Las renuncias

En ninguna nación sin Estado del mundo occidental el independentismo ha obtenido en unas elecciones parlamentarias unos resultados tan abrumadores como los que alcanzaron las fuerzas catalanas partidarias de la secesión el 27-S. Los ciudadanos otorgaron la mayoría absoluta en escaños en el Parlamento a propuestas nítidamente partidarias de la ruptura con el sistema constitucional vigente. Esto ha estado muy lejos del alcance de fuerzas como el Partido Québécois en Quebec, la Nueva Alianza Flamenca en Flandes o el Scottish National Party de Alex Salmond en Escocia, el cual ganó las elecciones de 2011 con el 44% de los sufragios emitidos y la mayoría absoluta de escaños en el Parlamento de Holyrood pero sólo con el compromiso de celebrar un referéndum de independencia. En Cataluña los 72 escaños sobre 135 que suman Juntos por el Sí y la CUP son directamente un poderoso factor de legitimidad, como no se ha visto en ninguna democracia consolidada, para fundar la república catalana.

Sin embargo, al día siguiente de las elecciones se produjo una reacción inquietante por parte de la formación política independentista minoritaria: la CUP. En una rueda de prensa, Antonio Baños y algunos otros diputados electos se apresuraron a renunciar al compromiso electoral de proceder directamente a la declaración unilateral de independencia en el Parlamento como consecuencia de que las opciones partidarias del sí al Estado catalán no habían obtenido el apoyo del cincuenta por ciento de los votos emitidos. La CUP pareció que, con su declaración, se añadía a la tendencia bastante frecuente en el catalanismo de estos últimos años dedicada a subirse el listón de la exigencia democrática para excusar el no logro de su objetivo político. ¿De verdad era necesario ir tan deprisa para reconocer que no se podía romper con España de forma inmediata? Es más, ¿había que fundamentar la renuncia con los argumentos de los contrarios a la independencia? En primer lugar, no está nada claro que el independentismo no rebasara el 50% de los votos emitidos. Las graves irregularidades detectadas en el voto exterior en el que España, a través de su red de embajadas y de consulados, usó todo el poder de Estado para perjudicar las opciones independentistas, tal vez impidieron la obtención de los sufragios que habrían demostrado sin matices cómo los partidarios del sí superaban los del no. Pero, además, el 27-S concurrieron fuerzas que no se alinearon claramente en el bloque del no, como es el caso tanto de Unió Democrática como de Cataluña Sí se Puede. Lo que consterna, es que fuera precisamente la CUP la que se dejara asimilar por la minimización de los resultados que predicaban desde Madrid y que promoviera la asociación directa de dichos actores políticos al bloque del no, ellos, que teóricamente son la fuerza de choque rupturista, resulta que se convierten en extremadamente escrupulosos a la hora de encontrar el pretexto para no proclamar la DUI. En otros términos, resulta que el partido revolucionario se dedica a comprar los argumentos de los demás para no hacer la revolución, lo que encaja muy mal en algunos componentes de su tradición, empezando por los bolcheviques que asaltaron el palacio de invierno después de perder unas elecciones.

Y además durante las semanas posteriores, especialmente en relación con el debate sobre la investidura de Mas, las principales figuras políticas de la supuesta extrema izquierda independentista no cesaron de apelar a la “desobediencia” como el principal vector del nuevo ciclo que habría abrir para llegar a acuerdos con Juntos por el Sí. ¿Pero cómo se puede insistir tanto en “desobedecer” cuando en un principio dejas de lado la DUI, que es el principal instrumento para romper de una vez y para siempre con este orden que entiendes injusto?

En vez de poner tantas condiciones a Mas (quien, por cierto, se encuentra precisamente imputado por desobedecer) ¿no habría sido más coherente condicionar todo el apoyo parlamentario a la DUI? Al mismo David Fernández le gustaba citar un proverbio árabe que ahora es de perfecta aplicación a los correligionarios que lo sustituyen: “Quien quiere hacer algo, busca una herramienta y quien no lo quiere hacer busca una excusa”.

EL PUNT-AVUI