Cuando el mundo parece una gran conspiración

Las teorías conspirativas adoptan todo tipo de formas y dimensiones, pero quizás la forma más común es la teoría de la conspiración global. Una encuesta reciente realizada a 26.000 personas de 25 países preguntó a los encuestados si creían que hay «un único grupo de personas que controlan secretamente los eventos y dominan conjuntamente el mundo». El 37% de los norteamericanos contestó que esto es «clara o probablemente cierto». Al igual que el 45% de los italianos, el 55% de los españoles y el 78% de los nigerianos.

Huelga decir que las teorías conspirativas no las inventó QAnon: hace miles de años que existen. Algunas incluso han tenido un gran impacto en la historia. Fijémonos en el caso del nazismo, por ejemplo. Normalmente no pensamos en el nazismo como una teoría conspirativa. Como consiguió apoderarse de todo un país y dar pie a la Segunda Guerra Mundial, solemos considerar que el nazismo es una «ideología», aunque sea diabólica.

Pero, en el fondo, el nazismo fue una teoría de la conspiración global basada en la mentira antisemita siguiente: «Un contubernio de financieros judíos domina secretamente el mundo y conspira para destruir la raza aria. Han maquinado la revolución bolchevique, gobiernan las democracias occidentales y controlan los medios de comunicación y los bancos. Sólo Hitler ha conseguido ver todas sus estratagemas funestas y sólo él puede detenerlos y salvar la humanidad».

Entender la estructura común de estas teorías de la conspiración global nos puede servir para explicar tanto su atractivo como su falsedad inherente.

La estructura.

Las teorías de la conspiración global argumentan que detrás de la infinidad de eventos que vemos en el mundo se esconde un único grupo siniestro. La identidad de este grupo puede variar: hay quien cree que el mundo está gobernado en secreto por francmasones, brujas o seguidores del satanismo; otros creen que lo gobiernan alienígenas, humanoides reptilianos u otras diversas camarillas.

Pero la estructura básica siempre es la misma: el grupo controla casi todo lo que pasa, al tiempo que oculta este control.

Los seguidores de las teorías de la conspiración global se deleitan especialmente en la unión de los contrarios. Así, la teoría de la conspiración nazi decía que aparentemente el comunismo y el capitalismo parecen enemigos irreconciliables, ¿no? ¡Error! ¡Esto es exactamente lo que el contubernio judío quiere que pienses! Y podría pensar que la familia Bush y la familia Clinton sean enemigos declarados, pero de hecho representan una gran comedia: de puertas adentro, todos van a las mismas reuniones de Tupperware.

A partir de estas premisas, surge una teoría básica del mundo. Los acontecimientos presentados en las noticias son una astuta cortina de humo que tiene como objetivo engañarnos, y los famosos líderes que distraen nuestra atención son simples títeres que están en manos de los verdaderos dirigentes.

El cebo.

Las teorías de la conspiración global son capaces de atraer a una gran cantidad de personas porque ofrecen una explicación sencilla y directa ante un gran número de procesos muy complicados. Nuestra vida se ve reiteradamente sacudida por guerras, revoluciones, crisis y pandemias. Pero si yo creo que hay algún tipo de teoría de la conspiración global, tengo la sensación reconfortante de que lo entiendo todo.

¿La guerra de Siria? No es necesario estudiar la historia de Oriente Medio para comprender qué pasa. Forma parte de la gran conspiración. ¿El desarrollo de la tecnología 5G? No es necesario que me informe sobre la física de las ondas radioeléctricas. Es la conspiración. ¿La pandemia de Covid-19? No tiene nada que ver con ecosistemas, murciélagos y virus. Obviamente, forma parte de la conspiración.

La clave maestra de la teoría de la conspiración global nos da acceso a todos los misterios del mundo y nos permite entrar en un círculo exclusivo: el grupo de personas que entienden. Me hace más inteligente y sabio que las personas normales y corrientes e incluso me pone por encima de la élite intelectual y de la clase dominante: profesores, periodistas, políticos… Yo veo lo que a ellos se les pasa por alto, o lo que intentan ocultar.

El defecto.

Las teorías de la conspiración global tienen un mismo defecto básico: suponer que la historia es muy sencilla. Parten de la premisa clave de que manipular el mundo es relativamente fácil. Un pequeño grupo de personas puede entenderlo, predecirlo y controlarlo todo, desde las guerras hasta las revoluciones tecnológicas y las pandemias. Lo que es particularmente destacable de este grupo es la capacidad para prever cuáles serán los 10 próximos movimientos en el tablero global. Cuándo sueltan un virus en algún lugar, pueden predecir no sólo cómo se extenderá por el mundo, sino también cómo afectará la economía mundial un año después. Cuando desencadenan una revolución política, pueden controlar su curso. Cuando hacen estallar una guerra, saben cómo acabará.

