España es un queso

Un día conocí un queso que me explicó lo del queso. El queso no quiso revelar su identidad. Quiero decir que no sé si se trataba de un queso de bola, manchego, de Maó, curado, enfermo, de cabra, de musaraña, tierno, obeso… No sé. El caso es que aquella masa (y era una señora masa) alimenticia que se obtiene coagulando la leche, exprimiendo su suero y consolidando la parte seca me dio confianza. Se deshizo en mis brazos para explicarme el principio de la verdad del queso real que a él también le habían contado generación tras generación. Dice así: «Mi teoría del queso se ha revelado exacta, dicho sea sin inmodestia. Si partes un queso de bola, las dos mitades son del mismo queso; no te sale nunca la otra mitad de gruyère. Y España era un solo queso. Las tonterías e incluso el léxico de una banda a lo que se parecen más es a las tonterías y al léxico de la otra». Lo escribió Just Cabot. Uno de los periodistas brillantes de la Cataluña luminosa de antes de la guerra. Hombre atrapado, prensado por los dos quesos eternos españoles reencarnados, para él, en el 1936 de rojo sanguinario y en 1939 de negro letal. Sí, España es un queso.

Un queso, un melón, un huevo, una pelota. España esférica, redonda, dual, doble, bipolar, binaria, reconsagrada, rehostia, rejodida, rebotada, reembutida, retorcida, rehervida, reflejada, rebajada, rechazada, reestrujada, reventada, recusada… Miradla por delante o por detrás. De arriba o de abajo. Como un sexador de pollitos, o de cocodrilos, o de mandriles. España zoo de 360 grados. «Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando». Los Reyes Católicos, Parabólicos. Primera pareja cómica, de ficción. En España unos hacen de ventrílocuo y los otros de muñeco: pero todo es lo mismo. Poli bueno y poli malo comiendo cada uno su trozo proporcionado de queso opresor. Cortamos. Partimos. Todo es uno. No tiene sentido el uno sin el otro.

España es Epi y Blas, Tom y Jerry, Banner y Flappy, Bob Esponja y Patricio Estrella, Batman y Robin, Homer y Marge Simpson, Barbie y Ken, Rick Blaine e Ilsa Lund, Rhett Butler y Scarlett O’Hara, Sheldon Cooper y Amy Farrah Fowler… Es el cuento. La fábula, el cuento, la leyenda. Esa mentira raquítica, granítica, monolítica de las izquierdas y las derechas. Cien por ciento ternera. De calidad, genética, de cuna. Y traida descuartizada, troceada, muerta a domicilio. En el Estado español izquierdas y diestras son lo mismo. Cuerpo y alma van siempre unidos: son Loctite. Pega. ¡Y cómo pega! De pegar y de mala suerte. Y en Cataluña todo al revés: todo es anarquía y ‘birra’ fría. Desenfreno, confusión, desconcierto, trastorno, lío. Cataluña: quebradizo gaudiniano sin apegar. Siempre al aire. A ver si alguien, o algo terrestre, extraterrestre, sideral, mineral o de sidral hace un ‘download’. A ver si alguien baja al país del cielo. Cataluña: ideal no real. España: real no ideal. No es posible la unión. No somos la misma naturaleza. La naturaleza del escorpión es picar para matar. La de la rana, saltar para huir. Pero la rana lobotomizada con el chip prodigioso de la desmemoria siempre cree que el escorpión la dejará atravesar el río. ¡Pam!

España no cambiará. Nunca. España queso redondo. Gira, gira, corta, corta, pero no avanza. Alguien, o algunos, dirá que esto no es así: que puede cambiar. No cambiará. La razón es sencilla: España no cambiará porque no ha cambiado nunca y Cataluña no ha cambiado porque no cambiará nunca. España es porque es un queso. Cataluña es porque no es un queso. Nada ha cambiado. Todo es igual. España quiere comer. Cataluña no quiere ser comida. ¿Solución?

Más que ‘sit and talk’, pues ‘wait and see’. Porque volverá a pasar lo que siempre vuelve a pasar. Desde el exilio obligado, permanente y mortal en París, Just Cabot escribía: «Se llega a la constatación consternadora de que hemos vuelto atrás, tan atrás que no sé si alguna vez se podrá hacer la paz del tiempo perdido entre el hijodeputismo y el cretinismo combinados». Primera lección de quesería atómica: que la explosión del queso español no nos atrape, embadurne, envuelva, como siempre lo hace. Porque de tanta bomba nuclear, genética, carnal, animal, letal, del queso español Cataluña es cada vez más lechosa, blanquecina, transparente, inocua, inocente. Cada vez se parece más a un queso.

ARA