Todos los Antoni Carné

Del colosal proceso de cambio en la orientación política de los catalanes iniciado a principios de siglo y que empezó a cuajar como resultado del fracaso de la reforma del Estatuto de 2006 sabemos con bastante exactitud el qué (los hechos), conocemos de manera razonable el porqué (las causas), pero nos falta mucho para precisar el cómo (los mecanismos sociales que lo han hecho posible). Es lógico que en pleno proceso de transformación la atención se la lleven los hechos y que los agentes sociales que están afectados por los mismo se afanen en señalar sus causas. Pero una vez estabilizado el cambio en un nuevo equilibrio de fuerzas políticas y de estructura institucional, tendremos que estudiar a fondo el cómo ha ocurrido.

Sin emargo, en el momento actual ya sabemos que uno de los grandes enigmas que habrá que analizar es el del papel que han tenido los medios de comunicación. ¡O, mejor dicho, el papel que no han tenido! Porque, desafiando todas las “leyes” del análisis comunicativo, estamos ante una transformación radical hecha al margen, si no en contra, de las hegemonías informativas existentes. Es decir, el cambio de mentalidad se ha producido a pesar de que el espacio nacional de comunicación dominante ha seguido siendo el español y no el catalán, que desde los 90 todavía iba retrocediendo.

Sin poder presentar aquí datos extensos del marco comunicativo en que se han producido los grandes cambios en la identificación nacional o el apoyo a la independencia, por ejemplo, sí podemos recordar algunos de los últimos datos de que disponemos. En prensa, los cuatro diarios catalanes generalistas de difusión nacional, el ARA, El Punt Avui, El Periódico y La Vanguardia, con respecto a la media de la difusión (diarios vendidos) en 2014 sólo el 14,5 por ciento corresponde a los dos primeros medios, mientras que el 85,5 por ciento de los 268.000 ejemplares totales es para los dos diarios con línea editorial abiertamente unionista (OJD). Los datos de audiencia (diarios leídos) mejoran un poco para el ARA y El Punt-Avui, hasta el 18,5 (de octubre de 2014 a mayo de 2015, EGM).

Con respecto a televisión, con datos de 2014 (Idescat), TVC consiguió un share (reparto porcentual de la audiencia) del 16,7-12,6 para TV3 y 4,1 para el resto de sus canales- y 8TV, del 3,5. TVE más las privadas generalistas españolas sumaban un 49,4 por ciento del mismo, y el resto era para los canales temáticos. Es decir, de los 250 minutos diarios de televisión por persona que se ven en Cataluña, sólo 50 corresponden a canales catalanes, que, además, suelen caer en una demostración casi obsesiva de pluralidad. La situación sólo cambia con respecto a la radio. En 2014 (InCom-UAB), de una audiencia total de cerca de dos millones de oyentes, RAC1, Catalunya Ràdio y Radio 4 obtenían el 70 por ciento.

Estos datos no sólo desmienten los delirios de supuestas manipulaciones masivas sino que, además, obligan a buscar qué otros factores se han podido sobreponer a la imponente “influencia” que este país ha sido mamando en contra de su independencia. De momento, destaco dos. Uno, el uso de las redes sociales -y de medios digitales como Vilaweb-, que han roto la hegemonía de los discursos mediáticos tradicionales. Pero, sobre todo, la movilización popular del asociacionismo de base. En este punto, no puedo hacer otra cosa que unirme al pésame por la muerte reciente y prematura del amigo Antoni Carné, luchador incansable y generoso, actual presidente del Ente del Asociacionismo Cultural Catalán. No es una exageración decir que es gracias a todos los Antoni Carné de este país como se han vencido las hegemonías mediáticas que nos victimizan, acobardadan y paralizan. Él, ellos, nos han enseñado a plantarles cara.

ARA