Presentamos dos capítulos (el cuarto y el decimotercero) del libro ¿Internacionalismo o rusificación?, publicado en lengua ucraniana en 1968 por el escritor ucraniano soviético Iván Dzyuba (1931-2022), quien falleció hace pocos días. Este trabajo luego fue traducido al ruso y circuló clandestinamente en la URSS en la década de 1960. Posteriormente fue sacado del país, traducido al inglés y publicado en Occidente por esos años. Dzyuba era un disidente de izquierda dentro de la URSS, y fue perseguido y echado de sus trabajos como represalia de la burocracia gobernante por la publicación de este libro considerado “antisoviético”. Es una contribución bien fundamentada, en la que –frente a la “cuestión ucraniana” y el problema nacional en general– reivindicaba la política de Lenin, de autodeterminación de las naciones oprimidas del antiguo Imperio Zarista, vigente en los primeros años posteriores a la Revolución de Octubre. A lo largo del libro, el autor también cuenta cómo, con el ascenso al poder de Stalin y de la burocracia, esta política fue abandonada y se recayó en el viejo chovinismo gran ruso, continuando y empeorando la opresión nacional bajo una falsa bandera “socialista”. Nikita Jrushchof y los líderes de la burocracia que siguieron tras la muerte de Stalin continuaron este rumbo. Dzyuba, entonces, polemiza con esta política.
Hoy en día ya no existe la URSS y tanto Rusia como Ucrania son países capitalistas. También existen problemas de opresión nacional distintos, como el de la “nueva” situación (desde hace tres décadas) de la población rusófona o que se identifica étnicamente como “rusa” dentro de Ucrania. En la época zarista y luego en la URSS, a partir del ascenso del estalinismo al poder, esta representaba una etnia ligada a un pueblo dominante, algo que no es el caso en la Ucrania actual. Vladímir Putin ha justificado recientemente su invasión a Ucrania caracterizándola como una “ficción inventada por la Rusia bolchevique”. De esta forma, este representante de la élite que se benefició con la restauración capitalista no hace más que extender los argumentos de la antigua burocracia estalinista, enterradora de la revolución y responsable de la liquidación incluso física de la vieja guardia revolucionaria bolchevique con los Juicios de Moscú de los años ’30 y el Gulag. Del otro lado, la propaganda de quienes defienden la política de la OTAN interesadamente identifican a Putin con el comunismo soviético. Pero en la propia Rusia soviética, en los años que siguieron a la revolución, hubo una política alternativa para solucionar de manera revolucionaria este problema, esa misma política que Putin tanto odia, la de Lenin. Este texto de Dzyuba de los años ’60 ilumina todos estos problemas.
El futuro de las naciones; las naciones bajo el comunismo
Nuestra actitud práctica hacia un determinado fenómeno social depende decisivamente de nuestra visión de su destino futuro. Si informamos a un propietario de una casa, de forma más o menos oficial, que en un futuro inmediato o cercano su casa será arrasada y su jardín convertido en un solar para otras estructuras, es poco probable que empiece a mejorar su casa y a cultivar su jardín; es aún menos probable que sus amigos e invitados reciban con entusiasmo esa noticia. Lo que probablemente se desarrollaría en tales condiciones sería algo parecido a esa psicología de los “habitantes de casas de fin de semana”, no muy diferente a la que Máximo Gorki denunció en su momento.
Algo similar está ocurriendo entre nosotros con el tema de las nacionalidades. Entre la inmensa mayoría de la población prevalece la idea de que la próxima tarea de los comunistas, tal vez incluso la más inmediata, es la creación de una sociedad sin naciones, una “amalgama de naciones”, y que, por lo tanto, las lenguas y culturas nacionales son algo moribundo, atrasado, de segunda categoría e incluso reaccionario; en todo caso, algo sospechoso y lamentable.
¿Cuál es el origen de esta extraña visión y por qué se hace pasar por “marxista”? ¿Por qué está vinculada a la idea de comunismo? En cualquier caso, no tiene nada en común con el marxismo y el comunismo, es más bien exactamente lo contrario.
Marx siempre ridiculizó este tipo de maquinaciones políticas e ignorancia. Así, por ejemplo, relatándole a Engels sobre el transcurso de una sesión del Consejo de la Internacional, Marx escribió sarcásticamente:
Los representantes (no obreros) de la “Joven Francia” salieron con el anuncio de que todas las nacionalidades e incluso las naciones eran “prejuicios anticuados” (…) En cualquier caso, quien encumbra la cuestión “social” junto con las “supersticiones” del viejo mundo es un “reaccionario”. Los ingleses se rieron mucho cuando comencé mi discurso diciendo que nuestro amigo Lafargue y otros, que habían suprimido las nacionalidades, nos habían hablado “en francés” (…) También planteé que la negación de las nacionalidades parecía entenderse, de forma incongruente, como su absorción por el modelo de la nación francesa [1].
Marx se burló de esta maquinación, llamándola “stirnerismo proudhonizado” y señaló su esencia imperialista. Pero hay quienes hoy predican puntos de vista similares -la absorción de muchas naciones por parte de la “nación rusa modelo”- y dicen que eso es marxismo y comunismo”. ¡Qué amarga y absurda paradoja! Alguien dirá que hoy nadie predica la “absorción” de las naciones sino su “acercamiento” y “amalgama”. Sí, oficialmente la prensa lo llama “acercamiento” y “amalgama” de naciones. Pero si le preguntamos al 99% de la población cómo interpreta este “acercamiento” se verá que lo consideran como esa misma “absorción”. Incluso las cifras del último censo son muy elocuentes al respecto. En 1914, Lenin escribió:
En Rusia, incluso según las estadísticas oficiales, es decir, palpablemente exageradas, que se falsean para adaptarse a los “planes del gobierno”, los gran rusos [2] no constituyen más del 43% de toda la población del país. Los gran rusos en Rusia constituyen menos de la mitad de la población (…) Los “pueblos súbditos” de Rusia constituyen el 57% de la población, es decir, la mayoría, casi tres quintas partes, con toda probabilidad aún más [3].
Ahora, en el cuadragésimo noveno año del poder soviético, los gran-rusos, según los datos oficiales, representan bastante más de la mitad de la población, y si añadimos a los no rusos rusificados (en las cifras del censo figuran oficialmente como personas que consideran el ruso su lengua materna), su número será mucho mayor. El número relativo de ucranianos y otras “nacionalidades” ha disminuido correlativamente. ¿A qué se debe este brusco cambio de proporción? ¿Es el resultado de la coexistencia normal de las naciones? Difícilmente puede considerarse un éxito de la construcción nacional comunista; si se tratara de cualquier nación del mundo plenamente formada, sus comunistas pensarían sin duda lo contrario. Tendríamos que buscar analogías en una época y una esfera de la historia muy distintas y no comunistas. Y difícilmente se pueda relacionar esto como un resultado de la “política leninista de las nacionalidades”; se sabe que Lenin describió fenómenos similares como “imperialismo de la Gran Rusia” y “chovinismo de gran potencia rusa”. Ni un solo documento del Partido Bolchevique de Lenin aprobaba la asimilación de las naciones, en particular la asimilación de las naciones más pequeñas por parte de una nación grande, y nada se decía sobre la amalgama de las naciones como tarea inmediata del movimiento proletario. Pero, ¿cuál es la fuente de esta “opinión corriente ” que vincula invariable y automáticamente el concepto de movimiento revolucionario proletario y la construcción de una futura sociedad comunista con el concepto de “amalgama de naciones” y “ausencia de naciones” (es decir, en la práctica, el concepto de asimilación)? Obviamente, no es la teoría del comunismo científico.
Cuando los documentos del Partido Bolchevique hablan de la “amalgama de los trabajadores de todas las naciones”, se refieren –y esto queda muy claro– a su unión organizativa en organizaciones únicas de clase con el propósito de una lucha revolucionaria común. Los intereses de la clase obrera exigen la fusión de los trabajadores de todas las nacionalidades de un Estado determinado en organizaciones proletarias únicas –políticas, sindicales, cooperativas-educativas, etc.”, garantizando al mismo tiempo “la plena igualdad de todas las naciones y lenguas” [4]. En cuanto a las naciones mismas, el poder soviético ha declarado inequívocamente que su tarea es fomentar su desarrollo integral, especialmente el desarrollo de las naciones que antes estaban oprimidas y privadas de derechos. En el informe conjunto sobre la cuestión de las nacionalidades en el X Congreso del Partido se propuso: “El poder soviético, el Partido Comunista, debe convertirse en el factor primordial del desarrollo cultural nacional de las masas trabajadoras de las nacionalidades oprimidas” [5].
La idea de la asimilación de las naciones, la idea de una futura sociedad sin naciones no es una idea del comunismo científico, sino de ese tipo que Marx y Engels llamaron “comunismo de cuartel”. Esta es también la idea de los revisionistas, socialdemócratas de la Segunda Internacional. Kautsky, en particular, hizo mucho uso de ella. Como reliquia del kautskismo, se filtró en el movimiento comunista a principios de siglo, pero fue rápidamente superada, siendo desmontada por Lenin y otros comunistas.
A menudo se oye citar a Lenin como si no solo no condenara sino que, por el contrario, celebrara la asimilación de las naciones. Pero esto es una distorsión brutal del espíritu leninista. En primer lugar, Lenin no defendía la asimilación, sino la unión política de los proletarios de todos los países, y en este contexto rechazaba la oposición a dicha unión que se basaba en el miedo a la asimilación. En segundo lugar, se refería a la asimilación espontánea, y no a una asimilación “programática”, esencialmente diferente de la anterior y llevada a cabo a propósito y sistemáticamente por el Estado; tal asimilación artificial le pareció siempre criminal; traten solo de imaginar algo así planificado en los documentos del Partido de la época de Lenin. En tercer y último lugar, la no condena de la asimilación en el sentido y el contexto que estamos discutiendo se encuentra solo en las obras prerrevolucionarias de Lenin; después de la Revolución, habiendo asumido la tarea práctica de la construcción de la nación, Lenin cambió sustancialmente su énfasis y no dijo ni una palabra más sobre los beneficios de cualquier tipo de asimilación, sino que condujo toda la fuerza de su lucha contra la rusificación, el chovinismo gran ruso y la ideología de Rusia como gran potencia; es decir, de hecho, contra el asimilacionismo. Y esto es bastante comprensible: en la práctica, los movimientos nacionales y la construcción de las naciones han demostrado que el comunismo se beneficia del máximo desarrollo de las naciones, y no de su disminución y asimilación; cualquier tendencia a la asimilación en la política de un partido gobernante en un Estado plurinacional con un pasado imperialista traería indefectiblemente toda una serie de profundas injusticias hacia las nacionalidades de ese Estado y el renacimiento, bajo nuevas formas, de las viejas relaciones imperialistas dentro de ese Estado, y perjudicaría enormemente la causa del comunismo y la libertad en todo el mundo. A esto se opuso Lenin.
Por eso, desde 1917, Lenin no dijo ni una sola palabra a favor de ningún tipo de asimilación; por eso no dijo ni una sola palabra sobre la conveniencia de la asimilación en tierra soviética; por eso, muy al contrario, en los últimos años de su vida dirigió toda la fuerza de su lucha contra el chovinismo gran ruso y la ideología de la Gran Potencia, cuya esencia es el asimilacionismo.
No es casualidad que se contrapusiera a la posición internacionalista de Lenin la posición social-asimilacionista de Kautsky en un discurso ante el XVI Congreso del PCUS (B):
Lenin nunca dijo que las diferencias nacionales debían desaparecer y que las lenguas nacionales debían fundirse en una lengua común dentro de las fronteras de un solo Estado antes de la victoria del socialismo a escala mundial. Por el contrario, Lenin dijo algo que era todo lo contrario, a saber, que “las diferencias nacionales y estatales entre los pueblos y países (…) seguirán existiendo durante mucho, mucho tiempo, incluso después de que se haya establecido la dictadura del proletariado a escala mundial” (Vol. XVII, p. 178).
¿Cómo puede alguien referirse a Lenin y olvidarse de esta afirmación fundamental suya?
Es cierto que el Sr. Kautsky, ex marxista y ahora renegado y reformista, afirma algo que es todo lo contrario de lo que nos enseña Lenin. A pesar de Lenin, afirma que la victoria de la revolución proletaria en el Estado federal austro-alemán a mediados del siglo pasado habría conducido a la formación de una lengua alemana única y común y a la germanización de los checos, porque “simplemente la fuerza de una relación sin ataduras, la fuerza de la cultura moderna que los alemanes vehiculizaban, sin ninguna germanización forzosa, habría convertido en alemanes a los pequeñoburgueses, campesinos y proletarios checos atrasados que no tenían nada que ganar con su decadente nacionalidad (véase el prefacio de la edición alemana de Revolución y contrarrevolución [6]).
Ni que decir tiene que tal “concepción” está en plena consonancia con el socialchovinismo de Kautsky… Pero, ¿puede esta cháchara antimarxista de un arrogante socialchovinista alemán tener algún significado positivo para nosotros, los marxistas que queremos seguir siendo internacionalistas consecuentes? [7].
