«¿Quieres decir que / eso fue todo? / Sí. Todo pasó»
De qué no ha escrito este hombre nacido en 1929 en Kaufbeuren (Baviera): ensayos de muy distinta temática, narrativa, poemas, aforismos, textos de divulgación matemática, económica… salpimentados de claros aires libertarios, desde aquel genial texto dedicado a Buenaventura Durruti, El corto verano de la anarquía, oponiéndose a la discriminación que sufren los inmigrantes y desvelando las falacias de las identidades de pura cepa y largo aliento (agggggg). Ahora, la publicación en francés de un libro, –digamos que- autobiográfico, Tumulte, me ha hecho recordar el libro que ya estaba editado en castellano; he rebuscado en mi desorden libresco, para hallar la edición que publicó hace unos tres años la editorial Malpaso: «Tumulto».
Hans Magnus Enzensberger perteneció al grupo de intelectuales, junto a Siegfried Lenz, Günther Grass, Martin Walser , Peter Weiss, que en los sesenta descollaron por su compromiso; si los dos nombrados en primer lugar se posicionaron en terrenos socialdemócratas, y los dos siguientes derivaron hacia posturas abiertamente socialistas, el autor de La gran migración se escoraba más hacia las posturas de la nueva izquierda, con claras tonalidades anti-autoritarias y defensor del Tercer Mundo. Como muestra de su compromiso, dirigió revistas como The Transatlantic o Kursbuch convirtiendo esta última en órgano del debate de teorías revolucionarias, si bien no prestando crédito a las teorías que pronosticaban el sentido ineluctable de la historia, lo que junto a las experiencias vividas, le hacían mirar con neta desconfianza las experiencias del socialismo realmente existente –la utopía concreta de la que hablase Herbert Marcuse-, luego vendrían los aires desencantados que le llevarían a la utilización creciente de metáforas gélidas, relacionadas con el hundimiento (como el del Titanic chocando contra un iceberg); así se podía leer en un poema de los ochenta, La furia de la desaparición: «Escapismo, me hacéis / este reproche, / Y qué si no, contesto yo,/ ¡ con este tiempo de perros!…»
Reacio a escribir sobre sí mismo, los caminos de los Agustín o Rousseau le resultaban antipáticos al menos para ser transitados por él, el hallazgo de una serie de papeles olvidados, cartas, carnets de notas, , fotos, recortes de periódicos, y manuscritos abandonados, le animaron a elaborar el libro del que hablo. La ventaja que el intelectual hallaba consistía que no debía inventarse nada, revisitando y embelleciendo lo anteriormente vivido, sino aprovecharse de los materiales nombrados para reflejar los archivos de sí mismo, pertenecientes a la década de los sesenta del siglo pasado. Reflexiones de un escepticismo creciente del último mohicano de aquellos convulsos años en los que la guerra del Vietnam, las movilizaciones estudiantiles y las luchas de liberación nacional copaban el escenario de la historia; en las que no falta la distancia crítica y el humor, en primer lugar, con respecto a sí mismo.
Los principios más o menos sólidos pueden verse en sus iniciales tambaleos, que fueron promovidos en especial por sus experiencias viajeras a Rusia y a Cuba, en especial, y también a Kampuchea; su ciudadanía en la RFA no le evitaban conseguir los visados necesarios para trasladarse a los lugares nombrados, a los que no pocos intelectuales de izquierda viajaban en una especie de turismo socialista, como para cargar las pilas a la vuelta a sus países de origen; es obvio que en vez de cargarse las pilas transformadoras se gastaban ante las duras realidades contempladas, al menos en el caso que nos ocupa. Al primero de los lugares nombrados acudió, la segunda vez, con su segunda mujer, Masha, hija de una pareja de escritores celebrados en el país de los soviets, a la que había conocido en un congreso de escritores; con ella también viajaría posteriormente a la isla caribeña…de dichas experiencias saldría escaldado al ver las condiciones de vida de los ciudadanos de tales países a diferencia del trato que a ellos, como intelectuales simpatizantes, se les tributaba; ya por entonces comienzan a dejarse ver su desilusión y la mirada escéptica comienza a inundar su mente, y su pluma. Qué decir, en los momentos actuales cuando ya anciano, recuerda aquellos sueños después de todas las pesadillas a que dieron lugar , lo que no le hace caer en la acritud sino que le hace adoptar una mirada dominada por la sorna, expuesta con una brillante prosa.
