El miedo

Que unos pocos hayan podido dominar a tantos, es uno de los interrogantes que uno se hace si repasa la historia universal con un espíritu que vaya más allá del conocimiento de la simple anécdota. ¿Cuáles pueden ser los mecanismos? Sin negar que ha habido personajes del pasado, o del presente inmediato (pocos), que han tenido la habilidad de ganarse la voluntad de su gente a base del razonamiento, la dialéctica o un temple motivador, hay que reconocer que el miedo ha sido siempre el mecanismo psíquico más eficaz para alcanzar y mantener el poder. Aquí, allá o en cualquier rincón de mundo.

La fórmula acostumbra siempre a funcionar, por la simple razón de que el primer instinto con el que nace el ser humano es el de conservación. A partir de ahí, podemos entender casi todo nuestro pasado como especie. Esto que digo desde un prisma global, cuando lo reducimos un poco, vemos que hay pueblos que lo sufren más que otros. En Cataluña, nadie puede dedicarse a la política con garantías sin asumir esta premisa fundamental.

El miedo, lo admitamos o no, sigue siendo un elemento principal en el comportamiento político de los catalanes. Los cínicos detractores de lo que digo, manifestarán que ahora estamos en una democracia y que esto no tiene sentido. Pero basta con que ver cómo un diputado de Esquerra se ha ido a Suiza porque dice que tiene “tengo pánico de volver a Cataluña”. Basta con que su nombre saliera en una investigación judicial, para huir por piernas.

No hace falta afanarse demasiado para intuir que, si aquellos que ocupan un puesto de responsabilidad política, se escapan cuando vienen mal dadas, ¿qué hará quien no tiene la protección del partido y no puede dejar el trabajo de un día para el otro? Al margen de las consideraciones que podamos hacer sobre la conducta del diputado en cuestión, lo cierto es que su gesto ha colaborado en esparcir aún más el miedo entre el independentismo. Si estos deben ser nuestros modelos, no podemos pensar en un futuro muy estimulante.

Tal como hay naciones víctimas del miedo, también existen aquellas que dominan los resortes para crearlo. Parece que tengan mucha práctica en esa materia. Para ser efectivos en su labor, parten de un detallado conocimiento de la psicología de los afectados. En nuestro caso, España sabe cómo jugar sus cartas. Tiene bien presente que nuestra memoria colectiva está llena de largas épocas de represión. Es una losa que siempre pesa en nuestro ánimo. El papel de un juzgado nos transporta inconscientemente al franquismo. Lo saben.

Por tanto, nada mejor que colgar el dogal judicial a los dirigentes de un supuesto independentismo e irlo tensando o aflojando, según convenga. El efecto que produce entre nuestra gente es balsámico para los intereses de la unidad de España. ¿O conocen algún soldado dispuesto a luchar cuando sabe que sus mandos se escurrirán con sólo oir el primer disparo? Un pueblo sin cabezas es fácil de dominar.

Lo más triste es que hoy, el miedo, no lo generan las bombas o los piquetes de ejecución. Cuentan con cuatro líneas escritas por algún psicópata del Código Penal.

EL MÓN