Pero, por supuesto, el mundo es mucho más complicado. Pensemos en la invasión estadounidense de Irak, por ejemplo. En 2003 la gran superpotencia mundial invadió un país de Oriente Medio con el argumento de que quería eliminar las armas de destrucción masiva del país y acabar con el régimen de Saddam Hussein. Algunos sospechaban que de paso no les habría ido mal conseguir la hegemonía sobre la región y dominar los vitales campos petrolíferos iraquíes. Para alcanzar sus objetivos, los Estados Unidos desplegaron el mejor ejército del mundo y se gastaron miles de millones de dólares.

Al cabo de unos cuantos años, ¿cuáles fueron los resultados de este esfuerzo enorme? Una derrota total. No había armas de destrucción masiva y el país se vio sumido en el caos. El gran ganador de la guerra fue en realidad Irán, que se convirtió en la potencia dominante de la región.

¿Hay que concluir, visto esto, que George W. Bush y Donald Rumsfeld eran en realidad topos iraníes que ejecutaban un complot iraní diabólicamente inteligente? En absoluto. Por el contrario, la conclusión es que es increíblemente difícil predecir y controlar los asuntos humanos.

Para aprender esta lección no es necesario invadir un país de Oriente Medio. Tanto si ha formado parte de un consejo escolar como de un consejo municipal, o si simplemente ha intentado organizar una fiesta sorpresa para el cumpleaños de su madre, probablemente sabrá hasta qué punto es difícil controlar a los humanos. Trazas un plan y te sale el tiro por la culata. Intentas mantener algo en secreto y al día siguiente todo el mundo habla de ello. Conspiras con un amigo de confianza y en el momento crucial te apuñala por la espalda.

Las teorías de la conspiración global nos piden que creamos que, a pesar de que sea muy difícil predecir y controlar las acciones de 1.000 o incluso de 100 humanos, manejar como títeres cerca de ocho mil millones de personas es sorprendentemente fácil.

La realidad.

Ni qué decir que en el mundo hay muchas conspiraciones reales: individuos, corporaciones, organizaciones, iglesias, facciones y gobiernos que no paran de tramar e intentar sacar adelante todo tipo de complots. Pero esto es precisamente lo que hace que sea tan difícil predecir y controlar el mundo en su totalidad.

Durante los años treinta, la Unión Soviética conspiró realmente para hacer estallar revoluciones comunistas en todo el mundo; los bancos capitalistas utilizaban todo tipo de estrategias turbias; la administración de Roosevelt planeó redirigir la sociedad norteamericana con el New Deal, y el movimiento sionista sacó adelante su plan de establecer una patria en Palestina. Pero estas maquinaciones, y muchas más, a menudo estaban enfrentadas, y no había un solo grupo de personas que dirigiera toda la trama.

Hoy en día, también es probable que seamos objeto de muchas conspiraciones. Puede que sus compañeros de trabajo estén conspirando para que el jefe se vuelva en contra de usted. Puede que una gran corporación farmacéutica soborne a su médico para que le recete opioides nocivos. Puede que otra gran corporación esté presionando a los políticos para que bloqueen las normativas medioambientales y le permitan contaminar el aire que respira. Puede que algunos gigantes de la tecnología se dediquen a piratear sus datos privados. Puede que un partido político esté manipulando algunas circunscripciones electorales de su Estado. Puede que un gobierno extranjero intente fomentar el extremismo en su país. Todo esto podrían ser conspiraciones auténticas, pero no forman parte de una sola trama mundial.

A veces, una corporación, un partido político o un dictador consiguen reunir una parte importante de todo el poder del mundo en sus manos. Pero, cuando pasa algo así, es casi imposible mantenerlo en secreto. Un gran poder conlleva una gran publicidad.

De hecho, en muchos casos, una gran publicidad es un requisito previo para obtener un gran poder. Lenin, por ejemplo, no habría obtenido nunca el poder en Rusia si hubiera evitado el escrutinio público. Y, al principio, Stalin tenía mucha más tendencia a las maquinaciones a puerta cerrada, pero cuando monopolizó el poder en la Unión Soviética, su retrato estaba colgado en todas las oficinas, escuelas y casas, del Báltico al Pacífico. El poder de Stalin dependía de este culto a la personalidad. La idea de que Lenin y Stalin servían sólo de tapadera para los verdaderos gobernantes que había entre bastidores es incompatible con todas las pruebas históricas que tenemos.

Darse cuenta de que no hay ningún contubernio que pueda controlar secretamente el mundo entero no es sólo acertado, sino que también es una manera de empoderarse. Quiere decir que puedes identificar las facciones que compiten en nuestro mundo y aliarte con unos grupos en contraposición a otros. En esto consiste la política de verdad.

ARA