La importancia del factor Puigdemont

El jueves hará dos meses que Carles Puigdemont asumió el envite sobrevenido de presidir la Generalitat en el momento histórico más esperanzador y más complicado. La negativa del consejo político de la CUP facilitar la investidura de Artur Mas, candidato original de Juntos por el Sí, precipitó una resolución impensada que llevó a este periodista de Girona de la alcaldía de su municipio al frente de la principal institución del país. El encargo: llevar a Cataluña a la declaración de independencia en tan sólo dieciocho meses, que empezarían a correr aquel domingo por la noche, cuando el parlamento invistió al diputado Puigdemont ‘primus inter pares’.

En ese primer momento, todo eran incógnitas y preguntas que habría que responder pronto. Dieciocho meses pasan volando y no había tiempo para lucimientos ni muchos preparativos. Los amigos y conocidos de Puigdemont sabían qué podían esperar. Había que activar a continuación el mecanismo de transición de lo que Puigdemont llamó ‘la post-autonomía y la pre-independencia’. Mas había ejercido el liderazgo institucional del proceso hacia la independencia con un tono personal fuerte. Había tomado las riendas del país en el momento de la gran decepción autonomista con la reciente humillación del Tribunal Constitucional en la sentencia contra el estatuto del 2006. Y él, junto con la mayoría de la ciudadanía, transitó de la voluntad de mejora del financiación y un reforzamiento del autogobierno hacia el convencimiento de la independencia como única solución para Cataluña.

La presidencia de Mas marcó el proceso con una huella determinada. ¿Cómo sería el liderazgo del nuevo presidente? ¿Qué ritmo daría al período de transición? ¿Cómo serían los equilibrios de poder entre los principales partidos y líderes que se habían presentado conjuntamente a las elecciones del 27 de septiembre? ¿Cómo se lo tomaría Madrid? ¿Sería muy diferente de la presidencia ejercida por Mas? Todas estas preguntas y algunas más ya tienen respuesta al cabo de dos meses. La legislatura ya se cuenta como un 2+16. Dos meses ya han quedado atrás y vendrán dieciséis que serán decisivos para el futuro de Cataluña. Nunca sabremos cómo habría continuado la revuelta independentista con Mas en la presidencia, pero ya tenemos elementos para saber qué aire tendrá con el 130 presidente, Carles Puigdemont.

 

Independencia es independencia

Estado propio, soberanía, interdependencia, derecho de decidir, estructuras de Estado… son algunas de las fórmulas que se han utilizado a menudo para evitar pronunciar la palabra ‘independencia’. Sin embargo, el clamor de la calle -‘in-inde-inde-pendien-ci-a’- no es un vocabulario ajeno al presidente Puigdemont. Probablemente es una de las palabras más frecuentes de su diccionario personal. Por lo menos, en las comparecencias públicas y entrevistas que ha concedido no ha evitado hablar de ello con naturalidad. Pasa igualmente con el término ‘república’, que ha utilizado a menudo. Uno de los  momentos culminantes de este lenguaje directo fue la recepción anual a los cónsules acreditados en Barcelona. Puigdemont les dijo que en los próximos meses tendrían un trabajo que iba un poco más allá de la tarea habitual: ‘Cataluña camina hacia la independencia’.

La ausencia de subterfugios se puso de manifiesto muy pronto. En la toma de posesión como presidente, Puigdemont cambió la fórmula para prometer el cargo que se había utilizado desde los tiempos de Tarradellas. Tal y como explicaba el profesor de derecho constitucional Marcel Mateu en  este artículo (*), Puigdemont prometió ‘el cargo de presidente de la Generalitat con fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña representado por su parlamento’. Poco después, en el primer pleno parlamentario para exponer la composición del gobierno, no recurrió  a ningún eufemismo a la hora de marcar como objetivo principal del gobierno de ‘situar Cataluña en la puerta de la independencia en dieciocho meses’.

