¿Qué debería hacer ERC?

A día de hoy, después de los hechos capitales del uno de octubre, la situación de conflicto en Cataluña se mantiene contra un Estado que, con todos sus componentes estructurales: monarquía, judicatura, fuerzas armadas y policiales, estructuras políticas estatales y autonómicas, partidos y sindicatos… está dispuesto a perpetuar, a ultranza, el modelo del 78, un subproducto de 300 años de despotismo. De momento la victoria estratégica y táctica del Estado contra Cataluña es incontestable y, con el enemigo en retirada, buscarán decididamente la victoria total (la aniquilación de la formación nacional catalana), en varias fases o en diferentes escenarios según quien gobierne. Si en el futuro dominan las derechas españolas es posible que se aplique la vía rápida de supresión directa de la autonomía intentando laminar todo rastro de poder político y de actividad cultural. Saben que lo pueden hacer, y que Europa no hará nada, y cuentan con precedentes ensayados en Euskadi. Si contrariamente siguen dominando las pseudo-izquierdas es posible que se mantenga una autonomía minorizada y limitada que facilite la aculturación. En este caso la liquidación de la cuestión catalana alargaría un par de decenios, a la espera de que el peso migratorio y la incapacidad de los catalanes para buscar una vía política configuren un paisaje de sumisión fáctica. De lo contrario, y que nadie tenga duda alguna, en caso de que el conflicto tomara mayor magnitud las derechas e izquierdas españolas se unirían para salvar el modelo, un modelo que, por otra parte, es anacrónico e inviable desde una óptica funcional. Todo ello sea con unos u otros el objetivo es el mismo: liquidar la principal amenaza del modelo procediendo a limitar la acción política de Cataluña, garantizar la sumisión económica y arrinconar cada vez más la lengua y cultura de los catalanes. Es probable, y de hecho es lo que ya está pasando, que la política de sometimiento de los catalanes exija amputar aspectos de la democracia española, y que para garantizar la supervivencia del modelo deba imponer la deriva hacia un Estado autoritario. Ningún problema… lo harán. La defensa del modelo, como ocurrió en 1936-39, es lo prioritario. Obviamente la pervivencia del modelo de Estado español implica la imposibilidad de desarrollar cualquier modelo propio catalán que diera salida a las necesidades de la economía y la sociedad catalanas. No son modelos compatibles y no pueden cohabitar.

Ante este despliegue estratégico no hay ninguna posibilidad de diálogo o pacto. Sin embargo, una parte importante de la clase política catalana, subsidiaria del régimen del 78, considera que con España se puede establecer un juego de colaboración que beneficie a ambas partes. Y así, se han definido a menudo las coordenadas estratégicas de la política catalana: colaborar para hacer una España más moderna, en la que Cataluña puede contribuir a cambio de algunos privilegios para la clase política y algunas competencias. Esta opción es cada vez más inviable, en tanto que no se puede responder a un juego unilateral de suma cero con una opción de colaboración. Y esta realidad se ha demostrado empíricamente en los dos últimos decenios. El Estado español nunca negociará libertades significativas para Cataluña por la sencilla razón de que su modelo se fundamenta, precisamente y en buena parte, en la sumisión política de los catalanes. De lo contrario, ¿por qué deberían negociar?

