El castellanoparlante instrumentalizado

De 2012 a esta parte, el castellano ha ido tomando cada vez más protagonismo en el mensaje independentista. Hasta ahora, la lengua castellana vinculaba el unionismo con el nacionalismo español. Pero, de repente, el soberanismo ha ‘descubierto’ el castellano como instrumento, pensando que, utilizando el castellano, aumentaría la base de votantes entre los ciudadanos catalanes de origen español.

Los ciudadanos catalanes de origen español que viven en Cataluña están acostumbrados a oír el idioma del país y algunos hace muchos años que usan ambas lenguas para comunicarse. Están bien listos los unionistas si creen que, cambiando su discurso del catalán al castellano para fomentar el miedo a la independencia, los españoles independentistas dejarán de creer que Cataluña se merece tener un Estado propio y se pasarán a defender la unidad con España. Que el soberanismo catalán se sirva del castellano para convencer, pensando que el castellano es la varita mágica para sumar nuevos independentistas, es insultante.

Que no, señores, que aquí no hablamos ni de banderas ni de lenguas. Quizás para el soberanismo identitario la cultura y la lengua son motivo suficiente para pedir la independencia. Cada uno tiene sus motivos, todos respetables. El español suele ser independentista práctico; no lo es ni por el idioma ni por la identidad.

Que Albiol-PP y Rivera-Ciudadanos hablen castellano en el Parlamento de Cataluña, donde la lengua habitual es el catalán, demuestra poco respeto a la cultura del país; se mofan de los catalanes y del pueblo catalán. Que políticos de origen español ejerzan de diputados en el parlamento o en el congreso sólo porque tienen por idioma habitual el castellano, sin aportar valor añadido al país; que algunos partidos políticos tengan representantes sin preparación ni estudios sólo con la pretensión de ser representantes de los castellanohablantes, nos dificulta mucho las cosas. ¿Cómo explicamos a nuestros hijos, que se han pasado la vida estudiando y preparándose, que saben y hablan perfectamente ambos idiomas, que para llegar a diputado sólo hay que ser bufón de algún partido? Es humillante. El español independentista no se merece una tal representación.

Los españoles que emigramos a Cataluña lo hicimos para mejorar nuestra economía, buscando un futuro mejor para nuestros hijos, porque el futuro que teníamos en nuestro pueblo era trabajar la tierra mal remunerados en beneficio de los terratenientes. En Cataluña buscábamos nuevas oportunidades, no para huir del hambre.

Nuestra inmigración también revirtió en nuestra tierra de origen; facilitó que los que se quedaron tuvieran más oportunidades y mejoraran la calidad de vida.

Dice el manifiesto Koiné que fuimos ‘colonos involuntarios de la lengua catalana’ instrumentalizados por el régimen franquista… Puede ser, era fácil de manipular. No había tanta información como la hay ahora para poder contrastar si era manipulación política. Sólo oíamos decir que en Cataluña había trabajo, que era lo que buscábamos.

Pertenezco a los que llegamos a Cataluña en los años setenta. Mi colegio del barrio de la Salud de Badalona durante aquellos años se llamaba Francisco Franco. Estudiábamos en castellano, no recuerdo que hubiera asignaturas en catalán…

Mis hermanos mayores cuando llegaron a Cataluña empezaron a trabajar. No estudiaron aquí. Si el idioma del país es optativo (y entonces no era ni optativo), sucede que no todos los que llegan al país tienen la voluntad de aprenderlo, si no les resulta una necesidad.

En barrios como la Salud, Llefià, Gorg y Sant Roc de Badalona, o el Fondo de Santa Coloma, en la calle no hay necesidad de hablar el catalán. Se puede escuchar cualquier idioma, pero es raro el oír catalán. Con la inmersión lingüística, nuestros hijos han estudiado en catalán y castellano, pero la práctica se queda en la escuela. Si van a comprar caramelos o una barra de pan, el tendero no habla catalán, no es la norma.

Un país pequeño como Cataluña, tierra de acogida, corre el riesgo de perder el idioma si dejamos que sea optativo, si no se hace necesario para la vida en el país.

Nicolasa Fernández

Sevillana, catalana y europea. activista independentista

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