Los derechos son para ejercerlos

Desde la formación de gobierno el 10-E, si no antes por los resultados del 27-S, y sobre todo condicionados por la victoria el 20-D, aquí, desde En Común Podemos, se ha extendido la patraña que para hacer posible la independencia de Cataluña se ha de volver al derecho a decidir. Todo para buscar el apoyo de los de Podemos, los de En Común, los de Cataluña Sí se Puede y todas sus variantes actuales y futuras, que dice que defienden el derecho pero que aún no han tenido suficiente tiempo ni razones para decidirse. Pues bien: creo que este supuesto es erróneo, que es parcial -por no decir partidista- y que no acabará dando el resultado esperado.

Lo más grave de estas martingalas es que obligan a dar un paso atrás a la mayoría -el 48 por ciento del 27-S-, que ya se había decidido por la independencia, que había hecho un gran esfuerzo para confiar en ella y que había asumido sus riesgos. Todo para facilitar que se pesquen votos entre el 9 por ciento que, ante el desafío plebiscitario, se acabó escondiendo bajo las faldas del derecho a decidir pero sin querer ejercerlo (un gesto, por cierto, que también podría tentar a CDC en relación con lo que representaba UDC). Mi opinión es que el argumento de que hay que retroceder al derecho a decidir para invitar a participar a estos sectores de la «nueva» izquierda política -y del viejo autonomismo- en un debate constituyente que no tiene la independencia como punto de partida está creando una enorme confusión. ¿Es que alguien cree de verdad que el apoyo a la independencia de esta «nueva» izquierda se conseguirá implicándolos en un debate que confrontará modelos de país muy diversos -afortunadamente- en que el acuerdo, en ningún caso, podrá satisfacer sus exigencias particulares? ¿Y cómo se podrá mantener la confianza y el compromiso de la mayoría que ya quiere la independencia si quienes lideran la convención constituyente nos dicen que, como resultado del debate, todavia se podría acabar abrazando una solución federal, como he leído en una entrevista reciente?

Es cierto que la culminación de la independencia, aparte de los factores externos que pueden condicionar la resolución final, se producirá en las urnas, como se ha repetido hasta la extenuación, y por tanto se debe ser mayoría. Y es obvio que, cuanto mayor sea la mayoría, con más fuerza arrancará el nuevo país. Pero, tal como lo veo, el éxito depende de dos factores.

En primer lugar, se llegará a eso si se dan suficientes garantías al conjunto de los catalanes de que, en el momento definitivo, no nos haremos daño. Es decir, si se avanza con paso firme y se explica cómo se encarará el momento decisivo. Se trata de una cuestión trascendental para evitar deserciones y, sobre todo, para convencer de que la independencia, además de necesaria, es posible. Un convencimiento que a estas alturas todavía es muy débil.

En segundo lugar, la mayoría dependerá de la capacidad para vencer las resistencias emocionales de todos aquellos que, fruto de campañas exteriores y de errores propios, todavía ven la independencia como un descalabro, una especie de gran desastre, de desconexión, de aislamiento del país. Y tengo la certeza de que esto se reparte muy uniformemente a derecha e izquierda, entre castellanohablantes y catalanohablantes o entre los sectores sociales más favorecidos o más desfavorecidos. He aquí los dos frentes donde hay que trabajar, sin cálculos partidistas, sin sesgos étnicos y sin ir con el lirio en la mano.

Y al final habrá un referéndum en el que ya no habrá subterfugios ni para decir que se quiere la independencia pero pensando que se trata de una gesticulación épica sin consecuencias, ni para decir ‘no’ empujados por el miedo al caos, ni para esconderse en cobardes opciones dilatorias. Los derechos son para ejercerlos, no para tenerlos en un bote en formol.

ARA