Los tabúes

Dentro del manifiesto impulsado por el grupo Koiné, al denunciar el proceso de implantación del castellano en Cataluña durante el franquismo, se puede leer que el régimen utilizó para sus propósitos el promover la extinción de la lengua catalana “una inmigración llegada de territorios castellanoparlantes como instrumento involuntario de colonización lingüística”. Esta expresión fue la que suscitó las reacciones más airadas contra el manifiesto y no sólo entre los contrarios al proceso de secesión y partidarios del bilingüismo sino también entre algunos independentistas que, como mínimo, calificaron la iniciativa, y la frase en cuestión, de “desafortunada”.

Como todos los planteamientos que tocan el nervio de una sociedad y que provocan confrontación, con toda probabilidad la asociación entre dominación lingüística e inmigración española castellanoparlante durante la dictadura tiene un fondo de verdad. A pesar de todo, sin embargo, no hay ninguna evidencia histórica, en el sentido de que no hay ningún estudio histórico científicamente solvente y ampliamente documentado, que demuestre que el franquismo practicó una política conscientemente colonizadora a través de la inmigración económica castellanoparlante con la voluntad no sólo de eliminar la lengua sino también la comunidad nacional catalana. Y seguramente no existe este trabajo, ni siquiera el proyecto de realizarlo desde unos parámetros académicos rigurosos (aunque sea para desmentir la tesis de la colonización) porque topamos con el gran tabú que ha de afrontar la Cataluña del presente, a saber, que vivimos en un país ocupado por la nación española y que este hecho ha generado una sociedad dividida esencialmente en dos comunidades (tal vez habría que sostener que la nueva inmigración ha supuesto la aparición de nuevas comunidades en Cataluña aunque la lucha consiste precisamente en determinar si la integración de estas nuevas comunidades se canaliza a través del imaginario catalán o a través del imaginario español, pero ahora esto sería secundario).

Huelga decir que un estudio de este tipo sobre el supuesto papel de imposición de una hegemonía nacional a través de la inmigración andaluza, extremeña o castellana entre 1939 y mediados de los setenta tal vez debería tener presente la colaboración activa de las élites franquistas catalanas que optaron por autodestruir su identidad nacional a cambio de conservar un poder económico en parte promovido a través de la explotación de las masas obreras procedentes de las diversas partes del Estado. Si, como asegura el grupo Koiné, la inmigración desempeñó el papel de “colonizador involuntario” probablemente fue porque la “colonización voluntaria” fue perpetrada en buena parte por la oligarquía autóctona. Pero todas estas conjeturas no pasan de meras intuiciones sin una genealogía del pasado reciente que, puestos a hacer insinuaciones, quizá nos ayudaría a entender la realidad sociológica del unionismo actual vinculado o bien a la inmigración española no integrada o bien a los círculos con ascendientes cercanos a la burguesía que apoyó a Franco.

Es curioso que el único autor que osó adentrarse con cierta minuciosidad en las agresiones del fascismo contra la lengua y la cultura catalanas, Josep Benet a través de su obra ‘El intento franquista de genocidio cultural contra Cataluña’, fuera uno de los máximos representantes del partido que más luchó por conservar la unidad civil durante el final del régimen y la Transición, el PSUC, cuyos herederos en el presente tanto militan en el bando del independentismo como en el bando del españolismo más acérrimo. Pero el estudio de Benet fue publicado en un periodo muy próximo a los hechos que analizaba (la primera edición es de 1973) y no entraba a fondo en la delicada cuestión de los vínculos entre política de asimilación cultural y política de inmigración.

Quizás habría que algún historiador o algún grupo de historiadores en activo (¿no deberían jugar las universidades catalanas un papel protagonista en esto?) empezaran a reunir documentación para hilvanar una obra que tuviera por objeto acercarse a la verdad a pesar de todas las sensibilidades que se pudieran herir y el coste que pueda suponer el tener que mirar directamente a los ojos de la bestia de nuestros temores.

EL PUNT-AVUI