Las bombas europeas del Tío Sam

El vicecanciller alemán y Ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, confirmó ayer que impulsa la declaración de cinco países europeos (Alemania, Bélgica, Holanda, Noruega y Luxemburgo) para retirar las armas nucleares de Estados Unidos que aún hay en el territorio de sus países. El asunto, dijo, deberá discutirse en la reunión de ministros de exteriores de la OTAN que se celebrará el 22 y 23 de abril en la capital de Estonia, Tallin.

Estados Unidos mantiene en Europa entre 150 y 240 bombas nucleares, el número exacto lo desconocen incluso los gobiernos concernidos, pues en temas militares seguimos siendo tratados casi como una colonia. Alemania, Bélgica y Holanda, albergan, cada una, entre 10 y 20 armas nucleares, Italia entre 70 y 80, y Turquía entre 50 y 90.

Westerwelle dijo en una conferencia de prensa que la iniciativa está en la línea de la declaración que Obama realizó el pasado abril en Praga a favor de un mundo sin armas nucleares. El vicecanciller alemán mencionó los dos principios fundamentales del Acuerdo de No Proliferación nuclear (NPT) de 1970; las potencias nucleares se comprometen a deshacerse de las armas nucleares con la perspectiva de un desarme universal, y quienes no disponen de armas nucleares se comprometen a no adquirirlas. “En este asunto los dos aspectos están imbricados”, dijo.

Aunque Westerwelle citó estos preceptos en orden inverso a la clara jerarquía que el acuerdo contiene, su mero recuerdo del compromiso abolicionista universal de las grandes potencias nucleares, así como la relación existente entre ese compromiso de los que tienen la bomba con la no proliferación de los que no la tienen, fue sorprendente por lo inhabitual.

Los políticos occidentales sólo mencionan selectivamente el NPT para referirse exclusivamente a la no proliferación de un sector de países adversarios, como Irán y Corea del Norte, que tienen, o se supone que aspiran a tener, armas nucleares, sin mencionar que forman parte de un grupo más extenso de países poseedores de armas atómicas, que incluye a India, Paquistán e Israel.

En cualquier caso, la posición anunciada de los cinco países europeos tiene muchos puntos oscuros. En Alemania, la retirada de las bombas atómicas de Estados Unidos es muy popular. También forma parte del “Acuerdo de coalición” del actual gobierno, entre cristianodemócratas, el partido de Merkel y los liberales del FDP, cuyo líder es Westerwelle.

“Abogaremos en la OTAN la retirada de las armas nucleares que quedan en Alemania”, dice el documento de la coalición de gobierno alemana. Pero, a juzgar por las declaraciones que se escuchan en su entorno, la canciller Merkel parece poco predispuesta a hacer de este tema una cuestión de principio. En cualquier caso, el asunto enfurece a los americanos, porque contiene elementos de la independencia europea en temas estratégicos que siempre han combatido. Su prioridad es impedir unas relaciones fluidas y exentas de todo elemento de guerra fría con Rusia, y para ello pondrán todos los “escudos antimisiles” y bases en el Este de Europa frente al hocico del oso, que sean necesarios. Las bombas deben ser vistas en este contexto.

La Secretaria de Estado Hillary Clinton mencionó directamente a Alemania el lunes pasado en una intervención, diciendo expresamente que las armas nucleares deben quedarse en Alemania. Al día siguiente, el Secretario de Defensa Robert Gates, que ya lo era con Bush, arremetió contra la, según él, insuficiente militarización de Europa, el supuesto escaso gasto militar europeo y los escrúpulos europeos a transformar la OTAN de una “fuerza defensiva estática” a una “fuerza de intervención”, papel que ya se está estrenando en Afganistán.

Las presiones transatlánticas se anuncian fuertes. En ese contexto, Westerwelle suma fuerzas con belgas, holandeses y noruegos para presentar un frente común, y se ampara en la retórica declaración de Obama en Praga, que en realidad no tuvo ningún contenido (Ver: El bluf antinuclear de Obama). Pero lo más significativo de esta iniciativa de cinco países impulsada por Westerwelle es que, aunque bienvenida, lamentablemente, no tiene nada que ver con una desnuclearización europea. En la Unión Europea no hay sólo bombas nucleares del Tio Sam, sino también completos arsenales atómicos franceses y británicos carentes de todo sentido. Esos arsenales son aun más absurdos, irracionales y anacrónicos, si cabe, que los de Estados Unidos y Rusia, que, de alguna manera, se justifican mutuamente.

Europa no será creíble en esa materia mientras no incluya a Paris y Londres en una iniciativa que destierre el arma nuclear de la Unión Europea. Eso sería una óptima y genuina contribución al Acuerdo de No Proliferación y a un mundo más seguro.

 

 

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua