El sentido de estado de las hormigas catalanas

Una sobremesa en la Fonda Europa tiene, siempre, consecuencias. Generalmente, son positivas, porque al hostal de Parellada sólo se puede ir con buena compañía, gente de un cierto gusto y de una educación contrastada. Hay algo de selección natural en nuestras fondas que no hay que desaprovechar.

El pasado sábado, con unos amigos la hicimos ocupar para rendir un pequeño homenaje a Eugeni Xammar. Parece mentira pero hay gente para todo, en este mundo, como decía el Capri. Incluso para recordar que a veces la Memoria Histórica también merece ser desempolvada en homenaje de nuestros viejos liberales catalanistas. No todo debe ser el PSUC, la gauche divine y los movimientos antiimperialistas y anticoloniales de los sesenta, en exposiciones hechas por antiguos revolucionarios hoy debidamente pasados por la termomix y la tarjeta Visa de alguna administración pública.

La actualidad política presidía la discusión de todas las mesas. En una de ellas, se debatían de manera encendida las últimas votaciones en el Congreso de Diputados del decreto Zapatero y la extraordinaria exhibición del sentido de estado del señor Duran i Lleida y de su grupo parlamentario. Del sentido de estado español, naturalmente, que a mí me parece muy bien, pero que resulta que es el estado del que los catalanes queremos marchar.

Uno se pregunta cómo podemos ir hablando de autodeterminación y de proceso de liberación nacional mientras ofrecemos todas las oportunidades del mundo a nuestros adversarios. Pero la respuesta que te dan son tres palabras: «sentido de estado». Así, en español, todavía impresiona más. Sólo poner un pie en el Congreso y sentirse decir: «venga, a ver ese sentido de estado de los catalanes» que nuestros hombres en Madrid se ven poseídos por un deseo inaferrable de subir a la tribuna de oradores y ponerse a salvar España. Como para demostrar que no sólo se les supone, sino para dejar claro que en sentido de estado aún no ha nacido nadie que les supere. Es un virus que ataca de manera transversal e indiscriminada, porque pocos resisten a los cantos de sirena, esa voz que sale de lo profundo de los ministerios españoles, melosa, centenaria, borbónica. Ítaca, para algunos políticos, no está en Grecia sino en la meseta.

Sin embargo, en la mesa de la Fonda, la gente se hacía algunas preguntas: ¿No debería acudir el nacionalismo catalán a la intervención en la política española sólo como arma de combate? ¿No deberíamos ensayar, hasta el final, una sistemática acción de desgaste? ¿No sería mucho mejor hacer como los nacionalistas irlandeses «England’s Difficulties are Ireland’s benefits»Y aprovecharse de los traqueteos y del hundimiento económico de España para avanzar hacia la independencia y no para apuntalar el armatoste en el que nos encontramos?. O ¿cómo esperamos salir de la jaula, pues? ¿De pacto en pacto hasta la independencia total?

En medio de la conversación, el amigo Xavier Roig apuntó: «deberíamos hacer como las hormigas catalanas». ¡Eh!, Eso me interesó y le pedí que qué quería decir. «Mira, todas las revistas científicas se han hecho eco de eso. No sé si sabías que hace ochenta años fue introducida en Europa la hormiga argentina (Linepithema humile). Fueron expandiéndose, fundando millones de hormigueros intercomunicados, en una extensión de 4.000 kilómetros, después de haber exterminado completamente a todas las hormigas autóctonas europeas». «¿Y qué tiene que ver con el sentido de estado los catalanes?», le pregunté. «Muy sencillo, que en esta colonia de insectos se ha producido una mutación, precisamente en el territorio de los Países Catalanes, dando lugar a una nueva grandiosa colonia de hormigas que los especialistas llaman «Súper colonia catalana». Y ahora viene lo mejor, agárrate, según el máximo experto en este tema, el profesor Laurent Keller, de la Universidad de Lausana, de toda Europa sólo las hormigas que pertenecen a esta súper colonia catalana se han sublevado contra la Linephitema. Únicamente las hormigas catalanas han alzado sus antenas y han declaró la guerra a la invasora. ¿No te parece espectacular?».

Me emocioné y desde entonces que vigilo lo que piso. Mientras aquí arriba seguimos obsesionados en pactos de estado, Aquí abajo, en la tierra, a nuestros pies, nuestras compatriotas están en lucha contra el invasor. La tierra para quien la agujerea. ¿Sentido de estado? Francamente, ya me gustaría a mí que tuviéramos una décima parte de lo que tienen ellas.

Publicado por El singular catalan-k argitaratua