¿Qué pasaría si las personas hispanohablantes que viven en el País Valenciano se quedaran sin poder sintonizar ninguna emisora de TV en su lengua? No tengo ninguna duda de que habría -además de las medidas directamente policiales- una movilización masiva de la opinión pública española, que incluiría -inevitablemente- la enérgica condena de los autodenominados ‘intelectuales españoles’.
¿Y qué pasa cuando las personas catalanohablantes del País Valenciano (muchas más de las que querrían ellos, por cierto) nos quedamos sin emisora en nuestra lengua? (Recordemos que Canal 9 emite sólo de manera residual en valenciano, y durante menos del 25% del tiempo total de su programación). Pues no pasa nada. La opinión pública española, y -sobre todo- los autodenominados ‘intelectuales españoles’ no dicen ni mu. Los mismos que alzan la voz y se indignan (y eso les honra) cuando se atropellan los derechos de -por ejemplo- los indios yanomami, o de las focas árticas, no les da ni frío ni calor que, en plena Europa del siglo XXI, se censure una televisión, o que más de 100.000 niños valencianos no puedan hacer efectivo su derecho a recibir la educación en su lengua.
Si cualquier gobierno autonómico aplicara contra el castellano la misma política exterminacionista que el PP aplica contra el valenciano desde la Generalitat valenciana, el gobierno español intervendría sin reticencia y con la máxima dureza. No lo hacen porque no creen que nosotros seamos dignos de los mismos derechos que los castellanos. No lo hacen porque -en realidad- no creen en la España que predican, y que -dicen- también incluye valencianos, vascos, catalanes y gallegos. No se la creen. Sólo creen en los Países Castellanos. Y en su concepción pancastellanista, no todos los ciudadanos tienen los mismos derechos.
Y eso es, sencillamente, racismo. Ya sé que no somos una raza, y me alegro, porque no creo en las razas. Pero igualmente, lo que ellos hacen es racismo. Racismo cultural. Del cirio que montarían si los derechos de cualquier castellano estuvieran (de hecho, o sólo presuntamente) en entredicho, a la indiferencia radical que reservan para nosotros, hay una distancia que queda perfectamente cubierta por las tres sílabas de la palabra racismo. Aplicar baremos distintos a ciudadanos de un mismo Estado que se proclama democrático no es sólo ilegal, es profundamente inmoral.
Y cuando los ‘intelectuales españoles’ callan, o bien lo hacen porque comparten este racismo, o bien lo hacen porque tienen miedo. Cualquiera de los dos motivos les debería hacer caer la cara de vergüenza. Lo de ser racistas, no hay que explicar por qué. Y lo otro, lo del miedo, querría decir que sólo se indignan y se pronuncian cuando la cosa no comporta ningún riesgo personal, y sólo les puede hacer quedar bien. Y si es así, ya entiendo, por qué tienen miedo: porque son unos cobardes.