“Bandas de innumerables y muy feroces han ocupado el conjunto de las Galias. Todo el país comprendido entre los Alpes y los Pirineos, entre el océano y el Rin, ha sido devastado por los cuados, los vándalos, los sármatas, los alanos, los gépidos, los hérulos, los sajones, los burgundios, los alamanos e incluso los panonios (…) Maguncia, ciudad antaño ilustre, ha sido saqueada, y en su iglesia millares de hombres han sido asesinados. Parecida suerte han sufrido Works, Reims, Amiens, Arras…Aquitania ha sido arrasada…Hispania[1] tiemble, pues ve cómo sobre ella se abate
Los hunos, mongoles que sobrepoblaban las llanuras al norte de
Estos pueblos o gentes “bárbaras” germánicas, copiaron de los jinetes hunos una nueva forma de guerrear: los caballos con estribos. Gracias al uso de los estribos, desconocidos hasta entonces a este lado del mundo y que permitían a los hunos y a después a los germánicos godos dominar plenamente el caballo mientras lanzaban el arco, Roma tembló. Los godos, venidos de climas más fríos, también introducirán en el sur de Europa el uso de una prenda que se ajusta a cada pierna, frente a los faldones, togas o vestidos anteriores, era el pantalón. Además de los godo, también entraron el Imperio los anglos, sajones, jutos, teutones y pictos. Al parecer, la idea inicial de algunas de estos pueblos germánicos era la de alcanzar el norte de África, el granero de Roma, a donde llegaron los alanos, conquistando
Hubo un intento de diferentes pueblos germánicos de entrar en el Imperio en el 275 sin lograrlo, son los francos y los alamanes. Entre el año 250 y el 400 el Imperio perdió el 20% de su población. En el siglo III las clases medias rehuían el servicio militar. Las legiones se formaban mediante contingentes de provincianos y esclavos. Alrededor del año 200 el ejército romano tenía entre un 5 y un 10% de efectivos germánicos, hacia el año 400 suponían ya la mitad de sus filas[2]. Durante los siglos III al V el territorio de Baskonia se volvió muy inestable, son los siglos de la caída del Imperio Romano Occidental.
“Los bárbaros entraron en el siglo III en dos oleadas, la primera llegó a la Catalunya actual: Barcelona, Lleida, Ampurias, Tarragona. La segunda también a Pamplona, arrasada por el fuego según catas arqueológicas sin que se haya encontrado nada de esta entrada al norte de esta ciudad” (“Guía para la historia del País Vasco hasta el siglo IX” Alberto Pérez de Laborda).
Por tanto en el siglo III Iruñea-Pamplona fue también arrasada y así en el “Itinerario de Antonino[3]” era sólo una “mansion”. La catedral prerrománica construida sobre el foro romano de Pamplona ya no existía a la llegada de los godos, los cuales sólo es seguro que impusieron un obispo, Atiliniano, según se desprende del nombre.
Para el siglo IV pudo tener Pamplona ya una diócesis según Martín Duque y Roldán Jimeno, siendo Liliolo su primer obispo que acude al III Concilio de Toledo (nombre latino no visigodo, año 589), para luego no acudir los obispos pamploneses a varios Concilios, por lo tanto parece que quedaría tempranamente Pamplona fuera de la influencia goda. Para el siglo V toda la aristocracia del ager vasconum sería cristiana y, siguiendo la tradición germánica (según Eingenkirche), esos nobles o grandes “possessores” de tierras, habrían traído las iglesias diviseras o señoriales en los siglos IV-VII, iglesias construidas con su patrocinio que sustituyeron a templos romanos dedicados sobre todo a Júpiter (Optimus Maximus), pero también a Marte, Mercurio, Apolo y a otros dioses-diosas romanos.
Los pueblos de los suevos y vándalos germánicos y los alanos (gente de Europa oriental) entraron en la península en el 407, las Galias permanecían desguarnecidas de tropas romanas desde el 401. Los visigodos[4], venían del norte de Europa -zona de
Estos condes y reyes visigodos eran una elite guerrera que mandaban sobre la masa humana peninsular. Se calcula que entraron a la península 100.000 visigodos (algunos rebajan la cifra a 20.000) cuando los habitantes peninsulares eran de unos 6 millones. Eran migraciones enormes pero que no supusieron un desplazamiento total de los nativos, sino la mayoría de las veces su sometimiento a un poder militar superior. Se estima que a la llegada de los visigodos el Imperio Romano contaba con 70 millones de habitantes y entraron unos 10 millones de éstos.
