Tres planes Marshall. España ha recibido de Europa una suma de dinero tres veces superior a lo que supuso el plan ideado en 1947 por el secretario de Estado norteamericano, general George Marshall, para ayudar a la reconstrucción de los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial y bloquear el avance de la influencia soviética. España ha percibido más de 120.000 millones de euros desde su ingreso en la Comunidad Económica Europea en 1985, frente a los 12.841 millones de dólares que Estados Unidos transfirió a los gobiernos de Europa occidental entre 1947 y 1951, con la única excepción de España y los pequeños estados de Andorra, Liechtenstein y San Marino. Tres veces más si actualizamos el valor de la divisa estadounidense en la posguerra.
Mr. Marshall pasó de largo y dejó a Pepe Isbert con un palmo de narices en la plaza mayor de Villar del Río. Cuarenta años después -la unidad de tiempo del franquismo-, llegó la hora del resarcimiento. La hora del Gran Drenaje. Un acontecimiento único en Occidente. “España se ha convertido en el país del mundo que históricamente más se ha beneficiado de una corriente de solidaridad proveniente de otros países”, escriben los economistas José Luis González Vallvé y Miguel Ángel Benedicto Solsona en La mayor operación de solidaridad de la historia (Plaza y Valdés, 2007), la crónica mejor documentada sobre el efecto de las ayudas comunitarias en una España deseosa de bienestar, que en junio de 1985, fecha de ingreso en la CEE, apenas alcanzaba el 68% de la renta per europea.
Tres planes Marshall. Más de treinta veces el dinero que recibió Alemania Occidental (1.440 millones de dólares) para que pudiese levantar cabeza. Una ayuda gigantesca que se ha concentrado, de manera preferente, en la España meridional, en la meseta castellana y en Galicia. Un evento de tal magnitud justificaría la colocación de una placa de homenaje al ciudadano alemán en la plaza mayor de cada municipio de las Españas. Una cívica señal de agradecimiento al Carolingio Solidario. Al anónimo contribuyente de la Blue Banana, puestos a ser puntillosos, justos y geográficamente modernos. (Banana Azul es el nombre que recibe la macrorregión formada por los nódulos europeos más poblados y con mayor nivel de desarrollo, una dorsal rica y curvada: el norte de Italia, la cuenca del Rin, el valle del Ródano, el área de París, el Benelux y el sur de Inglaterra). “Villar del Río, que un día vio pasar a Mr. Marshall, para siempre agradecida al Plátano Azul”. No menudean en España las placas de homenaje a la ayuda extranjera -ese carácter siempre altivo y orgulloso- pero la bandera de Europa ondea en cada municipio.
Y hay un mapa. Un mapa que en esta página nos explica muchas cosas. La distribución territorial de las ayudas europeas en el periodo 1986-2006, laboriosamente documentada por los dos economistas antes citados, es del todo imprescindible para entender el auge y caída del denominado milagro español. Ese mapa nos acaba de explicar el café para todos, del que ya sabemos, contrariamente a lo que dice la leyenda, que no fue una imposición directa de los militares, sino el fruto de una conjunción de factores: el pertinaz tacticismo de Adolfo Suárez, la férrea voluntad de poder del joven núcleo dirigente del PSOE, el terrorismo de ETA, el pragmatismo catalán, la sombra militar, por supuesto, y el ímpetu de unas élites locales que, desde Santander a Algeciras, exigieron su lugar en la nueva planta democrática al grito de “¡Nosotros no vamos a ser menos!”. El mapa nos enseña cómo el precario sistema autonómico español -un federalismo vergonzante hoy en crisis de relato- ha conseguido legitimarse durante dos décadas en tanto que eficaz instrumento de drenaje de una monumental ayuda extranjera.