El ‘bolsillo secreto’ fue un fondo opaco que se utilizó para todo tipo de actividades, principalmente delictivas
María Cristina de Borbón
Bayona (País Vasco francés), 8 de mayo de 1808. Hace 215 años. Los reyes Carlos IV y Fernando VII se vendían la Corona española al emperador Napoleón. En esa operación de compraventa, las partes pactaron que Fernando VII sería coronado rey de Etruria (un estado satélite del Imperio francés, que se correspondía al antiguo ducado independiente de Toscana), le sería ofrecida en matrimonio una princesa de sangre real, y pasaría a percibir una pensión anual y vitalicia de cuatro millones de francos franceses, una verdadera fortuna en la época. Seis años más tarde (1814), Napoleón era derrotado en los campos de batalla y los acuerdos de Bayona quedaban inconclusos.
Fernando no ocupó nunca el trono de la ordenada Florencia. Tampoco le procuraron la esposa de sangre real que habían pactado. Regresó a Madrid para ocupar el trono que, seis años antes, se había vendido. Pero, sorprendentemente, nadie le presionó para reintegrar al estado francés las pensiones cobradas. Los más de veinte millones de francos franceses que trajo de su exilio dorado pasaron a engrosar el «bolsillo secreto», un fondo opaco creado un siglo antes por Felipe V (el primer Borbón hispánico) que, hasta entonces, se había destinado a financiar los gastos no justificables de la familia real. Nunca hasta Fernando VII (sexto Borbón español), el «bolsillo secreto» había acumulado tanto saldo.
Madrid (finales del siglo XVIII) / Fuente: Cartoteca de Catalunya
Los caprichos de la familia real
Históricamente, el «bolsillo secreto» había sido la asignación de una cantidad del presupuesto real destinada a gastos de la familia real que no estaban sujetos a justificación. Con los saldos del «bolsillo secreto» se cubría un abanico muy amplio de gasto. Se habían financiado desde prácticas de genocidio a comunidades minoritarias, hasta obras públicas con cierta pretensión ilustrada. Por ejemplo, durante el reinado de Fernando VI, el tercer Borbón español (1749), con cargo al «bolsillo secreto», se había promovido la Gran Redada, que era el intento organizado de exterminio del pueblo gitano hispánico. O, durante el reinado de Carlos III, el cuarto Borbón español (1774), con cargo al «bolsillo secreto», se habían iniciado las obras de construcción de la Casa de Fieras del Retiro, en Madrid.
El secreto a voces del «bolsillo secreto»
Nadie, más allá del rey y de sus consejeros, conocía el saldo del «bolsillo secreto». Esta información no trascendía de los muros del Palacio Real. Sin embargo, entre la clase política española (las clases cortesanas borbónicas) existía la percepción —por no decir la convicción— de que los saldos acumulados en ese fondo eran estratosféricos. Y en ocasiones críticas muy puntuales, se había solicitado la patriótica contribución de la familia real a las necesidades del reino. Huelga decir que dicha colaboración no se produjo nunca. La última vez había sido durando la crisis de 1808 (la entrada del ejército francés en territorio español que, previamente, habían pactado Murat y Godoy, es decir, Napoleón y Carlos IV). El futuro Fernando VII no entregó ni un céntimo a la «patriótica» causa.
Carlos IV y Fernando VII / Fuente: Museo del Prado
María Cristina de Borbón, el ama del «bolsillo secreto»
Pero quien dimensionó ese fondo hasta límites inimaginables fue María Cristina de Borbón, cuarta esposa de Fernando VII y, a partir de 1833, reina-viuda y regente hasta la mayoría de edad de Isabel II. María Cristina de Borbón fue la reina de la corrupción. Engrosó el saldo con los beneficios que le generaba su participación en todo tipo de negocios: limpios y sucios, legales e ilegales. A mediados del siglo XIX, se decía que no había ningún negocio de envergadura en España en el que María Cristina —y su inseparable banquero José de Salamanca y Mayol— no tuvieran alguna participación. María Cristina se sirvió de su posición y de la opacidad de ese fondo para obtener grandes beneficios en la lucrativa actividad de la siderometalúrgia.
El «bolsillo secreto», fábrica de golpes de estado
Pero las minas y los hornos solo eran la punta del iceberg. Desde la penumbra de las salas más tenebrosas del Palacio Real, desarrolló tramas delictivas gigantescas que la convertirían en la patriarca de los negocios ilegales más poderosa del continente europeo. En varias ocasiones, financió golpes de estado en las jóvenes repúblicas americanas. Estas maniobras pretendían desestabilizar y provocar la caída de los gobiernos surgidos de las independencias, y restaurar en el poder a las oligarquías criollas que se habían declarado contrarias a los procesos revolucionarios y favorables a la metrópoli. Esas oscuras maniobras perseguían, en última instancia, una involución que debía revertir el dominio de aquellos territorios a la metrópoli.
Montpensier y Prim
El «bolsillo secreto» y el tráfico de personas
Ahora, la joya de la corona —y nunca mejor dicho— de los negocios de María Cristina y su «bolsillo secreto» fue el comercio ilegal de personas. En 1815, tras la derrota definitiva del Imperio francés de Napoleón, Gran Bretaña —que había alcanzado el liderazgo mundial— prohibió el comercio de esclavos. No la tenencia, pero sí el tráfico. Y no por causas humanitarias, sino por intereses comerciales. El crecimiento de las masas de esclavos en las grandes propiedades agrarias americanas quedaba limitado a su propia fuerza demográfica. Y, en aquel tradicional contexto de maltratos y de miseria, esas masas se vieron rápidamente disminuidas. María Cristina, el ama del «bolsillo secreto», vio una gran oportunidad.
…y que parezca un accidente
Las playas del sur de la colonia española de Cuba se convirtieron en el gran supermercado ilegal de esclavos de América. María Cristina de Borbón, la gran beneficiaria de esa sórdida trama, utilizó el «bolsillo secreto» para crear y alimentar una espesa red de corrupción. Un negocio gigantesco en el que participaban ministros y banqueros de la corte, altos cargos del ejército español en la metrópoli y en la colonia, y un formidable grupo de pescadores catalanes, vascos y andaluces, que habían sustituido las redes de arrastre por el transporte ilegal de esclavos. Precisamente, cuando el general Prim inició las negociaciones para la venta de Cuba a Estados Unidos (1869), fue asesinado por orden de Montpensier, el yerno de María Cristina.
Mapa de la colonia española de Cuba (1831) / Fuente: Cartoteca de Catalunya