 

La confianza de Junqueras y el fleco de la CUP

‘Espero que el trabajo que tenemos, que será inmenso, difícil y algunas veces sometido a ciertas complejidades y contradicciones, nos demuestre que esto a lo que nos hemos comprometido, que hemos comprometido ante los ciudadanos, esto, seremos capaces de llevarlo a cabo. Es verdad, ustedes no están eligiendo un presidente de la CUP, ni un gobierno de la CUP, ¿eh?, no…, ni nos queremos parecer a ellos, aunque algunos crean que el peinado nos asemeja (risas), pero no…, no nos queremos parecer (algunos aplausos)’. Este fragmento de intervención, recogido en el  diario de sesiones del parlamento, forma parte del turno de réplicas de Puigdemont el día de la investidura. En aquella intervención de veintitrés minutos, Puigdemont mostró la cara más afable y capaz de conectar con los adversarios políticos. Después de semanas de una relación muy dura entre convergentes y miembros de la CUP, que se acababa de saldar con la cabeza de Mas, Puigdemont sedujo a los diputados más irreductibles de la izquierda independentista. Esta capacidad de conectar, con momentos de espinas y fuerte disensión, se ha mantenido desde el primer día, según explican desde las filas de la CUP.

Otra muestra de su conexión con el resto de formaciones independentistas la dio en una  entrevista en 8TV. Sobre la coherencia del pacto con la CUP, Puigdemont respondió: ‘¿Sabe a mí, como convergente, qué me incomodó mucho? El pacto con el PP. Y sin embargo fuimos capaces de sacar adelante algún punto. ¿Dónde está escrito que podamos llegar a acuerdos con el PP y no con otras fuerzas políticas? En ninguna parte. Yo me siento cómodo, con el pacto con la CUP’.

Que había que cuidar la relación con la CUP era una evidencia desde la noche electoral. Pero todo el mundo veía claro que también había que cultivar la alianza con Junqueras y ERC. La coalición Juntos por el Sí se hizo sin entusiasmo inicial por parte de los republicanos. Los meses posteriores a la consulta del 9-N habían tensado mucho la relación entre Junqueras y Mas y había una gran desconfianza entre los dos partidos que se disputan la centralidad del soberanismo. El cambio de titular en la presidencia de la Generalitat trajo la relajación necesaria para encarar los meses decisivos de legislatura. Hasta el punto de que en los círculos más próximos a Junqueras, cuando les preguntan por Puigdemont, comentan: ‘Este sí que es independentista’. La desconfianza que sentían con Mas se ha diluido con Puigdemont.

 

Un fusible con pedigrí

Este recelo de ERC se atenuó aún más cuando Puigdemont dejó claro que no tenía intención de ser el candidato convergente en las próximas elecciones. En una entrevista en La Vanguardia dos semanas después de la investidura, Puigdemont dijo: ‘Mi paso circunstancial por la presidencia no puede hipotecar la forma en que la CDC del futuro encare la elección de sus candidatos a la Generalitat’. Y añadió: ‘Si me puedo quedar en la puerta y que otra persona asuma el cargo, seré tremendamente feliz’. Evidentemente, era más fácil de entenderse y cooperar con alguien que no sería un adversario electoral al acabar la legislatura.

Desde la primera entrevista hasta la última, Puigdemont ha reiterado que no pretendía perpetuarse en la presidencia de la Generalitat y que su compromiso era para estos dieciocho meses. En una entrevista en VilaWeb, el periodista y experto en comunicación política Toni Aira comentaba que este planteamiento refuerza a Puigdemont: ‘Para sus compañeros de viaje -en el gobierno y en el partido- será difícil serle desleales. Él es consciente de que puede hacer la función de fusible que se queme muy deprisa. Es la cara que deberá afrontar la agresividad de España’. Los socios en el gobierno y al grupo parlamentario ven en Puigdemont el independentista de piedra picada dispuesto al sacrificio para el objetivo superior. A diferencia de Mas, al presidente nadie le exige demostrar su compromiso independentista en cada paso que hace.

 

‘No son épocas para cobardes’

‘No son épocas para cobardes, no son épocas para temerosos ni para flojos de piernas; no son épocas para resignarse a la confortabilidad. Nos toca asumir responsabilidades aunque no sean las que te imaginabas’. Esta consigna, extraída del  discurso de investidura de Puigdemont, da idea del espíritu con el que el presidente encara los dieciséis meses que quedan de legislatura. Los miembros del gobierno consultados por VilaWeb confirman que esta es una consigna que también transmite a los consejeros y a sus colaboradores más cercanos. ‘Hay dificultades evidentes. Pero nunca un proceso de independencia ha tenido tantos preparativos, hojas de ruta y estructuras institucionales avanzadas como el nuestro. Nunca estará listo al cien por cien’, reconoce el presidente en círculo reducido. Pero a continuación deja claro que no se ha puesto para frenar, sino al contrario.

