Cuando la excusa de Ucrania también vale para volver a la autonomía

Hay quien afirma, especialmente en nuestro país e incluso entre independentistas, que la invasión rusa de Ucrania, sobre todo en la medida en que Vladimir Putin le ha querido justificar por el derecho de autodeterminación de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk e implica, por tanto, una modificación de las fronteras actuales, es un golpe duro contra las aspiraciones de los movimientos independentistas europeos. Y lo argumentan diciendo que la actual crisis reforzará la idea de que no se pueden tocar las fronteras. Es decir, que sugieren que es mejor dejar parado una buena temporada el proceso catalán.

Debo decir que hay gente que busca cualquier excusa para no hacer lo que debería hacer. Y que argumenta en el vacío. O que utiliza esa conocida trampa intelectual del argumento inverso: no partir de la constatación de la realidad para fijar un objetivo, sino partir del objetivo que se quiere alcanzar para acomodar la realidad a sus intereses.

Que el conflicto de Ucrania tiene un impacto enorme en todo lo que ocurre en Europa y en todo lo que ocurrirá a corto plazo, nadie puede dudar. Ahora, no está escrito en ningún sitio que esto deba ser malo, que deba dañar el actual proceso de independencia de Cataluña. Y aportaré tres argumentos.

El primero es el más formal y menos práctico, si se desea así, pero también el más sólido. La histórica decisión del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya sobre la independencia de Kossove, decisión emitida el 22 de julio de 2010, ha clarificado mucho el derecho de autodeterminación a escala mundial, destacando dos aspectos incuestionables. Uno es cuando el tribunal asevera que no existe ningún aspecto del derecho internacional que pueda ser usado para evitar un proceso de independencia. Y el otro, especialmente importante en este caso, es cuando clarifica que la inviolabilidad de las fronteras sólo se aplica con respecto a un ataque desde otro Estado pero es inaplicable cuando hablamos de la independencia de una parte del mismo Estado.

El segundo argumento es la emergencia de las voces que razonan que el conflicto de Ucrania es una muestra más del enorme peligro de la inexistencia de un derecho positivo a la secesión y de un organismo internacional que vele por el aplicación democrática del derecho de autodeterminación en cualquier sitio y sin más condicionantes que la voluntad democrática. Precisamente porque no existen garantías internacionales de que cualquier población tenga la capacidad de modificar las fronteras según su voluntad, existe la violencia. En el caso de Ucrania, si en Crimea y en Donetsk y Lugansk hubiera habido procesos democráticos de consulta en las poblaciones sobre qué estatus querían tener, reglados internacionalmente, seguramente hoy Putin no podría hacer esta guerra con la excusa con la que la hace. La propuesta de cascadas de referéndums formulada por el jurista americano Timothy William Waters es especialmente brillante –la tiene explicada en esta entrevista de VilaWeb: “La independencia es la solución, no el problema”.

Pero, finalmente, existe la realidad, y éste es el tercer argumento y el más sólido de todos. Porque los conflictos nacionales existen en la vida real y no duermen a voluntad de nadie ni desaparecen cuando a algunos les conviene. Y continuarán existiendo. Estos días, por ejemplo, es muy impresionante todo lo que ocurre en Córcega a raíz del intento de asesinato del preso político independentista Yvan Colonna. Después de ayer, la primera ministra de Escocia reafirmó de forma explícita que el segundo referéndum de independencia se hará el próximo año en respuesta a las declaraciones de un dirigente de su partido, Ian Blackford, que había dicho que quizá ahora no era el momento, dada la crisis de Ucrania. En unas declaraciones públicas en la televisión LBC, Sturgeon contrapuso la posibilidad de una separación en términos pacíficos y democráticos a la situación de Ucrania y dijo que ahora era necesario, precisamente, que el Reino Unido demostrara a Rusia que podía comportarse de manera diferente. Mientras, la república serbia de Bosnia continúa el proceso que ellos definen como desconexión de Bosnia y Herzegovina, que pretenden tener completada este verano, representando un gran peligro para la paz y la estabilidad de los Balcanes. En África, también esta semana, ha sido liberado de la cárcel Adeyemo Igboho, líder de los yorubes de Benín, una decisión que su pueblo ha considerado un gran paso hacia la autodeterminación en Nigeria y en Benín. Y el parlamento de la isla de Guam, en Oceanía, actualmente parte de Estados Unidos, ha aprobado un dictamen sobre el derecho de autodeterminación de su país como primer paso hacia la independencia. Namibia, por su parte, reclamó oficialmente a la ONU la autodeterminación de Palestina y el Sáhara Occidental y Mauricio ocupó el archipiélago de las Txagos, actualmente británico y despoblado a la fuerza de sus ocupantes tradicionales, en virtud del derecho de autodeterminación.

Todo esto ocurre y seguirá pasando, de modo que si en Cataluña alguien quiere aprovechar la situación de Ucrania para cerrar aún más la vía independentista y seguir normalizando el regreso a la categoría de simple comunidad autónoma española, al menos que sepa que no será fácil vender humo.

  1. El president Aragonés, no hace falta ir muy lejos, anunció ayer que participaría en la cumbre autonómica convocada en La Palma por el presidente español, y lo basó en la gravedad de la situación de Ucrania. Personalmente, creo que tiene más que ver con el intento de ERC de volver a la centralidad madrileña que con la excusa dada. Porque el gesto presidencial se complementa facilitando al PSOE la ley de vivienda en el congreso español (¡el mismo día que el Constitucional español tumba la ley catalana de vivienda!) y anunciando a la prensa cercana, como ya han hecho tantas veces, acuerdos inminentes de la mesa de diálogo para defender el catalán, aquella lengua que había quedado blindada en Madrid hace un año –según nos dijeron entonces…

VILAWEB