¿Qué necesidad tienen cuando saben que pueden utilizar la justicia para reprimir sin freno? Cuando han visto que los políticos catalanes ni siquiera hicieron los mínimos gestos para mantener la declaración de independencia o ser leales al resultado del referéndum. Cuando saben que, llegado el caso, podrán utilizar bandas fascistas, cuerpos policiales y el ejército para atemorizar a la gente. Cuando ven que la aplicación de la doctrina Milosevic está siendo tolerada por Alemania y Francia. Cuando han encarcelado líderes políticos y cívicos y las fuerzas políticas y sindicales catalanas no han tenido capacidad para articular una respuesta efectiva. Cuando una parte significativa del espectro político catalán: PP, PSOE, CS, Comunes opta de manera decisiva y beligerante por mantener el modelo del Estado español (después de todo lo que les alimenta). Cuando los sindicatos mayoritarios UGT y CCOO cierran filas en defensa del Estado que los amamanta. Cuando parte de las fuerzas políticas nacionales han renunciado de manera fáctica a la independencia para mantener unas migajas de poder autonómico. Cuando Europa tolera la existencia de presos políticos en España. Cuando disponen de una formidable maquinaria mediática que puede orientar el imaginario cotidiano de la gente. Cuando piensan que pueden consolidar una población colonial pro-española en Cataluña que servirá para acometer contra los catalanes. ¿Qué necesidad de negociar tienen cuando cuentan con una potente red colaboracionista liderada por La Caixa, Fomento del Trabajo o el Grupo Godó y que alcanza también a partidos políticos y sindicatos unionistas?

No habrá negociación dado que el Estado está seguro de su victoria, ya sea con violencia directa o con promesas de diálogo. Algunas fuerzas autonomistas todavía sostienen el pensamiento mágico de que la independencia se conseguirá negociando con el Estado español, y esto no sucederá. Sin embargo, la independencia es la única opción para los catalanes. La alternativa es la extinción y esto no es ninguna alternativa. Y en este proceso no hay soluciones mágicas. La vía de la libertad está trazada, y la marcó la gente, de este país, con coraje, el día 1 de octubre.

¿Y por dónde pasa la vía de la independencia? Pues, por la suma inteligente de acciones e iniciativas que generen una presión que abra nuevas ventanas y oportunidades de ruptura o separación negociada.

De entrada, y a día de hoy, y mientras no esté suspendida la autonomía, lo más importante es dar respuesta allí donde somos más fuertes: en las urnas (una oportunidad que se ha derrochado en las últimas contiendas electorales). Los partidos y organizaciones que apoyan la independencia deberían confluir en las contiendas electorales, en una sola coalición, o formación, con el apoyo y participación de organizaciones de la sociedad civil. La propuesta unitaria debería tener dos objetivos claves: ganar Barcelona y ganar el Parlamento de Cataluña. Una victoria contundente en el parlamento y en Barcelona tendría efectos importantes de realimentación del movimiento y, obviamente, de cara a la búsqueda de apoyos internacionales. Y no hace falta decir que una posible y probable suspensión de la autonomía sería más difícil. Esta coalición o plataforma, sin embargo, no es fácil. La debería liderar Esquerra Republicana de Cataluña. A lo largo de todo el proceso los militantes de ERC han tenido un comportamiento ejemplar. Sin embargo sus dirigentes adoptaron una posición ambivalente, más que empujar el carro se pusieron encima a verlas venir y a esperar réditos electorales de la situación.

La dirección de Oriol Junqueras ha sido un desastre absoluto que ha llevado a la derrota del partido y del país. Confiaban en que de una manera u otra la cosa acabaría dándoles unas cuantas sillas de más en las diversas instituciones. ERC no ha tenido una dirección a la altura de los retos del momento histórico. El tacticismo ha primado por encima del pensamiento estratégico, y esto ha ayudado a precipitar la derrota. En esta ocasión, como en el 36, los dirigentes de ERC no han sabido dirigir la revolución. Y después de la derrota la dirección de ERC ha optado por echar el freno de mano y tratar de volver a una zona de confort autonómica, recuperando, en nombre del gobierno efectivo, migajas de poder. Sin embargo esta opción no parece tener ningún futuro estratégico dado que estamos en un juego de suma cero. En un país mayoritariamente nacionalista, y mayoritariamente de izquierdas, ERC tiene la responsabilidad moral, en tanto que partido independentista más cohesionado y organizado, de liderar el proceso de liberación nacional. Una plataforma o coalición unitaria solamente es posible si la lidera ERC. En este sentido, el partido, debería afrontar sus responsabilidades y abandonar las vías muertas y el pensamiento mágico.