Así es como Stalin criticaba el chovinismo cuando se trataba del chovinismo alemán.
Sin embargo, como es bien sabido, Stalin podía hablar bien, pero hacer todo lo contrario. En su época comenzaron y en la de Jrushchov se desarrollaron prácticas políticas en la cuestión de las nacionalidades que se correspondían más a la concepción de Kautsky, aunque las disimularan bajo la fraseología “leninista”. Y ahora nosotros, olvidando por completo la “declaración fundamental” de Lenin de que “las nacionalidades y las lenguas nacionales seguirán existiendo durante mucho, mucho tiempo, incluso después de que se haya establecido la dictadura del proletariado a escala mundial“, nos proponemos en cambio la tarea de la amalgama de naciones. (Los hechos no cambian si a veces en lugar de “amalgama” se utiliza alguna otra fórmula, como “un acercamiento aún mayor”: en la práctica, esto significa siempre la absorción de otras naciones por la nación rusa, y no al revés; que alguien diga de qué manera se acerca la nación rusa a la armenia o a la estonia, por ejemplo). En efecto, ya nos estamos planteando la tarea de amalgamar naciones dentro de un solo país ahora mismo, mucho antes de la victoria del socialismo a escala mundial, y mucho antes de la victoria del comunismo en ese mismo país aislado.
Además de todas las demás consecuencias negativas inevitables, esto no puede dejar de inducir un profundo resentimiento, desilusión y descontento entre las naciones que, de hecho, están condenadas a una lenta desaparición, a la reducción a un denominador común representado por la otra nación “dirigente”.
Hay una enorme diferencia política y psicológica entre la unificación general de todos los pueblos de la humanidad en la “humanidad universal”, es decir, entre una asimilación de las naciones sobre una base humana universal, y la asimilación de una nación por otra, la absorción por parte de una nación de otras, la asimilación de varias naciones sobre la base de una cultura nacional única.
La primera todavía puede contemplarse como una perspectiva fructífera y un factor positivo, como un progreso (aunque muchos pensadores destacados, entre ellos también marxistas, consideran que incluso esto sería un gran retroceso para la humanidad; este pensamiento bien argumentado Potebnya [8] en su tiempo lo expresó brevemente con estas palabras: “Incluso si fuera posible la unificación de la humanidad con respecto a la lengua y a la nacionalidad en general sería la ruina del pensamiento humano, como si sustituyéramos nuestros muchos sentidos por uno solo”). En conjunto, el postulado de la futura amalgama “inevitable” de las naciones es una noción muy problemática, científicamente no probada, y los “marxistas” deberían seguir el ejemplo de Marx, que dejó tales problemas al juicio de las generaciones futuras, cuando no había experiencia histórica en la que basarse para resolverlos.
En cuanto al segundo tipo de asimilación (sobre la base de una única cultura nacional o de alguna otra forma que no sea sobre la base de la cultura universal) es idéntico al colonialismo (ya que priva a otros pueblos de antemano de la condición esencial de igualdad –el derecho a una contribución igual a la cultura universal– y los condena a la dependencia cultural con todas sus consecuencias para la naturaleza psicológica de los individuos que pertenecen a esta nación y para su estatus resultante en la sociedad).
La “asimilación” del primer tipo no puede llamarse propiamente asimilación, sino unificación universal de la humanidad; aquí, al menos, ninguna nación será perjudicada, pues todas ganan o pierden por igual. La asimilación del segundo tipo es la asimilación propiamente dicha; es inevitablemente una grave injusticia histórica para las naciones asimiladas y deja en ellas huellas indelebles de amargura. Pero también a la nación que se asimila no le trae un bien, sino un daño: una decadencia interna gradual de su cultura y la carga de haber cometido una injusticia, aunque sea inconscientemente. En ningún momento se ha convertido ni se convertirá en una base sólida para la amistad de las naciones, ya que solo puede dividirlas y producir desconfianza y hostilidad. Por eso Máximo Gorki escribió:
Cada tribu es la fuente de innumerables posibilidades para el enriquecimiento de la vida con la energía del espíritu, y es indispensable, en aras de un crecimiento más rápido de la cultura mundial, que esta energía se desarrolle normalmente, fluya en la vida -para nuestra felicidad y alegría- en condiciones de máxima libertad. La democracia solo puede reconocer un tipo de asimilación como legítima y natural: la asimilación sobre la base de la cultura universal [9].
En cambio, ahora se está implantando vigorosamente la “teoría” antimarxista y antisocialista que pretende que en la URSS, en lugar de muchos pueblos y naciones, se está formando una única “nación soviética” (¡¿?!), un único “pueblo soviético”, no en el sentido de la suma total de todos los pueblos y naciones soviéticos, no como un concepto colectivo, sino como una supuesta síntesis mononacional o a-nacional que no existía, digamos, en los años ‘20 o ‘30 y que se está formando justo ahora. Esta “teoría” impregna la política, la propaganda, la prensa y la educación. En cuanto a la cultura, toda nuestra prensa está llena de frases que describen cómo una supuesta “cultura internacional” (¡¿!?) se está desarrollando entre nosotros incluso ahora. (“En la región del Báltico, como en todo nuestro país, se está desarrollando una cultura internacional común a todas las naciones soviéticas”; “En nuestro país se está desarrollando rápidamente una cultura internacional, común a todas las naciones soviéticas” [10]). Esto, sin embargo, es un absurdo, no solo desde el punto de vista del marxismo, sino también de la terminología elemental: solo puede llamarse internacional lo que es característico de todas las naciones, o de toda la humanidad, o lo que les pertenece. Así y solo así entendía Lenin este concepto cuando hablaba de la cultura internacional de la democracia, de la cultura e intereses internacionales del proletariado, etc.
El significado que hoy se da entre nosotros a este confuso concepto, así como la “teoría” de una única “nación soviética” (no importa cómo se formule) o “pueblo soviético”, no en el sentido de una mancomunidad sino de una identidad, pretenden probar y justificar “teóricamente” el amplio proceso de rusificación. El fomento y la “catálisis” intencionada de este desarrollo causarán enormes, incalculables e irremediables pérdidas a la cultura universal y a toda la vida espiritual del mundo comunista.
A esto podemos añadir el problema de nuestra práctica generalizada de calificar negativamente a las nacionalidades y a todo lo nacional. El atributo “nacional” se aplica obstinadamente solo a temas como las “supervivencias” (que hay que erradicar), las “barreras” (que hay que romper), la “unilateralidad” (que hay que superar), etc., etc., mientras que, al mismo tiempo, el significado positivo del concepto “nacional” se minimiza, se pasa por alto y se evade en todos los sentidos. Esto sí que es “unilateralidad”. Obviamente, esto no favorece la comprensión del vasto contenido histórico, cultural y espiritual, de la vasta riqueza positiva del concepto “nacionalidad-nacional”, comprensión que ha inspirado a los grandes promotores de la historia y la cultura humanas, que ha inspirado a los fundadores del comunismo científico y a todos los verdaderos marxistas y comunistas (por ejemplo, uno de los más destacados filósofos marxistas y comunistas, Antonio Gramsci, escribió: “El concepto de lo ’nacional’ es el resultado de una combinación ’original’, única -en cierto sentido-, que debe ser comprendida y concebida en esta originalidad y singularidad si se quiere dominarla y orientarla”. También calificó de “erróneas” las “concepciones no nacionales” y “una forma moderna de un viejo mecanicismo” [11].)
Desde antes de la revolución, A. V. Lunacharsky resumió la actitud marxista hacia el problema de las nacionalidades y criticó a los “cosmopolitas consecuentes que piensan que el futuro traerá una unificación completa de la raza humana, una sola lengua común y una sola cultura común”. Escribió que, desde el punto de vista del marxismo, concedía “una enorme y vital importancia cultural a las nacionalidades” y saludaba:
El amplio desarrollo del proceso de renacimiento independiente de las nacionalidades casi olvidadas y, por así decirlo, decapitadas (…) La unidad solo es entonces un principio de belleza y de alta organización cuando su marco flexible abarca una variedad tan rica como sea posible. La variedad nacional, diría yo, es un gran patrimonio de la humanidad, que, esperamos, se conservará para darnos delicias aún desconocidas del resurgimiento vital (…) Y específicamente en cuanto al movimiento ucraniano (…) debo decir que ningún renacimiento nacional, subjetivamente hablando, despierta en mí una simpatía tan ardiente (…) Podemos esperar los resultados más gratificantes del desarrollo cultural independiente del pueblo ucraniano [12], pues no hay duda de que es una de las ramas más dotadas del árbol eslavo [13].
En cuanto al comunismo, y a la futura sociedad comunista, Lunacharsky habló con toda claridad, y esta es sin duda una de las verdades elementales y fundamentales del comunismo:
Se equivocan los que hablan de un “rasero aplanador socialista” o del triunfo de un cosmopolitismo incoloro en el caso de la victoria del proletariado. No, la nueva sociedad dará cabida al infinito color y variedad de la naturaleza de cada pueblo en su corriente espontánea. Destruirá la fuerza mecanicista y mortífera del Estado, matará los instintos bestiales y caníbales que impulsan la despersonalización forzada de los individuos y de las naciones. Y así como el individuo nunca ha alcanzado una libertad y una originalidad como la que alcanzará en el futuro socialista, las naciones nunca han alzado su propia voz en el coro de la humanidad con tanta fuerza e independencia como lo harán entonces [14].
Esto es lo que los verdaderos comunistas deben procurar. Es en este espíritu, en el espíritu de una concepción comunista internacionalista del mundo, en el espíritu de la comprensión del valor único de cada vida nacional y de sus inagotables posibilidades, y no en el espíritu de un descuido desdeñoso e irreflexivo de estos valores en nombre de la “uniformidad” burocrática y de la “cultura rusa dirigente” en el que debe educarse a la juventud de nuestro país. Esto y solo esto puede garantizar una auténtica amistad entre pueblos iguales, puede garantizar la preservación y el aumento de los inmensos valores nacionales felizmente unidos en nuestra Unión, y garantizar una variedad incomparable en la futura vida espiritual del mundo comunista.
Pero quien haga el intento de escribir algo parecido hoy bajo su propio nombre será tachado por muchos redactores de proferir solo “vaguedades”.
La tendencia contraria solo conduce a la grosería y al embrutecimiento abiertos o encubiertos, conscientes o inconscientes, intencionados o no, en la cuestión de las nacionalidades. Incluso cuando esto no aparece en forma descarnada, sino que se muestra como indiferencia a los problemas nacionales, es esencialmente lo mismo. La indiferencia (que es la moda actual en esta cuestión) es el principio de la grosería, su potencial, su fuente. La indiferencia, lejos de ser lo contrario de un nacionalismo obtuso, es su anverso y su aliado potencial.
No creo que uno pueda ganarse a los nacionalistas con el argumento de “¿Qué es para mí una nación? ¿Qué puedo comprar con ella?”. La nación es un producto de miles de años de desarrollo. Durante siglos la lucha nacional inspiró las más ardientes pasiones. Miles de personas perecieron en esta lucha. Fue a veces fuente de vida, a veces causa de muerte de grandes revoluciones. ¿Se puede liberar a las masas de esta gran ideología mediante el “¿Qué puedo comprar con ella?” [15].?
La única alternativa al nacionalismo (tanto al nacionalismo defensivo de las naciones pequeñas como al nacionalismo agresivo de las naciones grandes) es la inculcación de un auténtico sentimiento nacional internacionalista, de dedicación a la propia nación, de amor y estima hacia todas las demás naciones, de deseo de que la propia nación contribuya lo más posible a la humanidad, haciendo todo lo posible por ella. De ahí que un auténtico internacionalista tenga un gran sentido de la responsabilidad por su propia nación, tenga el deseo, en palabras del académico O. Biletsky, de obtener para ella una “patente de nobleza” ante la humanidad.
El más alto deber del hombre es pertenecer a la humanidad. Pero solo puede pertenecer a ella a través de su propia nación, de su propio pueblo. En toda la historia de la humanidad solo se pueden encontrar excepciones ocasionales a esta regla general, confirmada tanto por los grandiosos movimientos de masas como por las biografías de los grandes hombres. Como decimos, se pueden encontrar ejemplos ocasionales cuando un hombre ha dejado su propia nación para unirse a otra, beneficiando tanto a ella como a la humanidad. Pero esto es así solo cuando su nación madre ya se ha consolidado dentro de la familia universal, ha asegurado su existencia nacional y no sufre mucho por la pérdida de unos pocos individuos. Pero si su nación se encuentra en una situación crítica, cuando su propia existencia nacional y su futuro están en juego, es vergonzoso abandonarla.
La cuestión nacional es simultáneamente una cuestión social y una cuestión histórica universal
Es un error oponer los problemas sociales a los problemas nacionales con el pretexto de que los primeros son más importantes e inmediatos. Los problemas nacionales son siempre también problemas sociales, problemas de estrategia política de clase. Esto siempre se ha aplicado a la cuestión ucraniana. Además, existe la esfera de la política exterior, respecto a la cual el Quinto Congreso de la Internacional Comunista declaró: “La cuestión ucraniana es una de las cuestiones nacionales más importantes de Europa Central, y su solución está dictada por los intereses de la revolución proletaria en Polonia, Rumania y Checoslovaquia, así como en todos los países vecinos” [16]. Naturalmente, la importancia internacional de la cuestión ucraniana se ha acrecentado, no solo en relación con la construcción socialista en los países vecinos de Europa, sino también en relación con el movimiento revolucionario y la construcción nacional en Asia y América Latina.