El viaje ruso con que se inicia el libro se celebró en 1963, y fue motivado por una encuentro de escritores, entre quienes se encontraban algunas de las luminarias de las letras europeas (Jean-Paul Sartre, William Golding, Shólojov…). Un viaje organizado y vigilado con el más mínimo detalle, en el que se entrelazaban el turismo por los lugares debidos y con la música de fondo de los discursos oficiales en los que Nikita Kruchev, trataba de vender una imagen amable y conciliadora, solicitando a los ilustres visitantes que propagaran tales ideas a su vuelta. La vuelta tres años más tarde a dicho país le muestra éste con un ambiente era ya diferente, la disidencia era perseguida con dureza, la libertad de movimientos para los visitantes, no obstante, era de plena, o casi, libertad con el único acompañamiento de un intérprete; las escenas del congreso de escritores que fue lo que motivó el viaje son propias de una representación tragicómica, por su ostentosidad y la fosilizada lengua de los intervinientes, entre los que llevaba la voz cantante el poeta Yevtuchenko. La visita, y las escapadas con su intérprete, le sirven para conocer las entretelas de la organización soviética con su pluralidad étnica, sus zonas industriales, y los umbrales de la blanca Siberia, negra para no pocos disidentes… conoce igualmente algunas casas atestadas de habitantes; y al caer la noche, la redacción, compartida, de los reglamentarios informes que el intérprete debía rellenar sobre su acompañado. Tras el periplo vuelta a la capital y la constatación de que el culto a la personalidad, rendido a Stalin todavía perdura… Todas estas vivencias fueron las que le llevaron a alejarse de tales pagos ideológicos y a distanciarse de la oficial y todopoderosa Unión de Escritores.
Más tarde el viaje a Cuba con el fin de asistir a un congreso de escritores, en donde pasan algunos días para posteriormente viajar a California, Polinesia francesa, Australia y finalmente a Camboya, adonde había sido por el príncipe Sihanuk. El periplo cubano, que duró tres semanas, le hizo conocer la versión caribeña de las carencias soviéticas, la uniformización y el desmedido culto al jefe, convertido en adorado mesías. Viven en un hotel a la espera de ver qué decide el gobierno con respecto a ellos, luego ya contando con un domicilio particular, reciben las visitas de colegas como Lezama Lima o Heberto Padilla, precisamente la detención de éste supuso la ruptura definitiva de Enzensberger con Castro… no le faltó tampoco trabajo en la zafra a nuestro hombre.
El libro aborda igualmente algunos recuerdos praguenses y los avatares de la Fracción del Ejército Rojo germana, que desde luego no son mirados con buenos ojos por Enzensberger que ve la lucha como condenada al fracaso por marcarse unos objetivos que desbordaban cualquier medido análisis de la situación en Alemania. Son momentos de su separación de Masha…
Este viajero impenitente se dirigía, como así lo deja ver este libro, a los lugares en los que las llamas transformadoras parecían estar en su máxima altura…siempre arrastrado por el tumulto y sus desplazamientos, si bien también es verdad que o llegaba pronto o se marchaba antes de tiempo (y conste, que no digo que fuese debido a la cobardía sino tal vez a la casualidad o a cierto inconsciente complejo de Arquíloco). Y unos resabios de sentimientos descorazonados al constatar la deriva de los discursos emancipadores en catecismos, con sus clérigos o comisarios, que acaban exigiendo un prieta-las-filas que al alemán le resultaban insufribles. Y conocemos los distintos escenarios de la acción y los retratos de muchos de sus personajes, amigos y no tanto, del escritor (Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, Ilya Ehrenburg, Carlos Franqui, Pablo Neruda, Giuseppe Ungaretti, Salvador Allende, Herbert Marcuse, Nelly Sachs, y… muchas personalidades de mundo de la política y de la cultura); situaciones y personajes que puede verse que son parte sustancial de la materia prima de que está formada su obra.
Un balanceo entre la vida de un ser de cuarenta años y su mirada desde los ochenta pasados; una mirada desencantada que ofrece lecciones de interés si bien no sirve desde luego para infundir ánimos en lo que se refiere a las luchas… aunque como decía el otro, Romain Rolland, frase repetida por Antonio Gramsci y unos cuantos más, la verdad es siempre revolucionaria o al menos aunque amarga, siguiendo a Quevedo, no está de más echarla de la boca.
«Para desaliento nuestro, nos hemos enterado de
que no existe la justicia, y más aún,
para nuestro mucho mayor desaliento,
fuentes informadas rebosantes de placer
nos han comunicado
que nada remotamente parecido
pierde o debe existir jamás»
El naufragio del Titanic consta en acta… y las ilusiones del Progreso, y demás luminosas promesas, se hundieron con él… lo cual no quiere decir que el buque no siga navegando… aunque si caso se hace al escritor presentado, deberíamos plegarnos a la prescripción den infierno dantesco: lasciate ogni speranza, voi ch´entrate. Infierno-mundo que ciertas propuestas de cambiarlo han llevado a otras sucursales del mismo; ya predijpo Mijaíl Bakuin, convertido en certero Isaías, que: «Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia; Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad» .