Putin y la inesperada resistencia de Zelenski

Mientras Putin y Zelenski sigan en guerra, sin ganarla ni perderla, es improbable que haya un alto el fuego.

La resistencia de los ucranianos es la gran sorpresa de esta guerra desencadenada por Putin. El presidente Zelenski no se rinde. Habla en todos los foros internacionales de países aliados. Ayer se produjo un ataque ruso a un centro comercial al lado del río Dnieper cuando, según fuentes oficiales, un millar de personas se encontraban en el interior. Las imágenes no mienten y es una acción más de los crímenes de guerra que los rusos están cometiendo en un país ocupado. La muerte de civiles que no participan en los conflictos está condenada por todas las convenciones de guerra y paz.

La guerra es una barbarie. Putin se lleva el trigo de los ucranianos recordando, la BBC habla de 800.000 toneladas de cereales, la hambruna que Stalin sometió a un pueblo que fue arrasando con la muerte contrastada de más de cuatro millones de ucranianos.

Se sospecha lo que va a hacer Putin para anexionar Ucrania a un viejo imperio que ya no existe. Lo que sorprende es la resistencia de los ucranianos y el empeño de los países del G-7 y de la OTAN en ayudar a Zelenski a ganar una guerra que será larga, dolorosa e incierta. El anuncio de la OTAN de movilizar a 300.000 soldados en la parte oriental de Europa indica hasta qué punto la ayuda militar y económica de los aliados es sólida.

La paz solo puede alcanzarse si Putin y Zelenski quieren detener las hostilidades. Y de momento no hay indicios que permitan detener las hostilidades.

Los líderes del G-7 y de la OTAN insisten en aumentar los presupuestos de defensa y en ayudar a Ucrania hasta que expulse a los rusos de su territorio. Occidente no está en guerra con Rusia pero su posicionamiento al lado de Zelenski equivale a tomar parte activa en el conflicto.

La prolongación de la guerra hace que tanto Putin como Zelenski acusen el desgaste que produce una confrontación de tal magnitud. El líder del Kremlin puede perder la confianza de sus más inmediatos colaboradores que ven cómo las víctimas de la guerra que llegan desde Ucrania son cadáveres que disminuyen su control sobre un pueblo sometido. Zelenski tendrá que asumir que si la guerra se enquista y los rusos van avanzando lenta pero inexorablemente la resistencia puede cansarse. Los aliados amigos de Ucrania pueden, además, disentir sobre el compromiso económico y bélico para ayudar a un pueblo invadido y atacado con un ejército superior.

El hecho cierto es que estamos en guerra. De momento sólo afecta a presupuestos, al alza de los precios, al miedo a la inseguridad, a posibles tensiones sociales como consecuencia de una crisis de grandes dimensiones. Pero puede ser mucho peor para todos. El objetivo de Putin es destruir la cohesión de una Europa que pasaba por momentos muy difíciles. Esto no lo ha conseguido. Tampoco ha expulsado de sus fronteras a los países de la OTAN si se tiene en cuenta que Suecia y Finlandia, históricamente neutrales, han pedido formalmente su ingreso en la Alianza. Putin ha perdido ya la guerra aunque acabe ganándola. Está fuera del circuito de las democracias y de la libertad. Es un autócrata, un dictador, que hace la guerra para conquistar territorios que no son suyos. El paso del tiempo lo pondrá en su sitio.

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