Pero actualmente debemos considerar también el aspecto social interno de la cuestión nacional ucraniana.
Lenin y el Partido siempre subrayaron la importancia que tiene para el proletariado y para la construcción socialista resolver el conflicto existente en Ucrania entre el campesinado de habla ucraniana y el proletariado de habla rusa, entre la aldea ucraniana y la ciudad rusificada. Este es, en particular, el significado de la política de ucranización. El proletariado, la ciudad rusificada, debían convertirse en los portadores activos de la cultura ucraniana y, sobre esta base, reforzar su alianza con el campesinado y su dirección. Así, la nación ucraniana debería haberse convertido en una nación socialista de pleno derecho y no en una especie de embrión subdesarrollado, una materia prima etnográfica que conlleva complicaciones imprevistas para el futuro. La nación ucraniana debería haber desplegado su fuerza en la creación orgullosa de un Estado socialista…
Desgraciadamente, hoy se observa una brecha, incluso más amplia, entre la aldea de habla ucraniana y la ciudad de habla rusa. Solo una total falta de responsabilidad política puede permitirnos contemplar esto con calma y no advertir esos complejos choques sociales que, lamentablemente para el socialismo, produce este conflicto lingüístico y nacional entre la aldea y la ciudad en Ucrania [17].
Estoy seguro de que, en un futuro próximo, un economista y sociólogo marxista, al analizar las razones de nuestras actuales dificultades en la agricultura, encontrará entre ellas las anormalidades mórbidas en las relaciones entre la aldea y la ciudad, el complejo de inferioridad socio-cultural de la aldea, el múltiple desprecio por la aldea y por la gente de la aldea (no formalmente, en la prensa oficial, sino realmente, en la vida real) complicado e intensificado en Ucrania por el factor nacional, la dolorosa diferencia nacional entre la aldea ucranófona y la ciudad rusificada. Un análisis reflexivo y sutil probablemente establecerá que la sensación de fatalidad que se cierne sobre la nación, la falta de perspectivas nacionales y de crecimiento nacional más allá de los límites de la aldea, la presión desnacionalizadora “desde arriba”, desde la ciudad, no son los menos importantes entre los factores que contribuyen a esa caída de la vitalidad, esa desmoralización, indiferencia ante la vida y alcoholismo que a menudo se pueden observar entre la población rural y que en sí mismos son un grave problema social.
Asimismo, el sociólogo futuro observará la influencia desmoralizadora del conflicto lingüístico-nacional entre la ciudad y el campo sobre la propia ciudad. Así, la ciudad desarrolla, de forma notoria o desapercibida, ciertos fenómenos y actitudes ligados a su posición objetivamente colonizadora, asimiladora y “consumidora” entre la “materia prima” etnográfica indígena. Pierde el sentido de parentesco con su país y con el pueblo circundante.
La conciencia de su responsabilidad y sus deberes hacia ellos se extingue, y en su lugar se desarrolla un sentimiento de “libertad” de estas responsabilidades, de “liberación” de todo rastro de ascendencia; en resumen, de negación nacional. Como resultado, la ciudad está lista para ponerse cualquier disfraz “elegante”: una semicultura chabacana pero que tiene pretensiones de pasar por buen gusto, “la abominación del vacío”. Se desarrollan reflejos de irresponsabilidad e indiferencia y una grosería oculta o evidente (incluidos los famosos: “¡Eh, tú, koljosiano! [18]”, “¿Qué pasa, eres un koljosiano?”, “Perdónalo, es del campo”, “Aprende primero a hablar como un ser humano”, etc., etc., como sabemos muy bien).
¿Se puede hablar de desarrollar actitudes de colectivismo y fraternidad, de ser conscientes de que cada uno de nosotros es una parte de la humanidad? Ojalá nuestros honorables humanistas reflexionen por fin sobre esto: nuestros “miembros de la humanidad” de la “intelligentsia de toda Rusia” en Ucrania, a los que les gusta hablar del principio humano universal siendo que, en realidad, ellos mismos contribuyen a crear una atmósfera en la que la dignidad de la persona y todo su ser pueden ser tan burdamente pisoteados, dando así lugar a innumerables dramas humanos. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso” [19]. Siempre que una nación se divide en dos lingüísticamente, con el estrato “inferior” hablando su lengua original, mientras que el estrato “superior” habla otra lengua adquirida, esto siempre amenaza con crear un gran problema y peligro social. Cuando Herzen estuvo en Bruselas, señaló que el sector “educado” de los belgas hablaba francés, mientras que el pueblo llano, al que los primeros despreciaban, hablaba flamenco. Herzen vio en esto una enorme injusticia y un peligro para la democracia: “Esta división de los pueblos en dos estratos –uno bañado de luz y flotando como el aceite sobre la profundidad del segundo estrato, profundo, oscuro y envuelto en la niebla– ha hecho fracasar todas las revoluciones”. Y con una mirada muy incisiva Herzen pasó a la cuestión ucraniana, con una advertencia contra la aparentemente exitosa expansión lingüística, la rusificación. “En lugar de conquistar lingüísticamente a los rusos del sur [20], comencemos, señores, con la restitución de su tierra, y entonces veremos qué lengua elegirán para hablar y aprender” [21]. Usted, lector, observe hoy quién habla ucraniano y quién habla ruso en Ucrania. Si usted es una persona honesta, si puede ver e interpretar lo que ha visto, si la verdad es más valiosa para usted que su ceguera y sus prejuicios, más que “el poderoso rango y la miserable codicia”, no puede dejar de admitir que la división lingüística en Ucrania coincide con las divisiones sociales y socioculturales. ¿Y no le sangrará el corazón y le dolerá el alma por “los humillados y ofendidos” [22]?
Y las cifras citadas anteriormente –sobre el retraso real y la posición desventajosa de la nación ucraniana en una serie de esferas decisivas de la actividad social– ¿no señalan graves problemas sociales que requieren una investigación especial?
Por último, los problemas nacionales influyen en los problemas de la democracia socialista e interactúan con ellos. Los derechos y la libertad del individuo están estrechamente relacionados con los derechos y la libertad nacionales, al igual que la dignidad y la autoconciencia del individuo están relacionadas con la dignidad y la autoconciencia nacionales, ya que los derechos, la libertad, la dignidad y la autoconciencia son conceptos indivisibles. Los problemas nacionales están directamente relacionados con los problemas del autogobierno y soberanía del pueblo. El desarrollo nacional y la diversidad nacional son lo mismo que la espontaneidad y la variedad de la vida, su eterno despliegue y enriquecimiento, mientras que, por el contrario, aplanar, amalgamar y engullir las naciones desde el Estado –más aún, si esto sucede según un designio despótico– es un triunfo de una uniformidad burocrática obtusa, de la regimentación y de la muerte. Solo por esta razón, los procesos de desnacionalización y de rusificación son un inmenso lastre para la causa de la democracia socialista y tienen un significado objetivamente reaccionario.
Además, tales procesos empobrecen enormemente a la sociedad comunista y provocan pérdidas irreparables. Nosotros decimos que la cuestión nacional está subordinada a la lucha de clases, que forma parte de la cuestión general de la lucha por el comunismo. El comunismo conduce a la máxima riqueza material y espiritual de la humanidad, al desarrollo de todas sus fuerzas y potencialidades, a la preservación y a la promoción de todos sus logros. Por lo tanto, debemos valorar las increíbles riquezas que nos ha dejado la multiplicidad nacional de la humanidad y la diversidad de su actividad nacional, que constituyen el gran milagro de la universalidad humana. Debemos valorarlo y desarrollarlo. La política contraria -una política de saqueo, de degradación, de “barrer” con estas riquezas, una política de estandarización burocrática y de “reducción a un denominador común”, es un crimen de leso comunismo, y las generaciones futuras no nos perdonarán una herencia tan ruinosa.
Traducción: Guillermo Iturbide
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NOTAS AL PIE
[1] Marx y Engels, Correspondencia, pp. 216-17.
[2] Nota del traductor: Gran Rusia era el nombre de la actual Rusia dentro del Imperio Zarista. Por caso, Ucrania era conocida también como “Pequeña Rusia”, Malorossiya en lengua rusa.
[3] Lenin, V., Obras Completas, XX, pp. 218-19.
[4] Резолюция КПСС, I, p. 315.
[5] X съезд РКП(б) p. 199.
[6] Prólogo de K. Kautsky a K. Marx, Revolution und Kontre-Revolution in Deutschland, Stuttgart, 1896, p. xxii.
[7] XVI съезд ВКП(б). Стенографический отчёт, Moscú-Leningrado, 1930, p. 54. Todas las cursivas (incluidas las de las citas de Lenin y Kautsky) son de Stalin. La cita de Lenin procede de la primera edición, VI Lenin, Собрание сочинение, Moscú-Leningrado, 1925
[8] Aleksandr Potebnya (1835-1891): lingüista, filósofo y paneslavista ucraniano.
[9] V.Desnitsky (ed.), М. Горький, материалы и исследования, I, Leningrado, 1934, pp. 70-71.
[10] Pravda, 18/4/1965, p. 3, y Literaturnaya gazeta, 7/1/1965, p. 3.
[11] A. Gramsci, Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo Stato moderno, Turín, 1949, pp. 114-15.
[12] Nota bene: ¡no está hablando de una X cultura “internacional” ucraniana-rusa-tártara-etc, tampoco de un “mayor acercamiento”, sino de un “desarrollo cultural independiente”!
[13] A. V. Lunacharsky, “О национализме вообще и украинском движений в частности”, Украинская жизнь N° 10, 1912, pp. 10-11, 15, 19.
[14] A. V. Lunacharsky, Статьи о литературе, Moscú, 1957, p. 429.
[15] El marxista Otto Braun, citado por Lunacharsky en el citado artículo “О национализме…”.
[16] Ye. Girchak [Hirchak], Два фронта в борьбе с национализмом, 2° ed., Moscú-Leningrado, 1931, pp. 213-14.
[17] Luego está el aspecto de la vida cotidiana y su cultura, que también tiene su importancia: ¿hay alguien que no sepa cuánta humillación y burla del público pequeñoburgués tiene que soportar, digamos, una mujer del campo que ha venido a la ciudad por cuestiones económicas? Una persona del campo, un ucraniano del campo, cualquier ucraniano que tenga conciencia de ser ucraniano se siente en las ciudades de Ucrania como en un país extranjero, “en nuestra tierra, pero que aun así no es nuestra”, para usar las palabras de Shevchenko (su Повне зібрання творів у шести томах, II, Kíev, 1963, p. 9).
[18] Nota del traductor: un campesino de una granja colectiva.
[19] La Biblia, 1 Juan 4:20.
[20] Los ucranianos.
[21] Herzen, “По поводу письма из Волыни”, Колокол, N° 116, 15 de diciembre de 1861, p. 966.
[22] Nota del traductor: título de una novela de Fiódor Dostoievski.
https://www.laizquierdadiario.cl/Ucrania-y-el-problema-nacional-en-la-URSS
«¡Que quienes se oponen a la tiranía se levanten!» Prefacio a la reedición de ¿Internacionalismo o rusificación? de Iván Dzyuba
Vladyslav Starodubtsev
22 de Junio de 2023
Iván Dziuba nació en 1931 en una familia de mineros del pueblo de Mykolayvka, en el óblast de Donetsk. Los primeros recuerdos de su vida son los del hambre y la muerte. El gobierno soviético había organizado entonces contra el pueblo ucraniano un genocidio conocido con el nombre de Holodomor. Dziuba tenía entonces solo 2 años, recordaba que su abuela le alimentaba con la ayuda de cortezas y que su madre trabajaba en un hospital en el que se ocupaba de la gente que moría de hambre. Más tarde el Holodomor se convirtió en un asunto tabú. Casi no se hablaba de él en la época soviética, pues era a la vez extremadamente traumatizante e ilegal.
El hambre y la devastación forzaron a la familia Dziuba a abandonar su pueblo para ir a Oleivsky Kariery (hoy Dokucháyevsk). Allí el joven Iván Dziuba fue escolarizado en una escuela rusófona. La rusificación, particularmente importante en el Donetsk, fue un freno al establecimiento de una relación con su propia identidad ucraniana. Pero, como ocurre generalmente, la percepción de esta identidad llegó con el paso del tiempo. Hasta los años 1950 en su pasaporte soviético en la mención de su nacionalidad estaba escrito: “Ruso”. Hasta la edad de 17 años hablaba principalmente el ruso.
“No reflexioné sobre esta cuestión: ¿cuándo se despertó Ucrania en mí? O más bien: ¿de dónde me viene la experiencia de Ucrania en mi destino personal? Después de todo, nadie nos educó especialmente en este sentido, nadie plantó el pensamiento de Ucrania en nuestros corazones; al contrario, se hizo todo lo posible para que viviéramos sin reflexionar y que no viéramos este problema. Luego el tiempo pasa, y llega hasta ti”.
