La derrota de los liderazgos

Salvador Cardús

La semana pasada tuvimos una nueva oportunidad -de hecho, las ocasiones son continuas- para comprobar que la política ya es más comunicación que liderazgo y acción eficaz. O, si se desea, que los líderes y la acción están al servicio de la comunicación. Por si fuera poco, en la comunicación política suele haber más gestos y desinformación que hechos. Y, antes de que nadie se flagele al modo catalán, es cierto que esto ocurre aquí y en China Popular.

Los hechos son tan claros que no necesitan interpretaciones. Se convoca una huelga en defensa del catalán. El Govern se apunta de forma vergonzosa con una foto en el Parlament que resulta un fiasco porque no sólo no consigue que esté todo el catalanismo, ni todo el independentismo…, sino que ni siquiera está todo el Govern. A toda prisa se presenta un llamado “pacto por la lengua” firmado por ERC, JxCat, los comunes y el PSC -significativamente con caras de actores secundarios-, que de hecho no pasa de ser un cortafuegos para evitar la aplicación judicial del 25 por ciento de español en las aulas… a base de tragárselo. El entusiasmo de algunos al defenderlo delata su verdadera naturaleza.

Como es habitual, el discurso político sigue jugando a confundir reglamentación y realidad, y aunque el pacto no va mucho más allá de lo que ya dicen las leyes y los reglamentos anteriores, se interpreta como lo que es: una reacción paliativa -miedosa y, además, inútil- ante los tribunales. Ante el espectáculo, inevitablemente, los sectores más combativos lo interpretan como la muerte de una política de inmersión, bastante discutida. Y, como colofón, hay un incendio en Twitter -es el único lugar donde la gasolina es gratis- en el que quienes salen chamuscados quieren matar al mensajero, sin entender el mensaje de fondo: que ellos mismos, con tanto de confusionismo, son los culpables de haber creado el clima de desconfianza que se expresa.

Desde mi punto de vista, este tipo de lógicas políticas apuntan a dos hechos de una gravedad notoria. Uno, que más que en manos de políticos incompetentes, estamos en manos de unos responsables de comunicación aprendices de brujo. A quien se le ocurrió la foto del Govern ya debería haber sido despedido, junto con quien gestionó una operación tan torpe para acabar como terminó. Algún día deberíamos poder tener todo el mapa -o el universo- de los cerebros responsables de comunicación política que hay detrás de estos desbarajustes.

El segundo hecho es aún más grave: es el de la derrota de los liderazgos fuertes. Por un lado, sólo así se entiende que las (malas) estrategias comunicativas se las campen sin ton ni son. Y por otro, sólo así se puede explicar la carencia de un discurso político coherente con los compromisos electorales y con la acción que se lleva a cabo. Ahora ha sido con el catalán en la escuela. Qué lejos queda aquello de “el catalán no se toca” que defendía el Govern en la calle -exhibiendo una mano de cartulina de parvulario- de este “al catalán le mete mano todo el mundo”. Pero lo mismo ocurre con la política de las energías renovables, con los Juegos Olímpicos de Invierno o con las llamadas ‘políticas de género’, entre otros.

El análisis de las razones de la impotencia de los liderazgos actuales que han asumido una derrota nacional a menudo disimulada con una actitud ‘chuleta’ es urgente. Hay que saber si se debe a que están sometidos al criterio de otros ‘factótums’ que se mantienen en la sombra. Hay que saber si es porque se mueven con miedo, ya sea de represalias judiciales, sea de quedar profesionalmente a la intemperie. Hay que saber si es porque no son quienes realmente controlan la composición de sus equipos y los subordinados van por libre. Hay que saber si es porque la política y los partidos, como va todo, ahuyentan a los verdaderos líderes. Y es necesario saber por qué es tan abismal la distancia entre los líderes y quién se supone que representan.

 

ARA