JxSí-CUP: estrategia y liderazgo

Cuando se entra en períodos políticos presididos por proyectos ambiciosos que posibilitan diversos escenarios, y ante los que se dispone de brújula pero no de mapas precisos, se hace importante el saber analizar los puntos fuertes y débiles de las diferentes estrategias y de los actores implicados. Hay dos errores habituales que hay que evitar relacionados con la estrategia y el liderazgo. Por un lado, sobrevalorar las propias fuerzas, menospreciar las del adversario y calcular mal los momentos decisivos (gestión del tiempo). Por otro, no contar con los liderazgos adecuados en términos de competencia técnica y de autoridad moral.

El primero es un error frecuente. Los ejemplos más llamativos, por no hablar de errores políticos que siempre son más interpretables, son los vinculados a hechos bélicos que denotan errores de estrategia y de cálculo por parte de quienes creían tener controlada la situación. En Gaugamela (331 aC), el rey persa Darío no supo contrarrestar la estrategia de Alejandro ni aprovechar la superioridad numérica de su ejército, cuatro o cinco veces más numeroso que el de los macedonios. Los romanos se precipitaron en sus cálculos optimistas en la batalla de Teutoburgo (9 dC) contra los germanos y en la batalla de Adrianópolis (378 dC) contra los godos. La caballería francesa se sobrevaloró a sí misma ante las visiblemente inferiores tropas inglesas en Agincourt (1415) -en la batalla que enmarca el famoso discurso “We few, we happy few” del Enrique V de Shakespeare (*). La línea Maginot, que terminaba en Bélgica, fue un grave error de cálculo francés ante Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial; etc.

El segundo error, no contar con buenos liderazgos, se convierte en decisivo en los proyectos políticos que presentan notorias dificultades. La decisión sobre quién lidera un proyecto no resulta indiferente respecto al resultado final. El “factor humano”, como ilustra la conocida novela de Graham Greene, resulta un elemento decisivo para el resultado final de los proyectos.

Un buen liderazgo no es garantía de éxito, pero un mal liderazgo lo es a menudo de fracaso. El actual proceso hacia la independencia de Cataluña necesita combinar la energía de diferentes elementos: ciudadanos, profesionales, partidos, organizaciones civiles, así como saber administrar bien las tensiones internas, externas y la gestión de los tiempos. Todo esto requiere liderazgo. Un buen liderazgo.

Naturalmente, el qué, el cómo y el cuándo del proyecto importan. Sin embargo, si no se acierta en el quién todo lo demás puede acabar fracasando. Incluso con el rigor, la preparación, la experiencia y la racionalidad no es suficiente. A un buen liderazgo hay que añadir un elemento que podemos llamar una ‘intuición tranquila’ sobre cómo enfocar los retos de futuro. Alan Turing estudió el papel de la intuición en el ámbito de las matemáticas, una perspectiva que puede parecer sorprendente. Se trata de la capacidad de establecer una anticipación mental de la articulación de los hechos que ayude al razonamiento estrictamente lógico o argumentador a llegar a conclusiones a las que por sí solo no llegaría. Es decir, una capacidad adicional que, aunque no se pueda expresar en forma de algoritmo matemático o de inferencia lógica, permite resultados más completos en el análisis de los factores y de las consecuencias de las acciones. En el ámbito político esta capacidad vendría a ser la que tienen a menudo los estadistas.

Buena parte de la ciudadanía de Cataluña, especialmente aquellos que han votado alguna de las dos fuerzas independentistas, pero no sólo ellos, permanece hoy expectante ante las negociaciones entre JxSí y la CUP para la formación de gobierno. Parece obvio que resulta conveniente evitar errores tanto en los cálculos sobre las fortalezas propias y las ajenas, como en la gestión del tiempo y la elección de los liderazgos.

Tres cuestiones básicas se vislumbran en la base de un acuerdo entre las dos formaciones independentistas: 1) establecer un “giro de izquierdas” en las políticas socioeconómicas y un giro a favor de una profundización democrática -aquí hay margen para el acuerdo, no veo dificultades insalvables-; 2) poner las bases del marco y de los métodos de un proceso constituyente en Cataluña -todavía veo menos dificultades-, y 3) dibujar los liderazgos institucionales, especialmente el del Gobierno.

Entiendo que la CUP no quiere llegar a la situación de que haya nuevas elecciones a principios de 2016, ni a defenestrar políticamente a Mas en el sentido de que no esté en el Gobierno. Esto equivaldría a dar un regalo, una victoria, a los adversarios del proceso, lo que probablemente tendría, además, consecuencias, y no precisamente en la mejor dirección.

Resulta clave para el éxito de un proceso de la envergadura política que tiene el actual elegir un liderazgo dotado de prestigio, solidez y de ‘intuición tranquila’. Nadie es imprescindible, pero algunos son más prescindibles que otros. Creo que un cambio de liderazgo conllevaría en estos momentos un debilitamiento del proceso, además de no ser entendido ni por la mayoría del electorado ni por los actores internacionales.

Creo que el actual presidente debería seguir siéndolo. Como ‘second best’, hay soluciones de ingeniería institucional que permitirían que Artur Mas, no siendo formalmente presidente, mantuviera el liderazgo político práctico del proceso. Este es el punto fundamental. Y evitar nuevas elecciones.

Espero que haya acuerdo lo antes posible y que sea solvente, tanto en relación a lo qué, como en relación al quién. El cómo y el cuándo se pueden esquematizar y proyectar, pero no pueden fijarse con precisión porque están condicionados por el desarrollo práctico de la legislatura. La mayoría del país espera acuerdos que reflejen profesionalidad y responsabilidad. No hagamos tonterías, por favor.

La ambición de poner un nuevo color en el mapa no resulta comparable a la decisión sobre si un gobierno debe ser más de derechas o más de izquierdas. El primero es un objetivo mucho más decisivo tanto para las generaciones actuales como para las generaciones futuras. Hay que retener lo que decía Turing: “Podemos ver poca cosa del futuro, pero es suficiente para darnos cuenta de que hay mucho por hacer”.

(*) “Nosotros pocos; nosotros, felices pocos” Acto 4º, escena 3ª

ARA

http://esabrilynieva.blogspot.com.es/2006/11/we-few-we-happy-few-we-band-of-brothers.html