Cooficialidad del catalán o única lengua oficial

280 académicos critican a Junts pel Sí por defender el bilingüismo

Cristian Segura

Los firmantes presentan en la UB el manifiesto* en contra de la cooficialidad

cooficial

La actriz Txe Arana en el acto de presentación del manifiesto en defensa del catalán. JOAN SÁNCHEZ

280 filólogos, profesores universitarios y escritores presentaron este jueves en el Paraninfo de la Universitat de Barcelona un manifiesto a favor del catalán como única lengua oficial de Cataluña. El manifiesto subraya la crítica a los partidos independentistas que defienden la cooficialidad del catalán y del castellano. “Frente al tacticismo político que no quiere espantar a nadie, yo quiero honradez. Una nación, un estado y su lengua”, dijo Jaume Martí, uno de los ponentes del acto. El manifiesto ha sido redactado por la Asociación Lengua y República. El origen de este colectivo es la antigua sectorial de lengua de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). La asociación advierte que el bilingüismo condena al catalán a desaparecer.

Entre los firmantes del manifiesto se encuentran intelectuales próximos a Junts Pel Sí (JxSí) como Salvador Cardús, Vicenç Villatoro o Jaume Cabré. También lo firman el exlíder de Esquerra Repúblicana (ERC) Josep Lluís Carod-Rovira y el exdiputado de la CUP Julià de Jòdar. El presidente de la Asociación Lengua y República, Joaquim Arenas, explicó que las únicas lenguas propias de Cataluña son el catalán, el lenguaje de signos en catalán y el occitano.

La profesora de la Universitat Pompeu Fabra Mercè Lorente aseguró que el grupo considera que la república catalana deberá fomentar el poliglotismo, siendo el catalán la lengua propia, el inglés una lengua de trabajo internacional y el castellano y el francés “como lenguas vecinas”. Lorente afirmó que “el catalán ha de ser la lengua preferente y de identidad nacional”; Lorente añadió que los partidos políticos pecan de “paternalismo cuando evitan hablar de este tema con los castellanohablantes”. Los conferenciantes destacaron que el castellano es una lengua de ocupación desde la guerra de Sucesión, en el siglo XVIII. “El gobierno central persuade a los inmigrantes para que utilicen el castellano” para que así desaparezca el catalán, según Martí.

El programa electoral de Junts pel Sí establece que en una Cataluña independiente “la lengua castellana continuará siendo oficial”. “Todos los ciudadanos tendrán derecho a utilizar el catalán y el castellano en sus relaciones con la administración y con los gestores de servicios públicos. Todos los funcionarios tendrán la obligación de conocerlas y usarlas”, según la coalición secesionista. El programa electoral de la CUP reconoce el catalán y el occitano como lenguas propias de Cataluña pero añade que el castellano y el francés deberán tener “un estatus jurídico” especial.

Patrícia Gabancho, vicepresidenta del Ateneu Barcelonès y firmante del texto, admitió que “probablemente este manifiesto no le haga gracia a JxSí”. Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) y sobre todo ERC han llevado a cabo en los últimos años intensas campañas de seducción entre los colectivos castellanohablantes del área metropolitana de Barcelona para sumar apoyos a las tesis independentistas. Enric Calpena, periodista y profesor de la Universitat Ramon Llull, ha rechazado firmar el manifiesto porque, si bien considera que el catalán necesita “muchos más recursos” para que su uso sea normalizado, considera que el bilingüismo tiene también aspectos positivos: “Mi objetivo también es el prestigio del catalán, pero esta no es la manera de hacerlo”.

Los ponentes del manifiesto insistieron que la única manera que el catalán sobreviva es que “sea utilizado por todos, siempre y para todo”. El documento denuncia que “el mecanismo para la implantación del castellano en Cataluña fue y continúa siendo la bilingüización forzosa de la población”. El manifiesto afirma que “la situación actual de la lengua catalana en la mayoría de ámbitos de uso general es extremadamente crítica”. El Instituto de Estadística de Cataluña asegura que el 95% de la población entiende el catalán, según datos de 2011; el 36,3% de los catalanes lo utilizaban habitualmente en 2013, frente al 35,6% de 2008.

El manifiesto denuncia “la ideología política del llamado bilingüismo”, que se ha ido inoculando desde las esferas de poder en toda la población catalana desde 1978 para justificar el régimen jurídico establecido por la Constitución. El ponente del acto más aplaudido fue Juan Carlos Moreno Cabrera, profesor de Lingüística de la Universidad Autónoma de Madrid. Moreno Cabrera destacó que en Cataluña se ha llevado a cabo “una bilingüización forzada que lleva a una erosión de la lengua dominada [el catalán]. El bilingüismo mata”.

