Muriel Casals

LA VANGUARDIA

La revuelta tranquila

CARME FORCADELL

La expresidenta de la ANC Carme Forcadell recuerda la figura de la difunta Muriel Casals

El equilibrio preciso entre tranquilidad y firmeza, entre serenidad y convencimiento, entre serenidad y confianza. Este es el gran legado que nos deja Muriel: la demostración de que es posible afrontar grandes retos, liderar grandes cambios, y a la vez hacerlo exquisitamente bien, con la pausa necesaria, con una sonrisa y buscando siempre el máximo de acuerdos y consensos.

Todos estos valores conforman y ejemplifican la dimensión humana y de país de Muriel. Su manera de ser y de hacer ha impregnado un proceso político difícil, lo ha suavizado y le ha limado las aristas y asperezas, buscando puntos de unión y estableciendo puentes de diálogo para sumar sensibilidades diversas, consciente de que Cataluña es, afortunadamente, un país plural. Seguro que, sin Muriel, este proceso habría sido diferente. Su actitud ha sido clave en momentos de gran dificultad, en decisiones complejas que requerían coser diferencias que, en un inicio, habrían podido parecer insalvables.

Recuerdo cuando, para explicar el salto adelante de Òmnium Cultural y su implicación para conseguir un Estado independiente, Muriel se refería al lema «Lengua, cultura y país» y explicaba que, sin país, no habría lengua ni cultura para defender. Durante su presidencia, Òmnium se convirtió, junto con la Asamblea, en un referente de la sociedad civil. La manifestación del 10 de julio de 2010 contra la sentencia del Tribunal Constitucional que recortaba el Estatuto se convirtió en un importante preludio y el arranque de una serie de años apasionantes con las consultas populares sobre la independencia, primero, y las multitudinarias movilizaciones de las Jornadas desde el 2012 al 2015, pasando por la histórica consulta del 9 de noviembre de 2014, después.

El paso definitivo de Òmnium -con Muriel a la cabeza- hacia la implicación política y el independentismo refleja el cambio que ha experimentado buena parte de la sociedad catalana. Sin rupturas, sin dramatismos, con mucho convencimiento e ilusión por el futuro que se vislumbra. Estoy convencida de que esta tranquilidad y serenidad con que Muriel afrontaba los retos que hemos vivido en los últimos años ha sido clave en el paso de mucha gente hacia el independentismo.

Y ahora nos toca seguir caminando, a pesar de que el camino será más complicado, más empinado. Continuaremos caminando aunque echaremos en falta su guía, prudente, sencilla, amable. Lo recorreremos porque, a buen seguro, Muriel no permitiría, no permitirías que nos detuviéramos ni un solo instante. Esta es nuestra gran responsabilidad: hacer camino siguiendo tu ejemplo.

Querida amiga, maestra y referente. Muriel ha sido todo esto y más para mí después de tantos años compartiendo grandes momentos e ilusiones. Y precisamente por eso, el mejor homenaje es seguir luchando, avanzando e intentando hacer realidad un país nuevo más justo, más próspero, más democrático. Y que lo hacemos siguiendo tu magisterio.

Muriel, no tengas ninguna duda: continuaremos la revuelta tranquila, la revuelta de las sonrisas, la de tu sonrisa.

 

EL PUNT-AVUI

El llanto de la revuelta de las sonrisas

Oriol Junqueras y Marta Rovira –

Vicepresidente de la Generalitat y portavoz de JxSí

La vida puede llegar a ser extraordinaria y apasionante. Y conmovedora y trágicamente injusta. A menudo somos inmunes a la tragedia porque vivimos rodeados de sucesos desalentadores que obviamos, en todo momento que atendemos nuestro entorno más inmediato mientras nos aferramos a nuestras vidas y procuramos el bienestar de los nuestros, sobre todo los que nos son más cercanos, empezando por la familia. Excepto cuando te toca de cerca el infortunio y es entonces cuando interiorizas la tragedia. Sólo hay una cosa segura en nuestras vidas, que nos iguala por arriba y por abajo, a la derecha y a la izquierda, y es que nuestro recorrido vital tiene un inicio y un final. Pero cuando este final llega de repente, sin avisar, es cuando nos impacta, cuando nos deja helados o abatidos.