Los visigodos finalmente entraron como “federados” o “socios” al Imperio, mandando en nombre de Roma, ficción que durará siglos, pero en realidad saquearon y dominaron todo el Imperio Romano Occidental; los godos se irán adquiriendo las costumbres romanas, se irán romanizando poco a poco. Tras el rey godo estaban los “seniores palatti” que eran “dux” o “comes”, séquito armado que recibía tierras de su rey.
En el 476 un godo de nombre Odoacro se nombró Emperador de Roma, algunos toman esta fecha como la de la caída del Imperio Romano Occidental y al fin de
A Baskonia llegaron todas estas gentes a través de la calzada romana que iba desde Burdeos hasta Astorga que atravesaba Garazi (San Juan de Pie de Puerto) y Orreaga (Roncesvalles), la autopista de entrada a la península ibérica y que todos estos invasores usaron. Existían
Son también de esta época las luchas en Orreaga (Roncesvalles) de los baskones-romanizados Didimo y Viriniano emparentados con el mismísimo emperador romano Honorio y con su padre Teodosio el Grande, grandes “possessores” romanos que defendieron el Pirineo con su propio patrimonio y hombres (grandes terratenientes) y que mantuvieron a raya a las incursiones germánicas.
Un mando superior del ejército romano de las legiones británicas, autoproclamado como “emperador” con el nombre de Constantino III, mandó a su hijo Constante y a los mercenarios germánicos conocidos como los “Honorios” contra Dirimo y Viriniano, que fueron derrotados y degollados. El Pirineo quedó desprotegido y los germánicos entraron en la península hispánica -según explica Zósino de Contantinopla, abogado del fisco imperial sobre el año 500-.
Paul Ourliac señala que es demostrable que la aristocracia, los “ricos-hombres”, hasta
En resumen, los visigodos llegaron como defensores del Imperio, instalaron su capital en Toulouse en el 419, su origen inicial está en los países escandinavos, de donde se desplazaron por toda Europa y parte de Asia llegando a Constantinopla o a Roma, hasta que se asentaron.
Toledo fue su capital desde el 546, pero fue Sevilla el foco espiritual de los godos, con San Isidoro de Sevilla que escribió grandes obras de transición entre Roma y el poder godo como “Laudes Hispaniace”, proclamada por los historiadores españoles como la primera conciencia “nacional española”, la cual fue una idea erudita prácticamente unipersonal y más bien hispánica, pero que no tuvo continuidad durante un milenio, los godos no transmitieron su idioma, apenas dejaron restos arqueológicos y fue un simple barniz sobre la base romana.
Las invenciones de San Isidoro y sus godos fueron tomadas al pie de la letra por el reino de León y después por Castilla en
Pero lo curioso es que ese mismo Emperador romano había solicitado a su súbditos pamploneses y sus milicias la defensa del Imperio a cambio de “la soldata” frente a los bárbaros germanos, es decir, frente a los godos. La carta de la defensa de Pamplona se conoce gracias al Codice de Roda del siglo X, pero se considera como verdadera[6]. La igualdad de todos los hombres libres del Imperio Romano (lo que excluye a los esclavos) se había alcanzado con el Emperador Caracalla en el 212 d. C., al reconocer la ciudadanía romana a todos (incluido los vascos, claro), aunque su motivación fuera exclusivamente recaudatoria y el “saltus vasconum” distaba mucho de romanizarse y menos de latinizarse. En realidad sólo cuando la invasión fue un hecho y los nobles romanos se vieron derrotados, Honorio claudicó frente a los reyezuelos godos.
