Hace casi cuarenta años, Nikos Dimou analizó la «desgracia» de ser griego
Lleva a Grecia en tu corazón, y sufrirás un infarto. Entre los 193 aforismos que integran el librito La desgracia de ser griego, este es quizás el más lapidario, el que resume con más contundencia las consecuencias de ser griego. Nikos Dimou publicó esta breve pero intensa obra en 1975, al poco de que su país se librara de la dictadura de los coroneles. Treinta y siete años después, se ha editado en Alemania y también en España, donde Anagrama lo ha traducido al castellano. El momento actual tampoco es feliz para Grecia, condenada al ingrato papel de paria de Europa. ¿Qué les pasa a los griegos? ¿Cómo han alcanzado su actual estado de postración? ¿Debemos pensar que se trata de su estado natural, pese a su brillante pasado como padres de la cultura clásica?
El género aforístico, que se concreta en sentencias breves, incisivas y en ocasiones paradójicas, suele ser el destilado de una mente leída, madura, esencial y con querencias literarias. Los aforistas pontifican sobre los hombres y las mujeres, sobre la política y la ética, sobre el mal y el bien… Y lo hacen con un aplomo que parece blindar sus frases ante cualquier réplica. Dimou añade a su talento como aforista un elemento clave: la ilación. Sus aforismos están a menudo encadenados, de tal modo que el razonamiento que rezuma uno nos conduce al siguiente. Sus sentencias ya no forman pues, como las de otros autores, un ramillete de pensamientos alumbrados en distintas épocas y luego seleccionados y reordenados. Al contrario, los aforismos reunidos en algunos capítulos de La desgracia de ser griego parecen escritos de una sentada por una inteligencia en fase clarividente.
¿Qué les pasa a los griegos? Al decir de Dimou, la causa de su desgracia está clara: si la felicidad es la coincidencia entre deseo y realidad, los griegos, por herencia, historia y carácter, son un colectivo con una brecha entre deseo y realidad mayor que la del resto de los mortales. Esa es la base de la teoría de Dimou, ilustrada con aforismos como el siguiente: «Haber sido y no ser, ese es el origen de la tragedia de los griegos». O como este: «En las raíces de la desgracia griega se encuentran los dos complejos nacionales de inferioridad. Uno en el tiempo, con respecto a los ancestros. El otro en el espacio, con respecto a los europeos contemporáneos».
Haber sido y no ser: la insoportable idea de decadencia, agravada al mirar alrededor -hacia el norte y el oeste, no hacia el mar- y divisar el resto de Europa. Una Europa que, por comparación, es lo suficientemente pujante como para contribuir a colapsar el corazón griego, abrumado por laureles ya marchitos y deprimido por la irrelevancia actual…
Acabo con una moraleja, en origen griega, pero de aplicación española: que la crisis nos haga retroceder lo justo para coger renovado impulso, pero no más, no vaya a ser que perdamos de vista el camino de vuelta al progreso.
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