Una vez más, una nación camina a través del fuego para dar a Occidente su “democracia”

La democracia no parece funcionar en países ocupados por soldados occidentales

En 2005 los iraquíes caminaron por decenas de miles a través del trueno de los suicidas y votaron (los chiíes siguiendo las instrucciones de sus clérigos, los sunníes enfurruñados en un boicot) para demostrar que Iraq era una “democracia”. A continuación siguió el periodo más sangriento de la historia moderna de Iraq.

Ayer [7 de marzo], los iraquíes caminaron por decenas de miles a través del trueno del fuego de mortero (al menos 24 personas murieron antes de que cerraran los colegios electorales) para demostrar que Iraq era una “democracia”.

Esta vez los sunníes votaron. Y nosotros, occidentales, tratamos de olvidar el pasado, incluso el pasado reciente. Pocos reportajes de prensa recordaron que hace sólo unas semanas se había prohibido presentarse a las elecciones a cientos de candidatos, la mayoría de ellos sunníes, sobre la base de que alguna vez habían tenido relación con el Partido Baath. Era una clara vuelta a la política sectaria. Los chiíes que eran cercanos a Sadam todavía conservan sus trabajo en el “democrático” Iraq por el que supuestamente los iraquíes fueron ayer a votar.

Según las nuevas leyes de Iraq, se ha retorcido el sistema electoral para garantizar que ningún partido puede ganar el poder. Tiene que ser una coalición, una alianza (o una “alianza amplia” como nos decían los analistas de la televisión) entre cualquiera de los 6.000 candidatos de los 86 partidos que consigan escaños en el Parlamento. Pero lo que todo esto significa es que el próximo gobierno sectario obtendrá poder de acuerdo con el porcentaje de comunidades chiíes, sunníes y kurdas de Iraq.

Occidente siempre ha preferido este sistema en Oriente Medio, sabiendo que semejante “democracia” producirá gobiernos acordes con el poder confesional de cada comunidad. Hemos hecho este en Irlanda del Norte. Lo hicimos en Chipre. Los franceses crearon un Líbano cuya propia identidad es confesional y cada comunidad vive en un suspicaz amor las unas por las otras no sea que se destruyan. Incluso en Afganistán preferimos tratar con el corrupto Hamid Karzai, al que desprecia la mayoría de los pastún, y permitirle gobernar en nuestro nombre con un ejército compuesto en su mayoría por partidarios tribales pagados. Puede que esto no sea (en la risible excusa del Departamento de Estado) “una democracia jeffersoniana”, pero es la mejor que vamos a conseguir.

Y siempre defendemos estos miserables resultados con la misma cantinela. ¿Quieren ustedes que vuelvan los talibán? ¿Quieren que vuelva Sadam? O, en los casos de Chipre y Líbano hace décadas, ¿quieren que vuelvan los turcos otomanos? Y mientras pensamos que por muy fraudulentos o por muy complejos que sean (puede que llevar meses formar el nuevo gobierno de Iraq) los resultados de las elecciones suponen una mejora, no dejamos de preguntar quién ha ganado realmente estas elecciones. Irán, cuyo demente presidente sabe cómo manejar votaciones “democráticas” es, por supuesto, el vencedor. Sus dos enemigos, los “talibán negros” y Sadam, han sido derrotados sin que un solo iraní haya disparado un tiro.

Los políticos sunníes afirman que Irán está interfiriendo en Iraq tanto militar como políticamente. Pero dado que la mayoría de los partidos que gobiernan actualmente maduraron en la República Islámica, Irán no tienen necesidad de interferir. El Partido Dawa, ante el que ahora hincamos graciosamente la rodilla en señal de respeto, hace treinta años estaba secuestrando extranjeros en Beirut y bombardeando las embajadas estadounidense y francesa en la ciudad de Kuwait. Y no hemos mencionado en absoluto Mosul y otras ciudades en el norte de Iraq, en las que las elecciones no tienen que ver con la democracia sino con quién controla el petróleo en las primeras líneas arabo-kurdas.

Sí, los iraquíes son un pueblo valiente. En realidad, ¿cuántos británicos o estadounidenses habrían ido a votar bajo fuego de mortero? No es que los musulmanes no quieran libertad o la democracia. Es que no parece que la “democracia” funcione cuando sus países están ocupados por soldados occidentales. No funcionó en Afganistán. La retirada de las tropas de “combate” estadounidenses de Iraq no significa que las fuerzas estadounidenses no vayan a permanecer en masa.

Y mientras los Mubarakes y los reyes Abdullas (ambos) tengan nuestro acrítico apoyo político, sus naciones no harán progresos reales hacia la libertad.

Así pues, las elecciones de ayer en Iraq no representan una prueba más de los valores de nuestras democracias occidentales. Significan que un pueblo valiente todavía cree que el sistema bajo el que están votando va a cumplir sus deseos.

Sin embargo, como con tanta frecuencia ha ocurrido en el pasado, lo más probable es que bajo nuestro benévolos ojos las elecciones consagren el mismo sectarismo que una vez utilizara Sadam tan despiadadamente para esclavizar a su pueblo.

Fuente: http://www.independent.co.uk/opinion/commentators/fisk/robert-fisk-once-again-a-nation-walks-through-fire-to-give-the-west-its-democracy-1917802.html

 

Publicado por Rebelión-k argitaratua