Pello Guerra: «En ‘El diario de Mola’ mezclo novela histórica y novela negra»

Periodista y escritor, acaba de publicar ‘El diario de Mola’

Pello Guerra publica su octavo libro con Pamiela y abandona su habitual temática relacionada con el Reino de Nafarroa para recrear la Iruñea de 1937, marcada por el triunfo franquista y la figura de Emilio Mola.

Pello Guerra, con su nueva obra, en Iruñea. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Este es ya su octavo libro de novela histórica. En esta ocasión ha dejado la época del Reino de Nafarroa para recrear la Iruñea de 1937. ¿A qué se debe este salto en el tiempo?

Esta es la segunda historia con la que me adentro en el siglo XX y me gusta decir que las dos han venido a buscarme. Me explico. En la primera, ‘La Escondida, una revolución entre cañas de azúcar’, cuento la historia de unos emigrantes vascos que se desplazan a México a comienzos del siglo XX para trabajar para otros vascos que tenían negocios en el estado de Nayarit, en la costa del Pacífico mexicana. Esta historia es real, ya que uno de sus descendientes, Javier Castro, me envió en un paquete que me hizo llegar desde Shanghai, donde entonces trabajaba, la información que había recopilado sobre esos familiares. Lo que me hizo llegar me cautivó y terminé novelando su historia. Y en el caso de ‘El diario de Mola’, me plantearon hacer un trabajo sobre lugares de memoria de la guerra del 36 y documentándome para prepararlo, di con un dato que me sorprendió, empecé a tirar del hilo y con lo que descubrí, fue surgiendo la historia que finalmente recojo en la novela. Entonces, en esa particular ‘guerra civil’ entre el ensayo y la novela, se impuso esta última.

¿Podemos hablar de que se mantiene en el ámbito de la novela histórica o ha incursionado en el de la novela negra?

Digamos que es un híbrido, una mezcla de los dos géneros. Es novela histórica, ya que a lo largo de la trama voy recreando cómo era la Iruñea de 1937, salpimentando la narración con datos históricos reales poco conocidos. Como se mezclan con la ficción y siguiendo lo que he hecho en mis anteriores obras, incluyo una nota de autor en la que delimito lo que es histórico y lo que es fruto de mi imaginación. Pero también considero que me adentro en el género de la novela negra, porque tiene un componente policíaco, unos ciertos tintes de novela negra. En la trama, un pequeño equipo se encarga de buscar el desaparecido diario de Mola, en concreto, el que se encontraba guardado en el Gobierno Militar de Iruñea, ya que parto de que había dos diarios, uno en Gasteiz, que era el que llevaba consigo Mola en campaña y otro,  más amplio y extenso que guardaba en la capital navarra. Los dos han desaparecido al mismo tiempo poco después de su muerte y ese equipo intenta localizar el que estaba en Iruñea. Para encontrarlo, un carlista y un falangista se embarcan en una investigación en la que incluso cuentan con la colaboración del entonces todopoderoso comisario Germán Izquierdo, y que se adentra en los bajos fondos y en los lugares más duros de la represión franquista para intentar cumplir con ese objetivo.

¿La acción se centra en el papel de Mola?

Mola es una figura muy presente a lo largo de todo el relato. Lo cierto es que cuando arranca la trama, el general golpista ya ha muerto y ha sido enterrado en el cementerio de San José de Iruñea. Pero es una sombra que impregna por completo la trama, para ofrecer la imagen tan favorable que tenían de él sus seguidores y la de personaje sangriento y despiadado que sufrieron todas aquellas personas que no comulgaban con sus ideas.

En especial, pongo el acento en todos los indicios que apuntan a la posibilidad de que Mola muriera víctima de un complot de gente de su propio bando y no en un accidente de aviación, como sostiene la versión oficial. De hecho, su viuda, Consuelo Bascón, estaba convencida de que le habían matado sus compañeros de armas, pero se procuró cerrar el caso lo más rápidamente posible. Y ante la reacción de Bascón, se decía que estaba sufriendo una enajenación transitoria a causa del shock que le había provocado la súbita muerte del general. Al morir Mola, desapareció su diario, que contenía información comprometedora para mucha gente y a muchos niveles, ya que el militar había sido el ‘Director’ de la sublevación y conocía a todos los implicados directa e indirectamente en ella. Una información que estaría recogida en detalle en ese peligroso diario.