El País

 

 

¿Una única lengua oficial? Va a ser que no

Agustí Colomines

ECONOMIA DIGITAL

Llevo bastantes años defendiendo lo mismo. La guerra entre lenguas siempre acaba mal. Pero es que, además, en Cataluña no existe ninguna guerra en este sentido. El conflicto lingüístico sólo existe en la mente calenturienta de algunos políticos y de los «santones» intelectuales habituales.

Entre la gente normal y corriente, entre lo que podríamos denominar el pueblo llano, ese conflicto no existe. Y la prueba está en que, a pesar de los incentivos económicos impuestos por los tribunales, son pocos los padres que utilizan a sus hijos como arma arrojadiza para sortear el sistema de inmersión lingüística imperante en Cataluña.

Si bien es verdad que no existe un conflicto entre el catalán y el español, es evidente que hay una clara descompensación, que raya la discriminación, entre la presencia del catalán y en el español en la vida pública.

En la sociedad de la información y del ocio, las lenguas demográficamente pequeñas o con unos límites territoriales muy concretos son muy vulnerables, especialmente si son débiles políticamente. El sueco, pongamos por caso, es una lengua que hablan sólo los suecos pero nadie dice que esté en peligro de extinción. La existencia del Estado sueco la da fuerza y la protege incluso en territorios extranjeros limítrofes, donde viven núcleos de hablantes suecos, por ejemplo Finlandia.

La fuerza de una lengua se mide por su prestigio y por la consideración que los de fuera dan a esa lengua. La gran amenaza del catalán no es el español o, en general, el multilingüismo. La amenaza es de rango.

Cuando los catalanoparlantes nos vemos obligados a firmar peticiones para conseguir que un videojuego esté también disponible en catalán, esa es la confirmación de que la discriminación existe. El último ejemplo es el videojuego FIFA 2017.

No puede ser y provoca rubor que a estas alturas uno se encuentre que en un restaurante y te den una carta en tres o cuatro idiomas y que ninguno de ellos sea el catalán. Tener que estar todo el día reclamando el derecho a poder vivir en catalán hastía a cualquiera.

Son los políticos los que deben poner remedio a ese estado de cosas. Defiendo la independencia de Cataluña también para revertir esa situación y defender mi identidad y mi lengua. El Reino de España subraya en su idolatrada Constitución que la única lengua oficial es el español. La independencia resolverá la cuestión en un santiamén.

A diferencia de Suiza, que es un Estado multilingüe por ley, en España las otras lenguas peninsulares sólo son cooficiales en los territorios donde se hablan. Es el modelo bantú. Usted puede ser negro en su territorio pero no puede ser negro en el conjunto de España, que es monolingüe.

El Estado no le va a proteger, no viene a decir. Volvemos así a la cuestión del rango. Digamos las cosas como son, en los juzgados de Cataluña se habla en español porque los jueces discriminan a los catalanes con el auspicio del Estado.

Catalunya tiene una lengua histórica, ligada a la catalanidad, pero la catalanidad hoy ya no se nutre sólo de la lengua. Los procesos históricos son dinámicos y no se puede hacer marcha atrás.

Lo digo porque según los datos de la Encuesta de Usos Lingüísticos de la Población (EULP-2013), el 31% de los catalanes tienen como lengua materna el catalán, el 53% el español y otro 11% cualquiera de las 300 lenguas presentes en Cataluña. La identificación lingüística no define, pues, ni la catalanidad ni menos aún las posiciones políticas de las personas.

Y ahí están los ejemplos de Gabriel Rufián y Justo Molinero, aunque se peleen. Entiendo el reproche de Molinero a Rufián porque a mi me también me pareció absurdo que mi amigo republicano insistiera en plena campaña electoral de que él era hijo de la inmersión lingüística y en cambio lo dijese sin pronunciar ni una sola palabra en catalán.

Días antes, Albert Rivera había hecho otro tanto en el mismo escenario, el desayuno organizado por Nueva Economía Fórum, criticando, en cambio, la inmersión.  Hay coincidencias que es mejor evitarlas.

Así pues, mi visión de la Cataluña Estado se engrandece cuando pienso que viviré en un país donde el catalán y el español van a convivir como lenguas cooficiales junto al aranés, el pequeño esqueje occitano en nuestro Pirineo atlántico.

