Xabier Irujo
El bombardeo ‘experimental’ de Gernika con bombas de 250 kgs. e incendiarias destruyó el 99% de la villa
Se cumplen 85 años de la campaña de bombardeos de terror que asoló nuestro país en la primavera de 1937.
Según el informe elaborado por Joachim von Richthofen el 28 de mayo de 1937 sobre el efecto de los bombardeos en las ciudades vascas, en el transcurso de las cuatro semanas de abril “los ataques aéreos se repetían varias veces al día y se lanzaban proyectiles de diversos tipos y potencia” para calcular su capacidad y medir sus efectos. Wolfram von Richthofen, jefe de estado mayor de la Legión Cóndor, visitaba a diario las localidades bombardeadas tras su captura para observar los resultados y mejorar las técnicas de bombardeo. La campaña de bombardeos de la primavera de 1937 fue, en su conjunto, un inmenso experimento de guerra conducente a desarrollar “el bombardeo perfecto”.
Fueron muchas las localidades bombardeadas pero el mando aéreo alemán expresó en el referido informe que “los principales objetivos de los ataques aéreos en dicha zona fueron Durango, Eibar y Gernika”, que en consecuencia se convirtieron en el principal blanco de los experimentos de guerra de la aviación rebelde. Richthofen enfocó su estudió en seis de los elementos consustanciales de lo que iba a ser un bombardeo alemán típico en el curso de la Segunda Guerra Mundial: tipos y combinación de bombas, técnicas de lanzamiento, efectos en los refugios antiaéreos, bombas incendiarias, protocolos de seguridad de la población civil y, finalmente, ametrallamientos aéreos.
Durango
La localidad elegida para desarrollar la primera fase del experimento fue Durango. Richthofen ordenó bombardear con proyectiles rompedores italianos de 50 kilos desde una cota de 1.000 metros. Mediante la técnica italiana de lanzamiento Rehinwurf “se lograron muchos blancos” pero se constató que los impactos se distribuyeron en un área de entre 100 y 150 m2, de modo que no se alcanzó la concentración deseada de bombas por metro cuadrado. Por otro lado, Richthofen comprobó que las bombas de 50 kilos destruían la estructura de los tejados y los pisos superiores de las edificaciones, pero no demolían las viviendas. Richthofen calculó que se había logrado destruir el 55% de las edificaciones de la localidad pero, a pesar de la escasez de refugios, el número de personas muertas era bajo según las estimaciones del mando alemán. Además, no se había logrado un efecto moral importante.
Eibar
En una segunda fase experimental, Eibar fue duramente bombardeada los días 24 y 25 de abril de 1937. “La ausencia de cualquier tipo de defensa antiaérea o terrestre” permitió a Richthofen bombardear desde una cota de 600 a 800 metros. Se utilizaron proyectiles rompedores italianos de 100 kilos con espoleta de retardo que atravesaban cuatro pisos de un edificio y alcanzaban el sótano, donde explotaban. Richthofen anotó en su informe que “los muros externos de los edificios no se desplomaron, pero por lo demás la destrucción fue total” ya que, al destruir los pilares de las edificaciones, las viviendas se desplomaban, algo que no había ocurrido en Durango. Se registró que el efecto de la onda expansiva de las explosiones se proyectaba hacia arriba por lo que las casas contiguas en una calle ancha no resultaban demasiado afectadas.
En Eibar se lanzaron bombas incendiarias italianas que quemaron “la estructura de madera del tejado y del piso superior de las edificaciones” así como el mobiliario, pero tuvieron poco efecto en los edificios que ya habían sido afectados por bombardeos anteriores (Eibar había sido bombardeada en 25 ocasiones). Richthofen apuntó que “la población utilizó en gran medida los refugios” construidos en los sótanos con los accesos protegidos por sacos de arena. “Los proyectiles rompedores hicieron blanco en dos de esos refugios”, pero se constató que una bomba de 100 kilos no era capaz de demoler un refugio subterráneo. El mando alemán calculó que el porcentaje de daños había sido superior que el obtenido en Durango, un 60% de las edificaciones totalmente destruidas y “en torno a los 200 paisanos” muertos. En cuanto al efecto moral del bombardeo, Richthofen afirmó que “era fácil observar la impresión causada por los acontecimientos precedentes en los pocos habitantes que permanecieron en la ciudad”.
Gernika
Tal como refleja en el informe de mayo de 1937, el hecho de que Gernika no hubiese sido bombardeada con antelación iba a permitir un mejor estudio de los resultados, ya que en localidades bombardeadas repetidamente había sido difícil evaluar los daños causados por un único ataque aéreo.
Tras cuatro semanas de experimentación, se demostró que una bomba explosiva de 250 kilos podía demoler un edificio de cuatro plantas de cemento armado. Asimismo, se comprobó que la técnica de lanzamiento Koppelwurf o bombardeo en corral elevaba la “densidad de fuego”. El Koppelwurf era una técnica de bombardeo ideada por la aviación italiana que consistía en lanzar una serie de bombas simultáneamente –generalmente en grupos de tres– en un espacio de tiempo muy corto, volando bajo y a baja velocidad sobre un espacio limitado de terreno (el “corral” u objetivo). El resultado era que un gran número de bombas explosivas caían en un área pequeña por lo que la densidad de fuego era inmensa y el grado de destrucción resultante, proporcional a la cantidad de explosivo.
En Gernika se lanzaron 31 toneladas de bombas rompedoras alemanas de 250 kilos “desde una cota comprendida entre 600 y 800 metros” que resquebrajaron la estructura de las edificaciones. Los refugios subterráneos no podían ser destruidos con estas bombas, pero el lanzamiento de las explosivas con espoleta de retardo destruiría las edificaciones y cubriría el acceso a dichos refugios con escombro, de modo que las personas quedarían atrapadas en el interior. Posteriormente, se lanzaría sobre estas ruinas una lluvia de bombas incendiarias, de modo que las víctimas morirían asfixiadas, o consumidas por el calor tras muchas horas de agonía (las bombas incendiarias elevaban la temperatura entre 1.500 y 3.000°C). Era por tanto “pertinente” permitir a la población acceder a los refugios antiaéreos (que se iban a convertir en trampas mortales). Conociendo cómo funcionaban los protocolos de seguridad antiaérea, un avión rebelde hizo su aparición en el cielo de Gernika durante unos 15 minutos antes de atacar, lo que motivó que se dieran las señales de alarma y dio tiempo a la gente que obviamente desconocía lo que iba a acontecer a acudir a los refugios. Paralelamente, en una primera fase del bombardeo, los bombarderos “destruyeron las conducciones de agua, lo que impediría las labores de extinción”.
Por último, a diferencia de lo ocurrido en Durango y en Eibar, en Gernika se experimentó ampliamente el ametrallamiento aéreo de las personas que buscaban escapar del centro urbano, envuelto en llamas.
El resultado fue demoledor: un 85% de los edificios totalmente demolidos, con una tasa de destrucción cercana al 99% y más de 2.000 personas muertas. Además, “el efecto moral de los ataques con proyectiles rompedores de 100 y 250 kilos fue muy elevado”.
Gernika se convirtió de este modo en el epítome de los juegos de guerra de Richthofen. La cadena experimental que comenzó en Durango, continuó en Eibar y culminó en Gernika determinó el estándar de los bombardeos aéreos entre 1937 y 1945. Frampol, Varsovia, Róterdam… y Dresde se bombardearían siguiendo el mismo patrón de ataque aéreo. El lanzamiento de la bomba atómica cerró este ciclo y dio inicio a la era nuclear.
Noticias de Gipuzkoa