¿Nos alzamos de una vez?

Ni Juntos por el Sí, ni CDC ni ERC ni CUP, ni el gobierno, ni la ANC, ni Òmnium, ni ninguna de las organizaciones responsables de llevar al país a la independencia me acaba de convencer. No me acaban de convencer sus estrategias actuales. Todo el mundo se mira demasiado el ombligo. Juntos por el Sí, en sus dinámicas pequeñas y sin aprovechar el potencial que acumuló durante la campaña del 27-S. ¿Dónde están aquellos más de cien mil candidatos? ¿Qué papel les han dado? Y toda la fila de candidatos de renombre, ¿sólo servían para hacer bonito? Muchas promesas y poca realidad.
Convergencia, inmersa en su reinvención. Que sí. Que es muy necesario que este mundo se repiense y tenga un nuevo referente político que deje atrás los trastos y las malas prácticas del pujolismo. Se debe hacer fuego nuevo. Hay que ser valiente y hacer el ejercicio de dejar atrás sentimentalismos y dar un salto al 2016. Pero este proceso de refundación no puede ir en detrimento de lo que es prioritario. La independencia no puede esperar que Mas y compañía tengan la herramienta a punto. Ni puede aceptar un retorno a los eufemismos ni a las medias tintas.
Esquerra ha descubierto que las cuentas de la Generalitat no se hacen con varita mágica. El baño de realidad de la entrada en el gobierno les ha ido bien para hacerse cargo de la magnitud de la tragedia. Ahora hará falta que no aflojen y que el leer no les haga perder el escribir. Que justamente una consejería ‘suya’ haya optado por el cambio de nombre tras la amenaza del Tribunal Constitucional (aunque el presidente Puigdemont aseguró que no se cambiaría nada), no es un buen presagio.
La CUP sigue en su mundo. Más pendiente de agradar a los votantes de Podemos que de afrontar la ruptura democrática que implica el proceso de independencia. Está claro que el independentismo debe crecer tanto como sea posible antes de volver a pasar por las urnas. Pero esto no se hace creando confusión ni haciéndose ver, sino demostrando que la independencia es la única vía de ruptura con el statu quo.
El gobierno y el presidente han deslumbrado a todos. No sé si los consejeros son ‘chupi-guays’ -como dijo ayer el desafortunado Coscubiela-, pero los 37 días de gracia que correspondían a dieciocho meses de mandato ya hace días que vencieron. Y ahora hay que empezar a demostrar que la maquinaria avanza en el sentido que indicó la mayoría absoluta del 27-S. No conviene un gobierno situado a la defensiva. Ya hace días que se debería haber aprovechado el caos institucional español para tomar la iniciativa y dar pasos concretos.
La ANC vive horas bajas. Muy bajas. Las trifulcas partidistas (instigadas por gente de partido) la castigan duramente. Si esta asamblea de abril y las elecciones posteriores no sirven para frenar la deriva, tendremos un problema grueso. Los meses que vendrán piden una ANC en plena forma. Capaz de movilizar a los más inmóviles. Hace falta una Asamblea que empuje y que sea una porfía para los partidos y las instituciones. Que les incomode cuando convenga. Que les imponga respecto. Que diga lo que algunos no dirán nunca.
Òmnium ha vuelto a calcular. Intenta ayudar. Pero parece que renuncie a tener una voz propia fuerte con carácter político. Se quiere preservar. Estos últimos años ha dado pasos muy valientes, teniendo en cuenta de dónde venía. Y ahora parece como si hubiera decidido frenar un poco. Se reserva un papel de engrasador de engranajes. No me parece del todo mal. Pero quizás Jordi Cuixart es uno de los personajes que puede hacer aportaciones más valiosas en el momento actual y es de lamentar que no asuma más liderazgo.
¿Y ahora qué? Es razonable que mucha gente tenga la sensación de que esto no acaba de avanzar y se desespere. El proceso de independencia no es una cosa mecánica que se programa a una velocidad y adelante. Pero es cierto que hemos perdido temple y hay que recuperar la fuerza de tomar la iniciativa. Como con una bicicleta, cuando no se pedalea, se cae. Y como con un tándem, si no se marcha coordinadamente, te pegas un trompazo.
No hay margen para entretenerse. Hay que hacer las cosas bien hechas. La precipitación no es buena. Pero hay que avanzar sin parar. Pasa como el arroz, que cuando dejas de removerlo se pega al fondo de la cazuela. Y el problema es que, si no rascas, no te das cuenta. No se puede dejar de remover. Que los partidos y las organizaciones dejen de calcular pensando en ellos. Son importantes. Imprescindibles. Pero el compromiso ahora es que se salga el país entero. ¿Nos alzamos de una vez?

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