LA señora Barcina ha propuesto cambiar la txapela de los policías forales por una gorrita tipo jugador de béisbol. Cuando leí la noticia, lo primero que pensé fue que se trataba de una inocentada, pero no, no era una inocentada y de gracioso no tiene nada. Serán, una vez más, las ganas de la señora presidenta de que discutamos y comentemos sobre un tema que, si bien no tiene ninguna importancia o trascendencia comparándolo con los que nos ocupan y preocupan, sí tiene su alcance por cuanto afecta al cada vez más humillado sentimiento navarro de gran parte de la población, más allá del costo económico.
De alguna manera me recuerda a la eliminación del adoquín y de su, a mi juicio, pérdida de identidad que tanto promueve UPN. Bueno, con esta introducción sobre la inaudita propuesta de cambiar la txapela por la gorrita, voy a entrar al trapo, mejor dicho, al tocado.
Me gustaría que esta carta pudiera estar acompañada de imágenes, pero como no es posible, les voy a pedir un esfuerzo para que visualicen mentalmente los siguientes supuestos:
Recreemos, por ejemplo, la procesión de San Fermín del 7 de julio adaptada a la ocurrencia de la señora Barcina:
¿Cómo lucirían los señores concejales, sustituyendo sus txisteras por gorras estilo adolescente americano en monopatín?
Y al arzobispo monseñor Francisco Pérez, ¿qué tal le sentaría la gorra ladeada en vez de la mitra? Estaría gracioso, ¿no?
¿Imaginan a los gaiteros, txistularis y dantzaris, en vez de cubrirse con txapelas rojas, negras o blancas, hacerlo con gorras? ¿Y a las de dantzaris, aplastada su hermosa trenza con ese guiñapo?
Y a los gigantes, ¿qué tal les sentaría la gorrita en vez de sus coronas? Además, los kilikis el día 14 de julio tirarían chicles en vez de caramelos.
Por no imaginar la propia figura del santo, habría que confeccionarle una gorra especial, por ejemplo, que llevara bordada en oro la frase ¡Oh my God!
¿Pueden suponer la apertura del curso de la universidad con su rector, vicerrectores, decanos, doctores y catedráticos tocados con gorras, aunque fueran de su correspondiente color, en vez de sus habituales birretes?
Y saliendo de nuestro pequeño entorno, he aquí otros supuestos:
¿Creen que la reina Isabel de Inglaterra estaría dispuesta a sustituir su fastuosa pamela color pastel por esa vulgaridad de gorra?
Y los toreros, ¿darían la vuelta al ruedo con la misma altivez si les cambiamos la montera por la susodicha?
Y qué pena sería que los cocineros cambiaran su gran gorro blanco por una gorra cualquiera.
Y las novias, ¡ah las novias! Saliendo del coche de lujo para besar a su elegante novio, con sus vestidos de gasa y encaje y sus preciosos zapatitos, y… ¡oh! machacados sus tirabuzones por una horrible gorra, en vez del delicado velo que le correspondería al atuendo.
Además, estoy muy preocupado por Olentzero, los Reyes Magos, Santa Claus y Papá Noel, porque, ¿les protegerá lo suficiente de las nieves de enero esa fría tela?
¿Y cómo convencemos a Caperucita Roja para que cambie la caperuza, que la ha hecho tan famosa, por esa insípida gorra?
¿Y cómo demontre va a sacar el mago un conejo de dentro de una insignificancia de gorra?
¿Y cómo va a volar una bruja en su escoba con esa isensatez?
Y pueden imaginar con gorra en vez de con la Kipá a los judíos, en vez de turbante a los árabes, de velo a las monjas, de sombrero bombín a Charles Chaplin, de gorro Frigio a los pitufos, de casco a Don Quijote, de mantilla a las folclóricas españolas.
Aducirán razones de modernidad, comodidad, etcétera, para justificar el cambio, pero de lo que en el fondo se trata para la señora Barcina y los suyos es de continuar con sus obsesiones uniformizadoras y con su aversión a todo lo que suene a singularidad, aunque sea tan nuestra, y a diversidad.
Pues bien, creo que está suficientemente claro. La Policía Foral, con txapela roja, como hasta ahora. Ni con gorra, ni con casco, por favor.
http://www.noticiasdenavarra.com/2012/10/17/opinion/colaboracion/txapela-versus-gorra