En los años 1940, Dziuba conoció los horrores de la guerra. Su padre murió en combate y su madre trabajaba como enfermera. Más tarde, estudiando en la facultad de filología rusa en el Instituto pedagógico de Donetsk, sus estudios se desarrollan sin dificultades particulares gracias a una beca Stalin. Ese es para él un período determinante durante el cual acumula conocimientos sobre Ucrania, así como sobre la cultura y la historia de otras naciones. Es también un momento en el que hace numerosas relaciones. Entonces, se revela como un crítico literario de talento. Así, su artículo “Por una alta competencia”, escrito en 1953 siendo todavía estudiante, es saludado por la crítica y publicado en el almanaque Donbás. A partir de ahí, la publicación de sus críticas y de sus análisis literarios son acontecimientos importantes tanto a nivel nacional como regional.
Instalado en Kíiv, asistente en la universidad, se convierte en uno de los miembros activos de la Unión de la Juventud Creativa, en la que se encuentra con numerosos intelectuales ucranianos, que formarán más tarde parte de la generación de disidentes, llamada de los shistdesiátniki (la generación de los años 1960). Este club funcionaba al límite de la “legalidad”. Si bien organizaba de forma completamente libre reuniones sobre la literatura y los poetas ucranianos, el club era “demasiado radical” en su crítica a Stalin y demasiado ucraniano como para no ser molestado por las autoridades. La desestalinización era la ideología oficial desde el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) (1956), pero la crítica a Stalin no era bien recibida pues era considerada como un ataque contra el propio Estado. El PCUS tenía el monopolio de la crítica al estalinismo y en general defendía su herencia.
Sumergido en el mundo literario ucraniano, percibía y comprendía las controversias planteadas por la política lingüística, nacional y cultural de la Unión soviética. No solo la que concernía a las y los ucranianos, sino también las que afectaban a las demás nacionalidades no rusas de la URSS, en particular los tártaros de Crimea y los judíos.
En 1962, Dziuba es despedido por “errores políticos” cometidos en su trabajo literario. Durante los siguientes tres años se muestra más prudente, pero en 1965, tras la oleada de detenciones que golpea a la intelectualidad ucraniana, la prudencia cede su lugar a la protesta pública.
“¡Que se levanten quienes se oponen a la tiranía!” Este es el grito lanzado por el disidente ucraniano Viacheslav Chornovil, el 4 de septiembre de 1965, durante una reunión organizada con ocasión del estreno de una película del talentoso cineasta ucraniano Serguéi Paradzhánov1, Las sombras de nuestros antepasados olvidados2. Tras la proyección de la película se inicia la discusión sobre la misma e Iván Dziuba toma la palabra y declara: “Es una gran fiesta, pero es también una gran pena. Las detenciones de jóvenes creadores han comenzado en Ucrania”, antes de leer la lista de los nombres de todas las personas que han sido detenidas.
Iván Dziuba, 1965. Durante un discurso en el estreno de la famosa película Sombras de nuestros antepasados olvidados en el Cine de Ucrania, hizo un llamamiento a la protesta por la detención de intelectuales ucranianos.
Una sesentena de personas se ponen en pie para responder a la invitación de Chornovil, subido en una tarima improvisada. Vasil Stus3, célebre poeta disidente ucraniano, se suma al grupo pronunciando un brillante discurso.
Esta manifestación dio nacimiento a la generación de las y los disidentes de los años 1960. Dziuba era un elemento esencial de ella. Pero tras tal acontecimiento se acabó su vida habitual. Poco a poco es apartado de la carrera de estudios literarios con la que tanto soñaba. Se le hace dimitir de su puesto de consejero literario de la editorial Molod [Juventud, ndt.] y se ve obligado a trabajar como redactor en una revista de biología. El PCUS le mostraba así que el camino de la literatura le quedaba cerrado en adelante.
La represión y la protestas incitan entonces a Dziuba a coger la pluma y casi inmediatamente después de esta manifestación redacta ¿Internacionalismo o rusificación?. Dziuba concibe su libro como una crítica factual de las políticas nacionales soviéticas a partir de las posiciones de Lenín y lo construye cuidadosamente para no salirse de la legalidad soviética.
Es difícil afirmar si la terminología leninista que utiliza remite a una decisión estratégica o si se trata de sus convicciones reales. Es probable que la verdad se sitúe en algún punto entre las dos. Un poco ingenuamente, Dziuba concibe este texto para dirigirlo a los dirigentes del Partido Comunista4. Quiere convencerles de que su política es errónea y el lenguaje que utiliza es por tanto precisamente el del partido.
En 1966 envía su libro al primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Ucrania, Petr Chlestov, y al jefe del gobierno de la República Socialista Soviética de Ucrania, Volodímir Scherbitski, y su traducción rusa a la dirección del PCUS. Decir que fue un choque para el partido es un eufemismo. Circulaban ya algunos ejemplares distribuidos bajo forma de autoedición ilegal (samizdat) entre la disidencia ucraniana. La obra se convirtió así en un llamamiento a la unidad contra la rusificación y la represión.
El año 1966 conoce también otro acontecimiento: la concentración en el paraje de Babi Yar, en el que los soldados alemanes masacraron a entre 70.000 y 150.000 personas, una abrumadora mayoría de ellas judías. La Unión Soviética intentaba reprimir la memoria del Holocausto mediante innumerables campañas contra los judíos (denominadas “lucha contra el sionismo”). Se trataba con esta reunión no oficial de rendir homenaje a la memoria de las víctimas del Holocausto. Las y los disidentes ucranianos hacían entonces todo lo posible para apoyar la lucha contra el antisemitismo en la Unión Soviética. Dziuba, que fue uno de quienes tomó la palabra en esta concentración, cuenta el acontecimiento en 2016:
“La propaganda y los ataques contra el sionismo [los judíos] eran feroces. Éstos eran considerados como agentes del imperialismo americano. Había detenciones, se destruía a los representantes de la intelectualidad judía. La actitud general hacia los judíos cambiaba. Al mismo tiempo, es muy importante señalar que en realidad Ucrania estaba en un estado de espíritu completamente diferente. […]. Grandes y brillantes figuras de la cultura ucraniana protestaban todo lo que podían. No protestaban públicamente porque no podían hacerlo, pero mantenían lazos con las y los escritores judíos de Ucrania. La Unión de Escritores de Ucrania era el único lugar en el que los escritores judíos de Ucrania que escribían en yiddish podían encontrar refugio. Ya no podían publicar, pues todas las publicaciones judías nacionales habían sido liquidadas, pero las y los poetas ucranianos les ayudaron activamente.
Cuando llegamos al paraje (Babi Yar), quedé terriblemente impresionado por su imagen, las colinas […] y los barrancos. El sitio estaba lleno de gente, no era una multitud, era una especie de masa viva de gente. Había en el aire una atmósfera de dolor, un dolor mudo. Este silencio parecía exigir palabras. Cuando llegamos se oyó de repente un grito, alguien dijo: “¡Han llegado los escritores!”. Nos separamos, no había megáfonos, todo el mundo quería oirnos. Éramos tres: Víktor Nekrásov5, Borís Antonenko-Davidóvich6 y yo mismo. No se lo que dijeron, pues estábamos separados. Yo dije que era vergonzoso que el antisemitismo estuviera vivo a diferentes niveles, que deberíamos sacar conclusiones y lecciones del hecho de que este gobierno enfrentara sin cesar a unas nacionalidades contra otras y que a este gobierno le gustaría que los ucranianos denunciaran a los judíos y que los judíos denunciaran a los ucranianos. En cambio, en lo que nos concierne, tenemos una gran tradición de oposición a esta hostilidad, de oposición al antisemitismo: Drahománov7, Frankó8, Hruchevski9, sin olvidar al metropolita Sheptitski10, Serhii Yefrémov11, Lesia Ukrainka12 y Mijailo Kotsiubinski13 han mostrado la tragedia de los pogromos organizados por los monárquicos. Nos hicieron un llamamiento a la comprensión mutua. Y los judíos tienen esta tradición y son muchos los que se han expresado en favor de una comprensión mutua, de un trabajo común con los ucranianos. Hablé del hecho de que debíamos proseguir este trabajo, que debíamos resistir a todo tipo de hostilidades. Eso fue lo fundamental de mi discurso14”.
¿Qué ocurrió luego? Volvamos a ¿Internacionalismo o rusificación? Considerado como un libro antisoviético, su reproducción y su posesión fueron a partir de entonces un crimen. Dziuba fue objeto de innumerables ataques en la prensa y de una vigilancia constante por la KGB. Excluido de la Unión de Escritores Ucranianos, fue detenido algunos años más tarde y condenado a cinco años de prisión por actividades antisoviéticas.
Por otra parte, el libro era fácilmente accesible y circulaba en el extranjero donde iba a convertirse en una obra insoslayable para los partidos eurocomunistas. Fue publicado y reeditado a la vez por los círculos de izquierda y por los de las corrientes nacionalistas de la diáspora ucraniana, traducido a numerosas lenguas y difundido entre la disidencia en toda Ucrania.
Dziuba se convierte entonces en la personalidad más influyente entre la disidencia, su dirigente ideológico y su organizador. En cierta forma, no era ni el papel al que aspiraba ni el papel para el que estaba preparado. Su pasión es la literatura. Ésta ocupa su tiempo y su espíritu y el activismo político no se le impone más que como un imperativo moral, y no como el camino que le gustaría seguir. Sencillamente, no puede quedarse en silencio. Aunque no esté preparado para ese papel, lo asume perfectamente. Es el agrupador respetado tanto en la izquierda como en la derecha, tanto por los trabajadores de la cultura como por los obreros, tanto en Ucrania del Este como del Oeste y en Ucrania central. Todo el mundo quiere colaborar con él. Es probablemente alguien que ha llevado al movimiento disidente a más personas que todos los demás disidentes juntos. Más tarde la KGB intentará utilizar esta influencia.
En 1973, cuando está encerrado en una celda de aislamiento, las autoridades comunistas le proponen liberarle si reniega públicamente de sus declaraciones. Se trataba de una estrategia deliberada con el objetivo de desacreditar y desmovilizar a la oposición interna e internacional. Como pone de manifiesto una nota del Comité Central del Partido Comunista de Ucrania de fecha del 2 de noviembre de 1973, la gracia y la abjuración pública de Iván Dziuba iban a “comprometerle en los centros extranjeros de la OUN15 y entre los elementos nacionalistas [de Ucrania], a aislarle y así los elementos nacionalistas exteriores desconfiarán de él, lo que contribuirá a su desarme ideológico, a su reeducación y a su distanciamiento del entorno nacionalista”.
Iván Dziuba durante su arresto.
La maniobra tuvo éxito. La renuncia de Dziuba fue un momento de gran conmoción para el conjunto del movimiento disidente. Amigo de Dziuba, Vasil Stus le escribió una carta abierta:
“Si, Iván, te has perdido en ti mismo. El gran Iván Dziuba se ha apagado, ha nacido un homúnculo del país liliputiense, cuya mayor felicidad será haber tenido un día una relación muy directa con el gran Dziuba. Por ello, hoy aún, no puedo dejar de mirarte. Y esa es la razón por la que, con lágrimas en los ojos, sigo queriendo recordar tu rostro de caballero olvidado”16.
En adelante, Dziuba dejaba de ser frecuentado por los disidentes, pues todo el mundo sabía que la KGB le vigilaba permanentemente. Acercarse a él significaba ponerse en peligro. Las y los disidentes estaban preparados para tales situaciones, pero no estaban preparados para perder un líder moral. El fuerte, valiente, tenaz y erudito Iván Dziuba ya no estaba. El nuevo Dziuba era un corresponsal desconocido del periódico publicado por la fábrica de aviación de Kíiv.
Pero Dziuba iba a reaparecer en el movimiento ucraniano. La perestroika decretada por Mijail Gorbachov puso fin a la represión. Dziuba fue autorizado a ocuparse de nuevo de los estudios literarios (pero no de los ucranianos). A finales de los años 1980, Dziuba no pudo quedarse al margen de los acontecimientos en curso. En 1989, el Dziuba de “rostro caballeresco” volvió a ocupar su lugar en la vanguardia del movimiento disidente y de los estudios literarios ucranianos. Participó así en la fundación de la Asociación republicana de Estudios Ucranianos y en la de la primera organización política ucraniana legal desde el comienzo de la ocupación soviética, el Movimiento Popular de Ucrania.17
En el seno de este movimiento Dziuba representaba con fuerza el pensamiento de izquierdas, pero las fronteras entre la izquierda y la derecha no estaban definidas -se trataba en lo esencial de una oposición nacional-democrática, de un movimiento anticolonial por la independencia de Ucrania. Entonces era eso todo lo que contaba.
