Como algunos esperábamos, el debate en “la cumbre” de los candidatos a la presidencia, —con alguna digna excepción—, no fue más allá de una bronca de patio de vecindad. Mucha oferta de palo y tente tieso, mero alboroto tabernario y zafia intoxicación
Todo un festín de amenazas contra cualquier ejercicio democrático: Intervención de servicios digitales, ilegalización de partidos, prohibición de referendums, enchironamiento de políticos y otras filigranas…
¡Voto a Bríos, que parece que vamos a tener que atarnos los machos! Que todo un imparable Simún de fascismo, amenaza con arrasar nuestra tan débil como exangüe democracia…
Era previsible, De aquellos polvos, intransitables lodos, de una tramposa transición, una democracia sin pilares ni sustento. Es decir, toda una masa “sociopolítica”, que llaman España, sin cohesión ciudadana, sin horizontes compartidos ni colaborados, sin estructuras solidarias…
La llamaban “una unidad de destino en lo universal”, pero tal unidad es una pura entelequia. Un ente caótico mantenido por el miedo a las fuerzas armadas, no más. Esa es toda la cohesión de la tan cacareada unidad.
En la época de los derechos humanos, no se puede construir un estado sin el consenso de todos los pueblos y de sus ciudadanos. No se debe ahogar la voz de éstos con leyes ad hoc, con porras, o con aparatos judiciales —con tufillo a cruzada— cuya promiscuidad con los poderes políticos es tan escandalosamente notoria.
Muchos no nos resignamos “velis nolis” a entregar nuestra ciudadanía a un estado fabricado por auténticos demonios: Monarquía, ejército, “la santa madre iglesia” y una oligarquía decimonónica. Creemos, desde la fuerza que emana de nuestras creencias democráticas, que nadie es quien para privarnos del sueño de construir un estado, donde los pueblos se encajen —o no—, según las circunstancias—, libre y solidariamente.
Cada vez somos más, los que no aceptamos pertenecer —lo digo como vasconavarro— a un estado, donde todo desfila al ritmo y conveniencia de los cornetazos de la corte centralista madrileña. Se que muchas comunidades —si no todas— podrían consensuar los grandes objetivos de la sociedad. ¿Porqué no? Eso sí, cada una a su ritmo, con su propio camino, con sus peculiaridades soberanas y solidarias…
La cuestión es inequívoca. Consideremos que estado o entidad puede ser más viable. Un estado judicializado, atiborrado de presos políticos y en permanente conflicto por la concepción e imposición unilateral de los unos —demonios fácticos— sobre los otros, o un estado, donde sus leyes, proyectos y modos de encaje, sean libre y soberanamente consesuados por todas las comunidades que lo conforman…
Pues bien, tras el bochornoso debate que nos depararon los “barandas” de los partidos políticos, parece que entre sus señorías, salvo alguna excepción, resulta imposible husmear un mínimo de sensatez. PP,PSOE,CS,VOX, con ligeras variaciones, caminan por la misma ruta marcial “Prietas las filas y firme el ademán”. Pura recidiva del alma de la cruzada.
El método, el acostumbrado por la España, una grande y libre: El 155, nuevo barullo de togas, trullos y procesos a destajo… Y mucha madera “piolines” ad libitum y eso, mucha rabia, mucho sufrimiento, vendavales de odio…etc.
Algo tendremos que hacer los ciudadanos que estamos hasta los mismísimos, para movilizarnos contra esta carrera de despropósitos de estos políticos tan cencerros. Máxime, cuando los caballos apocalípticos de las hordas franquistas, ya bufan desvergonzados por negros horizontes.
Temible su pregonero: “Ilegalizar a todo el que no piense como nosotros “Vox Abascalis”. “Hay que matar —decía Mola— a todo el que no piense como nosotros. ¿Hay tanta diferencia?