Decíamos que procurarse la felicidad a un mismo o a nuestros familiares y amigos es normal, ordinario, aunque no por ello menos importante y necesario. Pero es cuando procuramos el bien común cuando hacemos algo extraordinario, en el sentido que ponemos nuestra determinación en favor de una causa universal que trasciende nuestro espacio vital. Esta causa, en el caso de Muriel Casals, es la de Cataluña, que también es la causa de la libertad y la justicia, de un futuro más próspero y de plenitud para todos. La causa de Muriel es también nuestra causa y es esto lo que nos hermanaba más allá de tradiciones políticas o nuestros particulares orígenes, trayectoria o generación. Muriel era parte indisociable de esta comunidad heterodoxa y transversal que es Juntos por el Sí, una coalición que es extraordinaria en sí misma y que tenía en Muriel Casals una de sus integrantes destacadas, dentro de una familia de candidatos que han llegado a formar más de cien mil personas, que se dice pronto. Cataluña, que es una nación modesta en el conjunto de la humanidad, ha protagonizado episodios gigantescos a escala mundial, como esta candidatura multitudinaria que era el fruto de estas movilizaciones masivas que han brillado con luz propia en Europa y en el mundo entero. Muriel era una mujer con una trayectoria de largo recorrido que en estos últimos años se había significado por estar al frente de Òmnium Cultural y por haberse convertido en uno de los iconos de esta revuelta cívica de las sonrisas, sonrisas que hoy se han desvanecido por un momento, sólo un instante. No nos podemos permitir el lujo de despedir a una persona así abatidos, ni rehenes del desánimo. Porque ni ella lo habría querido ni es el homenaje que todos le queremos hacer. No sería justo dejar sólo lágrimas de despedida. Lo que necesitamos, lo que ella se merece en definitiva, es una inmensa sonrisa, tierna, dulce y entusiasta vez, llena de esperanza y alegría, sabedores que nos ha acompañado hasta aquí, que hemos compartido episodios y jornadas memorables, que juntos hemos hecho historia. Y que no nos detendremos, que nada nos detendrá, que seguiremos adelante leales a un mandato, que lograremos convertir en éxito los anhelos de tanta gente, también los suyos, que son los nuestros.

Esta pequeña comunidad tan plural que somos los 62 diputados de Juntos por el Sí hoy estamos de luto, del primero al último, y, por extensión, los 72 diputados independentistas del Parlamento y, para ser justos, todos los amantes de la libertad y la justicia de esta cámara y del conjunto del país, todos los que creen en la fraternidad y toda la gente de buena voluntad. Es un duelo sereno que mañana mismo transformaremos en energía y en un renovado impulso en el camino de la independencia, que sin duda es el mejor tributo a su memoria. Descansa en paz, Muriel. Una enorme abrazo a toda la familia y a todo un país que sabe que eres de los suyos, de los nuestros, y que con tu ejemplo militante has puesto un poco más cerca de la libertad. Ninguno de los esfuerzos habrá sido en vano; ninguno de los anhelos, menos fuerte. Y como la semilla que nos acompañará siempre, tu recuerdo pervivirá entre todos nosotros como un presente y un estímulo para cuando dudemos o nos sintamos más débiles. Vivirás con nosotros y entre todos culminaremos la gran empresa de la que tú has sido protagonista destacada, valiente y entusiasta: ¡la República Catalana!

 

VILAWEB

La fuerza tranquila de la Muriel

Carles Puigdemont (presidente de la Generalitat)

La muerte inesperada y prematura de Muriel Casals nos deja sin una de las voces y personalidades que ha contribuido decisivamente a cambiar la historia reciente de este país. Todas las Muriel que hay entre los que la hemos conocido en alguna de las etapas de su vida son la misma, y lo adivinamos enseguida cuando nos ponemos a hablar de ella; da igual si es alguien que la haya visto trabajar desde su temprano compromiso político o alguien que haya visto la última versión. Siempre era la misma en el carácter y las convicciones, en la manera de expresarse y en el modo de tratar a los demás. Hablar de política, de cultura, de lengua o de país era un todo, y por eso Muriel contemplaba esta etapa del país con una ilusión emocionada que apenas podía disimular, sobre todo en las grandes ocasiones. Una etapa en la que todo lo que le ha importado a lo largo de la vida confluía en un proyecto coral: la independencia de Cataluña empujada desde la sociedad civil, de manera transversal y con la complicidad de la política parlamentaria de la que ella había aceptado de formar parte como último acto de servicio.