ERC podría ser el único polo de referencia claro en tanto que el panorama político catalán está desorganizado por completo, aunque el entorno de Juntos x Cataluña ha hecho transformaciones interesantes. Hace un par de años se hubiera podido definir un paisaje bastante congruente con una UDC haciendo de derecha; un PDECAT haciendo de centro y una ERC ejerciendo como fuerza socialdemócrata de centro izquierda, dejando el extremo radical a la CUP. Sin embargo, este esquema lógico, en tanto que en un país normal debe haber derechas e izquierdas, fue dislocado directamente por la política de Rajoy y Duran que destruyendo UDC dejaban a la derecha catalana sin representación o directamente supeditada a la derecha española. A su vez, y de resultas, el PDECAT como partido de centro quedaba automáticamente condicionado a ocupar espacios de derechas, aunque, contradictoriamente, y a la vez, amplios sectores del mismo partido apoyaban iniciativas de progreso como Juntos x Cataluña que se colocaban, claramente, a la izquierda de ERC. Por otra parte, ni el PDCAT ni Juntos x Cataluña han optado a hacer algo parecido al SNP (Scots Naitional Pairtie), algo difícil de entender. En este magma la fuerza mejor posicionada para convertirse en un referente y poner orden sería precisamente ERC, dado que la creación de un nuevo partido no es fácil. Pero el problema es que ERC está, hoy por hoy, enfocada a mantener las parcelas de poder autonómico y municipal de que dispone, desterrando cualquier opción beligerante en cuanto a la consecución de independencia. Aparte el principal socio al que se acerca ERC son los Comunes, y éste es el más terrible de los errores. Los comunes están alineados por completo en la defensa del modelo de Estado borbónico, ellos y sus sindicatos y trama civil están comprometidos y son subsidiarios de la constitución del 78. Y hay que tener presente que a la postre, la Constitución del 78 se fundamentó también, y de manera determinante, en la política del PCE: “Pacto por la Libertad” y “Octavo Congreso”… Después de todo, la Constitución también fue un cambio de cromos. Carrillo toleró una ley de punto y final, en tanto que no se pedirían responsabilidades a franquistas por sus crímenes y, a su vez, los fascistas toleraron que Carrillo se convirtiera diputado olvidando las atrocidades de Paracuellos. Nunca los Comunes tolerarán la erosión del modelo unitario español que forma parte de su ADN. Ellos, los Comunes, después de todo son los responsables de la derrota del 1 de octubre. Si hubieran llamado al voto por la libertad ahora no estaríamos discutiendo sobre supuestas mayorías o minorías. De hecho, el proceso de liberación en Cataluña cuenta con muchos enemigos, internos y externos y, entre los internos que pugnan por mantener el estatus neo-colonial, los Comunes están en la primera fila. La política de ERC de acercarse a los comunes es simplemente suicida.

En este sentido las opciones de futuro y el éxito en cuanto supervivencia de Cataluña dependen mucho de las decisiones que tome en un futuro inmediato ERC, y de la capacidad que muestre para liderar el país. Sin embargo, hay otras variables importantísimas que hay que potenciar y que pueden introducir nuevos paisajes:

  • Hay que explicitar la legitimidad y legalidad del 1 de octubre. Se hizo un referéndum y se ganó. El 1 de octubre es nuestra principal bandera. Particularmente creo que deberíamos revindicar sus resultados y pasar a organizar un gobierno de la República en el exilio.
  • Hay que presentar candidaturas de unidad por la República en todas las contiendas electorales. Esto pasa por la alianza de ERC y JxCat. ERC debería liderar esta opción. El no liderazgo y la no unidad han llevado al desastre de Barcelona.
  • Hay que mantener la movilización permanente, la gimnasia revolucionaria es fundamental para abrir camino, y en este contexto la lucha para liberar a los presos y conseguir el regreso de los exiliados es fundamental. La ANC y Omnium tienen un papel fundamental, y en un momento determinado, si la deriva autonomista de los partidos se mantiene, incluso se pueden encontrar en la tesitura de tener que dar un salto directo a la política.
  • Hay que potenciar la acción exterior ganando influencia en Europa. Asimismo Cataluña debe mostrarse a la vanguardia de la construcción de una nueva Europa basada en la gobernanza de las regiones. El papel de Waterloo en este contexto es importantísimo y debe mantenerse con la máxima beligerancia. Puigdemont es el presidente legítimo, y el interlocutor principal, y al respecto no puede haber dudas.
  • Hay que redoblar los esfuerzos para la defensa y expansión de nuestra lengua y cultura reforzando nuestros componentes de identidad, con apoyo de las administraciones y compitiendo en el mercado. La batalla cultural es decisiva. La política cultural, del día a día, de la Generalitat, Diputaciones y Ayuntamientos es del todo capital.
  • Es necesario que las instituciones científicas, universitarias, de investigación, artísticas y culturales se definan y se alineen con la causa de la democracia y la construcción nacional. Debemos ser competentes en investigación y ciencia para ser más fuertes.
  • Hay que incorporar los derechos históricos en nuestras reivindicaciones, al igual que hicieron los escoceses con el espíritu de la ‘Devolution’. Nosotros no pedimos un Estado nuevo, queremos la restitución de nuestro Estado vertebrado por las Constituciones de 1706. No hay futuro sin la reivindicación del pasado.
  • Hay que fortalecer la sociedad civil, la auténtica protagonista del cambio, y convertirla en la locomotora de la ruptura democrática. La ANC y Omnium son importantes, pero la fuerza de la sociedad civil catalana radica en el microcosmos de los miles de asociaciones que constituyen el poder fáctico de la cultura del país.
  • Es necesario que las fuerzas económicas y sociales, empresariales, de emprendimiento y sindicales, objetivamente interesadas en un nuevo marco estatal multipliquen su compromiso con la independencia. La pequeña y mediana empresa y el emprendimiento de la nueva economía son, en potencia, la principal fuerza de Cataluña, y contradictoriamente no han desarrollado ninguna fuerza política que las represente. Es fundamental avanzar en este sentido.
  • Hay que erradicar la cultura autonomista, heredera del posfranquismo, que entorpece la praxis política de los partidos de casa. Hay que obviar la política de Madrid y abrir escenarios propios, lo importante no es lo que pasa en el Congreso de los Diputados, sino lo que se haga en Cataluña. Nuestros representantes en Madrid deben limitar su papel a hacer ingobernable el Estado, denunciar las agresiones a Cataluña y hablar exclusivamente en catalán.
  • Es necesario que las instituciones autonómicas, las diputaciones, los consejos comarcales y los ayuntamientos multipliquen su eficacia promocionando, a ultranza, políticas de justicia social. La política de abajo hacia arriba, con la promoción de nuevos valores, es fundamental en la construcción de un nuevo modelo de país.
  • Es necesario que los partidos se conviertan ya en el espejo de la nueva sociedad catalana, y que profundicen en su propia construcción democrática: defender listas abiertas, limitación de mandatos en todos los ámbitos (dos mandatos por cargo-tarea), paridad hombres-mujeres, captación de talento para ejercer cargos, relación directa con los votantes, limitación del poder de los aparatos, etc.)
  • Asegurar una presencia masiva del independentismo en los ayuntamientos para convertirlos en un baluarte en defensa de la tierra.
  • Hay que ganar Barcelona para la independencia. El mundo no puede entender que Cataluña haga una revolución para satisfacer los intereses de Barcelona, y que el Ayuntamiento defienda un ‘statu quo’ unionista que consagra la minorización de la ciudad. Debemos arrancar a Barcelona de la tutela del unionismo y hacer que se incorpore y lidere la causa de la libertad.
  • Hay que sumar fuerzas para ganar cualquier elección. Lo que dicten las urnas es a fin de cuentas, lo decisivo.

Y con todo ello debemos fortalecer nuestras opciones para afrontar el futuro, y no debemos descartar ninguna posibilidad para forzar una ruptura democrática con negociación o sin ella. Esperamos que todo el mundo, y especialmente ERC, en los próximos y decisivos meses esté a la altura de las circunstancias.

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