‘Declarar la independencia es algo que yo tengo en mi imaginario desde que tengo uso de razón política. Porque yo soy independentista y, por tanto, ver la declaración de independencia de Cataluña no es algo ajeno a mi visión del mundo’. Con esta respuesta a Elnacional.cat, Puigdemont deja clara su misión: ‘Como presidente, trabajaré para que se declare la independencia’. En una entrevista en TV3, dos días después del día de la toma de posesión, Puigdemont lo expresaba  así: ‘No tengo miedo, pero no soy ningún temerario’.

 

Godot está muerto

A la ausencia de miedo, hay que añadir el convencimiento de Puigdemont de que España no ofrecerá nada sustancial a Cataluña para cambiar el rumbo de la política catalana. Hace apenas una semana, durante el pleno de investidura en el congreso español, Puigdemont decía que el previsible fracaso de Pedro Sánchez en aquella sesión de investidura certificaba las ‘exequias de la tercera vía’ y reafirmaba ‘el camino elegido por la gente lo 27-S’. No era la primera vez que apuntaba que los catalanes habían dejado de esperar la gran oferta que nunca llega para un encaje satisfactorio en el Estado español.

En una conversación con Artur Mas conducida por el director del Punt-Avui, Xevi Xirgo, a finales de enero, Puigdemont ya dijo que no había ‘planes B’ alternativos a la independencia: ‘Nos sentaremos en la mesa aunque sea para hacer un inventario de discrepancias. […] Si no les importa, vayamos pasando’.

La voluntad de resaltar que no se espera ninguna propuesta implica también una nueva manera de relacionarse con el Estado español. Un ejemplo lo tuvimos en la inauguración del Mobile World Congress de Barcelona cuando un periodista preguntó  a Puigdemont qué trato tendría el gobierno español en una Cataluña independiente. ‘Siempre serán bienvenidos los ministros de cualquier país, empezando por España, obviamente, con el que tenemos unas relaciones extraordinarias’, respondió con absoluta naturalidad el presidente. Esta respuesta irritó a autoridades y medios de comunicación españoles.

 

Conectado

Todos estos factores confeccionan un nuevo estilo en la presidencia que se refuerzan con una habilidad de Puigdemont: el uso de las redes sociales y el dominio del lenguaje de los medios de comunicación. Periodista de profesión, ha estado siempre al corriente de los avances de las nuevas formas comunicativas en internet. En el pleno de investidura pidió a los diputados levantar la mirada del Twitter y WhatsApp: ‘Seguramente nos entenderemos mejor’, dijo. Pero Puigdemont es un veterano de las redes -los primeros días de presidencia se puso de moda recuperar los twits más desenvueltos del nuevo presidente- y no ha dejado de utilizarlos personalmente una vez llegado a la presidencia. Si bien Mas reconocía que apenas leía los periódicos, Puigdemont hace un seguimiento diario de lo que se dice y se escribe aquí y a nivel internacional. Eso sí, hace su selección y devora tan solo lo que considera imprescindible.

El momento de la llegada de Puigdemont a la presidencia podría haber sido programado por el gremio de editores de Cataluña. Pocos meses antes de Sant Jordi, las editoriales con más visión comercial se han puesto manos a la obra y han preparado los libros que explicarán quién es Puigdemont, de donde viene y cómo es. De entrada, el periodista Carles Porta ha escrito ‘El amigo presidente’ (La Campana), Jordi Grau y Andreu Mas, también periodistas, han escrito ‘Puigdemont, el presidente @KRLS’ (Pórtico) y Josep María Flores, que la ha titulado ‘De piedra picada’ (Angle Editorial). También Angle Editorial está a punto de publicar un libro colectivo titulado ‘Carles Puigdemont, el presidente por descubrir’. Estas miradas de proximidad sobre Carles Puigdemont ayudarán a entender el rumbo que pueda tomar desde ahora la presidencia. En cualquier caso, dos meses después del cambio de protagonista repentino, el guión del proceso entrará pronto en el segundo acto y será el momento de confirmar los verdaderos pros y contras del factor Puigdemont.

(*) http://www.vilaweb.cat/noticies/el-perque-de-la-formula-utilitzada-per-puigdemont-per-a-prometre-el-carrec/

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