Autocredibilidad

Es un hecho constatado, aunque no socialmente asimilado, que Euskal Herria ha perdido las riendas de su desarrollo económico, cultural y educativo a raíz de las circunstancias históricas vividas desde hace siglos. Desde el instante en que el territorio vasco comenzó a desmembrarse entre las potencias monárquicas que lo rodeaban, el futuro de Euskal Herria quedó en manos de aquellos que deseaban su desaparición bajo el pretexto de la inalterable unión española y francesa. Esta actitud negadora de los valores y capacidades de la sociedad vasca ha sido la tónica general hasta nuestros días, siendo comprensible sólo desde el rechazo a la existencia de un pueblo vasco independiente y el ansia de explotación de sus recursos materiales.

Es, sin duda, una forma eficaz de romper cualquier deseo, idea o inicio de proyecto, la de evitar la cohesión interna del pueblo vasco, tan básica para establecer los pilares que sostengan su creación como país. Teniendo presente la disgregación paulatina a la que Euskal Herria se vio sometida, no es necesario volver la mirada al pasado para comprender la situación presente. La sociedad vasca, para constituirse como ente independiente, necesita de unos elementos vitales para tomar consistencia y autocredibilidad, es decir, que todos y cada uno de los miembros constituyentes de dicha sociedad crean en sus posibilidades, en sus conocimientos intelectuales y no pierdan la esperanza en su ardua tarea por crecer.

Siendo estos elementos económicos, culturales y educativos los esenciales en cuanto a desarrollo de la sociedad vasca se refiere, son los que en la actualidad están siendo manipulados, tergiversados e incluso atacados. Así, las relaciones entre Hegoalde e Iparralde son prácticamente nulas, quedando en papel mojado muchos de los planes e ideas innovadoras surgidas entre ambas partes; las nuevas infraestructuras (llámense carreteras, autopistas del mar, superpuertos…) están descaradamente sujetas a los intereses particulares de una clase política que funciona con la mirada puesta en el conflicto vasco; la construcción imparable y sin sentido de nuevas viviendas se sigue llevando a cabo a pesar de la existencia de habitáculos vacíos y casas susceptibles de ser habitables y de fácil acceso para los jóvenes y grupos sociales con recursos económicos escasos…

Los ejemplos son numerosos quedando todos ellos enmarcados por una situación social en la que ser consciente de lo que ocurre más allá de lo primeramente evidente es más habitual de lo deseable, al menos desde el punto de vista de aquellos que trabajan porque el pueblo vasco vuelva a retomar sus riendas y tenga la capacidad suficiente como para organizarse, reparar el mal hecho y avanzar hacia el futuro con la seguridad que pueda llegar a dar el saberse poseedor de un potencial económico, educativo y cultural importante y suficiente.

No obstante, la realidad es otra y nos habla de falta de conciencia social, de desinterés generalizado y pérdida del sentimiento de cohesión. Esto, al fin y al cabo, no es más que el resultado de las decisiones y actos aceptados por los interesados en destruir cualquier tipo de unión social, sean cuales sean las consecuencias a medio y largo plazo, tanto a nivel económico, social como medio ambiental.

La sociedad vasca necesita un momento de reflexión y comprensión de la coyuntura actual, asumir las pérdidas y daños sufridos y comenzar a exigir que se le restituya su capacidad de decisión y trabajo en común, así como la posibilidad de recuperar la territorialidad históricamente perdida.