Luis Mª Martínez Garate: “Sin la asunción de identidad propia es imposible generar un proyecto de futuro autónomo”

El historiador navarro, afincado en Donostia, publica una nueva edición de ‘Síntesis de la historia de Navarra’, que se venderá con DIARIO DE NOTICIAS mañana (8,95 euros)

Este libro nace con la intención de recuperar nuestra memoria histórica para construir una identidad fundamentada en lo que somos realmente. ¿De qué manera lo hace?

–La identidad, tanto de una persona como de un grupo, se constituye sobre la memoria. Sin memoria histórica una sociedad no tiene existencia propia, no es un sujeto social ni, menos aún, político. La memoria histórica está vinculada a la historia, pero se expresa de forma distinta. La memoria transmitida a muchos navarros, entre los que me encuentro, incluye la existencia de un reino independiente y que fue conquistado por Castilla. Como dice Walter Benjamin en sus reflexiones sobre la historia, la memoria de los vencidos constituye el germen de la reparación y de la justicia. La memoria de los vencidos es un elemento revolucionario de primer orden. La memoria tiene mucho de movimiento social. La memoria debe estar refrendada por la realidad histórica y, por ello, provoca y condiciona las investigaciones de los historiadores profesionales. Memoria e historia se realimentan entre sí. De modo que si una memoria está perdida o es débil puede ser sustituida con facilidad por otra inducida por los vencedores, con el objetivo de asimilar a los vencidos. Si esta segunda fase se culmina con éxito, Benjamin habla de una “doble derrota” de los vencidos donde nos encontramos en una situación difícilmente reversible.

¿Por qué son necesarias estas lecturas que reescriben la historia de Navarra? Es decir, ¿por qué hemos tenido hasta la fecha una falsa o, mejor dicho, errónea visión sobre nuestra historia?

–Lo que ha sucedido es que en el caso de Navarra, como en el de todas las conquistas, la historia la escriben los vencedores y es la que ha prevalecido en los textos, tanto académicos como docentes. En ellos se muestra con frecuencia a Navarra como un reino medieval arcaico, con conflictos internos insalvables, inviable en la modernidad al que tuvo que llegar un reino, Castilla, con Fernando de Aragón –el Falsario– a la cabeza e incorporarlo “pacíficamente” en su organización política moderna. Así se cumplía, además, el “destino histórico” de los pueblos ibéricos unidos bajo Castilla con el nombre de España. La historia como ciencia tiene un método de investigación y unas reglas que se deben cumplir para considerarla como tal, pero no es inocente. La elección del marco espacial y temporal para narrar una historia la condiciona tanto como los hechos que describe. La importancia del sujeto es capital. Y la mayor parte de las historias de Navarra la presentan como “una parte de España”. No como un sujeto con personalidad propia. Creo que la historia narrada desde una u otra perspectiva cambia fundamentalmente, aunque cuente los mismos hechos. Uno de los errores de método más comunes en la narración histórica es el “finalismo”. Es lo que, por ejemplo, muchos historiadores llaman el destino histórico de la unidad de España. Esto sucede con facilidad si el sujeto del que se narra la historia es la sociedad que conforma actualmente el Estado español. Lo que llaman nación española. Ambas cuestiones, la elección del sujeto y el hecho de tener un historia escrita por los vencedores, distorsionan nuestra realidad histórica. Sé perfectamente que la elección del sujeto navarro no es inocente; es una opción elegida desde el presente, pero sobre todo con perspectiva de futuro. Que nadie piense que los que prefieren el sujeto español están por encima de la política, lo que sucede es que en este caso su ideología se inscribe en lo que Michael Billig ha denominado como “nacionalismo banal”. Su perspectiva es finalista y persigue como objetivo político mantener la sumisión de Navarra dentro del Estado español. Además olvidan esa parte de Navarra, Ultrapuertos, que se sigue denominando Navarra y que no es española. El texto está basado en hechos extraídos de trabajos de historiadores profesionales y los he procurado tratar con el mayor rigor. Mi aportación tiene como aspectos originales la elección del sujeto y el hecho de ser una obra sencilla de leer, de aquí el título de Síntesis.

En esta publicación se sitúa al Reino de Navarra como eje de la construcción del pueblo vasco y, en cambio, parece que este territorio siempre ha sido obviado. ¿Por qué?

