Mil palabras

HAY imágenes que hacen que de repente te vengan a la cabeza mil palabras. Me pasó con una foto que vi ayer en este periódico. Un coche haciendo el pino en la rampa de acceso al aparcamiento del Baluarte. El morro descacharrado contra el suelo de la parte inferior de la rampa. El culo indemne contra la destrozada barandilla de arriba. Chocó en la avenida del Ejército con otro vehículo y acabó encajado de esa caprichosa manera. No hubo heridos graves. Creo que yo fui el peor parado. Lo digo porque las mil palabras que se me amontonaron formaban un discurso de lo más deprimente. En la foto, parece que el auto se ha intentado suicidar saltando desde la barandilla. Eso me hizo recordar una interesante entrevista que la semana pasada vio la luz en la revista Argia. El entrevistado era Pedro Prieto, un ingeniero madrileño vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos. Prieto afirma que montados en nuestros coches avanzamos a toda pastilla hacia el suicidio energético. Según él, la situación es dramática: sólo queda petróleo para unos 30 años, el gas y la energía nuclear también tienen los días contados, las energías alternativas no son una alternativa real y la única solución es una reducción drástica del consumo de energía y un cambio radical de este demencial modelo de desarrollo, basado en la entelequia del crecimiento económico infinito en un mundo finito. Prieto vaticina que si el cambio no se prepara, llegará el colapso, el caos energético y social, una crisis de civilización. Suena a Blade Runner. Y la foto también tenía un aire apocalíptico, como de caos posnuclear. Según leí hace poco en Público, en la capital mundial del automóvil, Detroit, se ven muchas estampas de ese estilo. Fue diseñada para un crecimiento infinito y la crisis de empresas como General Motors, Ford y Chrysler la ha llevado al decrecimiento repentino. Los arquitectos no saben cómo hacer frente al reto de reducir el tamaño de la ciudad. Hay barrios enteros abandonados y comidos por la maleza, como si hubiera habido una guerra nuclear. Pensar en ello me recordó otra interesante entrevista, publicada recientemente por El País. En ella el referencial arquitecto Kenneth Frampton sostiene que el automóvil es el invento más apocalíptico de todos los tiempos, más aún que la bomba atómica, porque está por todo el mundo y no tiene vuelta atrás, porque está tan integrado en el funcionamiento de nuestra economía que no podemos prescindir de él. Lo dicho: la foto hizo que me vinieran a la cabeza mil palabras de lo más deprimentes, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en la Comunidad Foral de Volkswagen-Navarra.

 

Publicado por Noticias de Navarra-k argitaratua