Desde su condición de mujer progresista y desde su catalanismo profundo, leyó la evolución del país y vio que la independencia era la única salida para los anhelos sociales y nacionales por los que había luchado siempre. Y por eso tenía claro siempre que el soberanismo debía ser transversal para ser mayoritario y trabajó con insistencia para ampliar sus bases. La sonrisa con que Muriel Casals explicaba siempre las cosas ayudaba a sumar complicidades. Porque ella ejemplificaba mejor que nadie lo que ya se conoce como la revolución de las sonrisas. Es nuestra manera de hacer las cosas, con una sonrisa en los labios, con la fuerza tranquila que nos da saber que somos mayoría, con la gente y con las urnas. Una mayoría que ella había ayudado a hacer grande y que sabía que todavía la teníamos que hacer más grande. Muriel estaba llamada, en su condición de presidenta de la comisión parlamentaria de estudio del proceso constituyente, a tener un rol fundamental en la consecución del proyecto colectivo que ha movilizado tantas y tantas personas.

Luchadora por la democracia, defensora de los derechos de las personas, comprometida con la lengua y la cultura, con la cultura de la paz y la solidaridad, Muriel es un referente ético a seguir. En tiempos de crisis de la política, los valores de Muriel son los que tenemos que defender y reivindicar: la honestidad, la coherencia, la sencillez, la discreción, la ternura… No estaríamos aquí y de esta manera sin el esfuerzo, a menudo discreto, de algunas personas muy determinadas. En los momentos más difíciles del proceso, su papel ha sido determinante. Y siempre rehuyendo los focos, con esa humildad que la caracterizaba. Muriel tenía todas las virtudes del proceso y ninguno de sus defectos. La recordaré con un agradecimiento infinito en aquellas pequeñas horas en que todo parecía peligrar (en más de una ocasión, todo hay que decirlo) y emergía, casi sin darse cuenta de ello, una voluntad indoblegable de una mujer que físicamente podía parecer frágil pero que tenía todas las fortalezas que se pueden tener en el mundo civilizado: cultura, diálogo, paciencia… y convicciones basadas en una búsqueda esforzada del bien común. Cuando la veía preocupada, yo me preocupaba mucho; cuando la veía felizmente emocionada, me conmovía y me hacía feliz verla feliz y sabía que íbamos bien. Se le podía escapar a la vez una sonrisa tímida, una mirada cómplice y alguna discretísima lágrima difícil de contener para expresar, estas últimas semanas entre la investidura y el accidente, todo lo que sentía ante el reto que teníamos -y tenemos- por delante. Ella ha sido una de las personas más importantes y decisivas, y le debemos renovar y redoblar el compromiso para llegar hasta el final. Recordaremos a Muriel, recordaremos su ejemplo que ennoblece el país y sabremos completar el sueño que tanta gente como Muriel ha ayudado a hacer posible y luminoso. Ganaremos por ella.

 

ARA

Muriel, a imagen del proceso

SALVADOR CARDÚS

La reacción unánime de desolación -es decir, de desconsuelo- ante la muerte inesperada de Muriel Casals no deja mucho espacio para añadir nada más. Muriel, con su bondad generosa y a la vez con un carácter fuerte y perseverante, cada obstáculo que ha vivido el camino hacia la independencia ha sido la persona en quien depositábamos la última esperanza de una solución acordada. El presidente Artur Mas lo ha dicho con todo el acierto: Muriel Casals era una persona de comportamiento noble -en aguas turbias, añado yo-, y «la mejor de todos nosotros». Es así.

