El espectáculo que dan la mayor parte de fuerzas políticas independentistas es bien triste, al menos a primera vista. En unos momentos en que la voluntad de avanzar hacia el Estado propio llega, entre la ciudadanía, a la cota más alta que nunca se ha alcanzado, los partidos que se reclaman como representantes de esta voluntad son cada, vez están más divididos y más enfrentados.
Al menos esta es la imagen que nos llega desde muchos medios de comunicación y la que nos trasladan algunos columnistas y tertulianos que también se sitúan en este sector. ¿El vaso está medio vacío o medio lleno? ¿Es la única manera de mirarlo?
Mientras todo esto se ha ido incubando, la sociedad catalana ha ido tejiendo un rico entramado de entidades, asociaciones y organizaciones cívicas que, poco a poco, con buena letra ya veces también con divisiones y enfrentamientos, ha ido haciendo un trabajo sordo y poco visible que ha permitido acercar a muchos ciudadanos en el espacio político independentista o soberanista. Pero, curiosamente, el 28-N muchos de estos ciudadanos no votaron a ninguno de estos partidos o no fueron a votar. A estas alturas nadie parece dudar que la fuerza que recibió más votos de este sector fue CiU. Los números cantan y representan una denuncia clara no sólo de la división sino de la confusión reinante en este espacio político. Y, sobre todo, son una constatación del grado de madurez del independentismo cívico frente al político. ¿Para el independentismo, es necesariamente mala esta lectura? ¿No es, también, la constatación de una pluralidad ideológica y de un vigor que, hoy, no se da en ningún otro sector?
¿Dónde estamos ahora? Aunque represente una cierta simplificación y ganas de ver el vaso medio lleno, dejadme decir que estamos mejor que nunca. La posibilidad de tener un Estado propio es reclamada, de forma más o menos visible, desde la mayor parte de fuerzas políticas con representación parlamentaria (CiU, SI, ERC e IC) y, de forma cada vez más emergente, desde sectores del PSC. En los últimos años, el independentismo cívico ha promovido y protagonizado la mayoría de las grandes manifestaciones vividas desde 2003. ¿Podríamos estar mejor? Sí, seguro, siempre se puede estar mejor, pero debemos partir de donde estamos ahora y no dudéis que tenemos todos los ingredientes para avanzar mucho y a buen ritmo. Y, ahora más que nunca, depende casi exclusivamente de nosotros.
Una primera evidencia: no estamos en un país del norte de África ni la mayor parte de nuestros ciudadanos quieren pasar por procesos revolucionarios para llegar a tener un Estado propio. En el contexto europeo sólo podemos alcanzar nuestro objetivo a partir de un proceso netamente democrático. Y en este contexto esto quiere decir a partir de un referéndum o de una declaración de independencia de nuestro Parlamento, seguida o no de un plebiscito que lo confirme. Al menos, eso sería el camino más deseable, aunque no el único.
¿Es posible, sin embargo, lograr la plena efectividad de una declaración unilateral de independencia sin tener una mayoría social amplia que la apoye? ¿O sin los apoyos internacionales necesarios? ¿Podemos conseguir esa mayoría social, o el apoyo internacional, sin tener muy claro qué tipo de Estado queremos, cómo serán nuestra economía, las infraestructuras, nuestra administración, el funcionamiento de la justicia, la enseñanza, la sanidad, el sistema de pensiones y tantas otras cosas?
Ahora, por delante tenemos un proyecto de país, un proyecto de Estado propio. Llevamos muchos años en los que la política se ha basado en la confrontación electoral y, en el mejor de los casos, en la contraposición de propuestas y programas. Necesitamos encontrar un espacio político de diálogo y colaboración permanentes. De alguna manera , tenemos que recuperar ese espíritu de la primera etapa de la transición, cuando desde Cataluña proponíamos la ruptura con el franquismo y nos supimos dotar de organismos unitarios que, a partir de puntos básicos de entendimiento, nos permitieron avanzar sólidamente… hasta que tuvimos que aceptar la reforma del franquismo, con todas las limitaciones democráticas que hoy constatamos, quizás más que nunca.
Necesitamos tejer una nueva unidad de acción para conseguir objetivos comunes . Y, al mismo tiempo, hay que mantener y mejorar el funcionamiento de nuestras instituciones de autogobierno. Por ello, debemos dotarnos de una organización que actúe en un terreno político claramente diferenciado de lo institucional, que reúna todas las sensibilidades políticas democráticas que persigan el objetivo de un Estado propio y que reúna todos los ciudadanos que quieran trabajar por este objetivo.
Esta unidad de acción para alcanzar un objetivo principal, la constitución de un Estado propio, debe tomar forma en torno de tres grandes líneas de trabajo: la obtención de una mayoría social favorable, el apoyo internacional y la definición de las estructuras básicas del nuevo Estado. Son tres ejes que se complementan y retroalimentan. Asimismo, se convierten en el mejor argumento para justificar la necesidad y conveniencia de este nuevo Estado, como garantía de bienestar para todos los ciudadanos de Cataluña y para participar, como país, en la construcción de un mundo más justo y solidario .