El Movimiento Popular de Ucrania
Dziuba fue una gran fuerza intelectual del movimiento político emergente. Le gustaban las películas ucranianas y Federico Fellini, podía citar a Baudrillard, Barthes y Derrida, hablar durante horas de la cultura ucraniana, de Shevchenko, de Frankoó y de muchos otros…
El movimiento nacional-democrático, cuya componente más importante era el Movimiento Popular, era una verdadera fuerza revolucionaria. Fue este movimiento el que condujo a Ucrania a la independencia. Con los mineros ucranianos y los estudiantes. Los rujvtsy (los partidarios del Movimiento Popular) constituían una fuerza que organizaba y que, en cierta forma, disciplinaba a todos los grupos sociales y al conjunto del movimiento ucraniano, para formar una corriente, un inmenso río, que se dirigía hacia la independencia de Ucrania.
Todo el mundo se unía a él, formara o no parte del Movimiento Popular. Sin embargo, no era un movimiento ideal. Dziuba considera así que no llevaba su potencial a buen puerto por dos razones: a la vez por razones sociales y organizativas.
El movimiento carecía de especialistas y de ideas prácticas. Se trataba ante todo de un movimiento de protesta, lo que plantea un enorme problema cuando se trata de gobernar. En este registro, era “demasiado revolucionario” y “demasiado radical”. En un discurso dirigido al movimiento, Dziuba declaraba:
“Queridos compañeros y compañeras. Mi discurso será bastante discordante en relación al ambiente que reina entre este público. Pero creo que es necesario, porque en el exterior de esta sala hay inmensas extensiones de Ucrania, y en estas extensiones, no hay en todas partes una atmósfera como ésta en la que nos bañamos vosotros y yo. Y si no queremos solo entusiasmarnos, sino ir hacia la gente y trabajar con ella, entonces tenemos que reflexionar”.
La otra razón, y es aún más importante, era la ausencia de programa social. Según Dziuba, el programa del Movimiento Popular debía ser un programa que se dirigiera a las y los ciudadanos ucranianos cuya mayoría estaba compuesta de obreros y campesinos.
“El deseo de autodefensa de los trabajadores y de acciones organizadas que fijarían un límite a la arbitrariedad de la administración y de los servicios del Estado, así como a los robos de las mafias comerciales y de las demás mafias, es pertinente. Pero nuestro problema, que puede resultar fatal, es que las fuerzas democráticas no han creado ni conceptos teóricos ni estructuras organizativas duraderas que respondan a la necesidad de proteger los intereses sociales específicos de los trabajadores y al mismo tiempo de armonizar esta protección con el proceso de construcción del Estado democrático. En lugar de esto, el papel de los defensores de los trabajadores es desempeñado -no sin éxito- por los oponentes a la Ucrania democrática independiente, por los partidarios del sistema que, durante setenta años, ha explotado al pueblo de la forma más brutal del mundo y ha conducido a la sociedad al estado actual. Quienes, ayer aún, enviaban a la gente a la cárcel por la simple evocación de los derechos humanos, se disfrazan hoy cínicamente como defensores de la democracia y de los derechos humanos”18.
Desaconsejo vivamente al lector considerar a los movimientos nacionales-democráticos como hostiles a las reivindicaciones sociales. En general, la izquierda se aísla de estas importantes luchas y no mira el mundo más que a partir de un estrecho planteamiento de clase que se aplica arbitrariamente a todo. En el contexto ucraniano, el Movimiento Popular y de forma general la lucha nacional-democrática deben ser comprendidos como un movimiento reconocido a la vez por la derecha y por la izquierda, cuya orientación ha sido determinada principalmente por las tendencias dominantes en el mundo en general, aunque haya habido, y siga habiendo, una poderosa ala izquierda. La izquierda ucraniana moderna, cuyo origen está en la generación disidente, se ha aislado del pueblo y del movimiento nacional-democrático y se ha visto obligada a buscar compromisos con la ideología xenófoba del Partido Comunista de Ucrania (un partido de extrema derecha). La incapacidad para colaborar con la oposición democrática se demuestra en general fatal para la izquierda. Este error ha sido cometido por la izquierda ucraniana moderna y no debería repetirse.
Analizando la actividad del Movimiento Popular en una entrevista publicada en 2015 por Dzerkalo Tizhnia19, Dziuba declaraba:
“Acentuando con razón los objetivos nacionales y culturales, el Movimiento [popular ucraniano] no ha elaborado, sin embargo, ningún programa socioeconómico completo (aunque no hayan faltado proyectos o ideas) y no ha colocado la protección de los intereses sociales de los trabajadores en la primera línea de sus preocupaciones. Esto se ha manifestado rápidamente cuando la joven Ucrania independiente se ha visto confrontada a graves problemas socioeconómicos, para cuya resolución la retórica patriótica no estaba adaptada. Desgraciadamente, esta situación -bajo diversas formas- dura desde hace más de veinte años. Tenemos casi todos los signos de una democracia formal, pero estamos aún lejos de la democracia social”.
Internacionalismo o rusificación hoy
Contrariamente a lo que se podría pensar, la rusificación ha adquirido una amplitud diez veces superior con la independencia. La joven democracia ucraniana era una pseudodemocracia. Formalmente, era una democracia, pero estructuralmente la partocracia20 aún tenía gran influencia y estaba desarrollando una nueva oligarquía. La élite rusa del capital, la política, los medios de comunicación y los negocios no había abandonado su influencia con el colapso de la Unión Soviética. Al contrario, había bloqueado todas las posibilidades de desarrollo nacional de Ucrania.
La mayoría estaba desatendida y el espacio mediático, la lengua, la cultura y la política rusas dominaban de facto Ucrania, siendo las únicas perspectivas de lucha un movimiento político ucraniano unido y una revolución nacional-democrática que solo se concretó en 2014. Entrevistado en 2006 por Radio Freedom Ucrania, se le preguntó cómo escribiría hoy ¿Internacionalismo o rusificación? Dziuba respondió así:
“Hoy nos encontramos en un estadio completamente nuevo de rusificación, mucho más peligroso que, digamos, hace cincuenta o incluso treinta o incluso hace veinte años. ¿Porqué? En primer lugar, había una perspectiva, o una ilusión de perspectiva: parecía que todo el problema residía en el régimen criminal y que cuando éste fuera eliminado, cuando lográramos la democracia, entonces estos problemas se resolverían gradualmente.
Resultó que esta enfermedad había ido tan lejos y la rueda de la rusificación había girado tanto que había acumulado una fuerza de inercia cuyo colosal poder destructivo es casi imposible de detener. En otras palabras, sólo es posible detenerla si existe una firme voluntad por parte del Estado de hacerlo, y si adopta medidas enérgicas, selectivas y sistemáticas.
Pero, como saben, en los últimos quince años no se ha hecho nada, a pesar de las numerosas declaraciones. La fuerza de la inercia se ha fortalecido. Y la democracia, la que tenemos, [se ha desarrollado] en las condiciones del capitalismo salvaje y de la anarquía salvaje. […] Esta pseudodemocracia no nos ayuda. Al contrario, se está volviendo muy peligrosa en la medida que ha liberado las manos y las oportunidades para todas las fuerzas ucranófobas y “rusificadoras” que antes no podían revelarse plenamente. Hoy, bajo las condiciones bien entendidas de la democracia, simplemente se han desinhibido y aprovechan la oportunidad de hacer lo que les parece.
Estas fuerzas tienen hoy entre sus manos las principales palancas del poder, aunque hayan tenido siempre medios financieros y la ayuda colosal del Estado ruso, la ayuda particular, aunque oculta, de los servicios especiales rusos, y hayan gozado siempre de la dominación de los medias rusos y de la actividad de la Iglesia de Moscú, etc. En mi opinión, es la ofensiva más fuerte que Ucrania haya jamás conocido. Toda esta lucha se supone que la llevan los rusófonos, contra la opresión de la lengua rusa, por el bilingüismo,…¡No es cierto! ¿De qué tipo de bilingüismo hablamos? Nosotros, los “nacionalistas burgueses ucranianos” somos bilingües, conocemos la lengua rusa y la lengua ucraniana al contrario que ellos, que no solo no la hablan sino que no quieren oírla hablar […].
Si, antaño, los rusificadores belicosos no negociaron cada cosa hasta el final, hoy plantean la cuestión de tal forma que no son solo ciudadanos ucranianos, sino que se supone que son quienes representan a Ucrania, quienes hablan en nombre de Ucrania, quienes tienen derecho a Ucrania, quienes son Ucrania.
Es un poco espantoso, pues no hay vuelta posible a una situación más normal.
Por supuesto, hay gente maravillosa entre la gente rusa, entre la intelectualidad rusa, que comprende todo esto, pero son poco numerosos, igual que nosotros somos poco numerosos aquí. Pero no tienen efectos sobre los comportamientos, sobre quien decide sobre el marco general, la multitud. No es ni la sociedad ni tal o cual colectivo, ucraniano o ruso, se trata de las masas, de la multitud manipulada por políticos que tienen sus propios objetivos y que, para alcanzarlos, tienen la fuerza y el dinero, y que no tienen necesidad de grandes argumentos.
Iván Dziuba, un hombre del Donetsk
Como todos los demás disidentes, Dziuba entendió cómo funcionaba el imperialismo ruso y trató de descifrar lo que estaba haciendo. Para la intelectualidad nacional democrática, tanto socialista como liberal, la amenaza de una invasión rusa siempre estuvo presente.
Lo que se estaba desarrollando (y todavía se está desarrollando) en Ucrania es una lucha por la liberación nacional, tanto en el frente como de forma más amplia. Contra todo pronóstico, en 2014, cuando parecía que Ucrania iba por el camino de Bielorrusia –una dictadura autoritaria que esclavizaba a su propio pueblo y sucumbía al imperialismo ruso rampante–, estalló la revolución de 2014.
En efecto, Rusia no había renunciado a Ucrania. La forma en que Rusia preparó, etapa por etapa, la agresión contra Ucrania está ampliamente documentada. Tan pronto como Ucrania recuperó su independencia en 1991, Rusia utilizó todos los medios para desestabilizarla y conquistarla, en particular actuando consistentemente para desestabilizar las regiones de Donetsk y Luhansk. Un libro, Cómo Ucrania perdió Donbás, cuenta muy bien este proceso. Fue en 2014 cuando Rusia inició su guerra para conquistar Ucrania.
“Ivan Dziuba: un gran intelectual de las estepas de Donetsk” es el título del artículo publicado en Istorychna Pravda por el politólogo ucraniano Stanyslav Fedorchuk. El artículo fue dedicado a su actividad disidente, pero su título debe señalarse como tal.
En efecto, Dziuba era realmente un intelectual del este de Ucrania, un intelectual de Donetsk. La dinámica de las relaciones entre el Este y el Oeste del país siempre ha sido interesante; conviene señalar, sin embargo, que los términos “Este” y “Oeste” son poco fiables y ciertamente no son adecuados para comprender las características étnicas de Ucrania. Ciertas localidades del oeste de Ucrania, aunque estén a 50 kilómetros entre sí, pueden presentar diferencias culturales mucho mayores que las que existen entre Lviv y Donetsk. En el siglo XIX, el “Este” estaba ocupado por los rusos y el “Oeste” por los austriacos. Por tanto, los imperios crearon una especie de partición artificial de Ucrania al repartirse el país entre ellos. La antorcha de la lucha por la independencia y la liberación se transmitió así pues a todas partes, tanto en el Oeste como en el Este. Así, en 1989-1991, los trabajadores de Donetsk y Luhansk pasaron el testigo de la lucha por la independencia a los diputados y estudiantes de Lviv, antes de que éste volviera a esas mismas regiones. En realidad las influencias fueron mutuas y actuaron de manera muy unificadora.
Lo mismo ocurrió durante la revolución ucraniana de 1917-1921, así como en 1943. Antes de la creación de la República Popular de Ucrania, Ucrania occidental era el centro revolucionario de las fuerzas sociales, democráticas y progresistas. Luego volvió a serlo cuando Ucrania fue ocupada por fuerzas ruso-soviéticas. En 1943, cuando las fuerzas progresistas en Ucrania occidental estaban siendo reprimidas por los gobiernos soviético, alemán y polaco y las tendencias xenófobas eran dominantes, los grupos insurgentes ucranianos se volvieron hacia lo que les aportaban los ucranianos del Este. Evhen Stahiv, uno de los miembros de la oposición socialista-demócrata de la OUN, recuerda:
“Al vivir bajo un régimen totalitario [soviético], los ucranianos del Este no podían aceptar la ideología totalitaria promovida por la OUN. Para llegar a las masas [en la parte de Ucrania situada a orillas del Dnipró] y movilizarlas para luchar contra los ocupantes alemanes, la OUN se vio obligada a presentar consignas democráticas, porque cualquier otro sistema político no habría sido aceptable para los ucranianos, habría ido en contra de las masas. En la parte de Ucrania situada a orillas del Dnipró, la OUN se vio obligada a abandonar el lema “Ucrania para los ucranianos”, porque la cuestión de las minorías nacionales, que padecían de la misma forma que los ucranianos, se planteó inmediatamente, de forma que la nueva concepción revolucionaria que apareció tras haber discutido con los ucranianos del Este, no podía estar fundada más que en el respeto de las minorías nacionales y de los derechos de todas las naciones. […]. [El Este] dio un nuevo sentido a la revolución nacional ucraniana, poniendo en el centro los derechos humanos, los derechos laborales, los derechos de los trabajadores a poseer las fábricas en las que trabajan, el derecho de los campesinos a poseer la tierra y a vivir en seguridad”.
