Lo peor del monumento del Valle de los Caídos es que en España sigue habiendo demasiada gente que piensa que se trata de un monumento normal erigido en un valle normal por trabajadores normales y en el cual está enterrada gente normal, entre la cual se cuenta precisamente el dictador y general africanista Francisco Franco, de quien a su vez demasiada gente sigue creyendo que fue un gobernante normal.
Esa anormal sucesión de miradas de normalidad sobre cosas absolutamente anormales se vio anormalmente truncada ayer en el Congreso de los Diputados con la aprobación de una Proposición No de Ley promovida por los diputados Joan Herrera y Uxue Barkos que insta al Gobierno a retratarse de una maldita vez en este asunto ayudando a identificar y exhumar a los muertos republicanos enterrados bajo el ominoso granito de Cuelgamuros sin el consentimiento de sus familiares. La iniciativa salió adelante porque en esta ocasión el socialismo indeciso logró decidirse y entendió que sí, que esta vez había que dar a las familias la oportunidad de normalizar sus panteones familiares enterrando en ellos a sus difuntos lejanos.
El Grupo Socialista, espoleado por ICV y Nafarroa Bai, hizo ayer bien su trabajo. Ahora tiene que hacerlo el Gobierno. Y es que con este envenenado asunto de la memoria histórica los socialistas se enfrentan al insalvable problema de querer cumplir sus promesas quedando bien con todo el mundo, y eso no es posible. No es posible gestionar con decencia la anormalidad del Valle de los Caídos quedando bien con las familias, con la Iglesia, con la derecha, con la izquierda, con el pasado, con el presente, con el futuro y, por supuesto, quedando bien consigo mismos. Eso no puede ser. Sería bonito que pudiera ser, pero no puede ser.