Harrikulunka, la roca oscilante del Baztán

Según los geólogos es una piedra desprendida de la cercana cresta rocosa de Argibel, pero hay otras explicaciones más fabulosas sobre su origen

Elizondo, Navarra

 

El valle de Baztán se oculta en el extremo más septentrional del Pirineo navarro. Es un territorio alargado en sentido noreste-suroeste que resume como ningún otro la cultura vasca: en su lengua, en sus casas, en su paisaje, en sus deportes, en sus tradiciones. Baztán es una esmeralda brillante de pastos y montañas redondeadas, repleto de leyendas.

La capital del valle es Elizondo, una hermosa localidad de apenas cuatro mil habitantes que suele ser la base para quienes visitan Baztán. Desde su barrio de Beartzun, en una nada despreciable caminata de nueve kilómetros, se llega hasta el paraje de Harrikulunka. Es una roca que se calcula pesa alrededor de 30 toneladas. Según los geólogos, es una piedra desprendida de la cercana cresta rocosa de Argibel, con un granito muy antiguo y descompuesto por el viento y la lluvia.

Harrikulunka la piedra del valle de Baztán

 

La curiosidad: que –como su nombre en euskera indica– es una piedra mecedora. Es decir, que solo tiene un pequeñísimo punto de apoyo sobre otra piedra de mayor tamaño que le hace de base. En los días de fuerte viento del norte se puede apreciar a simple vista cómo el enorme pedrusco efectúa unos ligeros cabeceos. Si dos personas se suben a sus extremos y presionan con las piernas, puede también acentuarse el efecto, hasta hacerse perceptible. Si no es así la piedra es inamovible, pues su peso es el del equivalente a treinta automóviles de tamaño medio.

La aburrida explicación de los geólogos no le dice gran cosa a los baztaneses, que manejan dos leyendas para explicar la existencia de Harrikulunka. La que se remonta a tiempos medievales hace aparecer al héroe Roldán, protagonista de muchos de los paisajes más enigmáticos de los Pirineos. Según la tradición, tomando impulso desde el cercano monte Autza, el mítico soldado lanzó la enorme roca, que fue a caer sobre otra de mayor tamaño y se quedó oscilando, sin decidirse a caer de un lado o del otro.

Hay dos leyendas para explicar la existencia de Harrikulunka

Otra historia se remonta aún más, a tiempos bíblicos, aunque esta explicación todavía añade más confusión al asunto. Habría sido un gentil –es decir, un no judío– quien habría tratado de dar de pleno a la catedral de Pamplona con el colosal pedrusco para destruirla. No hay que ser muy sagaz para concluir que el tiro se quedó corto. Y si la mezcla entre el templo de la capital navarra (cuya parte más antigua se remonta al siglo XIV), y los gentiles del Antiguo Testamento no coinciden en la cronología histórica, ello no va a estropear una buena leyenda. El fenómeno geológico de las piedras oscilantes suele ir asociado a explicaciones sobrenaturales: sucede lo mismo con Pedralta en Sant Feliu de Guíxols (Girona) o Cabirta, en la gallega Costa da Morte, donde hay una buena colección de estas rocas.

Túmulo Arotzeneko Borda – Beartzun (Baztán)

By Uranzu vía Wikimedia Commons

 

Aunque entre los montañeros vascos y navarros Harrikulunka es un enclave algo frecuentado, para el grueso de la población es un paraje bastante desconocido. De hecho, ni siquiera consta entre los lugares a visitar que destaca la web oficial de turismo del valle. Para llegar hasta allí hay que caminar, inevitablemente. Partiendo de Beartzun, el paraje de Largain es la primera referencia. Hay que pasar junto a un delicioso hayedo que parece extraído de un cuento para llegar hasta la cresta de Argibel. Harrikulunka es muy visible. Dicen los viejos del lugar, sin embargo, que en las últimas décadas la piedra mecedora se ha ido desgastando por la base y que ahora cabecea mucho menos que cincuenta años atrás.

La comarca de Baztán está repleta de lugares mágicos, como las famosas cuevas de Zugarramurdi, donde se celebraron aquelarres en la edad media y que ahora forman parte de la llamada Ruta de las Brujas; Infernuko Errota (el molino del Infierno); las encantadoras cascadas de Xorroxin o Oinaska.

 

Cascadas de Xorroxin

 

Getty Images/iStockphoto

 

En el barrio de Bozate sigue muy viva la huella de los agotes, un colectivo marginado pese a no tener características físicas diferentes al resto de los baztaneses. Se explica de ellos que protagonizaban prácticas paganas, por lo que fueron desterrados a barrios apartados y obligados a vestir una indumentaria que les hiciera fácilmente identificables. En la iglesia debían oír misa en un lugar segregado, e incluso había pilas bautismales para su uso exclusivo, no fuera que contaminaran al resto de los cristianos. La discriminación de los agotes duró hasta 1819, año en que una disposición de las Cortes de Navarra la abolió formalmente.

La Vanguardia