No sé si Feijóo entiende que sugerir el escenario balcánico es anticipar la derrota de España

Hay nervios en el PP. Visibles. Y Feijóo les expresó ayer con la cíclica referencia en la que conecta el proceso de independencia de Cataluña con los procesos de independencia, y las guerras, en los Balcanes.

El giro me sorprende. Por varias razones, pero sobre todo por una: sugerir paralelismos con el caso de los Balcanes es anticipar la mayor derrota imaginable de España. Sí, sí, es sugerir que habrá guerra y violencia y todo esto con lo que quieren asustarnos, también. Pero al final es sugerir –se dé cuenta o no– que acabaremos todos independientes, y ellos, solos. Y cuando digo todos independientes no me refiero –si trasladamos el escenario balcánico a la península ibérica– a la independencia de Cataluña sino a la de todos los Países Catalanes, del País Vasco y Galicia, e incluso a la independencia de zonas en principio nacionalmente españolas –tal y como ha ocurrido con Montenegro. Francamente, me parece chocante que alguien proyecte el futuro de su nación en estos términos.

Especialmente, porque la cuestión es que hay unas coincidencias clarísimas entre el nacionalismo español y el serbio y porque el desarrollo de la crisis sigue un trazado similar desde hace años.

Si durante un tiempo, tras la muerte de Franco, el nacionalismo español se expresaba de una manera todavía moderada, aceptando cierto bilingüismo y mostrando una cierta imagen “amable”, la careta se le cayó al partido con el cambio de siglo, con la llegada de Aznar y las campañas contra la lengua y contra el estatuto inspiradas, primero, por grupitos de intelectuales resentidos y, después, por el partido piedra angular del viejo nacionalismo español.

Y, así, a partir del cambio de siglo, se opera una transformación según la cual no se proclama ya la conveniencia o la necesidad del bilingüismo en las zonas con lengua propia del Estado, sino que reclama el retroceso de las otras lenguas. Deja de existir la preocupación formal que existía por el equilibrio lingüístico, a la que ya no se apela en modo alguno. Ahora la pretensión se hace por la superioridad demográfica de los hablantes del español, reclamando su imposición pura y simple. Demográfica. Éste es un argumento calcado del famoso ‘Memorándum’ publicado en 1986 por la Academia Serbia de las Artes y las Ciencias, que sirvió de base ideológica a Milosevic y que acabó llevando a la guerra, a las independencias y al aislamiento internacional de Belgrado.

Por ejemplo, aquel Memorándum afirmaba, contra la realidad, que los únicos que eran perseguidos y no tenían derecho a utilizar su lengua eran los serbios que vivían en territorios “bilingües” y reclamaba la primacía del serbo-croata, impuesta legalmente sobre todas otras lenguas. Estrenaba entonces la peculiar teoría de que todo aquello que no fuera comulgar con esta idea era “particularismo” y “antidemocrático”.

Serbios y españoles son calcados en esto: creen firmemente que hay unas culturas o lenguas que son superiores a otras, digan qué digan o hagan qué hagan sus hablantes, y están convencidos de que pueden exigir la imposición de la propia con medidas legales discriminatorias y, en su caso, con el recurso de la fuerza pública.

El Memorándum serbio de 1986 también ponía de relieve lo que sus autores consideraban que era una opresión económica de Serbia por las demás repúblicas. Y es curioso que este mensaje exacto haya vuelto a los medios españoles en estos últimos días. Porque es la misma perversión: la realidad no importa y, por tanto, el problema no es que Cataluña, y el resto de los Països Catalans, sufran el expolio fiscal de España, sino que ahora va y resulta que es la pobre España que vive ahogada por la potencia de las empresas catalanas, que la tienen colonizada y porque debe pagar «los caprichos nacionalistas» de la administración catalana. De nuevo, un cambio de discurso que implica un cambio de percepciones sociales notable. Y que lleva a un incremento de la violencia, que es tan visible desde hace años que hoy ya estamos en la fase en la que podemos decir que si seguimos en el Estado español es sólo por el recurso de la violencia –verbal, legislativa, política, penal, física, mediática– que hacen.

Por último, es lógico pensar que el retorno repentino de Feijóo al escenario balcánico y serbio es sólo el fruto de la batalla para conseguir la presidencia del gobierno español. Y esto podría hacer pensar a alguien que la cosa es más anecdótica y tiene menos importancia de lo que parece. Pero no se equivoque. En Serbia, Milosevic no era un nacionalista serbio supremacista hasta que no necesitó ese arma para ganar y dirigir el país. Y ésta no deja de ser otra coincidencia más.

PS. Hace unas semanas, escribí este editorial (1) explicando a la izquierda española la misma lección de Serbia y Yugoslavia pero al revés, desde el punto de vista de los serbios que supieron que derrotar a su propio imperialismo era la única manera de que ellos también ganaran. Por si alguien quiere repasarle.

(1) https://www.vilaweb.cat/noticies/salvar-espanya-dels-espanyols-i-ii/

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