Sin embargo, sí considero oportuno hacer una reflexión sobre el tipo de liderazgo que Muriel Casals ha ejercido sobre nuestro proceso de emancipación nacional, iniciado hace diez años. Por un lado, porque nos puede ayudar a comprender mejor la lógica de este despertar. Por otro, porque podría servir para no perder de vista cuál es la virtud -es decir, la fuerza- la ejemplaridad que Muriel Casals ha aportado y que debería seguir siendo uno de los rasgos distintivos para poder llegar con éxito hasta el final.

Por decirlo con una idea breve, afirmo que Muriel Casals combinaba su fragilidad física con una extrema fortaleza moral. Mejor dicho: supo poner la fragilidad física al servicio de la fortaleza moral. Me refiero a que su presencia pública menuda y tímida, su voz pausada y sin levantar nunca la voz o aquellos ojos que siempre buscaban la complicidad del interlocutor particular o del gran auditorio, y precisamente por estas características, es lo que vigoriza la solidez de sus argumentos, la claridad de su determinación y la dignidad de su compromiso.

Pues bien: sostengo que es precisamente esta lógica paradójica del comportamiento de Muriel Casals la que ha caracterizado también todo el despertar nacional hasta el punto que ella misma, sin quererlo ni darse cuenta, se había convertido en su imagen exacta. Efectivamente, Cataluña comenzó a reaccionar a partir de mediados de la primera década de este siglo a la humillación por el ensañamiento político que acompañó el fracaso de la reforma estatutaria. Y ante ello reaccionó desde la debilidad de la derrota política de la generación a la que tocaba liderar el país los siguientes veinticinco años. En 2006, políticamente, Cataluña era un país muy debilitado que podría haberse resignado a la irrelevancia y a una lenta pero irremisible desaparición como sujeto político. Y, sin embargo, es de esta conciencia de la propia fragilidad ante un Estado nacionalmente despiadado de donde el país sacó fuerzas de la debilidad para responder. Por eso España ha tardado tanto en tomarse en serio las modestas movilizaciones iniciadas por la Plataforma por el Derecho a Decidir, por Reagrupament o por las consultas iniciadas en Arenys de Munt. ¡Ahora ya somos su principal problema a la hora de gobernarse ellos mismos!

Muriel Casals, en definitiva, ha sido la imagen exacta de todos nuestros gestos frágiles ante la fuerza desbocada de tribunales comprados, de servicios de inteligencia estúpidos, de medios de comunicación agresivos, de gobiernos ciegos, sordos y mudos, en definitiva, de un Estado impotente y ridículamente amenazador. Muriel Casals es la antiheroína que nos ha mostrado cómo se puede ganar la batalla de la libertad desde la radicalidad democrática. Si olvidáramos a Muriel, perderíamos la batalla.

 

EL PUNT-AVUI

Elogio de la fragilidad (a Muriel Casals)

JORDI PANYELLA

En la fragilidad está la esencia de todas las cosas. La fragilidad es inicio -instantes después de la gran explosión-, y la fragilidad es final, sólo un instante antes de la última bocanada. La fragilidad es la razón, la voz fina y calma, el paso pequeño que arranca el caminar de todos los pasos. La fragilidad es la bandera desgarrada en el palo más alto por el azote del vendaval, enseña que en un instante parece morir y que luego despega. La fragilidad es el miedo de adentrarse en los caminos de la noche, el miedo de ver apagarse el faro de una mirada luminosa, limpia y clara. La fragilidad es, también, y para suerte de náufragos, el momento preciso de cada nuevo amanecer, las olas que se levantan cuando el sol se levanta, el nuevo palo que ahora se alza en tierra firme y también la bandera que será izada.

 

LA VANGUARDIA

Muriel Casals, la dama del soberanismo cultural

FRANCESC-MARC ÁLVARO

Muriel Casals i Couturier, a pesar de llevar muchas décadas de compromiso político y activismo cultural, no fue una figura conocida para el gran público hasta que llegó a la presidencia de Òmnium Cultural en 2010, después de la etapa liderada por Jordi Porta, y sobre todo a partir del 2012, cuando cobra fuerza el proceso soberanista. El catalanismo y las ideas progresistas formaban parte de su ambiente familiar. Hija de un abogado que había luchado en el bando republicano y emprendió el camino del exilio y de una maestra francesa, Muriel Casals nació en la ciudad de Aviñón en 1945. Pronto, todos volvieron a Catalunya y se establecieron en Sabadell, la ciudad del padre.