Las tres deben ser lenguas oficiales en una República catalana que se precie de ser democrática, abierta, multilingüe, igualitaria y culta. Quienes nos acusan de fomentar una «ideología bilingüista» acomodada y conformista por pensar y soñar una República así, están fuera del tiempo.

La Cataluña mestiza está aquí y no tiene por qué justificarse. Y sin embargo les diré que si bien yo pertenezco a ese tipo de catalanes con ancestros que a lo mejor incluso me ligarían con los condes-reyes fundadores del Principado, mi hijo, cuya madre es de origen castellano y por lo tanto tiene una relación con el español muy diferente a la mía, es tan independentista como yo.

Los dos luchamos por esa Cataluña Estado en la que él y sus amigos puedan divertirse en catalán y en la que yo pueda escribir en español si me da la gana y ustedes puedan leerme en libertad.

 

Sobre el manifiesto del Grupo Koiné

F. XAVIER VILLA

ARA

El manifiesto que el Grupo Koiné acaba de hacer público patentiza que ahora mismo en Cataluña hay sectores del catalanismo lingüístico que están al menos desorientados. Después de décadas de lucha, son numerosas las voces que explicitan una sensación de estancamiento o retroceso. Ciertamente, con todos los matices que se quieran, las últimas encuestas no son positivas. Limitándonos a Cataluña, en los últimos años ha crecido el número de no-usuarios de la lengua. El catalán ha perdido terreno en ámbitos que había conquistado y no llega a entrar en muchos otros. Se extiende la percepción de que la calidad de la lengua se deteriora. Los discursos triunfalistas, algunos comportamientos descuidados -¿ponemos aquí el incremento de castellano en TV3?-, muchas inacciones en entornos controlables -¿la lengua en la enseñanza?- y algunos tacticismos políticos han pescado la desconfianza hacia la administración y los partidos.

En este contexto, para algunos sectores, el acuerdo de garantizar la oficialidad del castellano y apartar la cuestión lingüística del debate ha sido la gota que ha colmado el vaso. Y han decidido expresarlo por la vía del manifiesto. Un manifiesto de trazo grueso que hace un análisis simplista, maniquea y conspirativa de la realidad en la que el problema lingüístico en Cataluña queda reducido a una cuestión ideológica en el sentido de falsa conciencia. Una visión en la que el «poder», con la ayuda de encuestas manipuladas, ha «inoculado» una visión «bilingüista» de la realidad a toda la sociedad, que ahora vive engañada creyendo que se acerca a un edén de paz y coexistencia de lenguas. Frente a este espejismo, el manifiesto pretende aportar la verdad una y simple: el catalán se muere porque el bilingüismo lo mata. Cualquier concesión al bilingüismo es letal por necesidad -lo dice «la ciencia» – y el único camino hacia la salvación pasa por la oficialidad única en el nuevo Estado. Sólo es necesario que la sociedad asuma esta bandera y tema resuelto.

O puede que no. Porque como es poco previsible que el unilingüismo alcance una mayoría abrumadora en un plazo razonable de tiempo, habría estado bien que el manifiesto diera alguna pista de cómo se puede transformar la situación. No basta con creer que tienes la razón, también está bien que te la reconozcan. Y en el campo de la persuasión, el manifiesto cojea. De hecho, no muestra la más mínima empatía con los que presuntamente debería convencer. Por poner un solo ejemplo, parece difícil combinar el eslogan «El bilingüismo mata» con la captación de nuevos hablantes que, por definición, quisiéramos que se convirtieran… en bilingües.

Por otra parte, los presupuestos del manifiesto chirrían. De hecho, la sociolingüística no dice que para normalizar una lengua sea necesario imperativamente el monolingüismo oficial. Está claro que esto a menudo ha funcionado. Otras veces, sin embargo, ha resultado contraproducente. En el Reino de los Países Bajos Unidos, hace casi dos siglos, el intento de imponer el neerlandés como lengua oficial única condujo a la independencia de Bélgica. Mucho más acá, los bengalíes se separaron de Pakistán porque no aceptaban el urdú como única lengua oficial. Macedonia y Kosovo también intentaron sin éxito la vía monolingüe. ¿Ah, y alguien se acuerda de Ucrania? La reactancia emocional, el rechazo contra lo que se considera una imposición, es un fenómeno ampliamente documentado en sociolingüística, y es bueno que los gestores de lo público lo tengan presente.

