De sumas y restas

Entre todas las cifras, estadísticas y más informaciones que se dan sobre el futuro de la diversidad lingüística, una de las más contundentes es la que dice que el 4% de la humanidad habla el 96% de las lenguas del mundo o, al revés, que el 96% de la humanidad habla el 4% de las lenguas. Sólo con esta información ya tenemos suficiente para concluir que necesitamos la solidaridad de los hablantes de lenguas mayoritarias si no queremos que este reducto de la diversidad acabe absorbido en cuatro días. De hecho, hace dos décadas las cifras eran el 95% y el 5%. No podemos perder el tiempo, pues, si es que queremos preservar la diversidad lingüística, y todo el mundo es necesario.

La pregunta recurrente en vista de este futuro tan negro es cómo haremos para salir de él y, entre las respuestas habituales, no falta la independencia como solución milagrosa. Que la independencia no es el espíritu santo que te bendice con el don de lenguas ya lo sabemos todos y, en este sentido, estamos perdidos si creemos que un cambio político por grande que sea revitalizará la lengua. Sin embargo, no se nos pasa por alto que un nuevo marco de convivencia nos permite restablecer las reglas del juego y, sobre todo, orientar la dinámica de las lenguas hacia la preservación de la diversidad. Nos libera de la presión de un Estado que es evidente que desprecia la diversidad y nos permite trabajar por la revitalización de la lengua como proyecto compartido con los que la tienen como primera lengua y los que lo han adoptado y/o la quieren compartir.

Si hay un rasgo que se destaca en este proyecto colectivo -al menos, en cuanto a la lengua- es que los usos lingüísticos no son (o no han sido) empleados como arma arrojadiza. Uno de los grandes éxitos que ya podemos contar es que hemos compartido esta ilusión con catalanes de todos los orígenes sin preguntarnos de dónde venía nadie ni qué lengua hablaba. ¿Y qué sentido tendría hacerlo después de años de convivencia? Por eso me costó entender la aparición de Súmate. De repente, lo que ya habíamos olvidado se convertía en el fundamento de un grupo independentista. En un principio, parecía que el objetivo era buscar adhesiones al proceso entre los catalanes que tienen el castellano por primera lengua. El porqué de un objetivo étnico-lingüístico, sigo sin entenderlo, sobre todo porque ellos mismos dicen que no importa el origen sino el destino, pero no hay que entrar en eso. La cuestión es que en el aspecto lingüístico y, más concretamente, en la forma en que se debían tratar las lenguas en la Cataluña independiente, Súmate era muy ambiguo. Ahora, sin embargo, en sus páginas se posiciona sobre el uso del castellano y el catalán en la futura república catalana, donde todo sigue siendo muy ambiguo menos una cosa.

Apela a la oficialidad de las lenguas. Muy bien. La oficialidad es gratis. En estos últimos años hemos pasado de menos de cien lenguas oficiales en todo el mundo a unos cuantos cientos, quizás miles. Pero las condiciones de amenaza no han cambiado. Puedes declarar oficial lo que quieras. Basta con el gesto. Que esto signifique algo ya depende de otras variables. Después de todo, de la oficialidad sabemos que es muy útil a la hora de imponer lenguas dominantes, pero inútil para recuperar lenguas amenazadas.

Pero después de apelar a la oficialidad, resulta que el catalán será lengua ‘propia’. Pues puestos a evitar interpretaciones interesadas estaría bien que nos dijeran qué quiere decir ‘propia’ porque el mundo está lleno de lenguas propias que han dejado de ser empleadas. También se dice que el catalán debe ser lengua vehicular. Dado que las lenguas son vehiculares por definición, tampoco es decir gran cosa. Pero todavía es menos claro eso de ‘su reconocimiento en un sistema educativo inclusivo y universal sin distinción por lenguas’. ¿No habíamos quedado en que era propia y vehicular? Si lo es, ¿por qué tiene que ser ‘reconocida’? No son los hijos ilegítimos y no los propios los que se han de reconocer?

Así, pues, no queda muy claro qué papel debe tener, el catalán, en todo ello. Pero cuando llegamos al castellano, no hay dudas: ‘Aun así, también tiene que quedar garantizado el conocimiento del castellano en todo el territorio catalán y el aranés en Arán’. Lo transcribo tal como figura en el documento de la web para que no me digan que malinterpreto o tergiverso que lo que se debe garantizar es el conocimiento del castellano en todo el territorio catalán. No sé si el castellano queda excluido de Aran por el hecho de no ser territorio catalán. ¿Y, cómo se garantizará? Vuelvo a citar: ‘Por lo tanto, el castellano será lengua oficial por el uso social de ésta y la República tendrá que garantizar los derechos lingüísticos de los ciudadanos en relación al aprendizaje y el uso de este’. Ahora quizás sí que la diré grande, pero si me borran la República yo creería que esto lo han sacado del programa de Ciudadanos, o del PP y todo. Pero no perdamos el hilo. Del catalán no se dice en ningún momento que tenga que ser oficial, pero del castellano sí. Del catalán se dice que será reconocido en el sistema educativo, del castellano se dice que se deberán garantizar los derechos lingüísticos de los ciudadanos respecto de su uso y aprendizaje. Es decir, que si debe haber alguna coerción en los usos lingüísticos será en el caso del castellano. Del catalán, como que será propio y vehicular, no hace falta que nos preocupemos. Y, por si nos queda ninguna duda, más adelante nos dice: ‘Desde este punto de vista, legislará las diferentes oficialidades administrativas estableciendo y diferenciando los usos administrativos del castellano, de la lengua de signos catalana y del aranés’. Es decir, se legislará para todas las lenguas que ahora son oficiales menos para el catalán.

¿De verdad era necesario que Súmate hiciera pública una posición como ésta? Porque, con este planteamiento, da mucho más la impresión de ser un lobby organizado para imponer el castellano en una Cataluña independiente que un colectivo que quiere participar de manera visible en un proyecto. Me duele oír decir a un candidato independentista que el hecho de que hable en castellano irrita a los españoles porque es una muestra de su fracaso. ¿De qué fracaso habla? La independencia no debe ser un fracaso para nadie y, si alguien lo vive así, no seré yo quien me alegre. Y no entiendo que el candidato de ERC hable en castellano en un debate en TV3, como tampoco entiendo que hablen en catalán en el congreso de los diputados: yo no quiero hablar catalán en el extranjero, quiero hablar catalán en mi casa. Y que sea ERC quien utilice la lengua como arma arrojadiza me parece un misterio incomprensible por completo.

Pero lo que de verdad me duele es otra cosa: los ‘castellanohablantes’ no son un colectivo extraterrestre, son nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros parientes, nuestras parejas. Somos todos. Y muchos de estos en algún momento de sus vidas se sumaron al catalán sin condiciones, lo hicieron su lengua de relación, lo transmitieron a los hijos. A ellos les debemos que el catalán haya llegado hasta aquí y lo sabemos de sobra. A mí no se me pasa por la cabeza segregarlos ahora para que se sumen, ni nunca he pensado en que se quedaran. Ya están, ya estaban y la verdad es que yo ya no recuerdo si vinieron o nacieron aquí, y seguramente no lo recuerdo porque no lo he sabido nunca. ¿Qué importancia tiene si forman parte de todos mis recuerdos?

VILAWEB