–El pueblo vasco data de antiguo, como su lengua y su ordenamiento social basado en el uso y costumbre y en la prevalencia de los valores de la comunidad, lo que se ha denominado como Derecho Pirenaico. Aparece en los textos de los historiadores romanos, las fuentes árabes también lo señalan, se enfrenta a francos y visigodos que pretenden dominarlo. Este pueblo se organiza en la tardoantigüedad y en la alta Edad Media como Ducado de Vasconia, pero su estructura política más perdurable y consistente comenzó tras el enfrentamiento con el imperio franco y las sucesivas victorias sobre el mismo de Orreaga. El pueblo vasco siguió con su lengua y su ordenamiento social, los preservó y desarrolló en el reino de Pamplona, consolidado a comienzos del siglo IX. En el XII se produjeron cambios sustanciales en su organización política y con Sancho VI, el Sabio, comenzó a denominarse como reino de Navarra. El reino, tanto siendo de Pamplona como de Navarra, hizo lo que hacen siempre los estados, de algún modo nacionalizó su sociedad. En la Alta Edad Media, según Koldo Mitxelena y estudiosos actuales como Koldo Zuazo, se establece una primera unificación del euskara en torno a la capital del reino, Iruñea-Pamplona y se concreta el sistema jurídico basado en el Derecho Pirenaico. No es cierto que este territorio haya sido obviado. La mayor parte de investigadores, estudiosos e historiadores consideran lo navarro como central en hecho vasco, lo que ha sucedido recientemente es una separación entre ambos conceptos.

El libro recoge uno de los acontecimientos más destacados de la historia, como fue la ocupación de 1512, pero también otra conquista de la cual apenas se ha hablado: la de 1200. ¿Qué pasó en ese año?

–Así como de la conquista y ocupación de 1512-1529 quedan bastantes elementos de memoria de transmisión oral (familiar, de amigos, de sociedad en general) y hay más textos escritos, existe otra conquista en la que la historia como ciencia ha venido en auxilio de la memoria. Es la conquista de 1200. Hacia mediados del siglo XII la Rioja y la parte de la Bizkaia actual controlada por los señores de Haro se pasó a Castilla, que les ofrecía un control feudal del territorio más laxo que el de Navarra. En esta linea, en 1199 Castilla inició una ofensiva contra el reino navarro, sitió Vitoria-Gasteiz que se rindió ante Alfonso VIII de Castilla en 1200, conquistó el Duranguesado y, en general, todo el frente marítimo de Navarra, dejando al reino sin salida al mar de Bizkaia. A partir de estas ocupaciones y conquistas se inició, desde Castilla, el proceso de institucionalización de lo que luego serían las Provincias Vascongadas. Como consecuencia, se generó una dicotomía entre la designación política –navarro–, que seguía siendo utilizada por los vascos de la Navarra independiente y la lingüistico-étnica en la que los habitantes de los territorios conquistados no se llamaban castellanos, ya que hablaban euskara, pero no no podían seguir siendo navarros y quedaron como simplemente vascos. Es la misma distinción que puede existir entre magiares y húngaros o entre lusos y portugueses. Entre etnia o lengua y organización política. No ha sido fácil lograr la consideración como hecho histórico consolidado que en 1200 hubo una conquista de Castilla sobre parte de Navarra, pero, una vez conseguido, es un hecho que está construyendo memoria. Era evidente la necesidad de generar un “relato” común a todos los vascos (“una nación es un relato”) y la constatación de estos episodios como conquista ha contribuido a ello de modo importante. Así se conformó la primera diferenciación entre vascos y navarros.

¿Cuál considera que es la principal característica del Reino de Navarra que no debemos olvidar?

–En primer lugar la realidad de que los vascos constituimos un Estado independiente en el conjunto europeo. Es un hecho que ha sido negado, o cuando menos minusvalorado, con asiduidad, incluso desde sectores que se reclaman como nacionalistas vascos. Lo afirma también, por ejemplo, el famoso libro de Marc Kurlansky The Basque History of the World (La historia vasca del mundo). Quienes niegan la estatalidad histórica de los vascos a través de Navarra contribuyen a la minoración de nuestro pueblo y al menosprecio de su autoestima. En segundo lugar hay que destacar toda su institucionalización y adaptación a tiempos cambiantes basada en el Derecho Pirenaico. Son de gran importancia también las aportaciones a la modernidad a través de la Navarra de Ultrapuertos, independiente hasta 1620, como foco de las distintas reformas religiosas de su época y su aportación al pensamiento europeo en general. La corte de Margarita de Navarra, esposa del rey Enrique II, el Sangüesino, que inspiró al Shakespeare de Love’s Labour’s Lost, al afirmar “Navarre shall be the wonder of the world” es, tal vez, su muestra más importante. También lo es el desarrollo literario de la lengua vasca, cuyo principal exponente es la traducción del Nuevo Testamento al euskara de Joanes de Leizarraga, por encargo de la reina Juana II de Albret, en 1571. Hecho que incorpora nuestra lengua a las lenguas literarias europeas como había sido el alemán por Martin Lutero en 1534, la King James Bible en 1611 para el inglés o la de Kralice al checo hacia 1613.

Este libro ya se publicó en 2010. ¿Es una casualidad que haya sido reeditado justo ahora, en un momento en el que la derecha, y sus discursos correspondientes, ha ganado terreno político?