Los “bagaudas”
Como hemos visto, el Imperio Occidental estaba débil ya desde el siglo III y las oleadas bárbaras se sucedían, los germánicos trataron de sustituir al poder Imperial romano pero terminaron “federándose” a él tras llegar a pactos de convivencia y colaboración militar e instauraron finalmente el orden imperial en el Ebro medio y su desembocadura, no así en Baskonia. En ningún caso ocuparon o habitaron ciudades romanas, por lo que se deduce una venta de
Como dice el Catedrático en Historia Medieval José Luis Orella (Historia de Euskal Herria Tomo I): “El saltus permanece inalterable a lo largo de la historia romana sirviendo de soporte lingüístico y cultural de los vascones, los cuales encontraban en el saltus sus raíces más antiguas y el lugar refugio en los momento de acoso”. Las sierras montañosas vascas eran lugares relativamente densamente poblados, como las de Aitzgorri, Gorbea o las pequeñas lomas de la Bizkaia nuclear por ejemplo, pues que garantizaban una economía de subsistencia ganadero-pastoril.
Los baskones o vascos se volvieron muy activos, se sentían amenazados, tomando el apenas romanizado Saltus Vasconum como cuartel, se lanzaron sobre sus territorios de toda la vida que estaban en un proceso de romanización muy avanzado, sería un movimiento de carácter nacional en busca de los territorios que perdieron durante la romanización, tal y como relata Sánchez Albornoz. Se trata del fenómeno recogido en las crónicas romanas como de los “bagaudas” que se dio en la Tarraconensis en Hispania y en Novempopulania en la Galia, justo en el territorio de los diferentes pueblos vascos prerrománicos que constituirán Baskonia. “Bagauda” vendría del verbo celta baga que se traduciría como “andar errante”, lo que en textos de la época llamaban “paletos” y granjeros ignorantes, es decir, gente sin latinizar.
Entropio, s.IV, narra cómo se sublevan en las Galias los campesinos a los que llama bagaudas poco tiempo después de llegar Diocleciano al poder (año 284). Es la primera mención documentada de los bagaudas. Ya en el siglo III hubo dos conatos de rebelión tras la primera invasión germana, un intento a cada lado del Pirineo. En las Crónicas Gálicas códices de los siglos IX-X pero sobre originales de los siglos IV y V, hablan del príncipe Tibatón al mando de bagaudas que siembra el terror en tierras galas en los años 435, 437 y 448. El año 473 el conde visigodo Guterio trata de controlar la zona de Zaragoza que se encuentra sublevada para lo que pasa los Pirineos con su ejército atravesando por Pamplona.
“Se puede afirmar que, cuando finaliza el período republicano (romano), solamente las tierras de
Eran bandas formadas por vascos del Saltus Vasconum, los colonos de las grandes y medianas haciendas del Ager Vasconum y pequeños propietarios o campesinos sin tierra; tierras que habrían pasado a los grandes hacendados colaboradores con Roma, los grandes latifundistas -casi señores feudales en la decadencia romana- que pretendían extender sus propiedades por el Ager y ahora también por el Saltus Vasconum; el detonante final, además de una gran población descontenta y una administración arruinada, serían las invasiones de los pueblos germánicos con sus saqueos y la existencia de grandes zonas baskonas sin romanizar. Estos bagaudas son el comienzo de la resistencia vasca a las invasiones germánicas que se concretará en la creación de Baskonia.
En el 441 hay noticias de una derrota de la bagaudas de las Galias a manos de Asturius “dux utriusque militiae”, bagaudas que se retiran al sur pirenaico para luego volver pues en el 442 les derrota su yerno el poeta Merobaudes (Hidatio núm. 125 y 128). También hay luchas de bagaudas en el 443 cerca de Huarte-Arakil (Alta Navarra). Van de Novempopulania a
Una partida de bagaudas, con su caudillo Basilio al frente, arrasó Tarazona (Turiasson) y mató a su obispo León en el 449 (Idacio s.V, escritor originario de
Los bagaudas, con Basilio al frente, se unieron al rey suevo Rekhiario (primer monarca católico de una reino germánico pues se convirtió en el 448), instalado en Galicia y que venía de visitar a su suegro godo Teodorico I en Toulouse, juntos devastaron Zaragoza[7], tomaron Lleida y hicieron muchos cautivos. Otros jefes bagaudas fueron Amando y Eliano, a los que los bagaudas les dieron títulos de “César” y “Augusto”, es decir, tal y como se hacía con los emperadores romanos pues los bagaudas o vascos participaban de la realidad romana, eran ciudadanos romanos al contrario de los recién llegados godos.
