Pero ¿qué ocurre en Córcega?

Vicent Partal

Desde hace unos días Córcega llama la atención en una Europa marcada, sin embargo, por la guerra de Ucrania y que parece que no tenga tiempo para mirar a cualquier otra parte. Los últimos acontecimientos, de los que ha tenido información en este diario, se explican por una circunstancia concreta, por un hecho, que es el intento de asesinato de Yvan Colonna en una prisión francesa. Pero van mucho más allá y son un buen barómetro de la situación y expectativas de uno de los movimientos independentistas europeos que ahora mismo tienen más fuerza.

Todo empezó el 2 de marzo, cuando Yvan Colonna fue ingresado de urgencia en la UCI a raíz de una agresión en la que había sido herido gravemente, en la cárcel de Arle, en la Provenza. El atacante ha sido identificado: se llama Franck Elong Abé y es un yihadista condenado a nueve años de cárcel. Colonna fue muy malherido y puede morir en cualquier momento. El ataque, que ocurrió en una prisión de alta seguridad donde se supone que la vigilancia es extrema, fue vivido por los corsos como una revancha del Estado francés y por eso en las manifestaciones y en los incidentes de estos días el grito más habitual es “Statu Francese asesinu”.

Colonna está condenado a cadena perpetua, en compañía de dos militantes independentistas, Pierre Alessandri y Alain Ferrandi, acusados ​​los tres del asesinato de Claude Érignac, prefecto francés en Córcega, en 1998. Colonna siempre se ha declarado inocente. Ya hace años que el movimiento independentista corso protesta tanto por la condena a cadena perpetúa como por el hecho de que están encerrados en prisiones francesas y deberían estar en prisiones de la isla. Y, sobre todo, por la consideración de los tres presos políticos como “detenidos particularmente señalados”, una situación penal que se aplica a personas que el Estado francés considera que no pueden ser tratadas siguiendo las normas habituales. Ahora, tras el atentado contra Colonna, el primer ministro Castex ha anunciado que se la han retirado. Sin embargo, en 2009, a raíz del caso de un preso que estaba en esta situación, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ya condenó al Estado francés por esta práctica en las prisiones y hasta ahora no se había hecho nada.

Para una gran mayoría de los corsos, no sólo los independentistas, ese trato especial, esa condena suplementaria, que reciben Colonna y sus dos compañeros no es tolerable. La Asamblea de Córcega, el parlamento digamos autonómico, ha reclamado su repatriación muy contundentemente e incluso en la Asamblea Nacional Francesa cinco jefes de grupo firmaron un documento reclamando que fueran trasladados a Córcega para continuar el cumplimiento de la pena en su país y, de esta forma, facilitar el contacto con las familias.

Y es debido a estos precedentes que el impacto del atentado contra Colonna ha tenido tan notable repercusión. Francia se ha negado durante años a las demandas populares y de las instituciones corsas para que los tres presos fueran enviados a Córcega y ahora existe una gran unanimidad a la hora de considerar que en una prisión corsa no habría sido atacado. Por eso todo el mundo interpreta que, de algún modo, sea el Estado o los funcionarios, el atentado se permitió como represalia por la muerte del prefecto Érignac. Y es por esa sospecha que la reacción ha sido tan rotunda e intensa, con huelgas multitudinarias y grandes manifestaciones que han acabado siempre con ataques a la prefectura, a bancos franceses y a la gendarmería. Y aquí es donde el hecho concreto del atentado contra Colonna entronca con una corriente muy profunda que recorre la sociedad corsa desde hace años.

Los hechos cada vez indican más claramente que el mensaje independentista ha arraigado en la isla, donde las principales instituciones, del parlamento a los ayuntamientos, o bien son controladas por mayorías nacionalistas o bien los partidos nacionalistas son muy influyentes. Estas mayorías llevan muchos años reclamando cambios graduales del estatuto político de Córcega y han conseguido que hoy tenga un sistema único en el Estado francés, la llamada ‘Colectividad Territorial’. Sin embargo, Francia nunca ha querido entrar a negociar los temas de fondo, como la oficialidad de la lengua, los problemas derivados de la insularidad, las medidas a adoptar para impedir la colonización económica de la isla o el ejercicio del derecho de autodeterminación. Y es esa negativa tozuda en avanzar en la solución política del conflicto lo que ha originado el estallido movilizador, especialmente de los jóvenes, que hemos vivido estos días. Y que puede alcanzar niveles aún mucho más altos mañana y pasado mañana, cuando está prevista la visita del ministro francés de Interior, coincidiendo con una huelga de institutos y universidades que será multitudinaria.

Dos comentarios finales. Para los corsos, la situación que viven es colonial. No tienen ninguna prevención a la hora de definirla así y, por tanto, de presentar su combate como un combate antiimperialista. Y la violencia, que siempre dicen que es una reacción a la violencia del Estado francés, sólo la consideran un instrumento, que se utiliza si les conviene y cuándo les conviene; y si no, no. Para ellos, la prioridad es la liberación del país, no quedar bien con nadie.

VILAWEB

Córcega pone contra las cuerdas al Estado francés: la autonomía y respuestas o el caos

Alexandre Solano

VILAWEB

Córcega vive desde principios de marzo un clima de tensión máxima, con manifestaciones multitudinarias, altercados y muestras de indignación de los políticos locales a raíz del intento de asesinato de Yvann Colonna en unas circunstancias extrañas. Estos hechos han unido el soberanismo corso, históricamente dividido, que cuenta con un amplio apoyo popular, lo que ha obligado a las autoridades francesas a intentar reconducir la situación.

