Partidos de arena

El resultado final de unas elecciones es la suma de un recuento de votos más un ejercicio de interpretación. Naturalmente, quien gana unas elecciones necesita menos interpretación y sobre todo disfruta del recuento. Por lo menos, de entrada. Quien pierde, en cambio, lo tiene mucho más complicado porque necesita un gran relato para ocultar el recuento tanto como pueda. Este ejercicio de interpretación, sin embargo, en unas municipales es muy difícil. La diversidad de situaciones obliga a hilar muy fino. El PSC y ERC, por ejemplo, han tenido grandes derrotas, pero no en todas partes ni en la misma proporción, por lo que no hay una explicación única que lo recoja todo. ¿Qué tienen Àngel Ros, Manuel Bustos y Pere Navarro que no tenían Jordi Hereu, Josep Camprubí y Jordi Aymamí? O ¿los tres alcaldes supervivientes del PSC tienen algo en común que explique su resistencia? Y, por si fuera poco, las interpretaciones actuales obligan a rehacer los análisis de los resultados anteriores y, sobre todo, marcan los posibles escenarios de próximas elecciones. Los partidos son castillos de arena construidos sobre la playa de las interpretaciones. ¡Larga vida, pues, los intérpretes de la política!

Decía que quien pierde lo tiene más complicado. No es fácil mantener una única interpretación oficial de la derrota. Las derrotas deshacen los lazos de lealtad, obligan a buscar una culpa que nadie quiere tener y las grietas que provocan son aprovechadas por los que ocupan los puestos más bajos de los partidos para avanzar posiciones. Un caso de manual es el de Carme Chacón, cuya ambición le ha llevado a rehacer su estrategia y simular un sacrificio generoso que no es otra cosa que el intento de ocupar una posición más favorable de cara al futuro. Mosquita muerta… Otro ejemplo de manual es el de ERC. Como no es cierto que los partidos tengan ADN, la teoría sobre la tradición cainita del partido, como si fuera en su naturaleza, no me la he creída nunca. Las divisiones en ERC tienen que ver con las reglas de juego internas, con el papel de bisagra de muchas puertas y marcos ideológicos y con una propuesta independentista que añade enormes dificultades. ERC ha demostrado que sigue una regla general de la vida de partido, y es que nada engancha tanto como el poder. ¿O no es verdad que el líder que más astillas hace del árbol caído y que presume de haberlo visto a tiempo estuvo pegado al cargo de vicepresidente -eso sí, poniendo morros- hasta el último día que tuvieron poder?

La división interna, pues, es la enfermedad más frecuente del perdedor. ¿Quién se acuerda del PSC considerado el único partido político de verdad que había en Cataluña, que tenía una maquinaria suiza a la que daban cuerda con mano segura los Iceta, Zaragoza y toda aquella pandilla de capitanes forjados en el poder municipal ? Si las elecciones catalanas de noviembre ya fueron un terremoto para el PSC, las municipales han sido la primera réplica, y poca broma con el temblor de las elecciones españolas que se acercan. ¿De veinticinco diputados en diez o doce? Si en lugar de despreciarse, los partidos quisieran aprender de los adversarios, ahora todo el mundo estaría estudiando la espectacularidad del desmoronamiento del PSC para aclarar las causas. La gran pregunta es si el PSC ha perdido los votantes por falta de norte o si ha perdido el norte por falta de votos. O ambas cosas, una tras otra: mucha concentración de poder electoral lleva a olvidar la importancia de saber hacia dónde vas, y el día que ya no tienes los votos acabas de perder la orientación. Ernest Maragall lo advirtió y le hicieron callar.

También forma parte del resultado electoral que partidos con victorias digamos pírricas se vean encaramados en el altar de los héroes gracias a interpretaciones oportunistas. Véase, si no, la euforia desmedida del PP en cuanto a incremento de votos, algunos de los cuales los ha obtenido bien sea copiando los eslóganes xenófobos de PxC, bien sea presentando listas de candidatos que no conocen ni el pueblo que encabezan (como a la Vilella Alta, donde la población reaccionó con una insumisión total, un caso de Numancia electoral que celebraré abriendo una botella de Prior Pons del Priorat a su salud). Y no digamos del caso de Plataforma per Catalunya, que está recibiendo una atención desmesurada a pesar de no que no pasa, electoralmente hablando, de grado situado cerca de donde el Barça ha puesto Unicef ​​en la nueva vestimenta. Los votos de PxC son extemporáneos y expresan un malestar antiguo del que, dentro de cuatro años, ya no se cantará gallo ni gallina. En el otro extremo está la CUP, con unos resultados muy buenos para las condiciones con que se ha de combatir en un sistema electoral pensado sólo para reproducirse, no para renovarse. Pero, en cualquier caso, la CUP también deberá tener la cabeza fría para entender bien qué ha pasado.

He dicho que los ganadores tienen la interpretación más fácil … de momento. CiU vive un ciclo electoral ascendente, en el que todas se los ponen. Hasta las generales lo tiene garantizado. Pero al día siguiente, una mayoría absoluta del PP en España, puede ser un escenario muy duro para CiU. Y entonces la grieta se llamará Duran i Lleida.

 

ARA