Esta cita me permite decir que incluso en los días más oscuros y vergonzosos del movimiento ucraniano, los ucranianos del Este y del Oeste se enriquecieron e influyeron mutuamente.
Para Dziuba, la “cuestión de Donetsk” estaba muy cercana a su corazón. La influencia y el enorme papel que jugó Donetsk en la creación del Estado ucraniano y en la revolución fueron muy importantes para él, siendo el propio Dziuba la personalidad del este de Ucrania más influyente del movimiento democrático nacional y de la lucha por la independencia. Escribe:
“La región de Donetsk siempre ha sido parte de Ucrania y su cultura. La simple lista de personalidades destacadas que Donetsk ha aportado a la cultura ucraniana es impresionante. Rodina Alchevski, Mykyta Shapoval21, Mykola Skrýpnyk22, Volodymyr Sosiura23, Arjip Kuindji24, Iván Karabits25, Mikola Rudenko26, Ivan Svitlichni27, Anatoli Solovianenko28, Myjailo Hrishkó, Leonid Bikov29, Vadim Pisarev30, Vasil Holoborodko31, Pavlo Baidebura – y la lista no termina ahí. […] ¡Cuántos científicos excepcionales proceden de la región de Donetsk!
Quienes se adhieren a la tesis de la separación de la región de Donetsk del resto de Ucrania y que oponen Donbás a Galitzia32 seguramente estén interesados en saber que en 1902 se distribuían en el Donbás folletos políticos procedentes de Galitzia33. La explicación es simple: en Galitzia, en los campos petrolíferos de Drohobychtyna, el movimiento obrero organizado se desarrolló antes que en el Donbás, y los trabajadores del petróleo querían compartir su experiencia con los mineros”.
Dziuba siempre cita extensamente a las y los poetas, activistas políticos y culturales de Donetsk; aprecia particularmente a Mykyta Shapoval, un socialista revolucionario ucraniano de la revolución de 1917, que se convirtió en un agitador antibolchevique, que luchó “desde la izquierda” contra el “totalitarismo leninista”, con el programa de una Ucrania obrera democrática e independiente.
“Nadie ha logrado [en Donetsk] sellar una lápida sobre el idioma ucraniano. Pero la piedra está en el alma. Y no podemos evitar esta desagradable cuestión. Donetsk, que concentra en su forma más aguda los problemas lingüísticos heredados del pasado, característicos de todo el este y el sur de Ucrania, podría por tanto convertirse en una especie de laboratorio para la búsqueda de una solución fructífera.
Esto necesita una voluntad política y cultural, que no ha aparecido hasta el momento. Pero esta voluntad no puede ser ciega. Su orientación debe estar basada en una visión objetiva del estado lingüístico real de la región, debe tener en cuenta el hablar de la gente y de los diferentes grupos de población. Desgraciadamente no tenemos esa visión y nos contentamos con conclusiones subjetivas precipitadas. Necesitamos estadísticas detalladas sobre todos los ámbitos de la vida y sobre todas las formas de uso de las lenguas; no podemos limitarnos a lo que es obvio. Pero el objetivo, aunque sea lejano, debería estar claro: la ampliación del ámbito de uso de las lenguas ucranianas. No a costa de abandonar el ruso, sino gracias al dominio del idioma ucraniano. Incluso en el marco de un proceso a largo plazo, incluso para las generaciones futuras. Pero aquí tenemos que liberarnos de muchos estereotipos, prejuicios y mitos de ambos lados del conflicto lingüístico. En mi opinión, es hora de que los patriotas de la lengua ucraniana dejen de llamar a la lengua rusa “lengua de un Estado extranjero” o incluso “lengua de un estado vecino”. De lo contrario, empujaremos a la gente hacia ese “Estado vecino”, mientras que en sí misma “la rusofonía no es sinónimo de políticamente prorruso” (Andrïi Portnov, “Libertad y elección en Donbás”, Critique, marzo de 2005, p. 5). A propósito de esto, el mismo autor nos recuerda que en Donbás, en 1941-1942, los grupos partidistas de la OUN se pasaron al idioma ruso. También hay que leer la entrevista con Evhen Stajiv, “Donbás, un eco de los problemas de Galitzia” en Dzerkalo Tyzhnia del 17 de enero de 2004”.
Tales eran los pensamientos de Dziuba en 2005. En 2015, explicó que incluso antes del colapso de la Unión Soviética, Donetsk ya era una región económicamente en declive. Según él, las decisiones económicas de la Unión Soviética habían sumido a Donetsk en la pobreza y esta es la situación que Ucrania heredó y para la cual no ha encontrado soluciones.
Iván Dziuba en 2004.
Además, añade, no había voluntad política ni económica para encontrarlas. Donetsk estaba bajo el control de bandas criminales y clanes oligárquicos. Sobre eso tampoco se hizo nada. La situación socioeconómica en Donetsk no ha mejorado y la propaganda rusa ha hecho todo lo posible para ampliar su influencia en la región.
Al final, esto no fue suficiente para convencer a Donetsk de unirse a Rusia. Casi nadie apoyó la salida de Ucrania, la creación de “repúblicas” o cualquier cosa que el ejército ruso haya podido hacer con el pretexto de salvar al “pueblo de Donetsk”. Pero se había sembrado la apatía. Es hora de recordar lo que formularon el ala democrática del movimiento nacionalista en 1943, los demócratas de izquierda del Partido Democrático Revolucionario Ucraniano en la emigración (Iván Bahryaniy34), Dziuba y muchos otros: el Estado ucraniano debe defender y representar a su pueblo, debe garantizar la unidad de Ucrania y, por decirlo de otra manera, la idea misma de Ucrania es profundamente una idea social.
En el panteón de las figuras políticas favoritas de Dziuba, además del socialista revolucionario Mykyta Shapoval, también encontramos a un escritor demócrata de izquierda, Iván Bahryany, a quien cita extensamente, particularmente en relación con Donetsk:
«Ivan Bahryanyi también examinó la cuestión de la autodeterminación nacional de los trabajadores ucranianos: “Como sabemos, es en nuestro Donbás, en Odesa y Járkiv donde la clase obrera está más concentrada y los bolcheviques no ahorraron fuerzas y saber hacer, escribía, pero ¿quién puede pensar que esos trabajadores hambrientos han sufrido la pobreza con entusiasmo en nombre de la fantasiosa ‘grandeza del pueblo ruso’?” Iván Bahryany afirmó que para los trabajadores de Ucrania, “la mejor patria será la formación política estatal que garantice mejor sus intereses vitales, sociales y políticos en este territorio”. Tal formación estatal “ya no les será ajena y ya no será hostil a Rusia con su práctica política comunista, siempre que ciertos ucranianos no practiquen hacia Rusia su política chovinista hostil a todo lo que es “no ucraniano”. Al igual que la clase trabajadora, toda la población luchará por una Ucrania independiente, pero sólo por una Ucrania en la que crea que vivirá más libremente y mejor. De hecho, la población ya ha visto varias “Ucranias”, incluidas la de Nikita Jrushchev y la de Erich Koch35” […] “¿Qué significa avanzar por el camino de la oportunidad histórica? Significa que la revolución democrática en la URSS conduce a la emancipación nacional y social para nosotros, el pueblo ucraniano. A la creación de un nuevo orden socioeconómico y político basado en el derecho y en el que los intereses de la mayoría absoluta de la nación – los trabajadores y campesinos – constituirían sus fundamentos […] y en el que estos intereses estarían garantizados. Y los intereses del pueblo ucraniano son: ¡El autogobierno! ¡La tierra! ¡Las fábricas! Y libertad. La libertad de hacer las cosas a tu manera en tu tierra para tu propio beneficio».
Estas palabras [de Bahryanyi] fueron pronunciadas en 1948. Hace casi medio siglo. Hace casi medio siglo otras ideas fueron también desarrolladas, que he descrito parcialmente y que constituían la base de las concepciones políticas coherentes de Iván Bahryanyi”.
A fin de cuentas, lo que Rusia ha hecho sufrir al Donetsk traumatizará a Ucrania durante generaciones. Será un dolor para los años venideros e incluso para los que vendrán después, odio, conflictos, asuntos contra los cuales sólo podemos ofrecer unidad, empatía y bondad, no para sortear las dificultades, sino para ayudarnos a vivir y seguir adelante con este trauma…
Una cosa es segura: no importa en qué se convertirá la región de Donetsk en los próximos años: una región especial de Ucrania, una zona económica libre, un territorio temporalmente (?) ocupado, una región “devuelta” a Rusia (aunque esta idea esté fuera de la realidad, sigue siendo una ilusión en Moscú), un pedazo de territorio bajo control ruso como Transnistria: no habrá paz ni tranquilidad en Ucrania ni en la región de Donetsk. Putin, el amo vitalicio del Imperio ruso, no renunciará a sus usurpaciones y no cesará en sus provocaciones y sabotajes, y no sólo en el este de Ucrania. Sin embargo, cualesquiera que sean las circunstancias, las y los habitantes de Donetsk no son ni liliputienses ideológicos ni oscuros chalaputianos36, sino personas que ya tienen –o tendrán– la sensación de haber estado implicadas en un juego cruel jugado por otros. La experiencia afecta y afectará las opiniones y sentimientos de muchos. De forma diferente. Algunos verán. Algunos establecerán su propia ucraniedad. Algunos culparán a Ucrania por las dificultades de la guerra y estarán aún más enojados. Algunos maldecirán a todas las autoridades posibles. Habrá diferentes actitudes entre los inmigrantes y quienes los acogen. Pero sobre todas y todos pesará el recuerdo de la muerte, de las mutilaciones y de la ruina. Y si no todos, muchos serán esclavos de su maldad y odio. O de sus heridas morales. O de vuestra memoria.
Teoría del antiimperialismo
Dziuba intentó combatir la rusificación y las tendencias negativas, además de hacer todo lo posible por unir a los ucranianos contra el peligro de una posible “revancha” rusa. Probablemente resulte algo extraño para el público extranjero oír que un socialista nacionaldemócrata y antiimperialista como Ivan Dziuba fue Ministro de Cultura en 1992. Probablemente fue el último ministro ucraniano que tuvo una verdadera visión, una concepción ideológica, un programa. La generación de los disidentes es la última generación de intelectuales formada políticamente en oposición al régimen totalitario. La tradición profundamente democrática de esta generación ya no existe. La política en Ucrania se ha convertido en el coto de máquinas al servicio de clanes oligárquicos y populistas, de parlanchines e individuos sin ideas ni concepciones. A veces pienso que Dziuba fue “el último intelectual en llegar a un alto cargo”. Aunque esto pueda parecer un poco exagerado, es, hasta cierto punto, la realidad. De hecho, sus escritos de la época podrían constituir una auténtica aportación a la tradición filosófica mundial, en particular a la filología y al pensamiento antiglobalización.
“En el ámbito de la economía y la producción, se acentúa la división entre por un lado los países avanzados y su tecnología y, por otro, los países confinados a una producción perjudicial para el medio ambiente o destinados a seguir siendo proveedores de materias primas. Pueblos enteros quedan así al margen de la civilización. De acuerdo con el modo de propiedad, estas diferencias se acentúan en lo que respecta a la seguridad material de las personas, la igualdad y la calidad de vida en general. Estas diferencias se profundizan no sólo entre continentes y regiones, sino también dentro de las distintas sociedades. La esfera sociopolítica se caracteriza por la concentración del poder y de las soluciones conceptuales en los centros del mundo. Lo que tiene como consecuencia la limitación de oportunidades para la periferia del mundo, la creciente alienación de los individuos en la vida social, la represión de las iniciativas locales y de las formas tradicionales de la vida social, sin olvidar el uso de la fuerza para imponer el modelo euroatlántico de democracia supuestamente universal.
Aunque la globalización enarbole la bandera de una gran libertad, en realidad la esfera de la libertad humana se va reduciendo bajo la influencia de poderosos manipuladores -no siempre visibles- en los ámbitos económico, político, cultural, mediáticos, etc.
El boom de la información y la omnipresencia de los medios de comunicación modernos han creado la ilusión de la omnipresencia y han arrojado a la gente al abismo de la información sobre cómo va el mundo. Pero, al mismo tiempo, se trata de un hábitat virtual (y muy desordenado) que arranca a los individuos de su ser local concreto, ya que el flujo de información se genera en los mismos centros mundiales. Estos monstruos monopolísticos de la información “pintarrajean” la imagen de la vida de los pueblos que están relegados entre los outsiders de la información, lo que empobrece el conocimiento que la humanidad tiene de si misma y deforma la conciencia de las sociedades y de los individuos, profundizando así la crisis de la comprensión.
Y qué decir de la ecología: los partidarios de principio de la globalización no se preocupan por preservar las condiciones de vida naturales tradicionales de los pueblos globalizados, demasiado “exóticas”, y aunque hoy se reconoce ampliamente la amenaza real de la catástrofe medioambiental global, la comunidad mundial no la aborda adecuadamente, limitándose las más de las veces a la retórica.
