Supongo que conocerán ese libro-peli de la productora de televisión australiana Rhonda Byrne titulado El secreto, una colección de testimonios de personas que “el secreto” les ha cambiado sus vidas y citas de “maestros” que lo usan en su beneficio. ¿Y cuál es? Una supuesta Ley de Atracción (así en mayúsculas; todo lo trascendente se tiene que escribir en mayúsculas) universal que dice que si deseas con fuerza algo, el universo te escucha y, sin mover un dedo, hace que llegue llovido del cielo. Yo llevo deseando varios meses que se me vuelque encima un carro repletito de estiércol bien jugoso tirado por una pareja de bueyes justo en la puerta de cualquier Corte Inglés, pero nada. Sí, ya sé que no es lo que uno habitualmente pediría pero…
La verdad es que me deja asombrado la capacidad de ciertas personas para dar una apariencia de profunda meditación metafísica a chorrimemeces propias de mastuerzos. Porque lo de
Dicen que está repleto de espiritualidad, pero la fuente de inspiración de Byrne es un libro de 1910 titulado “La ciencia de hacerse rico”. ¡Acabáramos! Es más, si hacemos un repaso a los numerosos blogs y páginas dedicadas a esta estupidez leeremos cosas como “¿En qué tipo de casa desea vivir? ¿Quiere ser millonario? ¿Qué tipo de negocio desea tener?”, o “¿Por qué crees que un 1% de la población gana el 96% de todo el dinero que está siendo ganado? ¿Crees que es una casualidad?”
Pues no, no es casualidad que gente como Rhonda se forre vendiendo cuatro millones de ejemplares de tamaña minimemez. La respuesta es obvia: somos unos soplagaitas credulones.