El país mula

Las analogías con el mundo animal siempre han servido para describir la condición humana o los grandes temas de la religión y la filosofía. Los sirvieron a Ramon Llull y Anselm Turmeda el Libro de las bestias y La disputa del asno, respectivamente. Las hemos aprovechado también -con todas las distancias a que obliga la humildad- en Viaje a la Vía Catalana. Y nos pueden ir bien hoy para tratar de identificar con precisión cuál puede ser el futuro de los catalanes si se impone un futuro unionista los que queremos una Cataluña libre.

Antes de ponernos a él, si analizamos las posiciones de unos y otros respecto a los derechos y la legitimidad que tenemos como pueblo, salta a la vista que los unionistas priorizan las limitaciones y restricciones, muchas de ellas impuestas por los hechos consumados de la historia. Entre éstos, se admita o no, el funesto derecho de conquista que amuebla el subconsciente carpetovetónico. Lo que nos proponen los unionistas (cambios constitucionales incluidos) es un modelo de continuidad en la que Cataluña sólo podrá aspirar a seguir como hasta ahora. Entre los soberanistas, por el contrario, vemos un sentido de plenitud que nace de un relato del propio país basado en el derecho democrático a decidir, limitado únicamente por la realidad del mundo global e interdependiente en el que vivimos hoy.

Trasladado esto al mundo animal, pues, podríamos hablar de dos modelos. El del país caballo o corcel, que queremos para sí los soberanistas. Y el del país mula que nos proponen los unionistas. En contraste con el caballo, animal de noble galopar y plena capacidad reproductiva, la mula describe a la perfección lo que nos espera si el proceso soberanista no termina triunfante. No hay duda de que nos quieren mantener ejerciendo de bestia de carga estabulada, sin capacidad creativa, ni nada de iniciativa propia.

Antes he hablado de continuidad. De hecho esto no es exacto. Lo que propone el unionismo es una clara regresión con cada vez menos competencias autonómicas, ya que ahora en Madrid se las ve como atributos en mala hora concedidos para pasar el trance que les suponía la desaparición de Franco y el consiguiente reset de cambio para que no cambie nada básico. Respecto al período que acabamos de vivir (1980-2015), pasaríamos de ser una mula con ciertas prerrogativas y derechos virtuales, a ser un animal con unas limitaciones perfectamente delimitadas. Así, en esta campaña del 20-D, hemos podido ver a Pedro Sánchez por activa -y a Chacón por pasiva- afirmando que Cataluña no es una nación, ni España puede ser plurinacional. Ahora que los Nadal, Maragall (2), Geli, Castells, Comín y Tura se han marchado de su partido, ya lo pueden decir sin manías. Retrocedemos, pues, de mula activa a mula coja, mostrando el masivo recorte del marco competencial que proponen.

Por otra parte, que nadie se ilusione tampoco con el falso debate de los «cambios constitucionales» que insinúan los unionistas. Si se imponen, tendremos aún menos espacio de corral, menos paja y nada de alfalfa. Y las promesas de referéndum proferidas por Pablo Iglesias todavía quedarán como un sarcástico reclamo que se llevará, una vez más, el viento del régimen común.

El modelo de mula que nos quedará, si no nos aprestamos, es el de un país inerte, muerto. Un país de ciudadanos sin capacidad de crear y desarrollar libremente. Un país mula, cuyos habitantes, a pesar de haber hecho las mayores y más risueñas movilizaciones del mundo, tendremos la expresa prohibición de comportarnos y sentirnos como la gran mayoría de ciudadanos de la Unión Europea, donde -ahora sí- nos quedará para siempre el papel de anomalía sospechosa. Seremos un país con dificultades incluso para votar (como apuntaba el admirable José Antich en El Nacional.Cat el pasado día 11). Seguiremos en la «lógica» de tener que aplaudir equipos que no son el nuestro, de ver expulsados ​​nuestros símbolos de espacios públicos, de regirnos por tribunales que nos son contrarios por defecto, de ver expulsada nuestra lengua de los grandes parlamentos que hacen política por nosotros. Seremos ese país mula siempre sometido al látigo de un dueño injusto, obligado a pagarle y obedecerle cuando nos viene a monitorizar a lomo del caballo blanco.

EL PUNT-AVUI