La seguridad de las poblaciones y los pueblos se ha convertido en problemática. En última instancia, lo mismo se aplica a la seguridad de la humanidad en su conjunto. (En un plano diferente, lo mismo puede decirse de la “mundialización” del terrorismo, que a su manera se sirve de las tecnologías modernas y de las posibilidades de la transterritorialidad). La salud mental también está amenazada por la inconmensurable presión de la tecnología y del mundo globalizado.
Pero sin duda la contradicción más flagrante es la que atraviesa los procesos de globalización en la vasta y delicada esfera de la cultura mundial. Estos son esencialmente espontáneos, inconscientes e imprevisibles por naturaleza. (Dicho sea de paso, el aspecto cultural de la mundialización sólo ha atraído muy tardíamente la atención de sus apologistas, teóricos y críticos; por ejemplo, ¡en su obra fundamental, Joseph Stiglitz37 dedica una sola página de 250 a esta cuestión!). En el mundo actual, las oportunidades de intercambio cultural están aumentando de una forma sin precedentes, pero en realidad, las influencias culturales, al igual que las influencias informativas, se dirigen unilateralmente, y su carácter imperioso contradice la naturaleza misma de las relaciones culturales sanas; después de todo, las culturas sólo necesitan lo que está orgánica y fructíferamente asimilado en su interior y a lo que se han preparado para su desarrollo con sus potenciales anteriores. El diálogo es una forma fructífera de interacción cultural. De lo contrario, en condiciones de expansión masiva, de presión forzada, las sociedades no asimilan un producto cultural, sino su sucedáneo; más primitivo, imperfecto, inferior y de menor calidad.
Lo estamos viendo: lo que penetra en todos los rincones del mundo no son ni las mejores muestras de la llamada “cultura de masas” ni los mejores estándares del llamado “modo de vida americano”. La diversidad cultural de la humanidad está amenazada. Y la diversidad es un modo de cultura. El grupo de científicos ucranianos que ha publicado un libro titulado “El hombre y la cultura en las condiciones de la globalización”, subraya con razón que la cuestión de la cultura nacional se considera ahora no sólo una cuestión de seguridad nacional, sino también de “seguridad mundial”38.
Su obra filológica es también un antiimperialismo muy hábil. Ha puesto en evidencia el significado de la literatura ucraniana que se les escapa a quienes no ponen el alma en lo que leen. Por eso citaré extensamente su artículo sobre Taras Shevchenko, que es una contribución muy fructífera para quienes, como yo, defienden posiciones de izquierda, democráticas y socialistas a escala internacional.
“Las guerras caucásicas de Rusia siempre han tenido (y siguen teniendo) la característica de acabar en la victoria final del imperio… antes de comenzar de nuevo muy rápidamente. Cada una de ellas impulsó los sentimientos patrióticos y reforzó el sentimiento de identidad de la gran potencia, brillantemente estetizado por los genios de la palabra rusa, que se transmitieron el tema de la conquista del Cáucaso como un relevo. A mediados del siglo XIX se publicaron las memorias de los “héroes” de las expediciones punitivas, en las que se jactaban de sus “hazañas”. Los oficiales las utilizaban, por otra parte, para la educación patriótica de sus hombres en un espíritu de ciega devoción al “trono”.
Pocos imperios en la historia del mundo se han distinguido tanto por la nobleza de sus motivos como el Imperio ruso. Friedrich Engels escribió: “El zarismo logró conquistar tierras mediante la violencia y la opresión con el pretexto de la Ilustración, el liberalismo y la liberación de los pueblos”. Rusia ha desarrollado todo un ritual sagrado del sacramento liberador. Veamos su modelo, probado y comprobado.
En un primer momento, las poblaciones vecinas, a ser posible de la misma sangre y fe, son objeto de atención benevolente. Luego se hace evidente que esta nación es víctima de una tiranía de origen externo e interno. Es difícil aceptarlo, y hay que tomar a la nación bajo tu protección, crear una “administración civil rusa” (“cuyo único objetivo es el bienestar del pueblo”) y traer funcionarios, comerciantes y otros hermanos rusos. ¡Genial! Entonces los indígenas empiezan a “traicionar” y se desata la “sedición”, ya que los agentes de los estados hostiles a Rusia inducen a las poblaciones engañadas a cometer actos criminales y las incitan a oponerse a sus libertadores. La esperada gratitud no llega, y en su lugar hay que mantener un enorme ejército de asaltantes de la libertad (hay que reconocer que a costa de los propios nativos). […] Finalmente, bajo una tapadera bien ajustada, se representa el último acto del misterio liberador, larga y lentamente. A veces durante años, a veces durante siglos, el nudo corredizo se aprieta hasta el final, y muy raramente hay que retirar a ese pueblo vecino la gracia de la libertad que se le había concedido y permitirle que la conquiste de nuevo.
Uno de los principios de la liberación rusa era la separación entre los sumisos (los “pacíficos”) y los desobedientes (los “no pacíficos”). A los primeros se les trataba con “caricias” (la expresión favorita de Catalina II), pero para los segundos sólo quedaba la guerra de exterminio, al menos para el pueblo llano. La nobleza local y los señores feudales fueron utilizados contra sus compañeros de tribu o vecinos, se les ofrecieron carreras, las más altas recompensas y otros favores reales; sus hijos -a menudo rehenes- fueron educados en las escuelas de San Petersburgo y Moscú y se preparó una nueva generación de ejemplares “servidores de la patria”. Esta política dio los resultados esperados por el régimen zarista. Muchos oficiales de origen nativo participaron en las guerras del Cáucaso del lado de los rusos; algunos de ellos incluso se “distinguieron” entre los peores verdugos del Cáucaso.
En una época en la que los zares sólo tenían en la boca las palabras “indulgencia”, “pacificación”, “paz”, “orden”, “desarrollo industrial” y “prosperidad”, se enviaban una y otra vez refuerzos militares para acompañarlas. Paralelamente, se utilizaron tácticas de tierra quemada: se destruyeron e incendiaron pueblos, se incautaron rebaños, se destruyeron cosechas y se quemaron bosques. [El general] Veliaminov, rico en experiencia, descubrió que era imposible someter a esas naciones por la fuerza de las armas y que el hambre era uno de los medios más eficaces. Este método, la destrucción de campos, se utilizó por primera vez en 1832, y ahora está claro lo exhaustos que estaban los chechenos; había que actuar así constantemente para llevarles al borde del abismo y obligarles a obedecer todas las exigencias del gobierno… (No habría sido ésta una instrucción directa a los verdugos comunistas exactamente cien años antes del Holodomor). […]
Todos los horrorosos relatos del genocidio caucásico cometido por el zarato39 […] se publicaron principalmente en la segunda mitad del siglo XIX. Pero esto no significa que antes fueran secretos. En cualquier caso, El Cáucaso de Shevchenko demuestra que el poeta tenía una perfecta percepción de lo que estaba ocurriendo. Además, no se trataba sólo, por así decirlo, de un conocimiento fundamental a nivel de representación holística de la naturaleza del zar de Rusia -de hecho, Ucrania ya había bebido “el veneno de Moscú en la taza de Moscú”- y esta trágica experiencia había dotado a Shevchenko de una clarividencia y una visión sin precedentes, lo que dio a su advertencia a la humanidad una fuerza que nadie más tenía en aquel momento. Shevchenko también había adquirido un impresionante conocimiento histórico detallado, casi documental, de la empresa colonial.
El Cáucaso está dedicado a la memoria de Jacob de Balmain. La muerte en el cuerpo expedicionario ruso en el Cáucaso del que fuera gran amigo de Shevchenko e ilustrador de Kobzar en 1844, confiere a la diatriba política una explosividad sensual. Pero a su vez, este motivo personal – muy característico de Shevchenko – adquiere una poderosa carga de reflexiones y pasiones que adquieren una dimensión más amplia, nacional-histórica y universal-humanista. El dolor por la pérdida de un amigo se ve mitigado por la conciencia de la injusticia de esa muerte: la muerte de un esclavo, por una causa injusta y extranjera, la causa de los bandidos. Y aquí comienza el llamamiento:
Lucha – ¡y triunfa! / Dios mismo te ayudará; / A tu lado, luchan la verdad y la gloria, / Derecho y sagrada libertad.
El futuro será humano o no será
Las ideas de Dziuba siempre han estado guiadas por un pensamiento humanista. Escribió sobre la ciencia moderna y las complejidades del mundo al que nos enfrentamos hoy. Ninguno de nosotros debe olvidar que, frente al progreso y los acontecimientos del mundo, debemos seguir siendo humanos, pase lo que pase.
“La dimensión humanitaria del progreso científico es ineludible e inmutable, porque está anclada en el conocimiento que una persona tiene de sí misma. En cada etapa de su dominio y aprendizaje. El mundo es también una etapa en el aprendizaje sobre el lugar que cada persona ocupa en el mundo, y por tanto de la autodeterminación de cada ser humano. No es solo la creación de la vida humana, sino también la de la noosfera. Cada gran descubrimiento práctico o científico ofrece nuevas posibilidades, esperanzas y temores. Los descubrimientos estimulan la imaginación, sacan a la superficie complejidades ocultas y nos obligan a buscar formas de superarlas. Así ocurrió con el dominio del fuego, la invención de la rueda, la idea del heliocentrismo, el pensamiento darwiniano de la evolución, la teoría de la relatividad, la revolución cuántica, el descubrimiento de la energía nuclear. […]
La humanidad contempla ahora la perspectiva de su existencia o no existencia en un mundo virtual, en el de Internet, las redes sociales, la revolución biomolecular, la clonación, la post-biología modelada por sistemas electrónicos de procesos mentales, neurológicos y psicológicos con todas las posibles consecuencias para el cambio de subjetividad en la creación de la vida, con máquinas inteligentes capaces de suceder a los humanos en la evolución del mundo. El concepto de poshumanidad ya se discute seriamente, por no hablar del poshumanismo.
Pero todo ocurre dentro de los límites de la actividad y la conciencia humanas, y nada va más allá. Por tanto, la dimensión humana, humanista, sigue siendo determinante. Lo cierto es que hoy sentimos la saciedad y el agotamiento como triunfos en el camino del progreso y en el de las predicciones apocalípticas. Se trata, por así decirlo, de una decepción dentro de la decepción. Esto complica el problema de las evaluaciones éticas, pero no lo elimina. El futuro será humano o no será”.
Ivan Dziuba murió el 22 de febrero de 2022, dos días antes de la invasión total de Ucrania.
Quienes opten por leer este libro* muestran su profundo interés por la libertad, la solidaridad internacional y Ucrania. Por ello merecen nuestro respeto y nuestra estima. Quienes luchan por las libertades democráticas y la liberación, incluso en sus aspectos más modestos, son parte de una gran y poderosa tradición, más grande que cualquiera de nosotros. El conocimiento de las luchas y combates de otros pueblos y otras naciones enriquece nuestra comprensión mutua del mundo y nuestra determinación de luchar por lo que es justo. Conocer a los demás te ayuda a conocerte a ti mismo. Ahí es donde se esconde una profunda humanidad. Que sea una fuente de motivación para quienes, hombres y mujeres, lean estas líneas.
Slava Ukraini!
*Traducidos al español se pueden encontrar en https://www.laizquierdadiario.cl/Ucrania-y-el-problema-nacional-en-la-URSS dos capítulos, el cuarto y el decimotercero de ¿Internacionalismo o rusificación? NdT.