Por suerte, se puede avanzar hacia la normalización desde el plurilingüismo. El hebreo moderno, la única lengua resucitada, se recuperó primero sin ser lengua oficial, a continuación, en un régimen de trilingüismo y finalmente de doble oficialidad. ¿Cuál es, por tanto, la clave? Diagnosticar bien y aplicar el tratamiento adecuado. En nuestro caso, el problema no es principalmente ideológico, sino de falta de poder político, de desequilibrios demográficos y de modelo económico. Para salvar la lengua hay que ganar más capacidad de decisión en estos ámbitos. El tema es: ¿el manifiesto ayuda a conseguirlo? Sin duda, pone sobre la mesa la desazón de parte del catalanismo lingüístico, y habría que tomar nota. Pero esta inquietud no debería hacer confundir los objetivos con los procedimientos. En sociedades democráticas, la oficialidad única es el resultado de un amplísimo consenso social, no el método para llegar al mismo. Por suerte, tampoco es ésta la única vía para llegar a la normalidad lingüística.

*200 profesionales de la lengua -como Jaume Cabré, Josep Massot, Joan Francesc Mira, Salvador Cardús o Joaquín Arenas- firman un manifiesto que denuncia «el espejismo del bilingüismo social» y reivindica «la restitución del catalán como lengua territorial de Cataluña»

 

MANIFIESTO SOBRE LA LENGUA EN LA FUTURA REPÚBLICA CATALANA

POR UN VERDADERO PROCESO DE NORMALIZACIÓN LINGÜÍSTICA EN LA CATALUÑA INDEPENDIENTE

Los abajo firmantes, estudiosos de la lengua, filólogos, lingüistas, docentes, escritores, traductores, juristas y profesionales de ámbitos afines, considerando la situación real de la lengua catalana y en la perspectiva del proceso constituyente que pronto empezará en Cataluña, por mandato democrático expresado este 27 de septiembre, se creen en el deber ciudadano de exponer a la opinión pública lo que sigue.

 

CONSTATAMOS:

1. Que la lengua catalana es la lengua de Cataluña, en el sentido de que es la lengua endógena del territorio de Cataluña, donde se ha formado y ha evolucionado históricamente, y desde donde se extendió a los territorios contiguos del País Valenciano y las Islas Baleares. es la lengua en la que siempre ha hablado el pueblo catalán.

2. Que la lengua catalana no está, sin embargo, en la situación normal de una lengua territorial en el propio territorio; porque, debido a la anexión del Principado de Cataluña por el Reino de Castilla desde el 1714, el castellano, como lengua de dominación, le disputa coercitivamente este estatus de lengua territorial y ha intentado y sigue intentando represivamente el desplazarla de los ámbitos de uso lingüístico general. Igualmente ocurre en el País Valenciano desde 1707, en Mallorca e Ibiza desde 1715 y en Menorca desde 1802. Del mismo modo, se ha ido imponiendo el francés en los condados del norte (ahora conocidos como Cataluña del Norte), a partir de la anexión de esta parte del Principado en 1659 al Reino de Francia.

3. Constatamos también que, como suele ser típico de los procesos de dominación política lingüística, el mecanismo para conseguir la implantación del castellano en Cataluña fue y sigue siendo la bilingüización forzosa de la población. Un proceso que costó siglos y que hasta 1939 todavía era bastante precario, con respecto a la mayor parte de las clases populares. El régimen dictatorial del general Franco completó sin embargo en dos generaciones este proceso de bilingüización forzosa mediante la represión política del uso del catalán, la enseñanza obligatoria y la extensión de los nuevos medios de comunicación, ambas absolutamente en castellano, y la utilización de una inmigración llegada de territorios castellanoparlantes como instrumento involuntario de colonización lingüística.

4. Constatamos que el régimen constitucional de 1978 ha reafirmado la continuidad de la imposición política del castellano en Cataluña. La legislación de la Generalitat restablecida y la política lingüística consiguiente han servido para superar en ciertos ámbitos y muy precariamente la minorización total sufrida por el catalán en manos del franquismo, pero no para revertir la norma social de uso subordinado del catalán al castellano que condiciona el uso lingüístico cotidiano de la inmensa mayoría de los hablantes y que lleva a una indefectible sustitución de la lengua del país por la lengua impuesta por el Estado.