–Evidentemente en la conmemoración del 500 aniversario de la conquista en 2012 se consiguió una victoria importante en la hegemonía del relato en favor de una conquista y ocupación violentas, sufridas por la población navarra de la época. Los cuentos de unión aeque principaliter de Navarra a Castilla o de su “incorporación voluntaria” en la monarquía castellana para superar su atraso y sus guerras endémicas, quedaron con las vergüenzas al aire merced a estudios y trabajos como los de Peio Monteano, Pedro Esarte, Aitor Pescador, etcétera. Es evidente que los sectores hegemónicos durante siglos no se han rendido con facilidad y cada vez que tienen oportunidad intentan abrir de nuevo vías a su discurso de incorporación voluntaria aunque algo más suave y matizado que el antiguo, No hay que bajar la guardia pues disfrutan de todos los medios que les otorga tener un Estado a su favor: en el sistema educativo y en los medios de comunicación y propaganda sobre todo. No es un problema exclusivo de la derecha, es un asunto de Estado. Por eso es oportuno insistir en una visión autocentrada de nuestra historia. En este contexto se constituye la parte más militante que promueve con ahínco la diferenciación entre vascos y navarros. Es una ofensiva que se concreta en la propaganda con la que estos sectores mantenidos por el Estado español intentan manipular con el miedo. Su eslogan es “que vienen los vascos” y quieren aniquilar la personalidad navarra. ¡Como si esta personalidad no hubiera estado en riesgo permanente desde las conquistas y ocupaciones castellanas citadas y en todos los conflictos con España de los siglos XIX y XX! En este contexto se plantea como un asunto grave el modo como se presentan estos temas en el sistema educativo en lengua vasca. Se trata de textos, traducidos del español normalmente, en los que no se expresa con claridad una posición propia, generada desde el sujeto navarro. Y sobre los que pesa como una losa el control, inquisitorial, con el que son revisados por las autoridades oficiales.

¿Hay algún aspecto del pasado que, con este libro, podamos aprender y que nos sirva para los tiempos actuales?

–Sin la asunción de la identidad propia es imposible generar un proyecto de futuro autónomo. La identidad se soporta sobre la memoria y la memoria debe pasar por el tamiz crítico de la historia. No puede haber nación sin un relato propio y compartido por sus habitantes. Y la nación, más que la “tierra y los muertos” de Maurice Barrès, es un proyecto de futuro. Evidentemente una tradición tan rica y abierta como la generada por nuestro Derecho Pirenaico, por el Fuero como constitución de Navarra, nos puede cargar de autoestima e inspiración, no para copiar sino para construir un Estado independiente y distinto al servicio de una nación cívica como corresponde a la modernidad. En este contexto hay que evitar el juicio de fenómenos actuales con criterios historicistas, como sería el simplificador “como fuimos independientes tenemos derecho a serlo hoy”. Eso supone un cortocircuito demasiado fuerte. Tiene que haber varias mediaciones antes de llegar desde tal premisa a esta conclusión. El haber sido un Estado independiente propició la nacionalización de su sociedad y la creación de una conciencia política común. El hecho de haber sido injusta y violentamente conquistados es un punto importante de cara a cualquier reclamación internacional en la actualidad. Pero si en el presente no existe una conciencia nacional que lo exija y reivindique con suficiente fuerza social, todo eso se convierte en papel mojado

¿Se atrevería a hacer una Síntesis de la historia de Navarra reciente? ¿Cómo la calificaría en la actualidad?

–Sería un trabajo bastante complejo. Habría que empezar por desbrozar nuestro siglo XIX y superar todos los complejos introducidos por la historiografía española. Sería necesario revisar toda la interpretación del carlismo, el origen del nacionalismo de Arana Goiri, los procesos de reconfiguración nacional en el siglo XIX europeo empezando por las unificaciones italiana y alemana, el paneslavismo etcétera, los conflictos nacionales surgidos en Europa tras la Primera Guerra Mundial (1914-18) y contextualizar nuestra realidad de modo bastante más amplio que el que ofrece la visión hispanocéntrica. Nos quedamos con demasiada simplicidad en un carlismo retrógrado y como un movimiento fuera de su tiempo, sin estudiar la complejidad de dicho fenómeno, de nuestra sociedad y las de su entorno. Y esto entra de lleno también en la guerra de 1936-39 y en el franquismo, tanto en vida del General como del posterior.

APUNTES

El libro. Síntesis de la historia de Navarra (editorial Nabarralde), del escritor Luis Mª Martínez Garate.

Sinopsis. La mayor parte de los textos que se han escrito sobre la historia del pueblo vasco adolecen de dos vicios. Uno de ellos suele ser su excesiva dimensión, que contribuye a la dificultad de su lectura. El otro, y mucho más importante, consiste en que casi siempre que se ha escrito un texto sobre nuestra historia se ha hecho, normalmente, como yuxtaposición de las historias parciales de cada uno de sus territorios. Es el tradicional Zazpiak Bat con el que muchos perciben nuestro pueblo, en el que cada parte actual se considera como un ente histórico y social independiente y atemporal, sin un hilo conductor capaz de tejer todos los hilos y de crear la red capaz de ofrecer una perspectiva consistente de nuestra realidad. Esta síntesis pretende ofrecer una lectura unitaria y trabada entre los diversos territorios en que se dispersa nuestra nación, con base en su eje central, el reino de Navarra.

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