Decía el otro día el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, que él dejaba hablar en catalán y otras lenguas indígenas en la tribuna de oradores porque él es muy tolerante. Usó esta palabra: tolerante. No es la primera vez que se utiliza este término para referirse a los catalanes o los vascos. Es un clásico. De hecho, es tan habitual que algunos de nosotros acaban reclamando a los españoles que han de ser tolerantes con su diversidad interna. Error fatal. Deberíamos dejar de emplear la palabra tolerancia para referirnos a nuestros asuntos nacionales y, sobre todo, exigir que dejen de ser tolerantes con nosotros, porque es un término que esconde una fuerte carga colonialista y que implica una superioridad moral por parte de quien dice ser.
Si lo pensamos dos minutos, veremos que siempre utilizamos la tolerancia para referirnos a cosas que no nos gustan y que nos incomodan, pero con las que debemos convivir. “El dolor de espalda que tengo es tolerable”, decimos. “Los vecinos hacen ruido pero a un nivel tolerable”, sentimos. “Su suegra la maltrata, no entiendo como ella lo tolera”, exclamamos. En consecuencia, si Bono dice que es tolerante con el catalán lo dice en el sentido de que, como no lo puede liquidar y hay que convivir, no le queda otro remedio que tolerarlo. “El problema catalán no se puede solucionar, solo se puede conllevar”, que decía Ortega y Gasset.
Podemos coger un caso concreto de uno de estos políticos españoles que dice ser muy tolerante. Enseguida veremos el aire de perdonavidas con el que se emplea el concepto. El presidente de Cantabria es Miguel Ángel Revilla. Seguro que lo conocen porque ha convertido la demagogia en virtud, como por ejemplo llegando a la Moncloa en un taxi. Pues el tal Revilla, en una ocasión reciente, dijo a RTVE: “Yo soy muy tolerante, pero hay dos cosas con las que no soy nada tolerante: una son los independentismos Y otra los asesinos de ETA”. ¡Dale que es de Reus! Primero se quiere hacer pasar por un santo, proclamando a los cuatro vientos que es un gran tolerante. ¡Santo subito! Y después mezcla independentismo y ETA. Otro clásico.
Me parece que los únicos que han entendido el sentido profundo del concepto son, precisamente, los promotores de la Asociación por la Tolerancia. Tienen su web sólo en castellano, reclaman que sus hijos reciban la educación en castellano y defienden que la gente pueda tener los rótulos de sus comercios y las cartas de sus restaurantes sólo en castellano. Si en este país hay tolerantes, me parece que somos nosotros con esta asociación.