5. Constatamos que este proceso de sustitución se ha ido acelerando, por lo que la situación actual de la lengua catalana en la mayoría de ámbitos de uso general es extremadamente crítica, hasta el punto de que el catalán no es en estos momentos, en Cataluña, la lengua no marcada, la que espontáneamente cualquier habitante emplea para dirigirse a un desconocido. Tampoco es la lengua predominante entre las generaciones de dicha «inmersión»: en las zonas más pobladas la conocen pero la usan mínimamente. Y, en paralelo al arrinconamiento social, la degradación cualitativa, estructural, de la lengua no ha parado de crecer en el camino de convertirse en una especie de dialecto del castellano.

 

DENUNCIAMOS:

1. La profunda anormalidad que significa que en Cataluña (y en todos los demás países de lengua catalana), la realidad lingüística normal en un país con inmigración aparezca en cierto modo invertida: la lengua de la inmigración (pero sólo la española) toma a todos los efectos el rol de lengua por defecto, de lengua del país, de lengua nacional, y, contrariamente, la lengua del país se convierte en privativa de una comunidad cerrada, que se va reduciendo y acabará desapareciendo, como suele ocurrir con las lenguas de inmigración. Esta anormalidad queda distorsionada por la mayor parte de las encuestas lingüísticas que se promueven.

2. Denunciamos la ideología política del llamado «bilingüismo», que se ha ido inoculando desde las esferas de poder a toda la población catalana desde el 1978 para justificar el régimen jurídico establecido por la Constitución y el Estatuto de autonomía haciendo creer que la coexistencia de dos lenguas en Cataluña, ambas con un supuesto mismo estatus de oficialidad e igualdad de derechos, es un hecho natural, positivo, enriquecedor y democrático. En realidad, esta ideología bilingüista no es más que una forma de encubrir y legitimar la subordinación de una lengua a otra y el consiguiente proceso de sustitución lingüística que sufre la sociedad catalana. La lentitud de este proceso fomenta entre la población el espejismo de que el bilingüismo social puede permitir la recuperación de la lengua minorizada y una situación de equilibrio permanente entre la lengua endógena y la exógena.

3. Denunciamos las manifestaciones de algunos grupos políticos que, bajo la capa de la ideología bilingüista, proponen para la futura República Catalana que la anormalidad lingüística actual siga siendo garantizada y se convierta en la falsa normalidad de la república.

 

MANIFESTAMOS:

1. La urgencia de una toma de conciencia del problema social que constituye para la sociedad catalana el desguace lingüístico creado por la dominación española, una conciencia que ahora falta en la mayoría de los ciudadanos y en muchos dirigentes políticos. Hace falta que todo el mundo entienda que uno de los grandes problemas de Estado de la nueva república, tal vez la más importante, será el problema lingüístico, porque afecta a la base misma de la cohesión social.

2. Manifestamos la necesidad de que esta conciencia lingüística informe el debate ciudadano del proceso constituyente y el consenso constitucional, si no se quiere que la nueva constitución sea una forma de cerrar en falso el problema lingüístico y entorpezca o incluso imposibilite el comenzar a solucionarlo por las únicas vías posibles: a) la restitución al catalán del estatus de lengua territorial de Cataluña (e igualmente para el occitano en el Valle de Aran), b) la reversión de la práctica de la subordinación sistemática y generalizada del uso del catalán (o del occitano) al uso del castellano, y c) la recuperación progresiva de la genuinidad de la lengua.

3. Manifestamos finalmente la necesidad, como fruto de la toma de conciencia lingüística, de la creación de un amplio movimiento ciudadano por la normalización lingüística que reúna en cuanto sea posible más voluntades comprometidas en una conducta superadora de la subordinación lingüística; un movimiento en el que debe ir confluyendo todos, sea cuál sea su origen y sea cual sea su lengua inicial.

4. Manifestamos la necesidad, en definitiva, que se incorpore al proceso constituyente la voluntad de articular la lengua catalana como eje integrador de nuestra ciudadanía en un marco de asunción pública del multilingüismo como riqueza individual y social, con todas las medidas necesarias para garantizar que todos se sientan reconocido e incluido en la construcción de un país normal, también con respecto a la lengua.

Manifiesto impulsado por el Grupo Koiné, formado por Joaquim Arenas y Sampera, Joan-Pere Le Bihan Rullan, Diana Coromines y Calders, Lluís de Yzaguirre y Maura, Josep Ferrer Ferrer, Ángels Folch i Borrás, Enric Larreula i Vidal, Mercè Lorente y Casafont, Margarida Muset i Adel, Dolors Requena Bernal, Silvia Senz Bueno, Blanca Serra i Puig, Pau Vidal i Gavilán y Josep M. Virgili i Ortiga.

Can Formiga, Rubí, 17 de octubre de 2015

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