Yvann Colonna es un militante independentista corso condenado a cadena perpetua en 2007 por el asesinato, en 1998, de Claude Erignac, entonces prefecto de Córcega. Él siempre ha negado las acusaciones, y los abogados han denunciado irregularidades en el juicio, tales como decisiones sesgadas y carencia de pruebas. La policía no buscó más sospechosos, ninguno de los testigos reconoció a Colonna y no se presentaron pruebas materiales.

La reivindicación de su inocencia, las sombras del caso y el hecho de que pasara cuatro años escondido en las montañas de la isla han convertido a Colonna en un símbolo del soberanismo corso.

Pero ¿qué ocurre en Córcega? 

Editorial de Vicent Partal

Colonna fue encarcelado en la cárcel de Arle, en Occitania, y tenía un régimen de “detenido particularmente marcado” (DPS), es decir, el de los presos especialmente peligrosos o con contactos, lo que hacía que no pudiera ser trasladado a Córcega y, en teoría, se encontraba bajo una vigilancia reforzada constante. Sus movimientos eran seguidos sistemáticamente y existía un circuito de videovigilancia para filmar todos los espacios públicos.

Sin embargo, el pasado 2 de marzo, Franck Elong Abé, un yihadista detenido en Afganistán, tuvo tiempo de zurrar y estrangular a Colonna durante ocho minutos en la sala de pesas del gimnasio del centro penitenciario. Colonna fue trasladado al hospital de Arle y, posteriormente, a la unidad de cuidados intensivos del hospital Norte de Marsella, donde permanece en coma y en estado muy grave.

El abogado de la familia del preso corso, Patrice Spinosi, denuncia que no se ha dado ninguna explicación sobre “la falta de vigilancia, ni los motivos de la ausencia de los guardias ni el hecho de que no reaccionaran” a la paliza, aunque en teoría el preso estaba constantemente vigilado. Los partidos corsos han reaccionado de forma unánime y acusan al Estado francés, como mínimo, de haber descuidado la seguridad de Colonna y, en algunos casos, de ser cómplice del crimen o, directamente, de ser su autor intelectual.

Una crisis política sin precedentes

La indignación entre la sociedad corsa ha sido muy amplia y transversal. Un sondeo de la publicación ‘Corse-Matin’ revela que dos tercios de los corsos (67%) comparte el sentimiento de indignación, y casi de forma unánime (86%) consideran que las autoridades judiciales del Estado francés tienen algún tipo de responsabilidad en el caso.

La manifestación del domingo en Bastia terminó con sesenta y siete heridos, de los cuales cuarenta y cuatro de la policía. Si bien ya había habido otras protestas y altercados en el pasado, éste destaca por una clara diferencia, que es el gran apoyo que tiene el soberanismo corso en las instituciones de la isla. Los partidos autonomistas e independentistas han ganado dos elecciones de forma consecutiva con mayoría absoluta, con un contundente 67,98% de los votos en las de 2021. El nacionalismo había estado marcado históricamente por la violencia y por la división interna entre un montón de partidos. Pero la lucha armada acabó en 2014, con el abandono de las armas por parte del Frente de Liberación Nacional Corso, que había estado en activo desde 1976, y ahora los partidos se han convertido en mayoritarios.

El propio sondeo de ‘Corse Matin’ dice que el 73% de los ciudadanos de la isla es partidario de la autonomía, con un 32% favorable a la independencia. Una opción aún minoritaria, pero que, como resaltan los analistas del sondeo, “ha llegado a un nivel inigualable desde las negociaciones de Matignon sobre el estatus de la isla en 1999-2000”.

Los cuatro partidos soberanistas corsos, los sindicatos de estudiantes, todas las asociaciones de presos, sindicatos, la Universidad de Córcega y otras entidades, unidos en un colectivo de coordinación, piden la libertad de los presos políticos corsos, la verdad sobre el intento de asesinato de Colonna y el reconocimiento del pueblo corso. Al respecto, exigen también que se abra un proceso de negociación orientado a una solución política integral de la cuestión corsa.

El presidente de Córcega, Gilles Simeoni, abogado de Colonna, pide que se constituya una comisión de investigación mixta, con parlamentarios y cargos electos; y asegura que no se fía de las investigaciones administrativas y judiciales.

El gobierno francés trata ahora de reconducir la situación y son muchos los que consideran que dos semanas de protestas han hecho reaccionar más a las autoridades francesas que dos mayorías absolutas y un mandato democrático y las ha obligado a mostrar una voluntad negociadora.

El primer ministro francés, Jean Castex, levantó enseguida la condición de “detenido particularmente marcado” de Colonna, por su situación médica, lo que debe permitir que sea trasladado a la isla. Ha hecho igual con otros dos presos corsos. Por su parte, el ministro de Interior francés, Gérard Darmanin, acudió ayer a Córcega para abrir un “ciclo de discusiones” con los políticos “sobre el futuro institucional, económico, social y cultural”.

De hecho, la publicación ‘Le Canard Enchainé’ aseguraba que el presidente francés, Emmanuel Macron, y el soberanismo corso negociaban, antes del intento de asesinato, el traslado de los presos a Córcega y una autonomía para la isla, pero la negociación se ha ido al garete. Algunas voces encuentran que el ataque contra Colonna puede haber sido un movimiento de los sectores más centralistas para evitar el acuerdo.