¿O ahora o nunca?

En las grandes ocasiones, cuando se ha llegado a un punto en el que lo que está en juego, como dijo el poeta en un dicho casi siempre sacado de contexto pero que aun así ha hecho fortuna, es ser o no ser, los dirigentes suelen exhumar las esencias del pueblo para despertar lo que se supone arraigado de manera más profunda en el espíritu de los ciudadanos, pasando por encima de circunstancias mutadas entonces en meras anécdotas. Stalin, en los momentos más duros de la Segunda Guerra Mundial, para alentar a los resistentes deja de lado los sagrados principios de la dictadura del proletariado y apela a las hazañas de Alexander Nevski, a Iván el Terrible.

Viendo como va todo, en el actual clima de desánimo y destemple, ¿qué hay en el armario para espolear al catalán ayer enfadado y hoy ya no se sabe qué, ¿de qué elixir se le administraría una dosis de efecto moral de poción mágica? ¿Wifredo el Velloso? ¿Roger de Llúria? ¿Pau Claris? ¿El general Moragues? ¿Rafael Casanova? ¿Prat de la Riba, Macià, Companys? El problema no es que los más conspicuos héroes de los que disponemos son héroes derrotados; es que el noventa por ciento de la población -soy optimista- desconoce olímpicamente las hazañas de sus padres de la patria, incluso su mera existencia. Algunos son calles del Eixample de Barcelona, y gracias; otros, ni eso.

El caso delata un déficit importante en la formación de la ciudadanía catalana en general, y también, y me parece aún más grave, el desinterés -o la incapacidad- de la casta dirigente para articular sus proyectos con fundamento y alrededor de valores históricos y morales consistentes, con un sentido que los de dentro reconozcan y se identifiquen con ellos, y los de fuera puedan entenderlos.

Hemos escuchado durante los últimos días en más de una ocasión: “Si el espíritu nacionalista es tan débil que no resiste las dificultades, quizás es que no es lo suficientemente fuerte, quizás es que todavía no estamos preparados”. Al margen de si es así o no, este idealizado espíritu catalán ha demostrado ser capaz de resistir trescientos años de dificultades procedentes del exterior, de forma primordial de la instancia administrativa española. Lo que ya le hace más daño gestionar, y no sólo desde impulsos emocionales sino desde cualquier consideración objetiva, son los procedentes de la recalcitrante, miope, corta de miras y baja de techo estupidez de sus gestores. Constatar que la ciudadanía está más preparada que los dirigentes ya no es una boutade, sino espejo de una realidad que por acumulación comienza a dejar de hacer daño y ya pasa a hacer reír.

Descendamos al detalle. La coherencia es el refugio de los mediocres, dijo uno, y en la misma línea, es la virtud que se atribuye a un adversario para utilizarlo en contra de otro adversario, al que de verdad se quiere atacar. Pongamos nombres propios: ¿no les incomoda a las señoras de las CUP -por lo que creo haber captado, es así como quieren ser tratadas- que los unionistas, incluso los más de derechas -porque de derechas son todos- las encuentren tan valientes, bien definidas y coherentes? ¿No se dan cuenta que son lo mejor que les puede estar pasando a los bastos, primarios, groseros estrategas del PP?

En otro orden de cosas, cuando se necesitan todos los efectivos sociales, cuando lo que hace falta es una sociedad en la mejor cohesión y armonía posible en torno a un objetivo común, cuando tanto se ha trabajado para transversalizar el objetivo, ¿no ven que es el peor momento para inquietar a los empresarios, para agitar banderas, para priorizar fundamentos ideológicos? ¿Cabe preguntarse, de verdad, dónde está el objetivo? ¿Dónde está esa mano abierta en cuestiones nacionales de David Fernández a Artur Mas, junto al puño cerrado en cuestiones sociales, que tanto inquietó a más de uno? Ya no hablamos de posteriores abrazos: los gestos, el viento se los lleva. Diógenes busca con la linterna sentido de Estado, y encuentra tacañería puñetera y egos mal ventilados.

No jugaré al tremendismo pirata, ya sé que no sois quintacolumnistas, pero -y no pienso pedir perdón- si sois incapaces de ver que el resultado es como si lo fuerais, es que sois unos asnos. Esta vez en masculino, para que no haya dobles interpretaciones.

EL PUNT-AVUI