¿Qué hace el PSOE votando a un alcalde de Bildu en Pamplona?

“EH Bildu ya ha hecho dos veces a Chivite presidenta de Navarra y dos veces a Sánchez presidente de España. Ahora le tocaba al PSOE tener un gesto…”

El “gesto” que me contaban ayer los amigos vascos fue votar a Joseba Asiron de EH Bildu como alcalde de Pamplona, una decisión que tiene un significado simbólico enorme para la izquierda independentista vasca y que evidentemente no se puede reducir a un simple cambio de alcaldía en un ayuntamiento como cualquier otro.

Asiron ya había sido alcalde de Pamplona entre 2015 y 2019, lo que estableció un paréntesis en la larga lista de alcaldes españolistas y antivascos. Los dos primeros consistorios, en 1979 y 1983, fueron socialistas, pero desde entonces hasta 2015 la alcaldía de Pamplona estuvo en manos de UPN, en sus diversas reencarnaciones.

En 2015 Asiron llegó a ser el alcalde, pero con los votos contrarios del PSOE. Y en 2019 Cristina Ibarrola (UPN) fue elegida alcaldesa de Pamplona gracias, precisamente, a la abstención del PSOE –partido con un cabeza de lista que dijo que nunca votaría a Asiron. La trayectoria histórica deja claro, pues, hasta qué punto es importante ese cambio de opinión de los socialistas.

Hay un factor clave que todo lo hace aún más importante. Desde la transición, una de las grandes obsesiones del nacionalismo español ha sido apartar a Navarra del resto del País Vasco, como al País Valenciano del resto de los Países Catalanes. Por razones obvias. La nación vasca y la catalana, con esta operación a la que han dedicado tantos esfuerzos, son reconvertidas en simples comunidades autónomas. Hablé, por ejemplo, aquí (1).

La pregunta, por tanto, es inevitable: ¿qué hace el PSOE votando a un alcalde de EH Bildu en Pamplona? Y la respuesta sólo puede que EH Bildu ya no es lo que era, no representa lo que representaba. Ya no significa para el Estado español la amenaza de ruptura, independentista, que significaba.

A este respecto, justamente, hace pocos días Arnaldo Otegi –en la primera entrevista que concedía desde hacía años a un medio español– sorprendió a todos diciendo que en el País Vasco no hay una mayoría a favor del derecho de autodeterminación. Añadió, eso sí, que no renunciaban a ejercerlo, pero basta con ver la composición del parlamento vasco para entender si es de extraña esta afirmación: PNV y EH Bildu, dos partidos que defienden el ‘ejercicio de la autodeterminación’ y que el País Vasco es una nación, tienen 52 escaños de 75, prácticamente el 70% de la cámara. ¡El setenta! ¿No significa nada esto?

Por parte de los socialistas la cosa es simple: existe la necesidad de los votos de Bildu en Madrid. Esto lo sabemos todos y es lo que en definitiva explica este repentino cambio. Cuando el pasado octubre Pedro Sánchez se reunió y se fotografió con Mertxe Aizpurua y Gorka Elejabarrieta se rompió el tabú. Por primera vez un dirigente socialista se reunía con los “herederos de ETA”, para decirlo al modo en que la derecha brutal describió esa reunión. Era la consagración de la maniobra que se había activado hacía años y que seguramente marcará los años que vienen. Pese a la represión, pese a la cárcel, pese al exilio, a pesar de los asesinatos del pasado, a pesar de los GAL, Bildu –y ERC también– han ido acercándose al PSOE y situándose como los aliados preferentes e indispensables de este partido; como los garantes de una nueva etapa en la que el PSOE es evidente que ya no es lo que era. Tampoco.

(1) https://www.vilaweb.cat/editorial/4017643/guerra-mediterrani.html

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