Notas
1. Serguei Paradzhánov (1924-1990): cineasta soviético de origen georgiano. Se presentaba como ucraniano, georgiano y armenio al mismo tiempo: “Todo el mundo sabe que tengo tres patrias. Nací en Georgia, trabajé en Ucrania y yo moriré en Armenia”.↩
2. La película también puede ser conocida como Los caballos de fuego.↩
3. Vasil Stus (1938-1985): poeta y disidente, fue excluido en 1965 de la facultad de literatura. Condenado en 1972 a cinco años de prisión y tres años de exilio, se unió al Grupo Ucraniano de Helsinki y fue una vez más condenado a diez años de prisión. Sus poemas y traducciones, en particular de Goethe y Baudelaire, fueron en su mayoría confiscados y destruidos por la KGB.↩
4. Ver “Carta a los dirigentes”, p. 35.↩
5. Víktor Nekrásov (1911-1987): en 1947 ganó el Premio de la Unión de Escritores Ucranianos por su novela, escrita en ruso, V okopakh Stalingrada (En las trincheras de Stalingrado). Posteriormente, sus libros fueron condenado por el régimen. Fue expulsado del Partido Comunista por protestar contra la represión de los disidentes y pudo emigrar a Francia.↩
6. Boris Antonenko-Davidóvich (1899-1984): escritor, participó en el renacimiento ucraniano y colaboró en la redacción de Proletars’ka pravda. Su novela Smert’ (Muerte), publicada en 1928, narra la traición a su nación de un intelectual ucraniano que se había hecho comunista. Acusado de “nacionalismo”, fue detenido en 1935, encarcelado y luego exiliado a Asia central. “Rehabilitado” en 1957, se opuso a la rusificación y defendió a los disidentes. A partir de 1970, se suspendió la publicación de sus obras y sus libros fueron prohibidos en Ucrania.↩
7. Mykola Drahománov (1841-1895): Profesor de historia en la Universidad de Járkiv, fue destituido en 1876. Exiliado en Suiza, fundó el primer periódico político ucraniano. Fue el líder espiritual del Partido Radical Ucraniano fundado en Ucrania occidental en 1890.↩
8. Iván Frankó (1856-1916): escritor y periodista, autor de una obra considerable, a menudo de espíritu revolucionario, en la que defendió la justicia social y la libertad nacional. Redactó el programa del Partido de Ucrania Occidental.↩
9. Myjailo Hrushevsky (1866-1934): autor de una historia de Ucrania en diez volúmenes, después de 1905 abogó por el nacionalismo ucraniano en una Rusia democrática. Miembro del Partido Ucraniano de Socialistas Revolucionarios (UPSR), fue elegido Presidente de la Rada en 1917. De regreso a la URSS tras varios años de exilio, fue elegido miembro de la Academia de Ciencias de Ucrania. Tachado de nacionalista, fue detenido en 1931 y sometido a arresto domiciliario en Moscú.↩
10. André Sheptytsky, metropolita de la Iglesia greco-católica ucraniana. Durante la ocupación alemana, acogió a cientos de judíos en su residencia y en los monasterios greco-católicos.↩
11. Serhii Yefrémov (1876-1939): autor de una historia de la literatura ucraniana. Miembro de la Sociedad de Ucranianos Progresistas. Diputado a la Rada en 1917. Murió deportado.↩
12. Lesia Ukrainka (1871-1913): poeta, feminista, cercana a los círculos socialdemócratas y políglota. Tradujo a Byron, Heine, Musset, Hugo, Gogol, así como El Manifiesto Comunista y varios textos marxistas.↩
13. Myjailo Kotsiubynski (1864-1913): Escritor, sus novelas están impregnadas de un tema recurrente: la opresión nacional y social zarista en Ucrania.↩
14. Véase el discurso de Iván Dzyuba, “Baby Yar”, p. 275.↩
15. La Organización Nacionalista Ucraniana (OUN) fue un movimiento clandestino que surgió entre las dos guerras mundiales y luchó por todos los medios para liberar a Ucrania de los yugos sucesivos de Polonia y la Unión Soviética. Una rama colaboró con los nazis en nombre de una lucha común contra los soviéticos, una opción no compartida por el conjunto de la organización.↩
16. En su prólogo a la edición francesa de 1980 del libro de Iván Dziuba, el disidente ucraniano Leonid Plioushch, liberado de las cárceles psiquiátricas soviéticas, escribió: “Ni él ni nadie logrará borrar su obra fundamental [que] sigue siendo, aún hoy uno de los análisis más profundos del problema nacional en la URSS”.↩
17. El Movimiento Popular Ucraniano fue el principal partido de la oposición en la Ucrania soviética. Se considera que desempeñó un papel clave en la recuperación de la independencia de Ucrania en 1991.↩
18. Primer Foro Mundial de los Ucranianos 1992.↩
19. Dzerkalo Tyzhnia (Espejo de la semana): periódico semanal ucraniano en línea.↩
20. La partocracia designa el control de un partido político sobre la sociedad.↩
21. Mykyta Shapoval (1882-1932): miembro del Partido Revolucionario Ucraniano, entonces de la UPSR, fue elegido miembro de la Rada Central (1917-1918). Emigró después de la rebelión de noviembre de 1918. En la emigración, dirigió el Instituto Ucraniano de Sociología en Praga y la Universidad Ucraniana de los trabajadores y publica Nova Ukraina↩
22. Mykola Skrýpnyk (1872-1933): líder del Partido Comunista de Ucrania favorable a la ucranización. Desmoralizado y acusado de apoyar la contrarrevolución, se suicidó en 1933.↩
23. Volodymyr Sosiura (1898-1965): prohibido en 1931, su poema Los dos Volodya evoca las tensiones psicológicas entre el sentimiento nacional y el comunismo. Aunque recibió el Premio Stalin en 1951, fue acusado de “nacionalismo burgués” por su poema Amar Ucrania.↩
24. Arjip Kuindzhi (1842-1910): paisajista de origen greco-pontino.↩
25. Iván Karabits (1945-2002): compositor y director de orquesta.↩
26. Mykola Rudenko (1920-2004): poeta y novelista, veterano de la Segunda Guerra Mundial, es el fundador del grupo ucraniano de Helsinki. Fue sentenciado en 1977 a siete años en un campo de trabajos forzados por “Agitación y propaganda antisoviética”. Sus libros se retiran de la circulación.↩
27. Iván Svitlichni (1929-1992): cofundador del Club de Juventud Creativa, sus poemas circulan clandestinamente en samizdat y magnitizdat (casetes de audio). Fue arrestado en 1965 y luego en 1971.↩
28. Anatoli Solovianenko (1932-1999): cantante de ópera.↩
29. Leonid Bikov (1928-1979): actor y director soviético ucraniano.↩
30. Vadim Pisarev (1965): bailarín estrella.↩
31. Vasil Holoborodko (1945): poeta ucraniano representante de la escuela de poesía de Kyiv.↩
32. Galitzia, región de Europa oriental, hoy dividida entre Polonia (voivodatos de Rzeszow y de Cracovia) y Ucrania (regiones de Lviv, Ivano-Frankivsk y Ternopil). En polaco Galicja y en Ucraniano Halichyna.↩
33. Ver Ivan Dziuba; “la clase obrera y la cuestión nacional ucraniana”. Contribución en una conferencia científica nacional en 1992 en la que se discutió el papel de los sindicatos.↩
34. Iván Bahriany (1906-1963): peta y novelista, miembro de Marzo (Taller de arte revolucionario), detenido en 1932 y sus obras prohibidas en la Ucrania soviética. En 1944 refugiado en Alemania, funda el Partido Revolucionario Democrático ucraniano (URDP) y publica en Alemania un periódico ucraniófono, Ukrains’ki visti.↩
35. Comisario del III Reich en Ucrania↩
36. Quienes se pierden. Término peyorativo para designar a los miembros de las sectas.↩
37. Joseph Stigliz, Globalization and Its Discontents, New York, W. W. Norton & Company, 2003.↩
38. Ivan Dziuba, “La mundialización y el futuro de la cultura”, en ucraniano↩
39. Reino de Rusia↩
Traducido por Faustino Eguberri
Iván Dzyuba, luchador marxista por la soberanía de Ucrania
Por Seth Galinsky
28 de marzo de 2022
Iván Dzyuba habla en Kyiv en 1965 en premier del filme, “Sombras de los ancestros olvidados”. El filme celebró la cultura ucraniana, en contraste con la ortodoxia estalinista. Dzyuba condenó el arresto de 100 jóvenes e intelectuales por sus criterios y actividades anti estalinistas.
Iván Dzyuba falleció el 22 de febrero a la edad de 90 años, irónicamente, en la víspera de la invasión de Ucrania por parte de Moscú. Dzyuba fue un crítico literario y marxista que fue encarcelado por el régimen estalinista soviético de Ucrania en 1973 por defender los derechos políticos y las ideas de V.I. Lenin sobre el derecho de Ucrania y otras naciones oprimidas a la autodeterminación. Lenin fue el dirigente central de la Revolución Bolchevique de 1917 que derrocó al régimen zarista en Rusia.
“Siempre me he esforzado en considerar los problemas sobre las nacionalidades —así como lo hago con el resto de los problemas— desde el punto de vista de los principios del comunismo científico y de las enseñanzas de Marx, Engels y Lenin”, dijo Dzyuba en 1969 cuando publicó su libro ¿Internacionalismo o rusificación?, “comprendiendo que las posibilidades para su resolución exitosa se encuentran en el camino hacia el cumplimiento del legado de Lenin y la construcción comunista”.
Dzyuba nació en 1931 en la región minera de Donbass, en el este de Ucrania, que actualmente está bajo el control de bandas separatistas respaldadas por Moscú. En 1962 era un conocido escritor y director de crítica literaria de la revista Vitchyzna, pero fue destituido, acusado de “errores ideológicos”.
Los crímenes de Stalin
Para aquel entonces, Dzyuba se había unido a otras personas que luchaban por recuperar el patrimonio cultural y literario de Ucrania, como parte de un creciente movimiento revolucionario anti estalinista en Ucrania y en toda Rusia. Esto sucedió tras las revelaciones del dirigente del Partido Comunista Nikita Jrushchov en 1956, que solo eran la punta del iceberg de los crímenes de José Stalin, y después de la poderosa rebelión obrera en Hungría ese año.
Sectores de trabajadores, escritores y artistas en la Unión Soviética, incluyendo en Ucrania, estaban fastidiados de las políticas y acciones opresivas de la burocracia que llegó al poder a través de la contrarrevolución estalinista en la Unión Soviética tras la muerte de Lenin.
El 4 de septiembre de 1965, en el estreno de “Sombras de los ancestros olvidados”, una película que rompió con la historiografía de Ucrania que habían impuesto los estalinistas, Dzyuba, Vyacheslav Chronovil y Vasyl Stus hablaron en una colmada sala de cine. Denunciaron la detención, a principios de ese año, de más de 100 jóvenes e “intelectuales” en todo el país por sus opiniones políticas anti estalinistas.
Ese diciembre Dzyuba escribió al Comité Central del Partido Comunista de Ucrania y al Consejo de Ministros de la República Socialista Soviética de Ucrania para pedir el fin de la “más espantosa injusticia” de esta persecución política.
Dzyuba escribió, “No es ningún secreto que durante los últimos años un número creciente de personas en Ucrania, especialmente de la generación joven (no solo estudiantes, científicos y escritores y artistas creativos, sino también ahora con bastante frecuencia, trabajadores), han llegado a la conclusión de que hay algo mal con la política de nacionalidades en Ucrania”. De hecho, dijo, el pueblo de Ucrania sufre “perpetuas y flagrantes violaciones del marxismo-leninismo en la cuestión de las nacionalidades y el abandono de los principios científicos en la construcción nacional comunista”.
Para promover una discusión y un debate abiertos sobre estas cuestiones, les envió el manuscrito de su libro ¿Internacionalismo o rusificación? publicado más tarde en ruso, ingles y ucraniano.
Ese libro, distribuido en inglés en ese entonces por la editorial Pathfinder, es una explicación convincente de la visión de Lenin sobre la necesidad de que los comunistas apoyen el derecho a la autodeterminación, incluyendo la independencia, de las naciones oprimidas en la Unión Soviética y en otros lugares si así lo eligen.
Dzyuba describe el florecimiento de la cultura en Ucrania durante los primeros años de la revolución bolchevique bajo el liderazgo de Lenin. Señala que “el idioma ucraniano se introdujo en todas las esferas de la vida social, cívica e industrial, se fomentó el conocimiento de la historia y la cultura ucranianas; se desarrolló un sentido de pertenencia nacional y de deberes nacionales de un comunista ucraniano”.
Describió cómo la sangrienta contrarrevolución estalinista eliminó los logros obtenidos por la Revolución Bolchevique con respecto a Ucrania y otras naciones.
Hacer frente al odio antijudío
Dzyuba también desempeñó un papel clave en denunciar el antisemitismo. El 29 de septiembre de 1966, se unió a una acción espontánea de miles de personas en Babyn Yar que desafió a las autoridades estalinistas al congregarse para conmemorar el 25 aniversario de la masacre nazi de 100 mil judíos y decenas de miles de otras personas en ese barranco en Kyiv.
Cuando los participantes se percataron que Dzyuba y otros escritores estaban allí, exigieron que hablaran. “Babyn Yar es una tragedia de toda la humanidad, pero sucedió en suelo ucraniano. Y por lo tanto, un ucraniano no tiene más derecho a olvidarlo que un judío”, dijo Dzyuba a la multitud. “Parece que las instrucciones de Lenin sobre la lucha contra el antisemitismo se olvidan de la misma manera que sus preceptos sobre el desarrollo nacional de Ucrania”.
En 1972, Dzyuba fue expulsado de la Unión de Escritores, arrestado y condenado a prisión. Después de 18 meses en la cárcel, firmó una declaración en la que decía que sus escritos fueron la obra de un “hombre equivocado” y pidió clemencia, la cual recibió. Pudo conseguir trabajo como corrector de pruebas del periódico de la fábrica de la planta de aviación de Kyiv.
Después de salir de la cárcel, Dzyuba estuvo menos activo políticamente y se centró más en proyectos literarios. Pero después de la implosión del régimen estalinista en la Unión Soviética en 1991, se convirtió en ministro de cultura de 1992 a 1994 de una Ucrania independiente. Escribió un prefacio en 2018 para una próxima traducción al ucraniano de El capital de Carlos Marx.
En el último capítulo de ¿Internacionalismo o rusificación? Dzyuba escribió que Stalin “destruyó a varios millones de ucranianos pero no destruyó la nación. Y nadie lo hará jamás”. Palabras que siguen siendo ciertas hasta el día de hoy.
Vale la pena leer el libro hoy.