Idacio en el 449 ya habla de “Baskonias”, por tanto antes de la irrupción en escena de los francos ya existía una realidad territorial identificable como Baskonia.
En el 584 los visigodos de Leovigildo conquistaron a los suevos, que desde Galicia hacían incursiones y saqueos en las ciudades visigodas.
La rebelión vasca frente a las invasiones fue una constante, San Isidoro habla de Baskones que infestan la Tarraconensis y atacan de nuevo a
El contemporáneo a Froya, Isidro de Borja (reproducido después por Rodrigo Ximénez de Rada y varios cronistas árabes), sobre la toma de Zaragoza comenta: “En los días de éste (el rey godo Recesvindo), toda Hispania contempla aterrada un eclipse de sol, durante el cual se distinguen las estrellas en pleno mediodía; un ejército nada exiguo rechaza no sin daños la incursión de los vascones (que estaban) con contingentes nada escasos”.
Son esos contingentes llamados “bagaudas” los que luchan contra el rey visigodo Wanba que los contiene en Cantabria donde hacían frontera en el 672, esos bagaudas son ya claramente vascos del ducado de Baskonia que veremos a continuación. Los ducados eran en un principio con el Emperador Constantino marcas fronterizas al mando de duques o jefes militares romanos, nombres usados después por los visigodos y francos.
Un período tan prolongado de bandas que controlan o luchan contra el poder romano y luego visigodo-franco, requiere de una estructura guerrera y de un gobierno pero de los que no se sabe mucho y menos de quienes eran sus cabecillas (¿vascos enriquecidos bajo Roma cuyo poder se ve en peligro quizás, “possessores” vascos?), y que dio lugar el ducado de Baskonia. Las provincias romanas de Novempopulania y Tarroconensis crearon la unidad de los vascos que se ve reflejada en el posterior ducado de Baskonia. Las rebeliones de campesinos descontentos se mezclaron con las políticas de un pueblo que al ser atacado y ante el vacío de poder romano lucha por su libertad contra el invasor.
Es difícil pensar que los baguadas sean simples campesinos descontentos y que puedan tomar ciudades amuralladas como Tarazona o Zaragoza; que tropas romanas, después visigodas, no puedan con ellos cuando sí se imponen en el resto de Europa, y que la rebelión se mantenga, aunque con diferente intensidad, durante un período tan largo de tiempo. Parece más bien un inicio de la defensa de los vascos de su territorio que tendría continuidad en el nacimiento del ducado de Baskonia en el año 600-660 y después el reino de Pamplona y de Navarra en el 824.
Parece que son en principio los vascos de las montañas y de la costa o “saltus” los que llevarán el peso la rebelión, pues son ellos los menos asimilados pues viven hasta cierto punto fuera del control romano de las ciudades romanizadas y están por la invasión continua del poder romano, en el “ager” las clases campesinas ven su sustento arrasado por la nueva situación política lejos de
[1] La palabra “Hispania” es de origen cartaginés y su significado es “Tierra de conejos” (Enciclopedia Larousse de Historia). En el libro “
[2] James Wasserman en su libro “Templarios y Asesinos”.
[3] Itinerario de Antonino, de autor desconocido, s.III, llamando así porque se creía de la época emperador de
[4] Visigodo o godos del Oeste, el nombre “godo” significa en realidad “hombre bueno” o “godo noble.
[5] Bracara que en su momento fue capital de la provincia romana de Gallecia.
[6] Incluso en la conquista de Alta Navarra en el siglo XVI, los cronistas castellanos llegan a alegar que “éste es un camino de la providencia, ya que el primer rey de Navarra, Eneko Aresta, fue ilegítimo, ya que no heredaba la monarquía de los godos, que era la legítima, por donación de Emperados Honorio”, por lo cual “Dios providencialmente ha hecho que el reino venga a manos del rey Católico”. Se refieren a Eneko Aritza, primer rey de Pamplona-Nabarra.
[7] Zaragoza era conocida entonces como Caesaraugusta en honor a Augusto, pero anteriormente se la conocía con el nombre vasco de Salduba o Salluie, poco más río Ebro arriba en Alagón – a 2,5 Km-, estaba
Las condiciones históricas en el País Vasco (CAV),
Martín Martínez Sáez de Jubera y José María González de Irujo en su libro “Onomástica vasca en