Estudiante brillante de Económicas en la UB, Muriel Casals decidió dedicarse al mundo académico y fue, desde bien joven, profesora del departamento de Economía e Historia Económica de la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1981 leyó su tesis doctoral sobre La indústria tèxtil llanera i la guerra del 1914-18, una investigación realizada bajo el magisterio de Jordi Nadal. Antes ya encontramos sus aportaciones en algunas obras especializadas, como el volumen colectivo Economia crítica: una perspectiva catalana, que Edicions 62 publicó en 1973 como una muestra del pensamiento económico de la nueva generación que conectaba con las grandes corrientes y debates mundiales.

Es en este ambiente universitario donde Casals también concreta su compromiso político y empieza a militar en el PSUC, la organización principal de la oposición clandestina al franquismo y un partido clave en la transición. Al igual que otros profesionales y académicos vinculados a las siglas históricas de los comunistas catalanes, la joven profesora formaba parte del círculo de confianza de Antoni Gutiérrez Díaz, secretario general del PSUC durante casi una década. Casals –que siguió vinculada a este espacio ideológico cuando se refundó como Iniciativa per Catalunya– fue miembro del primer Consejo de Administración de la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió a propuesta de esta formación, una labor de la que se sentía especialmente satisfecha por haber podido colaborar en la puesta en marcha de TV3 y Catalunya Ràdio. Con el paso del tiempo, se fue distanciando de ICV y, finalmente, se desligó de cualquier opción de partido. Según uno de sus amigos, Casals fue una de las primeras personas provenientes del viejo PSUC que se declaró abiertamente independentista.

Ciudadana integrada en varias entidades culturales y cívicas, Muriel Casals fue miembro de la junta del Ateneu Barcelonès y vicepresidenta de la Fundació Bofill, donde coincidió con el actual presidente de la ANC, Jordi Sánchez, que entonces era el director de esta importante institución de análisis social. Miembro de la junta nacional de Òmnium Cultural desde 2008, su llegada a la presidencia de la histórica entidad se produjo dos años después. Si Jordi Porta representó la modernización, la profesionalización y la apertura de Òmnium a nuevos sectores jóvenes y dinámicos, la etapa de Casals ha sido la de la implicación de la entidad en el soberanismo, al lado de la ANC y la Associació de Municipis per la Independència. El talante dialogante y tranquilo de Casals fue de gran ayuda para forjar consensos y acciones unitarias. Su imagen de mujer juiciosa que siempre encontraba el tono adecuado se hizo habitual en concentraciones y manifestaciones soberanistas, a menudo haciendo tándem con Carme Forcadell, presidenta de la ANC.

Quien firma estas líneas tuvo el honor de formar parte de la junta de Òmnium presidida por Muriel Casals. Como máxima responsable de la organización más potente, numerosa y arraigada del catalanismo cultural, siempre escuchó a todo el mundo y siempre se mostró preocupada por llegar a los ciudadanos que no participan del proyecto de la independencia. Su elegancia natural combinaba la inteligencia con la firmeza de las convicciones y la flexibilidad a la hora de encontrar soluciones. A raíz de la creación de la coalición Junts pel Sí, Casals saltó a la arena política como independiente y fue elegida diputada al Parlament el 27-S. Su presencia en las listas fue muy bien recibida. La dama del soberanismo cultural conectaba con mucha gente.

Muriel Casals estuvo casada con el también economista y compañero de estudios y de generación Emili Gasch –hijo del famoso crítico de arte Sebatià Gasch-, con quien tuvo una hija, Laia.

Hace un mes tuve el enorme privilegio de comer en su casa, con un pequeño grupo de amigos. Muriel era consciente del reto enorme que tienen los diputados soberanistas y era feliz de trabajar para hacer posible un nuevo país, más justo y más libre. Sus bonitos ojos transmitían esperanza, pasión y sentido común. La echaremos mucho de menos.