También aparecen personajes reales que tuvieron un papel determinante en el Alzamiento franquista, como Garcilaso, el director de ‘Diario de Navarra’ de la época.

Garcilaso era una persona de la máxima confianza de Mola. Se habían conocido durante la guerra de Marruecos, a donde se desplazó el director de ‘Diario de Navarra’ para recoger las vivencias de los soldados navarros en ese conflicto. Allí entró en contacto con los llamados generales africanistas, como Franco o el propio Mola. Cuando el general fue destinado a Iruñea en marzo de 1936 como gobernador militar, Garcilaso colaboró estrechamente con él para llevar a la práctica la sublevación para poner fin a la República. El periodista fue fundamental para conseguir que el carlismo, que llevaba años conspirando contra la República, finalmente se sumara a la operación que estaban diseñando los militares. Incluso hizo de enlace entre Mola y Sanjurjo, que estaba exiliado en Portugal, para informarle al general navarro de que sería el generalísimo de los militares sublevados. Precisamente por ser Garcilaso una persona de tanta confianza para Mola, hago que su viuda recurra a él para encontrar el diario desaparecido, algo que ya pertenece a la ficción. Y el director de ‘Diario de Nafvarra’ se implica por ayudar a la viuda de su admirado militar, pero también porque esa información puede ser muy comprometedora para los implicados en el terror desatado en Nafarroa y que dejó a su paso más de 3.000 personas ejecutadas.

Refleja en la obra la división entre los vencedores de la guerra, entre falangistas y carlistas.

El franquismo se esforzó por mostrar una imagen de unidad entre las fuerzas que le habían apoyado, pero lo cierto es que el Decreto de Unificación de abril de 1937, que fundió en una sola fuerza a carlistas y falangistas bajo el mando de Franco, fue como unir agua con aceite y periódicamente saltaban chispas, ya que prácticamente lo único que compartían era el empeño en poner fin a la República. Esos enfrentamientos en ocasiones llegaron a las manos de manera muy escandalosa, como recojo en la novela basándome en hechos reales. Pero también es verdad que cuando se trataba de acabar con los que consideraban sus enemigos, aparcaban sus diferencias sin problemas.

Y también la situación de represión que padecían los vencidos, con la sombra del fuerte de Ezkaba.

Sí, es la otra cara de la misma ciudad, la de todas aquellas personas que sufren la represión de los sublevados a muchos niveles. Ya no se registraban los fusilamientos masivos del comienzo de la guerra, pero en 1937 seguía habiendo ejecuciones y sobre todo, muchas personas estaban encarceladas por sus ideas políticas en lugares como la cárcel de Iruñea, la Ciudadela o el fuerte de Ezkaba. La situación entonces ya era terrible entre los muros del fuerte, aunque la famosa fuga no aparece, ya que se produjo al año siguiente.

En relación a la represión, he puesto el acento especialmente en todas esas sacrificadas mujeres que se preocupaban de atender a los encarcelados, incluso aunque ni siquiera les conocieran. Una labor que tenían que compaginar con el cuidado de la familia, mientras ellas mismas sufrían a otra escala la represión franquista. Sin duda, su papel fue muy importante, diría que heróico, ya que lo llevaron a cabo en unas condiciones dramáticas.

Hace referencia al campo de prisioneros de La Merced, menos conocido. ¿Se ubicaba en el centro de la ciudad?

Sí, se encontraba delante del actual edificio del Arzobispado. Era un antiguo convento levantado en el siglo XVI que los franquistas convirtieron en campo de prisioneros. Últimamente está empezando a ser más conocido gracias a la labor de recuperación de la memoria histórica que están impulsando los colectivos sociales y las instituciones, pero en este caso, explico cómo era ese campo de prisioneros y cómo eran tratados quienes se encontraban encerrados en él. El adoctrinamiento al que fueron sometidos para ‘reeducarlos’ y que terminaran aceptando y asumiendo el régimen franquista. Es uno de los escenarios destacados de esta historia, aunque ya no existe, puesto que fue demolido, como ocurrió con otros campos de prisioneros existentes en el Estado en esa época.

Naiz