Encender la alarma en el campamento enemigo

Me gustaría llamar su atención sobre este artículo de opinión de Soledad Gallego-Díaz, publicado de forma muy destacada ayer en el diario ‘El País’, faro de la España posfranquista: “El acuerdo PSOE-Junts resulta incómodo, no por la ley de amnistía, sino por el relato que sostiene”.

Gallego-Díaz es uno de los primeros periodistas que se incorporaron a ‘El País’ en 1976 y llegó a ser su directora entre 2018 y 2020, cuando marcó de forma muy fuerte la línea editorial respecto del conflicto que España tiene con Cataluña. Considerada como una mujer de izquierdas, no es en ningún caso una articulista cualquiera.

Y, de hecho, escribe un artículo muy acertado y clarividente en el que se pregunta, muy alarmada, por qué el PSOE ha aceptado que “las reivindicaciones, no de los independentistas, sino de la ‘sociedad catalana’ en su conjunto, ‘tienen un profundo recorrido histórico’”. Sabe ver perfectamente dónde está la carga de profundidad.

La señora Gallego-Díaz dice que es «difícil de aceptar que la sociedad catalana de 1716 se viera a sí misma como una nación». Pierre Vilar, por citar un nombre indiscutible, ya respondió documentadamente esta pregunta hace muchas décadas en un sentido afirmativo. En Europa, en aquella época, todavía no existían naciones en el sentido contemporáneo de la palabra, pero Cataluña era una de las “pre-naciones” más claras y conscientes del continente. Sin embargo, Gallego-Díaz, como nacionalista que es, reivindica la historia, pero pensando en la política y consciente de la importancia primordial que tiene para la política cómo se retrata la identidad propia desde el pasado.

Y por eso mismo inmediatamente después se muestra aún más desconcertada por el hecho de que el PSOE haya aceptado por escrito que el referéndum de independencia del Primero de Octubre de 2017 fue un referéndum y que reconozca que el ‘sí’ fue multitudinario, entre otras cuestiones.

Como resumen, la autora confiesa al final del artículo que «es difícil moverse con comodidad» en el texto del documento «por los sobresaltos continuos que causa el relato de lo ocurrido, los ‘antecedentes’ o la consideración de ‘oportunidad histórica’”.

La firma del acuerdo entre Junts y el PSOE ha descolocado a un lado y al otro, pues. Lo que es comprensible, porque es un vuelco demasiado repentino de guion a ambos lados y difícil de digerir deprisa. Siempre ocurre igual cuando se producen estas situaciones. Pero, al parecer, en Madrid los más perspicaces ya empiezan a darse cuenta de la magnitud de la maniobra, más rápido incluso que en Barcelona.

Porque podemos pensar lo que queramos de la viabilidad de este acuerdo y de si lo cumplirán o no, pero el relato, el texto que ha firmado el PSOE, va mucho más allá de lo que nunca cualquier partido de obediencia española había aceptado y sitúa el conflicto entre Cataluña y España en un terreno de juego muy profundo. Profundo en la escala histórica y en la concepción del propio conflicto. Los socialistas españoles aceptan que existe un problema real que no depende de la constitución, ni del estatuto, ni de cómo se hizo el final del franquismo, ni de lo que ocurrió durante la dictadura, ni de la República, ni de nada de todo ello, sino de la existencia de dos naciones separadas, que en su momento tenían marcos estatales diferentes que una guerra intentó convertir en uno solo. Y que hace siglos que no logra.

A algunos, esto les parecerá retórica y nada más. Palabritas. Lo puedo entender: hemos acumulado tantas decepciones en estos últimos años que ahora lo más fácil y cómodo –y seguramente lo más satisfactorio, también– es sentirnos decepcionados. Personalmente, ya dije que no veía suficientes garantías de que lo del PSOE no serán solo palabras. Y que creo que firmar así es un error. Pero, al mismo tiempo, debo decir que Gallego-Díaz está muy acertada al encender la alarma en el campamento enemigo y que detalles como estos no es bueno pasarlos por alto si tienes voluntad de ganar.

Porque si el mecanismo internacional de verificación es serio y potente –y he empezado a pensar que lo debe ser, si pensamos que el texto del acuerdo ya lo ha redactado en parte–, el relato compartido sobre el que está basado marca un camino que para cualquier nacionalista español es preocupante. E inequívoco sobre la existencia y, por tanto, los derechos, de la nación catalana.

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