confesará que la escasez de trigo, de carburante y el problema ferroviario le impiden entrar en la guerra. Pronto a España no le queda más remedio que pedir nuevos préstamos a los británicos.

A finales de abril de 1941, Churchill teme que Hitler quiera actuar, como Napoleón, en dos escenarios opuestos, en Rusia y España. El primer ministro sopesa, de nuevo, ocupar Canarias. El día 28, el secretario adjunto del gabinete de guerra, Elon Pelly Donaldson, pasa una nueva circular secreta al gobierno británico para coordinar la acción de los departamentos en caso de que “Alemania ocupe o tome el control de España (o Portugal)”. La orden es mantener las acciones propuestas un año atrás. La palabra clave para iniciar el operativo, complicity, se mantiene.

A mediados de mayo, sin embargo, Franco remodela su gobierno. El progermano Ramón Serrano Suñer pierde peso y gana Luis Carrero Blanco. Los británicos respiran y Churchill pospone la operación Puma, de ocupación de Canarias. El inicio de la invasión alemana de la URSS, el 22 de junio, y el envío de la División Azul a combatir a los comunistas vuelve a poner en guardia al gabinete de guerra británico. Todavía el 17 de septiembre de 1941 se mantiene el código y el operativo.

También el Home Office sustituye su anterior propuesta por la de impedir el acceso en la embajada española a las personas que no aparezcan en las listas diplomáticas y arrestarlos en el domicilio a ellos y a los miembros de los consulados. El departamento de Fronteras y el Ministerio de Economía de Guerra son, en esta ocasión, quienes más amplían las acciones propuestas para bloquear la llegada y salida de corderos de España y sus islas y posesiones africanas. “Se tiene que tratar España como enemigo”, “no se tiene que permitir desembarcar a las tripulaciones de los barcos y se tiene que tomar los cargamentos, no se tiene que conceder navicerts”, “no se tienen que renovar los créditos del Banco de Inglaterra”. Se plantea también pedir al gobierno suizo que se haga cargo de los intereses británicos en España. Y también obtener garantías que el gobierno español “no usará gas venenoso”.

Al empezar diciembre de 1941, con el bombardeo japonés de Pearl Harbor y la entrada consiguiente de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, el tablero global cambia. Franco mantiene la esperanza de formar parte del Eje y sigue ayudando a sus potencias bajo mano, pero la presión combinada británica y americana le impide dar el paso. La palabra clave, complicity, se guardará en un cajón en secreto, hasta hoy.

LA VANGUARDIA